domingo, 26 de enero de 2014

15 clásicos del cine que marcan tendencia

Los años no pasan para ellas: estas películas influyeron e influyen sobre infinidad de pasarelas, escaparates y armarios. Por YAGO GARCÍA

15 clasicos del cine que marcan tendencia

Podemos hablar lo que queramos sobre reconocimientos, olvidos clamorosos, premoniciones con vistas a los Oscar y otros asuntos propiamente cinéfilos. Pero una cosa está clara: los dos elementos de los Globos de Oro 2014 que más han dado que hablar en las redes sociales han sido el parodiadísimo vestido de Jennifer Lawrence y los sufrimientos que Emma Thompson padeció a causa de sus tacones. Los cuales, además, llevaron a la británica a causar una pequeña conmoción en la entrega de los SAG, compareciendo con zapato plano ante sus compañeros del Sindicato de Actores. ¿Anecdótico? ¿Frívolo? Seguramente. Pero también significativo, porque estos dos incidentes nos recuerdan que el cine y la moda son hermanos siameses, más que parientes lejanos.
Por si tienes dudas, CINEMANÍA te ofrece aquí 15 películas que no sólo han pasado a la historia por su peso específico, sino también por sus efectos sobre pasarelas, escaparates e infinidad de guardarropas de todo el mundo. Una influencia que, en la mayoría de los casos, no se queda en sus épocas respectivas, sino que sigue coleando en la actualidad. Si las ves con el ojo puesto en la elegancia de sus vestuarios, estas cintas tendrán sobre ti el mismo efecto que aquella lección de Meryl Streep a Anne Hathaway (en El diablo viste de Prada) sobre la genealogía del azul cerúleo.

La caja de Pandora (G. W. Pabst, 1929)

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Recoger la moda de toda una década (la de 1920) y propulsar su evolución hacia el futuro: ese fue el efecto de este clásico. Los vestidos con cintura baja, los collares de perlas y los estampados orientales concebidos por Gottlieb Hesch para su protagonista Louise Brooks se hicieron tan populares como el copiadísimo pelo a lo garçonne de la actriz, y convirtieron a La caja de Pandora en todo un referente estético, tanto en la pantalla como fuera de ella.
Y además… El copiadísimo vestido de novia lucido por Claudette Colbert en Sucedió una noche (Frank Capra, 1934) y el look tan estiloso como polémico que Marlene Dietrich y el diseñador Travis Banton presentaron en Deseo (Frank Borzage, 1936) quedan como sendos hitos de entreguerras.

Lo que el viento se llevó (Victor Fleming y otros, 1939)

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Con mano de hierro, el productor David O. Selznick forjó una película que habría de hacer historia. No nos referimos sólo a la descomunal taquilla del filme, ni a sus ocho Oscar, sino también al hecho de que el vestido blanco y verde (de Walter Plunkett) lucido por Vivien Leigh en una de sus primeras escenas quedó como el patrón de costura más vendido en EE UU durante la década posterior. Aún hoy puede encontrarse en eBay.
Y además… Imposible olvidar el rol de Katharine Hepburn como icono de la moda: bien llevando diseños de Howard Greer (La fiera de mi niña, 1938), bien de Adrian (Historias de Filadelfia, 1940), bien de Plunkett (La costilla de Adán, 1940) la gran Kate divulgó formas revolucionarias de vestir… y de vivir.

Gilda (Charles Vidor, 1946)

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Esta película ha pasado a la historia por los escándalos que provocó más que por su calidad. Pero el striptease que nunca fue de Rita Hayworth y la bofetada que Glenn Ford propinaba a la actriz no pueden hacernos olvidar los vestidos de Jean Louis. El diseñador francés, que vistió a Hayworth en nueve filmes, consagró la combinación de palabra de honor y guantes de ópera (en negro o en rojo, preferiblemente) como el uniforme de la mujer fatal.
Y además… El vestuario de Bette Davis en La extraña pasajera (I. Rapper, 1942) sigue inspirando colecciones, como una de zapatos de Manolo Blahnik. Y recordemos que, en español, las chaquetillas de punto deben su nombre a Rebeca (Alfred Hitchcock, 1940).

Vacaciones en Roma (William Wyler, 1954)

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Pensar en Audrey Hepburn y evocar Desayuno con diamantes es todo uno. Pero en Vacaciones en Roma la actriz vivió un romance con las creaciones de la diseñadora Edith Head (8 Oscar, 35 nominaciones) tan intenso como el de su personaje con el de Gregory Peck. O tal vez más: la productora Paramount obsequió a la actriz con todo el vestuario que había usado durante el rodaje, lleno de líneas rectas que sacaban partido de su silueta de sílfide. El diseño de Givenchy que la actriz lució en los Oscar de 1955 también trajo cola.
Y además… Repasar la moda de los 50 en el cine y no mencionar a Marilyn Monroe sería un pecado. La combinación entre las curvas de la actriz, un vestido blanco de Travilla y la ventilación del metro de Nueva York (en La tentación vive arriba, 1955) bastó para provocar una revuelta en la avenida Lexington.

La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954)

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Dado que Grace Kelly había pisado las pasarelas antes que los platós, es normal que ella y Edith Head formasen un tándem tan efectivo. Y no sólo en lo tocante a diseños como esa falda de chiffon que sigue quitando el hipo, sino también a la elección de complementos. Mientras el pelma de James Stewart observaba a sus vecinos, muchos miembros del público hacían lo propio con el bolso de Hermès portado por su sufrida novia. Un modelo que, aún hoy, es conocido como 'bolso Kelly'.
Y además… La soltura de Brigitte Bardot en …Y Dios creó a la mujer (Roger Vadim, 1956) escandalizó a los biempensantes, y también popularizó en todo el mundo ese look playero de la Costa Azul diseñado por Pierre Balmain.

Al final de la escapada (Jean-Luc Godard, 1960)

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El debut largo de Godard supuso una conmoción para el mundo del cine, y también para el del vestir. Y eso que la película no contó con un diseñador de vestuario, sino sólo con el guardarropa de Jean Seberg: la malograda actriz elevó su look (camisetas de rayas, pantalones chinos, zapatillas y pelo corto) a seña de identidad para la mujer moderna de entonces. Y también, en gran medida, para la de ahora. ¿Recuerdas el pixie cut con el que Emma Watson nos conmocionó en 2012? Pues eso.
Y además… En el extremo opuesto al puritanismo de Godard, Cleopatra (J. L. Mankiewicz, 1963) vistió a Elizabeth Taylor con una colección de superlujo cuya influencia sigue coleando. Y no olvidemos tampoco la silueta andrógina de Mia Farrow en La semilla del diablo (Roman Polanski, 1968).

Belle de Jour (Luis Buñuel, 1967)

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Fetichista hasta el final, Buñuel se agenció los servicios del mismísimo Yves Saint Laurent para vestir a Catherine Deneuve en esta película. Algo que, además de convertir en inseparables a la actriz y al diseñador, dotó de un matiz de lujuria a las faldas de tubo, las blusas de seda, los tacones altos y otros elementos hasta entonces inocuos. Los señores de clase alta jamás mirarían a sus esposas de la misma manera.
Y además… Mientras Saint Laurent sexualizaba el vestuario de la mujer burguesa, Paco Rabanne metalizaba el sexo del futuro con su trabajo para Barbarella (Vadim, 1968). ¿Quién eres tú, Polly Magoo?  (William Klein, 1966) ofrece otro catálogo de excesos de la época.

Bonnie and Clyde (Arthur Penn, 1967)

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Si la moda de los 70 estuvo bañada por la retromanía fue, en gran medida, debido a este filme de la década anterior. El cual, además de servir como posible punto de arranque para el ‘Nuevo Hollywood’, demostró que los jerseys de punto, las faldas rectas, las boinas y los pañuelos al cuello de Theadora Van Runkle podían ser un acierto siempre que se combinaran con unos ojazos como los de Faye Dunaway. Estamos hablando de la película favorita de Kate Moss: eso quiere decir algo, seguro.
Y además… Antes de Dunaway y Bonnie and Clyde, la estampa de Julie Christie en Doctor Zhivago (David Lean, 1965) había llevado a muchas chicas del Swinging London a ataviarse cual damiselas rusas. Después, gracias a Mia Farrow y El gran Gatsby (Jack Clayton, 1974), el estilo flapper de los ‘felices 20’ volvió a ser actualidad.

Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976)

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Al igual que la bipolar personalidad de Travis (Robert De Niro), este filme oscila entre dos extremos irreconciliables: por una parte, tenemos a Cybill Shepherd derramando lisura, y por otra a esa Jodie Foster cuyo trágico personaje resulta un compendio de estéticas destroyer desde la pamela a los zapatos de plataforma, pasando por las maxigafas, el top (o la camisa anudada al ombligo) y el minishort. Para colmo, la ropa militar y el pelo mohicano harían furor poco más tarde gracias a la revolución punk del 77: ¿adivinas qué película tuvo la culpa?
Y además…  Aunque algunos sufran vahídos al recordarlo, Calvin Klein calificó al look de Ali MacGraw en Love Story, todo él gorritos de punto, abrigos y tableados, como “el gran estilo de la moda en EE UU”.

Annie Hall (Woody Allen, 1977)

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Pantalones, sombreros de ala ancha, chalecos, camisas y corbatas… Tres décadas después de que Katharine Hepburn reivindicase el uso femenino de estas prendas, Diane Keaton revalidó su estatus para ellas con un argumento simple: los conjuntos que lucía en la película provenían de su propio guardarropa. No olvidemos que este mismo filme lanza una pulla antológica hacia Jack Nicholson y Anjelica Huston, entonces pareja trendsetter donde las hubiera.
Y además… Mientras Woody y Diane marcaban estilo en Manhattan, Brooklyn vibraba con los ritmos disco de Fiebre del sábado noche (John Badham, 1977): solapas astronómicas para ellos, vestidos sueltos colores pastel para ellas.

La chica de rosa (Howard Deutch, 1986)

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Efectivamente: el vestido que Molly Ringwald luce en la escena cumbre de esta película ha envejecido fatal. Pero admitamos que, en el resto del metraje, la diseñadora Marilyn Vance (habitual en los trabajos de John Hughes, aquí guionista y productor) nos dio buenas razones, bien para añorar una época de eclecticismo en los complementos y contrastes demenciales en cortes y colores, bien para recordar por qué algunos llaman a los 80 “la década que asesinó al estilo”. Sobre gustos…
Y además… Sin desdeñar el look aeróbico y bailón de Jennifer Beals en Flashdance (1983), reconozcamos que el streetwear de la época tiene el rostro de Madonna en Buscando a Susan desesperadamente (Susan Seidelman, 1985).

Armas de mujer (Mike Nichols, 1988)

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Olvidemos por un momento el peinado de Joan Cusack y dejemos algo claro: aunque la malísima Sigourney Weaver cite a Coco Chanel, aquí quienes mandan son Giorgio Armani y Comme Des Garçons. Chaquetas de hombreras sin cuellos, camisas de seda, joyería sobria y cardados son los elementos de la armadura con la que Melanie Griffith afronta su combate por el éxito laboral, y por el amor de Harrison Ford. Tener una mente para los negocios y un cuerpo para el pecado conlleva estas cosas.
Y además… Tal vez la Meryl Streep de Memorias de África (S. Pollack, 1985) reivindicase lo retro, pero es recordar American Gigoló (P. Schrader, 1980) y ponernos a entonar “Armani, Armani, A-A-Armani”, cual los Pet Shop Boys más desatados.

Pretty Woman (Garry Marshall, 1990)

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Tras los excesos de los 80 llegó la contención noventera. Algo ejemplificado por la metamorfosis con la que Julia Roberts pasa de prosti escandalosa a señora elegantísima. La huella de este filme no sólo afecta a diseñadores como Stella McCartney, sino también a la propia actriz: Julia conserva ese vestido marrón a topos blancos en el que estás pensando, y se lo prueba regularmente para vigilar su línea.
Y además…  ¿Quieres tirar por lo llamativo? Pues fíjate en los tops y las faldas animal print de Patricia Arquette en Amor a quemarropa (Tony Scott, 1993). Y, aunque Parque Jurásico (S. Spielberg, 1993) no sea una película fashionista ni por asomo, el look campero de Laura Dern también tuvo su influencia.

Fuera de onda (Amy Heckerling, 1995)

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¿Cuántas variedades distintas pueden tener los cuadros escoceses? No sabemos el número exacto, pero sí que 53 de ellas aparecen en el vestuario de esta película. Y es que Alicia Silverstone no sólo ejemplificó aquí la moda pijoadolescente de los 90 con sus tableados, sus sombreros y sus calcetines altos, sino que también se apropió de un estampado que, por entonces, parecía patrimonio exclusivo de la moda grunge.
Y además… El estilo de Fuera de onda tuvo un claro precedente (y un fuerte competidor) en los modelazos exhibidos por la serie Sensación de vivir: sus chicas no pasaban un capítulo sin lucir estampados florales, denim y botas de caña baja.

Los Tenenbaum: Una familia de genios (Wes Anderson, 2001)

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La moda cinematográfica de los dosmiles tuvo un arranque espectacular… Que nos llevó en un viaje sin escalas a los 70. Siempre detallista, Anderson vistió a Gwyneth Paltrow con un completo guardarropa vintage en cuyos abrigos de pieles,pasadores de pelo, vestidos de tenis y bolsos de colección brillaban los nombres de Hermès, Lacoste y Fendi. Todo ello mucho más agradable para la vista que el chándal de Ben Stiller, dónde va a parar.

Y además… También apostando por lo retro, Tom Ford cerró la década derrochando elegancia en Un hombre soltero (2009). En términos más juveniles, y también más discutibles, recordemos los chalecos de ante, la joyería y los piercings de Evan Rachel Wood y Nikki Reed en Thirteen (C. Hardwicke, 2003).

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