La película de James Franco y Seth Rogen no gana para sustos: tras Corea
del Norte, ahora es la patronal de los cines de EE UU la que la
emprende con ella.
Pasadas las tormentosas circunstancias de su estreno, que la convirtieron en la película hollywoodiense más polémica de 2014, parece que The Interview va
convirtiéndose día a día en una mera anécdota destinada a las
hemerotecas y (si hay suerte) a los libros de historia del cine. Pese a
los esfuerzos de los ‘Guardians Of Peace’, aquel equipo de hackers presuntamente respaldados por el gobierno de Corea del Norte, la película de Evan Goldberg, Seth Rogen y James Franco no
sólo acabó llegando al público en su fecha prevista (el 25 de diciembre
de 2014), principalmente a través del vídeo bajo demanda. Y su
productora, que había pasado las de Caín a base de revelaciones
bochornosas, amenazas de bomba, boicoteos de las mayores cadenas exhibidoras de EE UU e incluso un rapapolvo del mismísimo Barack Obama, anunció orgullosamente que el lanzamiento digital de The Interview se había saldado con unos ingresos de 15,9 millones de euros durante sus tres primeros días.
Dado que webs especializadas en taquilla, como Box Office Mojo, sólo cubren las cifras de la exhibición física, dejando fuera los beneficios derivados de los alquileres online, es
difícil estudiar al detalle cuánto dinero lleva amasado la película a
día de hoy. Pero, a juzgar por estimaciones que rondan los 26,5 millones de euros, cabe pensar que el dictador norcoreano Kim Jong-un debe estar tirándose del tupé ante la buena trayectoria de un filme tan poco respetuoso con su figura. Aun así, The Interview sigue
recibiendo ataques, aunque éstos no provengan esta vez del único
régimen estalinista y hereditario del mundo. Quienes la emprenden ahora
contra la película de Evan Goldberg son los exhibidores estadounidenses: en un artículo publicado el viernes 16 de enero, Patrick Corcoran, vicepresidente de la National Association of Theatre Owners (NATO, Asociación Nacional de Propietarios de Cines) señaló a las cifras de la película como poco menos que un fraude.
En su columna para la web Box Office, titulada con mucha mala uva The Imitation Game, Corcoran asegura que el lanzamiento online de The Interview acarreará pérdidas millonarias para Sony Pictures: “En
el juego de los estrenos simultáneos, Sony lleva perdidos 30 millones
de dólares [36 millones de euros] y se está quedando sin cartas]”, asegura Corcoran. El portavoz de la patronal estadounidense asegura que los datos facilitados por el estudio no son fiables (“[Sony] no ha facilitado nuevos datos desde el 4 de enero”), y también mete el dedo en una llaga sobre la cual las majors del negocio cinematográfico prefieren pasar de puntillas: esos inmensos gastos promocionales
que pueden igualar, cuando no superar, el coste que supone producir un
filme. De este modo, aunque el presupuesto de rodaje para The Interview fuera de aproximadamente 39 millones de euros, Patrick
Corcoran recuerda que un cálculo de pérdidas y beneficios debe contar
también con la suma desembolsada por Sony para su plan de marketing. Una
suma que, señala, podría rondar un máximo de 35 millones de euros.
Así, de acuerdo con Patrick Corcoran y con la asociación a la que éste representa, The Interview queda como un descomunal fracaso de taquilla, y sobre todo como una prueba de que “el juego no ha cambiado” y
de que la exhibición en pantalla grande sigue siendo el medio de
referencia para que las productoras se llenen los bolsillos. Pero aún
hay más: el artículo se permite plantear dudas sobre los 4,3 millones de descargas de los que ha gozado la película. “No sabemos cuántas personas vieron cada descarga”, señala Corcoran. “¿Fueron
dos? ¿Fueron tres? De golpe y porrazo, el precio medio de 6,38 euros
por descarga se convierte en 3.19 por espectador, o tal vez en 2.12″. Acto seguido, el vicepresidente de la NATO apunta al lugar donde más les duele a las majors recordando
que, cuando una película se proyecta en cines, cada espectador paga
religiosamente el precio de su butaca. Un precio que, actualmente, ronda
una media de 7,19 euros en EE UU. Esta invectiva cobra
su pleno significado cuando recordamos que las distribuidoras de cines
cobran su parte de los beneficios en forma de comisión por entrada
vendida.
Los ataques de Patrick Corcoran y de la NATO se enmarcan dentro de
una guerra que, al menos desde 2011, enfrenta a las grandes cadenas
exhibidoras contra el vídeo bajo demanda. No en vano el artículo
menciona el primer gran conflicto generado en torno a este tema, aquel
que enfrentó a los propietarios de cines con Universal Pictures a cuenta del estreno simultáneo (en pantalla grande, y en formato digital) de la comedia Un golpe de altura hace cuatro años. Además, Corcoran menciona otros ejemplos, como los de Rompenieves y La boda de mi mejor amiga, calificándolos
siempre de fracasos incapaces de alterar los principios básicos del
negocio. Pero, curiosamente, olvida la guerra sorda entre su gremio y
la Weinstein Company que tuvo lugar el año pasado, a cuenta de Crouching Tiger, Hidden Dragon 2. Una película de expectativas comerciales insignificantes que, pese a ello, se vio enfrentada a un boicot rabioso.
Al igual que la historia de The Interview, este último
conflicto hubiera sido totalmente olvidable, de no ser por su condición
como síntoma de algo demasiado real: que las patronales de la exhibición
cinematográfica no están dispuestas a ceder un ápice de sus
privilegios. Y que en sus agendas tampoco hay huecos para adaptarse a un
cambio tecnológico que ya está aquí, y del que se benefician cada vez
más cinéfilos en todo el mundo. Teniendo en cuenta que no estamos
hablando de pequeñas salas dedicadas a la exhibición de cine indie, sino de empresas mastodónticas cuyo principal producto son los blockbusters, cabe
preguntarse quiénes saldrán perdiendo con esta mutación: ¿los
espectadores y las productoras, que se librarán de un intermediario
comercial? ¿O más bien unas compañías incapaces de negociar su cuota de mercado?
Via:cinemania
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