Si
ayer fue el día de Brad Pitt, hoy lo ha sido de
Kristen Stewart.
La estrella de la saga ‘Crepúsculo’, para algunos una prometedora
actriz (yo la encuentro bastante limitada aunque es joven y valiente,
puede mejorar), es una de las protagonistas de
‘On the Road’, lo nuevo de
Walter Salles
y uno de los 22 títulos que compiten este año por la Palma de Oro. La
han acompañado el director y otros famosos compañeros de reparto, como
Viggo Mortensen, pero la chica ha sido la más buscada por los medios en esta octava jornada del
festival de Cannes. Otra visita que ha despertado mucha expectación ha sido la de la cantante
Kylie Minogue, que tiene un breve papel en
‘Holy Motors’, el último trabajo de
Leos Carax, también en la sección oficial.
‘On the Road’
Una
de las películas más esperadas de la 65ª edición del festival (que me
está pareciendo más flojo que el año pasado) era la adaptación
largamente gestada de la obra cumbre de la Generación Beat,
‘On the Road’, escrita por Jack Kerouac y editada en España bajo el título de
‘En el camino’.
Francis Ford Coppola y su hijo Roman figuran entre los productores del film, dirigido por Salles a partir de un guion de
Jose Rivera;
Gustavo Santaolalla
pone la música y el reparto es espectacular (aunque algunos actores
tienen poca participación). La historia gira en torno a Sal Paradise
(seudónimo de Kerouac), un joven neoyorquino aspirante a escritor que
tras la muerte de su padre conoce al impulsivo y carismático Dean
Moriarty (en realidad, Neal Cassady). Juntos emprenderán un viaje en
busca de libertad, diversión y experiencia que cambiará sus vidas, y que
Sal usará como base para su primer libro. 55 años después de su
publicación, nos llega la versión cinematográfica del influyente texto;
por las reacciones del pase de prensa y lo que he estado oyendo por
aquí, en el Palais, la sensación general es de decepción. Personalmente
no me he llevado ningún chasco, es
un relato muy cuidado visualmente, entretenido en su mayor parte y con buenas interpretaciones. No esperaba otra cosa viniendo del realizador brasileño.
Salles se confiesa como un gran admirador del libro
‘On the Road’
y ha tratado de ser lo más fiel posible, buscando las localizaciones
auténticas e incluyendo líneas escritas por Kerouac tanto con voz en off
como escritas en la pantalla. El resultado es
una adaptación plana y superficial,
que no se adentra en las emociones y el punto de vista poético de las
vivencias de Sal. No explotar la imagen, no busca metáforas, opta por lo
fácil, agarrarse al texto. Así que cuenta lo que ocurre, expone lo
exterior, y lo hace con delicadeza y corrección, pero no consigue
plasmar el espíritu, el interior. La más humilde ‘Howl’ con James
Franco, triunfaba donde esta fracasa. También tropieza el director con
el ritmo de la película, haciéndose difícil de seguir con interés todo
el último tramo. En parte es culpa de su desacierto con el punto de
vista, enfoca a demasiados personajes y le queda una narración
fragmentada, descompensada, en lugar de mantenerse cerca del
protagonista, pegarse a su mirada y su modo de captar el mundo. Se
trataba, creo yo, de poner en imágenes las intensas experiencias y
reflexiones de un individuo, una visión inspiradora de la vida, pero lo
que hay es una sucesión de
hermosas postales (Eric Gautier firma la fotografía) con muchachos guapos disfrutando del alcohol, las drogas y el sexo.
Algo
que llama la atención, de manera positiva, es el tratamiento de las
escenas sexuales. Están filmadas con sensibilidad e interpretadas de
manera honesta y atrevida; sorprende ver a
Kristen Stewart desnuda
en varias ocasiones o protagonizando una morbosa escena de masturbación
doble (a lo ‘Novecento’), no creo que muchas actrices con su edad y su
estatus aceptaran cruzar ese umbral.
Sam Riley no me
convence como Sal/Jack, está algo desconectado y posa demasiado, pero
tampoco le ayuda la puesta en escena Salles, poco inspirado reflejando
la labor creativa del escritor (mejor tratada en la adaptación de ‘El
almuerzo desnudo’, otro clásico “beat” llevado al cine por Cronenberg).
Garrett Hedlund
fue otra buena decisión de casting, su interpretación es entregada y
auténtica, nada que ver con su papel en la hueca ‘Tron: Legacy’.
Terrence Howard, Kirsten Dunst, Amy Adams, Steve Buscemi (tiene una de esas escenas que se quedan grabadas),
Alice Braga y Viggo Mortensen
(en la piel de William S. Burroughs) se dejan ver brevemente por la
pantalla, enriqueciendo con su presencia y talento una película con
mucho esfuerzo y muy buenas intenciones, pero carente de coraje e
ingenio. No logra su objetivo y no se merece estar en el palmarés.
‘Holy Motors’
El nuevo trabajo de
Leos Carax
es totalmente diferente a ‘On the Road’. De hecho, no se parece a casi
nada que yo recuerde, aunque me viene a la mente el cine más
experimental de Takeshi Kitano, con ese humor del absurdo. Cuenta el
realizador francés que
‘Holy Motors’ nació como
consecuencia del fracaso de varios proyectos, y es que su último
largometraje, ‘Pola X’, se estrenó hace ya trece años (también fue
seleccionada para competir en Cannes). Al parecer, la producción de
‘Tokyo!’, para la que dirigió un segmento (el personaje protagonista,
señor Mierda, vuelve a aparecer aquí), le animó a realizar su quinto
largometraje, que es una especie de
cajón de sastre,
una mezcla de ideas e imágenes de muy diversa índole. Hay, por ejemplo,
una escena de sexo entre dos criaturas monstruosas animadas. Y no es lo
más raro del film. No hay una trama corriente; un hombre, al que
interpreta
Denis Lavant, va participando en una serie de escenarios, sin aparente sentido ni orden, adoptando siempre una nueva
identidad. La sensación de
desconcierto
se mantiene durante toda la película, que siempre gira hacia lo
inesperado cuando uno cree que ya sabe lo que está pasando. Hay alguna
pieza poco inspirada, y creo que sobra metraje, pero el conjunto es muy
divertido y estimulante.
‘Holy Motors’
comienza con la imagen de un público dormido, o quizá muerto, en sus
butacas. ¿Una crítica al acomodado espectador, una divertida amenaza, o
simplemente algo sugerente y enigmático? Las preguntas solo acaban de
empezar, y la mayoría no van a recibir respuesta, solo caben conjeturas,
y la opción más acertada (pienso yo) es dejarse llevar sin buscar
explicaciones, a ver qué pasa y qué se siente, qué queda. En la misma
secuencia inicial, un prólogo, vemos al propio realizador en la
pantalla, como un hombre que acaba de despertar en mitad de la noche y
descubre una puerta escondida en la pared (una idea sacada de Kafka); al
atravesarla,
Carax llega a la sala que habíamos visto
antes, con esos cuerpos desprovistos de vida. Tras esta misteriosa
apertura, con cierto sabor a David Lynch, se nos presenta a Oscar (
Lavant)
saliendo de casa para ir al trabajo. Sube a una limusina y su
chófer/secretaria le comunica que tiene programadas nueve citas. Ha
leído informes y hablado con alguien por teléfono sobre cifras, y da la
impresión de tener mucho dinero, así que la sorpresa es mayúscula cuando
Oscar sale del vehículo disfrazado como un anciano mendigo, pidiendo
monedas en la calle. Hasta once personas diferentes serán encarnadas por
Oscar.
Uno de los escenarios es un oscuro estudio de grabación
donde Oscar da vida a un actor al que capturan sus movimientos. En un
momento dado, dispara a una pantalla verde subido a una cinta de correr
cuya velocidad va en aumento.
Carax ha comparado esta
escena con esa famosa de ‘Tiempos modernos’ en la que Chaplin queda
atrapado entre los engranajes de la maquinaria que opera. Solo que la
enorme maquinaria ha ido dejando paso a lo virtual, donde igualmente el
trabajador puede quedar enredado y alienado. Según el autor, las grandes
máquinas (como esa limusina/camerino donde se originan las
transformaciones del protagonista) no son las únicas que están siendo
sustituidas, también los seres humanos (nuestras emociones, nuestras
relaciones) y los animales; a estas entidades se refiere con el título
de
‘Holy Motors’ (“motores sagrados”). Nos pregunta
quién es y dónde queda el hogar del hombre (¿dentro del ordenador?, plantea Carax en una entrevista). Temas como la identidad, la vida, el arte y
la fantasía
(aquí entraría el cine) son tratados en esta singular y valiente
película, con un protagonista que no sabría decir si es un alma, un
intérprete o simplemente alguien que muestra un abanico de posibles
alter egos. Quizá valga cualquier interpretación.