20 años ya. Y muy bien aprovechados, por lo que parece: desde aquel día de octubre de 1994 en el que Pulp Fiction llegó a los cines, son cientos los filmes que han tratado de emular al que, aún ahora, sigue siendo el título mejor valorado de la filmografía de Quentin Tarantino. Un clásico indiscutible que escandalizó en su día, que recaudó millonadas, que le deparó su único Oscar (compartido con Roger Avary) al director, y que ahora sigue metiéndose en el saco (o en el maletín, más bien) a las nuevas generaciones de cinéfilos dados su atrevimiento formal, su humor ultraviolento y esos pies de Uma Thurman que cualquiera querría masajear aun a riesgo de su vida.
Como ya te hemos informado, Tarantino celebra esta semana un fiestón para conmemorar el vigésimo aniversario de su película, proyectándola en el cine New Beverly de Los Ángeles: el hecho de que él sea el dueño de dicha sala tendrá que ver algo en el evento, suponemos. Y, como aquí queremos a Butch, Jules, Vincent, Fabienne, Mia, Marsellus y otras piltrafas del hampa como si fueran de nuestra familia, les rendimos tributo con este completísimo informe.
Del corto a la ¿trilogía?
Como tenemos entre manos una película complicada, atengámonos a los hechos básicos: Pulp Fiction nació de una historia breve que el francés Roger Avary, futuro coguionista del filme, quería convertir en cortometraje. Su título era Pandemonium Regins, y su correspondencia en el producto final hubiese sido la historia del boxeador Butch y su reloj de oro. Viendo que la cosa tenía posibilidades, Quentin decidió expandir la idea hasta convertirla en una trilogía de películas: Avary dirigiría la primera, él la segunda y el último capítulo recaería en un tercer director cuyo nombre nunca sabremos. Pero la realidad se impuso, y un Tarantino enfrascado en la postproducción de Reservoir Dogs acabó cayendo en la cuenta de que lo de las tres entregas era a lo mejor un poco megalómano…
¿Qué pasa con la pulpa?
Como todos sabemos a estas alturas, el título Pulp Fiction designaba a las novelas y revistas impresas en papel barato (el llamado “pulp” por los impresores), dedicadas a narrar historias de crimen y misterio. Lo que en español llamaríamos “novelas de quiosco”, vamos. ¿Por qué optó Tarantino por bautizar así a su criatura? Pues porque quería que el filme evocara la sensación de leer esas publicaciones: “Quería usar los tópicos más gastados del género, y después sacarlos de quicio”, explicó el director. “Se trataba de coger situaciones y personajes que todos conocemos (como el matón que se enamora de la mujer de su jefe), aplicarles las normas del mundo real, y ver cómo se desarrollaban”.
Cuentas pendientes en el videoclub
A la hora de escribir el guión de Pulp Fiction, Tarantino optó por mudarse a Amsterdam: sus días en la capital holandesa, que inspiraron cierto memorable diálogo entre Vincent Vega y Jules Winfield, le permitieron ponerse morado de cannabinoides en un coffee shop llamado Betty Boop… y dejar una considerable cuenta sin pagar en un videoclub local. Por lo visto, Quentin tenía la mala costumbre de alquilar películas en este establecimiento, de nombre Cult Clash, para después ‘olvidarse’ de los plazos de devolución. Al final, la suma de sus multas ascendió a la friolera de 180 euros. Teniendo en cuenta que Tarantino trabajó en el negocio videográfico antes de dedicarse a la dirección de cine, este detalle nos parece muy feo. Además, seguro que el muy aprovechado las devolvía sin rebobinar.
¿Quién me financia una obra maestra?
Según los libros de historia, Pulp Fiction fue una de las películas que consolidaron el dominio de Miramax sobre el cine indie (y también sobre el no indie) en los años 90. Pero, antes de contactar con los hermanos Bob y Harvey Weinstein, Tarantino y el productor Lawrence Bender firmaron un acuerdo con Jersey Films, la compañía de Danny DeVito. ¿Cuál fue el problema? Pues que esta empresa dependía a su vez de TriStar, productora que se negó a darle luz verde a Pulp Fiction por “demasiado rara y demasiado violenta”. Cabe preguntarse qué caras pusieron los ejecutivos de turno tras del estreno del filme.
Los mil y un repartos posibles
Reunir un reparto para Pulp Fiction fue una tarea complicada por tres razones. La primera, que Tarantino estaba empeñado en que todos los actores principales cobrasen lo mismo, sin importar su caché. La segunda, que el guión estaba pobladísimo de individuos en busca de un rostro. Y, la tercera, que le director no se aclaraba acerca de qué interpretes quería en la película. El caso más famoso es el de Vincent Vega: aunque Tarantino quiso desde el principio a John Travolta, el productor Harvey Weinstein se empeñó en fichar para el papel a un Daniel Day Lewis entusiasmado por la posibilidad. Como sabemos, Quentin se salió con la suya, resucitando la carrera del actor, condenado (o eso parecía) a vivir bajo la sombra de Danny Zucco y Tony Manero para los restos. Por su parte, Mickey Rourke (que dijo ‘no’ sin siquiera leerse el guión, algo que después lamentaría) y Matt Dillon recibieron ofertas para interpretar a Butch el boxeador antes de que el papel recayese en Bruce Willis: el cachas aún no tan calvo, a quien los grandes estudios consideraban una estrella en decadencia, no perdió la ocasión de tarantinizarse. Pero podíamos decir que la decisión de cásting más complicada fue la correspondiente a la protagonista femenina…
“¡Dime que sí, Uma!”
Conscientes de que el personaje de Mia Wallace iba a resultar muy popular entre el público, los mandamases de Miramax se empeñaron en que lo interpretase una gran estrella: entre las candidatas de más tronío se hallaron Michelle Pfeiffer (la preferida de Tarantino), Meg Ryan, Daryl Hannah, Joan Cusack e Isabella Rosellini, además de una Halle Berry jovencísima y de la comediante Julia Louis Dreyfuss (Seinfield, Veep). Pero, por más actrices que pasaran por su despacho, Quentin tenía claro que “ella” era Uma Thurman. Según la leyenda, el director consiguió que la actriz le diera el sí mediante el expeditivo método de llamar por teléfono a su casa y leerle el guión completo de la película. Una de dos: o Thurman cayó entonces en la cuenta de que la película iba a ser un clásico instantáneo, o símplemente accedió para que aquel tipo tan pesado con acento de Illinois se callara de una maldita vez.
¿Cómo van las propinas, Steve?
Entre tanto marasmo en los despachos, Tarantino fue a tiro hecho a la hora de adjudicar dos roles breves, pero memorables: Harvey Keitel fue su única opción para interpretar al Señor Lobo, en parte porque el actor le había echado una mano al sacar adelante Reservoir Dogs, y en parte porque sabía que bordaría el papel. En cuanto a la aparición de Steve Buscemi como ‘Camarero Buddy Holly’ en el restaurante Jackrabbit Slim’s, ésta se debió a una refinada mala leche: como recordarás, el personaje de Buscemi en Reservoir Dogs se niega a dar propina a la camarera durante la escena inicial, así que a Quentin le pareció muy divertido adjudicarle al actor un rol que se gana la vida sirviendo mesas. Y con un disfraz bastante feo, además.
El ídolo del grunge y el inyectable de adrenalina
Tan mítica como impactante (según se dice, una espectadora del Festival de Nueva York se desmayó al verla), la escena del inyectable de adrenalina sirvió a Tarantino para lograr uno de los momentos cumbre de la película, amén de para exhibir su enorme colección de juegos de mesa. Pero también le creó algún quebradero de cabeza que otro: en principio, Quentin pensaba reservarse el papel del camello Lance (Eric Stoltz), pero prefirió renunciar a él para así poder centrarse en sus cometidos detrás de la cámara. Por otra parte, según ha afirmado Courtney Love, el cineasta le ofreció el rol del traficante a Kurt Cobain: de acuerdo con esta versión de la historia, el líder de Nirvana se habría negado a aparecer en la película, pero aun así habría agradecido la oferta mencionando a Tarantino en los créditos de In Utero, el que habría de ser su último álbum de estudio.
Sobredosis inversa
La escena de la adrenalina merece otro comentario aparte: a fin de evitar que el sensible esternón de Uma Thurman sufriese daños, Tarantino optó por filmarla al revés. Es decir, que en el plató John Travolta presionó la jeringa contra el pecho de su partenaire, para después levantarla rápidamente. El movimiento fue invertido en postproducción, con los resultados que todos conocemos. Sabiendo esto, la cara que pone Rosanna Arquette nos extraña un poco menos.
Una canción de amor griego (y egipcio)
Además de a ese diálogo tan tierno entre Tim Roth y Amanda Plummer, el comienzo de Pulp Fiction está asociado indefectiblemente a la canción Misirlou interpretada por Dick Dale. Un tema con mucha historia, porque fue compuesto en Anatolia (Turquía) en 1927, y muy trágico en el fondo, puesto que su letra habla del amor imposible de un chico griego por una joven egipcia. Dale, cuya familia procedía de Líbano, se había acostumbrado a oír la canción en casa, y en sus conciertos solía marcarse el punto de interpretarla usando una sola cuerda de su hiperveloz guitarra surfera. Según Tarantino, la canción apareció en el filme porque su estilo le recordaba a las composiciones de Ennio Morricone.
Entre Chuck Berry, Godard y Fellini
Por supuesto, teníamos que reservarle un hueco en este informe al famoso baile entre Vincent Vega (Travolta) y esa Thurman descalza y sibilina. En sí misma, la escena supone un recordatorio de que, bajo sus modos de gañán, Tarantino esconde a un auténtico erudito del cine: está inspirada por un momento bailongo en Bande á part (la película de Jean-Luc Godard en cuyo honor bautizó a su productora) y su coreografía viene de Ocho y medio, el clásico surrealista-autobiográfico de Federico Fellini. Señalemos que Uma Thurman no las tenía todas consigo durante el rodaje: cansada de la insistencia de Quentin, quien se empeñó en que ella y John replicasen al original movimiento por movimiento, la actriz hizo notar que You Never Can Tell (la canción de Chuck Berry que suena durante la escena) no le gustaba nada. La respuesta de Tarantino: “Tú hazlo y confía en mí: va a ser perfecto”. Y lo fue, qué duda cabe.
Ben Stiller, los comanches y la sodomía
Nuestro tercer repaso al trasfondo musical de Pulp Fiction tiene implicaciones de lo más sórdidas. Taradas, incluso. Porque, para la escena en la que Marsellus Wallace (Ving Rhames) se ve objeto de las atenciones anales de dos palurdos psicópatas, Tarantino quería emplear My Sharona, el éxito New Wave publicado por el grupo The Knack en 1979. ¿Dónde estuvo el problema? Pues en que Ben Stiller se había reservado ya los derechos del tema para Bocados de realidad. Inasequible al desaliento, nuestro hombre buscó en la colección de discos de sus amigos Chuck Kelley y Ada Lovelace hasta dar con el sustituto ideal: Comanche, otro instrumental surfero, en este caso grabado por The Revels. “Después de ver la película, nadie podrá escuchar esta canción sin pensar en la sodomía”, declaró un orgulloso Tarantino cuando se estrenó el filme.
¿Seguro que esto está en la Biblia?
Decididamente, no tenemos perdón de Dios: llevamos ya medio reportaje, y aún no hemos hecho mención a la parrafada bíblica que Jules Winnfield suelta antes de matar a una de sus víctimas. Una parrafada que, todo sea dicho, no se encuentra en el libro sagrado: si buscas el versículo 17 del capítulo 25 del Libro de Ezequiel, verás que el texto se limita a señalar: “Y haré en ellos grandes venganzas con reprensiones de ira; y sabrán que yo soy Jehová, cuando diere mi venganza en ellos”. Lo del camino del hombre recto y la tiranía de los hombres malos fue extraído por Tarantino del guión de Karate Kiba, un filme de artes marciales fechado en 1976 y protagonizado por su admirado Sonny Chiba (el futuro Hattori Hanzo de Kill Bill). Según reconoce el cineasta, muy chulo él, ni siquiera se molestó en comprobar si el original bíblico se correspondía con el texto de la cita.
La tirita en la nuca del gángster
El hecho de que el imponente Marsellus Wallace luzca una tirita en la nuca ha sido objeto de especulaciones de todo tipo: según algunos, esa cicatriz indicaría que el personaje ha vendido su alma, la cual habría sido extraída por Satán a través de una abertura en el cráneo. La realidad, nos tememos, es mucho más prosaica: Ving Rhames se había cortado al afeitarse la cabeza. Al ver la tirita, Tarantino consideró que ese detalle atraería el ojo del espectador, y optó por rodar su famoso discurso a Bruce Willis (“Es el orgullo, que intenta joderte”) desde un único ángulo, en lugar de mediante el rutinario recurso al plano y contraplano.
La maldita maleta
Efectivamente: ahora nos toca abordar el elemento de Pulp Ficton más discutido, rebatido y especulado a lo largo de las décadas: el contenido de esa maleta que brilla por dentro, y cuyos cierres tienen la combinación “666″. ¿Qué se halla en su interior? ¿Será el alma de Marsellus Wallace? ¿Serán los diamantes robados por los protagonistas de Reservoir Dogs, como aseguraba el primer borrador del guión? ¿Será el traje dorado de Elvis Presley? Pues, si nos atenemos a las palabras de Tarantino, nada de eso: el recipiente sólo contiene “un par de bombillas pintadas de naranja”. En 2007, durante una entrevista con el amiguete Robert Rodriguez para promocionar Grindhouse, Quentin se decidió a hacer público el misterio de una vez por todas, pero debió pasar algo raro porque, justo en ese momento, la película se cortó… A juzgar por la cara de Rodriguez, no obstante, la revelación debió ser de aúpa.
Un arsenal de culto
Enumerar todos los guiños que contiene Pulp Fiction nos llevaría un reportaje entero, y tampoco es plan. Sólo dejemos constancia de que el cineasta aprovechó para colar referencias a sus películas favoritas prácticamente en cada escena, y que dicha tendencia llega a su máxima expresión cuando Bruce Willis busca un arma adecuada en la casa de empeños de Zed: el martillo corresponde a The Toolbox Murders (1978), el bate de béisbol a Los intocables (Brian DePalma, 1987), la sierra eléctrica a La matanza de Texas y, finalmente, la katana a una larguísima lista de filmes japoneses de artes marciales, en la que (siendo Quentin como es) seguramente figurarán Los siete samuráis y Shogun Assassin.
El ’tarantinoverso’ desencadenado
Escribiendo Pulp Fiction, Tarantino dio los primeros pasos en esa continuidad subterránea que recorre casi todas sus películas: además de la (finalmente abortada) referencia a los diamantes robados por el Señor Blanco y compañía, la película tiene otro vínculo con Reservoir Dogs en el hecho de que Vincent Vega es el hermano de Vic Vega, ese Señor Rubio aficionado al corte de orejas. Por otra parte, basta con ver las dos partes de Kill Bill para saber que los cigarrillos Red Apple y la cadena de hamburgueserías Gran Kahuna (“La piedra angular de todo nutritivo desayuno”, como diría Jules) son presencias habituales en el planeta privado de Quentin. Para que ahora digan que los universos compartidos son la última novedad de Hollywood…
Pulpa de Palma (de Oro)
Pese a los numerosos detractores con los que Tarantino contaba en los 90 (que si Reservoir Dogs había supuesto un peldaño más en la degeneración moral del cine, que si su violencia era injustificable, y tal) Pulp Fiction gozó de un considerable éxito crítico tras su estreno. Algo ratificado cuando, para sorpresa de muchos, el filme se llevó la Palma de Oro en Cannes 1994: el jurado presidido por Clint Eastwood optó por concederle el premio gordo a la cinta, que se alzaba así sobre filmes firmados por Kieslowski (Tres colores: Rojo), Abbas Kiarostami (A través de los olivos) y otros cineastas de mucho relumbrón intelectual. Dicho fallo, huelga decirlo, despertó cierta polémica: para la historia quedan los gritos de esa espectadora que llamó “¡Fascista!” al director cuando éste recogía su trofeo, así como la rotunda higa con el que Quentin respondió desde la tribuna.
Haneke no le ve la gracia
Entre los más ilustres detractores de Pulp Fiction brilla con luz propia Michael Haneke: el director austríaco (La pianista, La cinta blanca, Amor) reconoció haber sufrido un considerable shock durante un pase de la película “en una sesión matinal llena de chavales”. “La escena en la que le pegan un tiro en la cabeza a un chico negro me horrorizó, pero el público pensó que era genial y se partió de risa”, comentó el espantado cineasta, quien acto seguido concibió Funny Games (1997) como una protesta ante tamaña banalización de la violencia. Es decir, que una de las películas más extremas de todos los tiempos nació como homenaje al bueno de Marvin. Con esto, Michael erró el tiro aún más que Vincent Vega: Funny Games fue acogida por entusiasmo por los fans del terror y el gore.
La precuela que nunca veremos
Como es sabido, Tarantino gusta de coleccionar proyectos inacabados como otros coleccionan canguros de porcelana. En esa lista tan larga, figura un filme que debería haberse titulado The Vega Brothers o Double V Vega, y que debería haber funcionado a la vez como precuela de Reservoir Dogs y de Pulp Fiction, mostrándonos el pasado del sádico Señor Rubio y del desastroso Vincent. Tarantino se pasó años insistiendo en que quería rodar la película, incluso durante las ruedas de prensa para presentar Kill Bill, y al constatar que Travolta y Michael Madsen no estaban por la labor barajó la idea de cambiar la premisa, usando como protagonistas a otros miembros del clan Vega de los que no hemos oído hablar aún. No obstante, en 2007 admitió que todos los actores se habían puesto “demasiado gordos”. “Es poco probable que llegue a rodarla”, concluyó.
Poniendo orden en el asunto
Uno de los aspectos más celebrados de Pulp Fiction es su montaje acronológico, que juega con los flashbacks, los flashforwards y otros flashes para volver aún más mareante las historias cruzadas del guión. Por ello, no han faltado los aficionados al fan edit que han querido plantarle un órdago a Tarantino reorganizando la película a la usanza clásica, empezando por el principio (el monólogo de Christopher Walken, contando la historia del reloj de oro custodiado por vía rectal) y acabando por el último momento del relato, que debería ser ese “Zed está muerto, nena”. Las iniciativas a este respecto han llegado hasta el punto de volver a montar el metraje entero, pero (una vez que los ángeles del copyright han hecho de las suyas) actualmente son más habituales las ediciones resumidas como la que te mostramos arriba.
Via:cinemania