domingo, 25 de agosto de 2013

20 cosas que (probablemente) no sabías de 'Terminator 2: El juicio final'

Hace 22 años oímos a Schwarzenegger decir "Sayonara, baby" por primera vez. Lo celebramos ofreciéndote esta colección de datos con endoesqueleto de metal. Por YAGO GARCÍA

20 cosas que (probablemente) no sabias de terminator 2 el juicio final

132 millones de euros (ajustados) de presupuesto. 673 millones (también ajustados) como beneficio bruto en taquilla. Un rodaje que se prolongó casi medio año, usando técnicas nunca vistas hasta entonces. Y un actor principal que se embolsó 27.774 euros por cada palabra que pronunció ante la cámara. Hace 22 años, el 22 de agosto de 1991, Terminator 2: El juicio final llegó a las pantallas de EE UU, y el cine de acción jamás volvió a ser el mismo. Ahora que se cuece un nuevo reboot de la franquicia creada por James Cameron, probablemente con Dwayne Johnson como protagonista, es el momento perfecto para ofrecerte una completa colección de datos orgánicos sobre endoesqueleto de metal.

Problemas con el código (legal)

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En contra de lo que pudiese parecer, el mayor impedimento para rodar Terminator 2 no vino dado por Skynet, sino por los problemas legales a los que se enfrentaron James Cameron y el magnate Mario Kassar, de Carolco, para obtener los derechos de la incipiente franquicia. La idea de sacar adelante una secuela rulaba desde el estreno del primer filme en 1984, pero la productora Hemdale Film no estaba dispuesta a desprenderse de la propiedad, ni tampoco a financiar un rodaje que se adivinaba multimillonario. Sin embargo, en 1989 confluyeron dos factores decisivos: el pesadillesco rodaje de Abyss convenció al cineasta de que estaba preparado para entregar una obra maestra, y Hemdale entró en bancarrota. Sólo faltaba un elemento más (austríaco, musculoso y de peculiar acento) para reiniciar la máquina asesina.

'Arnie' da el golpe maestro (y se lleva un avión)

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Rodando la primera Terminator, Cameron y Arnold Schwarzenegger habían entablado una buena amistad. Y, gracias a Desafío total, el futuro 'Governator' estaba a partir un piñón con los mandamases de Carolco. De ahí que, cuando 'Arnie' se enteró de los problemas financieros de Hemdale, convenciera a Mario Kassar y a su socio Andrew G. Vajna para hacerse con Terminator. El espabilado actor se benefició a lo grande, y no nos referimos sólo a los 19 millones de euros (ajustados) que se llevó como salario. Cuando nuestro culturista favorito anunció que volvería a interpretar al T-800, Kassar se alegró tanto que le regaló un avión. Concretamente, un jet Gulfstream III (de segunda mano, eso sí) valorado en 12,9 millones de euros.

Entrenando a Linda

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Estaba claro que Schwarzenegger lo tendría fácil para regresar a su papel de cyborg, pero ¿qué pasaba con Linda Hamilton? La futura esposa de Cameron debía prepararse a fondo si quería interpretar a la nueva, mejorada y musculada versión de Sarah Connor, así que se sometió a las artes de Uzi Gal, un antiguo comando de las fuerzas especiales israelíes. Bajo la tutela de Gal, Hamilton aprendió judo, karate y manejo de armas, así como a abrir cerraduras con una ganzúa, entre otras habilidades. Por si eso fuera poco, el preparador físico Anthony Cortés la hizo sudar en el gimnasio durante tres horas al día, seis días a la semana. Cuando llegó al plató, la actriz había perdido cinco kilos y medio de peso.

Duplicado perfecto

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Como saben sus fans, Linda Hamilton tiene una gemela, llamada Leslie Hamilton, que trabaja como enfermera y a quien el mundo del cine no atrae lo más mínimo. Pese a esto último, Leslie le echó una mano a su hermana durante el rodaje de Terminator 2: cuando el T-1000 (Robert Patrick) adopta la forma de Sarah Connor durante la batalla final, la 'otra Hamilton' sirvió como doble de cuerpo de Linda.

Horror futurista 2.0

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"Si Arnold es un tanque de la Segunda Guerra Mundial, el T-1000 tiene que ser un Porsche", comentó James Cameron. De modo que, para este importante papel, el director se fijó primero en el músico Billy Idol. Pero el ex cantante de los Generation X acababa de sufrir un accidente de moto que casi le costó una pierna, y que le obligó a pasar repetidas veces por el quirófano. Visto el percal, Cameron acabó quedándose con un actor de 32 años que había intervenido como secundario en La jungla 2 (Alerta roja): su nombre era Robert Patrick, y cojeaba ligeramente al andar debido a una lesión jugando al fútbol americano cuando estaba en el instituto, algo que puede apreciarse en varias escenas de la película. Por lo visto, el androide de metal líquido estaba predestinado a tener una pata chula.

¿Qué hacemos con el niño?

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Involucrar a un actor de 12 años en un rodaje de 170 días tiene sus inconvenientes. Como, por ejemplo, que las hormonas del crecimiento no paren de actuar: ese fue el caso de Edward Furlong. El jovenzuelo creció unos pocos centímetros durante la producción de la película, lo que fue disimulado empleando a dobles de cuerpo. Y, por si esto fuese poco, le cambió la voz en pleno rodaje. Cameron y su equipo solventaron este último problema de varios modos: en algunas escenas, Furlong se dobló a sí mismo durante la postproducción, mientras que en otras su voz fue procesada para hacerla más aguda. El único momento en el que puede oírse su voz en directo es su conversación con el T-800 sobre los pros y los contras de llorar: el director consideró, acertadamente, que los trucos estropearían un momento tan dramático.

La pesadilla nuclear de Stan Winston



Durante el rodaje de Terminator 2, el rey de los efectos especiales llevó a cabo muchas proezas, bastantes de ellas orientadas a rehacer y refinar su trabajo en la primera parte. Y, de entre todas ellas, la más inesperada fue el sueño de Sarah Connor sobre el cataclismo atómico: Winston y su equipo se documentaron a fondo sobre los efectos de una explosión nuclear, y emplearon tanto tecnologías novísimas (escanear el cuerpo de Linda Hamilton para crear un modelo idéntico) como métodos artesanales. Entre los materiales usados podemos citar papel maché, témperas, servilletas de papel y galletas pulverizadas. El resultado fue un momento tan intenso que nos hizo salir del cine diciendo aquello de "¿Nucleares? ¡No, gracias!".

Esto es un churro (en el buen sentido)

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Stan Winston se refería a Terminator 2 como el trabajo más difícil de su carrera. Y eso, tratándose de un tipo que ganó cuatro Oscar y participó en Aliens y Parque Jurásico (entre muchas otras) es decir muchísimo. Buena parte de esas complicaciones vinieron dadas por la obligación de compaginar lo viejo (trucos de cámara, animatronics...) con los efectos digitales creados por Industrial Light & Magic. Cada vez que el T-1000 se metamorfoseaba, los técnicos debían hallar la manera de plasmar ese cambio usando el ordenador... Y también construir un modelo de arcilla y fibra de vidrio para usarlo en el plató. El momento más complicado llegó cuando el cyborg multiforme queda reventado durante la batalla en la fundición: los artistas bautizaron a la figura resultante, que requirió el uso de tres marionetas accionadas por aire comprimido, 'El Hombre-Churro'.

Evolución digital

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Terminator 2 no fue la primera película en usar efectos digitales, pero sí el empujón definitivo al género: hasta su estreno, la única película que había apostado tan en firme por la combinación de celuloide y píxeles fue Tron. Los chicos de Industrial Light & Magic escanearon el cuerpo de Robert Patrick a fin de crear un modelo en malla 3D, al que después dotaban de movimiento y alteraban mediante la técnica del morphing. Este trabajo requirió el uso de instrumentos tope de gama, como el ordenador SGI Iris y muchas horas de insomnio, pero su presencia en pantalla suma menos de cinco minutos en total. Además, el equipo consideró que, comparado con lo mal que lo habían pasado animando a los alienígenas de Abyss, su tarea en Terminator 2 fue una perita en dulce. Por cierto, el sonido que emite el T-1000 al transformarse fue obtenido poniéndole un condón a un micrófono y sumergiéndolo en gachas de avena.

Protestas sanitarias

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Aparte de tanta innovación técnica, al rodaje de Terminator 2 también le tocó su ración de incidentes no pixelados. Por ejemplo, los vecinos de Lake View Terrace (un suburbio de Los Ángeles donde fueron rodadas muchas escenas) se cabrearon bastante cuando vieron un rótulo que rezaba "Centro psiquiátrico Pescadero para criminales dementes" en el hospital del barrio. Creyendo que les iban a plantar un psiquiátrico penal al lado de sus casas, los residentes organizaron una manifestación, y James Cameron tuvo que explicarles personalmente que aquello era sólo una película.

Los disturbios, a la vuelta de la esquina


Un año después del rodaje de Terminator 2, la ciudad de Los Ángeles vivió uno de sus mayores episodios de violencia urbana: seis días de conflictos callejeros, saqueos y asesinatos, que estallaron al hacerse pública una grabación en la que varios policías apaleaban a un ex presidiario llamado Rodney King. ¿Qué tiene que ver eso con la película? Pues que el incidente tuvo lugar la noche del 3 de marzo de 1991, y que, tras recibir la paliza en plena calle, King fue llevado a la comisaría de Lake View Terrace, donde sufrió más vejaciones. En ese mismo momento, y a pocos metros de distancia, James Cameron, Schwarzenegger y el resto del equipo estaban en un bar llamado The Corral, rodando la famosa escena del T-800 y los moteros.

Schzwarzenegger se ofrece como 'stripper'

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Como hemos leído, James Cameron y Arnold Schwarzenegger guardan un recuerdo bastante siniestro de su noche en el bar The Corral. Pero, para compensar, también cuentan una anécdota muy graciosa. Resulta que, mientras 'Arnie' soltaba aquello de "Necesito tu ropa, tus botas y tu motocicleta", una parroquiana visiblemente perjudicada entró en el local. Por supuesto, la mujer se quedó a cuadros al ver a Schwarzenegger en calzón corto, y preguntó (suponemos que con un hilillo de voz) qué demonios estaba pasando ahí. La fabulosa respuesta del cachas: "No se preocupe, señora, esta noche hay un espectáculo de boys". Ignoramos si la interfecta se desmayó al oírle, pero nos parece probable.

"Si el camión no pasa, nos cargamos el camión"


La escena en la que John Connor y el T-800 (ambos en moto) son perseguidos por el cyborg malo (a bordo de un camión) fue rodada en los canales de desague del Valle de San Fernando. Un lugar que, si bien se presta mucho a las acrobacias sobre ruedas, también planteó dos 'pequeños' inconvenientes. El primero: a fin de poder usar el terreno, hubo que desviar el curso del agua. El segundo (y más espectacular) tuvo lugar cuando quedó claro que el vehículo del T-1000 era demasiado alto para pasar por debajo de un puente. Cameron, que seguramente nunca se aprendió lo del gálibo para sacarse el carnet, optó por una solución drástica: si el camión no pasa, pues nos ingeniamos un efecto especial para arrancarle su parte superior, y listos.

El alto horno está frío

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Al igual que en la entrega anterior, James Cameron se empeñó en que la historia de Terminator 2 concluyese en una fábrica (¿será una metáfora?). El lugar agraciado fue un alto horno de Fontana (California) que llevaba diez años cerrado, y cuyos antiguos trabajadores fueron contratados como extras. El trabajo de ambientación fue tan bueno que, al llegar, los obreros pensaron que el lugar había vuelto a la actividad, pero la cosa tenía truco: como rodar en un sitio lleno de acero fundido no es una idea segura, que digamos, el material incandescente fue reemplazado por una sustancia que necesitaba estar fría para fluír. Por ello, la fundición tuvo que ser refrigerada, y los actores embadurnados en sudor artificial antes de cada toma.

Pocos muertos para tanto tiro

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En Terminator 2 aparecen 38 armas de fuego distintas, algunas tan espectaculares como la ametralladora portátil GE M134 usada por 'Arnie' en el tiroteo del edificio Cyberdine. Pero, eso sí, el body count es extremadamente escaso para un filme de sus características: a lo largo de la película sólo vemos estirar la pata a 16 personas, la mayoría de ellas víctimas del T-1000, y sólo una a consecuencia de un disparo. Schwarzenegger, que ya había rodado Poli de guardería, consideraba que muchos cadáveres en pantalla dañarían su nueva imagen family friendly. A resultas de lo cual, muchos nos acordamos de aquellos tiroteos de la serie El Equipo A.

¿En castellano, o en japonés?


Esto ya es sabido, pero merece la pena recordarlo: cuando John Connor enseña a su protector robótico a hablar como un macarrilla de los primeros 90, añade a su vocabulario una frase ideal para mandar a alguien a hacer puñetas (o para reventarle el cerebro electrónico de un tiro). Para el público español, dicha locución es "Sayonara, baby", y "Hasta la vista, baby" para todos los demás. El cambio puede ser discutible, pero a nosotros nos parece correcto por dos razones: para empezar, la gracia de la frase original está en el uso del spanglish, algo que hubiera perdido toda su chispa de haberse mantenido en castellano. Y, para seguir, nosotros tuvimos la suerte de escuchar esas palabras en voz de Constantino Romero: que se chinche el resto del mundo.

Escenas perdidas...

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Como suele pasar, Terminator 2 perdió varias escenas en el montaje final, que luego fueron añadidas en el pertinente dvd. Algunas de ellas (como la del T-800 intentando sonreír) son realmente buenas, y compensan por la pérdida de otras seis escenas que fueron rodadas, pero nunca rescatadas. La mayoría de estas últimas muestran al T-1000 interactuando con la gente (sin matar a nadie, queremos decir) y su ausencia se justifica por un motivo muy claro: cuanto más inhumano nos parezca el personaje, más miedo nos dará.

...Y escenas nunca rodadas

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La verdadera criba argumental de Terminator 2 tuvo lugar antes del rodaje, durante el proceso de escritura del guión. Entre ellas se hallaban la aparición de un ex de Sarah Connor (el "boina verde loco" del que habla John en una escena), y un sueño apocalíptico del doctor Dyson, el creador de Skynet. Pero lo que más rabia da es que, de haberse respetado el libreto original, hubiéramos podido ver el asalto de John Connor y la resistencia humana a la fábrica de los terminators. Exacto: el momento en el cual arranca el argumento de toda la saga.

"¡En pie, soldado!"

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Siguiendo con el capítulo de los tijeretazos, señalemos la escena eliminada más importante de todas: el cameo de Michael Biehn como Kyle Reese, papá (salto temporal mediante) de John Connor. Biehn, que había apuntado maneras como actor fetiche de Cameron en Terminator y Aliens, sufría por entonces un severo revés en su carrera debido al alcoholismo, por lo cual el director y él no se llevaban precisamente bien. El reencuentro onírico entre Sarah Connor y su amante puede verse en la edición especial de la película, y a nosotros nos da mucha pena que se cayera del montaje estrenado: supone un momento de ternura en una película nada romántica.

El final paradójico (y temporal)



Aunque parezca mentira, a veces los productores hacen bien metiendo mano en el montaje de un filme. Si quieres una prueba, la tienes en el final de Terminator 2: Cameron insistió en emplear una escena que mostraba a una Sarah Connor madura viendo a su nietecita jugando en un parque, la cual, si bien ayudaba a cerrar la línea argumental de la saga, quedaba bastante cursi. Mario Kassar, temiéndose precisamente un cierre argumental que le impediría lucrarse con las secuelas, insistió en que se empleara un final más sobrio, más abierto y también más solemne. La verdad, la película se benefició de este cambio, pero consideremos también que, de haberse empleado la conclusión prevista por Cameron, nos hubiésemos ahorrado Terminator 3...

Escalofríos veraniegos: las claves del éxito de 'Expediente Warren: The Conjuring'

Con más de 4,5 millones de euros recaudados, la película de James Wan se ha convertido en un lucrativo 'sleeper' también en nuestro país. ¿Cúales han sido sus principales armas para conquistar al público? Por DANIEL DE PARTEARROYO

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A la temporada veraniega le quedan solamente dos fines de semana para clausurarse, las cartas ya van quedando visibles encima de la mesa y, a la espera de ver cómo pueden llegar a funcionar pesos pesados del calibre de El llanero solitario, Dolor y dinero o Kick-Ass 2, las películas que han triunfado verdaderamente en el verano español están claras. Guerra Mundial Z y Ahora me ves... serían los dos mayores éxitos estivales, campeonas en disputarle atractivo a los bares con terraza o las piscinas con césped, si no fuera porque sus cifras, superiores a los 7 millones de euros, palideciesen ante el imparable empuje de la taquilla de animación: Gru 2, mi villano favorito y Monstruos University, superando ampliamente la barrera de los 10 millones de euros, son las auténticas ganadoras; y mucho ojo al acelerón de Los pitufos 2, que ya ha dejado atrás los 5 millones.
Dejando que las majors saquen sus propias conclusiones sobre el éxito de la animación en España (algo que ya tratamos al analizar Los Croods, todavía la película más taquillera del año... si Gru 2, mi villano favorito no termina por adelantarla), esta semana queremos fijarnos en otro título que ha dado muy buenos réditos a su distribuidora durante el verano: Expediente Warren: The Conjuring. El quinto largometraje de James Wan ronda los 5 millones de euros tras cuatro semanas con un mantenimiento excelente y pocas pérdidas, lo que casi podría suponer recuperar un tercio de su humilde presupuesto tan sólo en nuestro páis; en EE UU, donde todavía no ha abandonado el Top 10 de taquilla, ya lleva 128 millones de dólares acumulados. Veamos cuáles han podido ser los principales factores para este nuevo éxito que sumar a la carrera de Wan, quien este año todavía volverá a asustarnos con Insidious: Capítulo 2 y ya prepara su incursión en la saga Fast & Furious para el verano que viene.
Terror estival
Expediente Warren: The Conjuring
Últimamente el cine de terror ha localizado sus fechas de estreno en primavera o, sobre todo, otoño (el tirón de Halloween, ya se sabe), pero conviene recordar que en verano, con la cartelera saturada de blockbusters aparatosos con campañas de promoción asfixiantes y películas de animación por ordenador con salas llenas de renacuajos, la apuesta por una película de género puro y duro es una opción que muchos espectadores agradecerán. Hace dos años, Insidious ya vivió su propia experiencia sleeper aterrorizando durante todo el verano y, aunque la temporada pasada sólo Red State se animó a seguir la estela (con decepcionantes resultados, pero ahora hablaremos sobre eso), este año hemos tenido otros intentos como The Purge. La noche de las bestias y Exorcismo en Georgia para compensar la balanza. Sin embargo, la calidad de Expediente Warren: The Conjuring se ha impuesto sobre ambas.
Miedo en familia
Expediente Warren: The Conjuring
Una cosa que les gusta mucho a los analistas financieros de Hollywood es dividir a la audiencia por cuadrantes (hombres, mujeres, menores de 25 años, mayores de 25 años). Ése es el motivo por el que las películas, cuanto más caras, a más cuadrantes intentan aglutinar. Aunque la teoría y la experiencia inmediata nos dicen que dicha dispersión en la apelación al público sólo tiende a homogeneizar el tono y elementos de las historias, anulando rasgos propios de un género para hacerlo más digerible (ejemplo reciente: el éxito de Guerra Mundial Z, la película con más zombies y menos sangre por metro cuadrado), cierta vertiente del terror parece estar experimentando el camino contrario: atraer a los cuadrantes hacia su discurso. ¿Cómo? Volviendo a las bases del protagonismo familiar, que tan bien funcionaron durante los años 70. Insidious y Expediente Warren: The Conjuring son muy fuertes en este aspecto sin dejar de ser medularmente terroríficas, pero hace unos meses también tuvimos otro éxito con la misma estrategia: Mamá, de Andrés Muschietti, que de momento es la octava película más vista del año en nuestro país.
Un estreno a tiempo
Expediente Warren: The Conjuring
Llegamos a un punto, a nuestro juicio, muy importante. Junto a todos los ángulos de la campaña de publicidad de Warner Bros. y el efecto del 'boca oreja' entre los espectadores satisfechos, Expediente Warren: The Conjuring también se benefició de un aspecto fundamental: su estreno en España coincidió con el de EE UU. No iba a ser así, pero, pocas semanas antes de la fecha, la filial de la distribuidora española decidió adelantar un mes el estreno en nuestro país para que coincidiera con el estadounidense. Frente a casos como el de Red State (un año de retraso), The Purge. La noche de las bestias (un mes) o Exorcismo en Georgia (cuatro meses después de la salida del dvd y Blu-ray), el público hypeado o interesado per se en la película de James Wan, espoleado o no por el furor que estaba levantando por internet, sólo podía acudir al cine más próximo si quería disfrutarla en condiciones. Un factor que no debería pasarle por alto a nadie.
El sello Wan
Expediente Warren: The Conjuring
Entremos en harina porque, aparte de fechas de estreno, adecuación de géneros, escasa competencia y demás zarandajas, hay una dimensión artística que prevalece. Y es que Expediente Warren: The Conjuring es una muy buena película de terror. Incluso excelente, para algunos. En la crítica de nuestra revista se llevó nada menos que cuatro estrellas y en el agregador de críticas Rotten Tomatoes tiene una valoración fresca del 86%. La mejor valorada de toda la obra de James Wan. Aunque personalmente prefiera los jugueteos sádicos y metalingüísticos de Silencio desde el mal o Insidious, es fácil entender el romance entre la crítica, el público y el filme: no sólo da lo que ofrece con generosidad (terror old school muy bien cocinado, con más tensión asfixiante que sustos respingones, que también los hay, y una construcción cercana de los personajes), sino que lo hace con la elegancia detrás de la cámara propia del cineasta de origen malasio. Por méritos propios, uno de los principales nombres del terror contemporáneo.
Reparto sólido
Expediente Warren: The Conjuring

Por último, también merecen ser destacadas las interpretaciones naturalistas del reparto al completo del filme. Los departamentos de cásting y diseño de vestuario se esforzaron por recrear lo máximo posible a los Perron y los Warren reales, de lo que las fotos de los créditos finales dan buen testimonio, pero es gracias a las actuaciones de todos los intérpretes, desde la recuperada Lili Taylor hasta la jovencísima Mackenzie Foy, que llegamos a preocuparnos por su integridad en la lucha contra las fuerzas siniestras que se mueven por su casa. Recuerda lo bien que funciona la química de colegueo entre Patrick Wilson y Ron Livingston, o lo bien que agarra el papel la siempre eficiente Vera Farmiga. La mayoría de las veces no hacen falta grandes estrellas para atrapar al espectador, sino buenos actores con los que sea fácil identificarse.

Gilbert Taylor nos ha dejado


Hace nada dábamos la noticia del fallecimiento de un director tan poco conocido como Ted Post, y ahora le toca el turno a Gilbert Taylor, director de fotografía que casi nunca se nombra cuando se habla del noble oficio de la fotografía en el séptimo arte, pero que sin embargo participó en alguno de los títulos más importantes de la historia del cine, tal es el caso de ‘La guerra de las galaxias’ (‘Star Wars’, George Lucas, 1977). Taylor falleció el 23 en la isla de Wight según ha informado su esposa. Tenía 99 años.
Mucho antes del mítico film que cambió para siempre la concepción del cine espectáculo, la carrera de Taylor comenzaba en los años 30 como asistente de cámara, trabajando para directores de la talla de Alfred Hitchcock —en ‘Número diecisiete’ (‘Number Seventeen’, 1932) era el chico de la claqueta—, para quien terminaría colaborando en la magnífica ‘Frenesí’ (‘Frenzy’, 1972). Uno de sus primeros trabajos como director de fotografía fue el thriller de ese fuera de serie llamado Jacques Tourneur, ‘Circle of Danger’ (1951). En la década siguiente destaca con su blanco, negro y maravillosa gama de grises en la impresionante ‘¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú’ (‘Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb’, Stanley Kubrick, 1964).
Trabaja con Roman Polanski en alguna de las primeras películas del director francés como ‘Repulsión’ (‘Repulsion’, 1965) y ‘Callejón sin salida’ (‘Cul-de-sac’, 1965). Ya en los setenta destaca en ‘La profecía’ (‘The Omen’, Richard Donner, 1976), en el mencionado hit de Lucas y en el intenso ‘Dracula’ (id, John Badham, 1979). Los ochenta están marcados por su participación en la delirante ‘Flash Gordon’ (d, Mike Hodges, 1980) o uno de sus últimos trabajos, ‘Falso testigo’ (‘The Bedroom Window’, Curtis Hanson, 1987), un intento de apartar a Steve Guttenberg de la comedia.
Taylor fue lo que se llama un profesional, conocedor de su trabajo y que no dejó de currar en más de 50 años. Nunca fue nominado a un Oscar. Hasta siempre Gilbert.


Vía |Blog de cine

Ted Post nos ha dejado


El pasado 20 de agosto moría en Santa Mónica, California, el director de cine Ted Post. Tenía 95 años.
Post, natural de New York, se dedicó sobre todo a la televisión, medio en el que trabajó prácticamente durante toda su carrera dirigiendo pocas películas para la pantalla grande. Clint Eastwood le contrató para dirigir la que probablemente sea su mejor película, ‘Cometieron dos errores’ (‘Hang ´Em High’, 1968), primer western estadounidense del famoso actor tras su aventura europea y en el que Post fue la elección de Eastwood tras la negativa de Sergio Leone a dirigir el film. Contento con su labor, el actor repite con él en la secuela ‘Harry el fuerte’ (‘Magnum Force’, 1973) en la que Post tuvo la difícil tarea de intentar igualar el magistral trabajo de Don Siegel.
Antes de ello el realizador se había hecho cargo de otra famosa secuela, ‘Regreso al planeta de los simios’ (‘Beneath the Planet of the Apes’, 1970), que si bien no llega a las excelencias del trabajo de Franklin J. Schaffner se trata de la secuela más decente de todas. Y el cuarto trabajo cinematográfico más conocido de Post es ‘Los valientes visten de negro’ (‘Good Guys Wear Black’, 1978), un vehículo al servicio de un tempranero Chuck Norris y que cuenta con una de las últimas apariciones en cine del mítico Dana Andrews.
Un artesano eficiente y cumplidor al que yo al menos quiero recordar un poco en estas páginas. Hasta siempre Ted.

Vía | IMDb