martes, 4 de septiembre de 2012

[Crónica Venecia 2012]: Banderas de nuestros padres


Nos despedimos de la Mostra con ‘Après Mai’, el filme de Olivier Assayas que se coloca como uno de los favoritos de la Sección Oficial. Un ataque de nostalgia prematura. Por ANDREA G. BERMEJO.

[cronica venecia 2012] banderas de nuestros padres

“La realidad llama a mi puerta y yo no abro”, dice Gilles, el alter ego adolescente de Olivier Assayas en la lúcida y apacible Après Mai. Yo querría ser como Guilles. Siete días viviendo en las salas de cine de la Mostra y dominando la técnica del enrollado de spaghetti sin cuchara y el billete de vuelta a casa se lo regalo a quien quiera. Las bicicletas del Lido, los canales, las vidas que nos devuelven las pantallas son una fantasía que dura una semana. Luego viene la realidad y entra en casa. Pues que siga llamando.
Olivier Assayas quería hablar de una generación, la suya, pero no sabía cómo. Mayo del 68 se le quedaba grande como grandes quedan en general los libros de Historia. Después de un tiempo dándole vueltas, se le ocurrió hablar de su adolescencia, contar sus recuerdos, construir desde allí. Creó a Gilles (entrañable Clément Métayer) como su melenudo alter ego setentero, un personaje perfectamente construido en su indefinición, un adolescente que observa, que duda, que no sabe, que vive de instintos y sin abrir puertas, y le dio lo mejor que le puede ofrecer un autor a una creación suya: la experiencia, su vida. A su alrededor compuso un mosaico de juventud, un grupo de adolescentes crecidos en el post Mayo del 68, anónimos creyentes en la revolución y en el poder del ciudadano por cambiar el mundo en el que vivimos.

Gilles cree en el poder de la lucha política pero cree más aún en el arte. Su pasiva lucha entre estos dos caminos a seguir es el verdadero retrato generacional de Après Mai y sus ecos llegan hasta nosotros. Si las banderas que ondearon nuestros padres en contra de la Coca Cola han acabado condecorando sus estudios de diseño, sus agencias de publicidad, sus librerías de caoba… es que la revolución social y colectiva llevó al triunfo individual. De ahí venimos nosotros, sus hijos. Sólo que el mundo que nos rodea es bastante más feo y en vez de protestar en las calles lo hacemos en el muro del Facebook.
Como buen ejercicio autobiográfico, que a ratos recuerda a la nostálgica Un amour de Jeuness, el retrato generacional de Assayas alude a muchas más cosas. Habla de amor –también a través de la indecisión-, de la importancia de la cultura –el gusto por el periodismo de papel, por la música, los libros de poesía y contracultura- y sobre todo del arte. Gilles, estudiante de Bellas Artes, no sabe qué será en el futuro –como tampoco lo sabemos nosotros- pero el instinto lo lleva una y otra vez a las salas de cine. Caminar con él hacia ese destino, mirar a través de sus dubitativos ojos es un verdadero deleite. Aunque Gilles se consuele pensando que el arte salva el mundo, podríamos preguntarle a Assayas si lo que realmente hizo cuando eligió ser cineasta era salvarse de él. Pero, claro, nunca habríamos visto esta joya, no tendríamos las salas de cine de la Mostra para encerrarnos desde dentro y no abrir nunca.

Via:Cinemania

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