A través de la risa, del drama o de lo directamente inclasificable, estos cineastas no dejan a nadie indiferente. ¿Son unos genios, o nos toman el pelo? Por CINEMANÍA
John Waters
Sus provocaciones: ¿Por dónde empezamos? ¿Por sus conflictos con la censura en todo el mundo? ¿Por su descarada -y temprana- militancia gay? ¿O por la escena de Pink Flamingos en la cual el actor-actriz Divine deglute los excrementos de un caniche? Desde 1972, fecha de su debut en largo, el director de Baltimore ha puesto a prueba la tolerancia, no sólo de la industria, sino también de los espectadores. Para colmo, hemos hablado con él y es un señor encantador.
Lars Von Trier
Sus provocaciones: De acuerdo, es un bocazas. Y en ocasiones dan ganas de mandarle de vuelta a Dinamarca, sobre todo cuando se pone a soltar estupideces en Cannes o cuando insulta a Nicolas Winding-Refn (el director de Drive y Von Trier se conocen, y se odian, desde pequeños). Pero, incluso en esas circunstancias, Von Trier es un tipo coherente: "Las películas tienen que ser como piedras en el zapato", dice. "Tienen que doler". Y a nosotros se nos ocurren pocos filmes más dolorosos que Rompiendo las olas, Anticristo o Melancolía: a ver qué tal se le da su excursión pornográfica con Shia LaBeouf en Nymphomaniac.
Werner Herzog
Sus provocaciones: Nuestro chiflado teutón de cabecera está últimamente muy tranquilito (que no domesticado), pero no le perdamos de vista: en cualquier momento, la bestia parda que aguarda en su interior puede resurgir. Por lo pronto, y aunque no haya vuelto a pergeñar brutalidades como También los enanos comenzaron pequeños, ha sido lo bastante astuto como para enredar a Nicolas Cage en su versión de Teniente corrupto. Su nuevo proyecto, Hate in America, es un documental sobre el racismo y los prejuicios que seguramente le hará ganar muchos amigos en su país de adopción.
Antonio Hens
El primer director español de nuestro informe (foto, a la derecha) seguramente no te sonará de nada. Pero, ¿y si te decimos que fue el director de Clandestinos? Exacto, esa película que combinaba sexo gay, terrorismo abertzale y guardias civiles, y cuya proyección puso en serios aprietos al festival Lesgaicinemad durante su estreno. Ya en sus cortos, como Las malas compañías, Hens había demostrado aunar los mimbres del primer Almodóvar y del Eloy de la Iglesia más quinqui, homófilo y escandaloso.
Catherine Breillat
Algunos cinéfilos, un pelín machistas, piensan que las directoras de cine sólo entregan películas de acusada sensibilidad, de esas que te hacen preguntarte "¿A qué huelen las flores?". Ante la obra de esta cineasta francesa sólo podemos responder que eso son pamplinas: Une vraie jeune fille, su debut de 1976, ofrecía algunas de las escenas de masturbación femenina más perturbadoras que podemos recordar, y en Romance X (1999) fichó como actor al mismísimo Rocco Siffredi. "Los actores mainstream son muy tímidos", comentó entonces. Y, tratándose de ella, entendemos que lo sean.
Michael Haneke
"Me han acusado de violar a los espectadores de mis películas", comentó en su día el austríaco. "Y tienen razón: quiero golpearles para hacerles libres". Queda demostrado, pues, que el autor de películas tan tremendas como El tiempo del lobo, Caché y Funny Games asume de buen grado su reputación de cineasta peligroso, de esos a cuyos filmes conviene ir curado de espantos. Y, encima, le dan la Palma de Oro en Cannes...
Michael Moore
El impacto en Europa de las películas de este documentalista puede resultar algo atenuado. Pero aseguramos que, en EE UU, su obra despierta muchas pasiones... Y muchos, muchísimos odios. Desde su debut Roger & Me, en el que acosó al presidente de General Motors para preguntarle por el aumento del paro en su pueblo, los dardos de Moore han apuntado a la industria del armamento (Bowling For Columbine), a la sanidad privada (Sicko), a las motivaciones de la invasión de Irak (Fahrenheit 9-11) y a todas las instituciones estadounidenses, en general. Lástima que su estilo traspase a menudo la barrera del sensacionalismo.
Harmony Korine
Cuando vimos Kids en 1995, nos quedamos helados de espanto. Y, cuando supimos que el guionista del filme era un chaval de la misma edad que los (viciosos) protagonistas, más todavía. Desde que la película de Larry Clark le puso bajo los focos, Korine ha dirigido películas como Gummo, Julien Donkey Boy o Trash Humpers, todas ellas tan capaces de provocar el llanto como el vómito del espectador. Su último filme, Spring Breakers, cuenta con un planteamiento algo más convencional y con los rostros de James Franco, Selena Gomez y Vanessa Hudgens, pero seguro que arma mucho revuelo.
Albert Serra
Otro nombre español en la lista, y otro ilustre desconocido... Para el gran público, porque Serra es de los cineastas más valorados por la crítica más sesuda, en todo el mundo. Sus filmes, rebosantes de planos fijos y de momentos de inmovilidad, provocan momentos de exaltación mística y de aburrimiento supino, pero donde el autor de Crespia, Honor de Cavalleria y El cant dels ocells parte la pana es en sus declaraciones: Serra es experto en afirmar que él es el mejor director de la historia, y que maestros como Chaplin y Welles no le llegan ni a la suela de los zapatos.
Sacha Baron Cohen
¿Que el protagonista de El dictador no tiene ninguna película a su nombre? Efectivamente, pero caben pocas dudas sobre quién es el verdadero autor de sus gamberradas. Por otra parte, en Borat y Bruno, el comediante británico llevó el arte de la provocación a sus últimas consecuencias, exponiéndose él mismo a la ira de las multitudes y (sobre todo) poniendo el dedo en la llaga de los vicios de la cultura moderna.