Los años no pasan para ellas: estas películas influyeron e influyen
sobre infinidad de pasarelas, escaparates y armarios. Por YAGO GARCÍA
Podemos hablar lo que queramos sobre reconocimientos,
olvidos clamorosos, premoniciones con vistas a los Oscar y otros asuntos
propiamente cinéfilos. Pero una cosa está clara: los dos elementos de
los
Globos de Oro 2014 que más han dado que hablar en las redes sociales han sido el parodiadísimo vestido de
Jennifer Lawrence y los sufrimientos que
Emma Thompson padeció a causa de sus tacones. Los cuales, además, llevaron a la británica a causar una pequeña conmoción en la entrega de los
SAG, compareciendo
con zapato plano ante sus compañeros del Sindicato de Actores.
¿Anecdótico? ¿Frívolo? Seguramente. Pero también significativo, porque
estos dos incidentes nos recuerdan que el cine y la moda son hermanos
siameses, más que parientes lejanos.
Por si tienes dudas,
CINEMANÍA te ofrece aquí 15
películas que no sólo han pasado a la historia por su peso específico,
sino también por sus efectos sobre pasarelas, escaparates e infinidad de
guardarropas de todo el mundo. Una influencia que, en la mayoría de los
casos, no se queda en sus épocas respectivas, sino que sigue coleando
en la actualidad. Si las ves con el ojo puesto en la elegancia de sus
vestuarios, estas cintas tendrán sobre ti el mismo efecto que aquella
lección de
Meryl Streep a
Anne Hathaway (en
El diablo viste de Prada) sobre la genealogía del azul cerúleo.
La caja de Pandora (G. W. Pabst, 1929)
Recoger la moda de toda una década (la de 1920) y propulsar su
evolución hacia el futuro: ese fue el efecto de este clásico. Los
vestidos con cintura baja, los collares de perlas y los estampados
orientales concebidos por
Gottlieb Hesch para su protagonista
Louise Brooks se hicieron tan populares como el copiadísimo pelo a lo
garçonne de la actriz, y
convirtieron a
La caja de Pandora en todo un referente estético, tanto en la pantalla como fuera de ella.
Y además… El copiadísimo vestido de novia lucido por
Claudette Colbert en
Sucedió una noche (Frank Capra, 1934) y el
look tan estiloso como polémico que
Marlene Dietrich y el diseñador
Travis Banton presentaron
en
Deseo (Frank Borzage, 1936) quedan como sendos hitos de entreguerras.
Lo que el viento se llevó (Victor Fleming y otros, 1939)
Con mano de hierro, el productor
David O. Selznick forjó
una película que habría de hacer historia. No nos referimos sólo a la
descomunal taquilla del filme, ni a sus ocho Oscar, sino también al
hecho de que el vestido blanco y verde (de
Walter Plunkett) lucido por
Vivien Leigh en
una de sus primeras escenas quedó como el patrón de costura más vendido
en EE UU durante la década posterior. Aún hoy puede encontrarse en
eBay.
Y además… Imposible olvidar el rol de
Katharine Hepburn como icono de la moda: bien llevando diseños de
Howard Greer (La fiera de mi niña, 1938), bien de
Adrian (Historias de Filadelfia, 1940), bien de Plunkett
(La costilla de Adán, 1940) la gran Kate divulgó formas revolucionarias de vestir… y de vivir.
Gilda (Charles Vidor, 1946)
Esta película ha pasado a la historia por los escándalos que provocó más que por su calidad. Pero el
striptease que nunca fue de
Rita Hayworth y la bofetada que
Glenn Ford propinaba a la actriz no pueden hacernos olvidar los vestidos de
Jean Louis. El
diseñador francés, que vistió a Hayworth en nueve filmes, consagró la
combinación de palabra de honor y guantes de ópera (en negro o en rojo,
preferiblemente) como el uniforme de la mujer fatal.
Y además… El vestuario de
Bette Davis en
La extraña pasajera (I. Rapper, 1942) sigue inspirando colecciones, como una de zapatos de
Manolo Blahnik. Y recordemos que, en español, las chaquetillas de punto deben su nombre a
Rebeca (Alfred Hitchcock, 1940).
Vacaciones en Roma (William Wyler, 1954)
Pensar en
Audrey Hepburn y evocar
Desayuno con diamantes es todo uno. Pero en
Vacaciones en Roma la actriz vivió un romance con las creaciones de la diseñadora
Edith Head (8 Oscar, 35 nominaciones) tan intenso como el de su personaje con el de
Gregory Peck. O tal vez más: la productora
Paramount
obsequió a la actriz con todo el vestuario que había usado durante el
rodaje, lleno de líneas rectas que sacaban partido de su silueta de
sílfide. El diseño de
Givenchy que la actriz lució en los Oscar de 1955 también trajo cola.
Y además… Repasar la moda de los 50 en el cine y no mencionar a
Marilyn Monroe sería un pecado. La combinación entre las curvas de la actriz, un vestido blanco de
Travilla y la ventilación del metro de Nueva York (en
La tentación vive arriba, 1955) bastó para provocar una revuelta en la avenida Lexington.
La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954)
Dado que
Grace Kelly había pisado las pasarelas
antes que los platós, es normal que ella y Edith Head formasen un tándem
tan efectivo. Y no sólo en lo tocante a diseños como esa falda de
chiffon que sigue quitando el hipo, sino también a la elección de
complementos. Mientras el pelma de
James Stewart observaba a sus vecinos, muchos miembros del público hacían lo propio con el bolso de
Hermès portado por su sufrida novia. Un modelo que, aún hoy, es conocido como
'bolso Kelly'.
Y además… La soltura de
Brigitte Bardot en
…Y Dios creó a la mujer (Roger Vadim, 1956) escandalizó a los biempensantes, y también popularizó en todo el mundo ese
look playero de la Costa Azul diseñado por
Pierre Balmain.
Al final de la escapada (Jean-Luc Godard, 1960)
El debut largo de Godard supuso una conmoción para el mundo del cine,
y también para el del vestir. Y eso que la película no contó con un
diseñador de vestuario, sino sólo con el guardarropa de
Jean Seberg: la malograda actriz elevó su
look (camisetas de rayas, pantalones chinos, zapatillas y pelo corto)
a seña de identidad para la mujer moderna de entonces. Y también, en gran medida, para la de ahora. ¿Recuerdas el
pixie cut con el que
Emma Watson nos conmocionó en 2012? Pues eso.
Y además… En el extremo opuesto al puritanismo de Godard,
Cleopatra (J. L. Mankiewicz, 1963) vistió a
Elizabeth Taylor con una colección de superlujo cuya influencia sigue coleando. Y no olvidemos tampoco la silueta andrógina de
Mia Farrow en
La semilla del diablo (Roman Polanski, 1968).
Belle de Jour (Luis Buñuel, 1967)
Fetichista hasta el final, Buñuel se agenció los servicios del mismísimo
Yves Saint Laurent para vestir a
Catherine Deneuve en
esta película. Algo que, además de convertir en inseparables a la
actriz y al diseñador, dotó de un matiz de lujuria a las faldas de tubo,
las blusas de seda, los tacones altos y otros elementos hasta entonces
inocuos. Los señores de clase alta jamás mirarían a sus esposas de la
misma manera.
Y además… Mientras Saint Laurent sexualizaba el vestuario de la mujer burguesa,
Paco Rabanne metalizaba el sexo del futuro con su trabajo para
Barbarella (Vadim, 1968).
¿Quién eres tú, Polly Magoo? (William Klein, 1966) ofrece otro catálogo de excesos de la época.
Bonnie and Clyde (Arthur Penn, 1967)
Si la moda de los 70 estuvo bañada por la
retromanía fue, en
gran medida, debido a este filme de la década anterior. El cual, además
de servir como posible punto de arranque para el ‘Nuevo Hollywood’,
demostró que los jerseys de punto, las faldas rectas, las boinas y los
pañuelos al cuello de
Theadora Van Runkle podían ser un acierto siempre que se combinaran con unos ojazos como los de
Faye Dunaway. Estamos hablando de la película favorita de
Kate Moss: eso quiere decir algo, seguro.
Y además… Antes de Dunaway y
Bonnie and Clyde, la estampa de
Julie Christie en
Doctor Zhivago (David Lean, 1965) había llevado a muchas chicas del
Swinging London a ataviarse cual damiselas rusas. Después, gracias a Mia Farrow y
El gran Gatsby (Jack Clayton, 1974), el estilo
flapper de los ‘felices 20’ volvió a ser actualidad.
Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976)
Al igual que la bipolar personalidad de
Travis (Robert De Niro), este filme oscila entre dos extremos irreconciliables: por una parte, tenemos a
Cybill Shepherd derramando lisura, y por otra a esa
Jodie Foster cuyo trágico personaje resulta un compendio de estéticas
destroyer desde la pamela a los zapatos de plataforma, pasando por las
maxigafas, el top (o la camisa anudada al ombligo) y el
minishort. Para
colmo, la ropa militar y el pelo mohicano harían furor poco más tarde
gracias a la revolución punk del 77: ¿adivinas qué película tuvo la
culpa?
Y además… Aunque algunos sufran vahídos al recordarlo,
Calvin Klein calificó al
look de
Ali MacGraw en
Love Story, todo él gorritos de punto, abrigos y tableados, como
“el gran estilo de la moda en EE UU”.
Annie Hall (Woody Allen, 1977)
Pantalones, sombreros de ala ancha, chalecos, camisas y corbatas…
Tres décadas después de que Katharine Hepburn reivindicase el uso
femenino de estas prendas,
Diane Keaton revalidó su
estatus para ellas con un argumento simple: los conjuntos que lucía en
la película provenían de su propio guardarropa. No olvidemos que este
mismo filme lanza una pulla antológica hacia
Jack Nicholson y
Anjelica Huston, entonces pareja
trendsetter donde las hubiera.
Y además… Mientras Woody y Diane marcaban estilo en Manhattan, Brooklyn vibraba con los ritmos disco de
Fiebre del sábado noche (John Badham, 1977): solapas astronómicas para ellos, vestidos sueltos colores pastel para ellas.
La chica de rosa (Howard Deutch, 1986)
Efectivamente: el vestido que
Molly Ringwald luce en la escena cumbre de esta película ha envejecido fatal. Pero admitamos que, en el resto del metraje, la diseñadora
Marilyn Vance (habitual en los trabajos de
John Hughes, aquí
guionista y productor) nos dio buenas razones, bien para añorar una
época de eclecticismo en los complementos y contrastes demenciales en
cortes y colores, bien para recordar por qué algunos llaman a los 80
“la década que asesinó al estilo”. Sobre gustos…
Y además… Sin desdeñar el
look aeróbico y bailón
de
Jennifer Beals en
Flashdance (1983), reconozcamos que el
streetwear de la época tiene el rostro de
Madonna en
Buscando a Susan desesperadamente (Susan Seidelman, 1985).
Armas de mujer (Mike Nichols, 1988)
Olvidemos por un momento el peinado de
Joan Cusack y dejemos algo claro: aunque la malísima
Sigourney Weaver cite a
Coco Chanel, aquí quienes mandan son
Giorgio Armani y
Comme Des Garçons. Chaquetas de hombreras sin cuellos, camisas de seda, joyería sobria y cardados son los elementos de la armadura con la que
Melanie Griffith afronta su combate por el éxito laboral, y por el amor de
Harrison Ford. Tener una mente para los negocios y un cuerpo para el pecado conlleva estas cosas.
Y además… Tal vez la
Meryl Streep de
Memorias de África (S. Pollack, 1985) reivindicase lo retro, pero es recordar
American Gigoló (P. Schrader, 1980) y ponernos a entonar “Armani, Armani, A-A-Armani”, cual los Pet Shop Boys más desatados.
Pretty Woman (Garry Marshall, 1990)
Tras los excesos de los 80 llegó la contención
noventera. Algo ejemplificado por la metamorfosis con la que
Julia Roberts pasa de
prosti escandalosa a señora elegantísima. La huella de este filme no sólo afecta a diseñadores como
Stella McCartney, sino
también a la propia actriz: Julia conserva ese vestido marrón a topos
blancos en el que estás pensando, y se lo prueba regularmente para
vigilar su línea.
Y además… ¿Quieres tirar por lo llamativo? Pues fíjate en los tops y las faldas
animal print de
Patricia Arquette en
Amor a quemarropa (Tony Scott, 1993). Y, aunque
Parque Jurásico (S. Spielberg, 1993) no sea una película
fashionista ni por asomo, el
look campero de
Laura Dern también
tuvo su influencia.
Fuera de onda (Amy Heckerling, 1995)
¿Cuántas variedades distintas pueden tener los cuadros escoceses? No
sabemos el número exacto, pero sí que 53 de ellas aparecen en el
vestuario de esta película. Y es que
Alicia Silverstone no sólo ejemplificó aquí la moda
pijoadolescente de
los 90 con sus tableados, sus sombreros y sus calcetines altos, sino
que también se apropió de un estampado que, por entonces, parecía
patrimonio exclusivo de la moda
grunge.
Y además… El estilo de
Fuera de onda tuvo un claro precedente (y un fuerte competidor) en los modelazos exhibidos por la serie
Sensación de vivir: sus chicas no pasaban un capítulo sin lucir estampados florales, denim y botas de caña baja.
Los Tenenbaum: Una familia de genios (Wes Anderson, 2001)
La moda cinematográfica de los
dosmiles tuvo un arranque espectacular… Que nos llevó en un viaje sin escalas a los 70. Siempre detallista, Anderson vistió a
Gwyneth Paltrow con un completo guardarropa
vintage en cuyos abrigos de pieles,pasadores de pelo, vestidos de tenis y bolsos de colección brillaban los nombres de Hermès,
Lacoste y
Fendi. Todo ello mucho más agradable para la vista que el chándal de
Ben Stiller, dónde va a parar.
Y además… También apostando por lo retro,
Tom Ford cerró la década derrochando elegancia en
Un hombre soltero (2009). En términos más juveniles, y también más discutibles, recordemos los chalecos de ante, la joyería y los
piercings de
Evan Rachel Wood y
Nikki Reed en
Thirteen (C. Hardwicke, 2003).