De guerrilleros del celuloide, a consagrados con acceso a grandes
presupuestos. ¿Vendieron estos cineastas su creatividad por un plato de
lentejas? Por YAGO GARCÍA
Muchos directores de cine comienzan su andadura llenos de
ilusiones, dispuestos a hacerle la guerra a la industria de Hollywood...
Y con cuatro perras en el bolsillo. Pero el tiempo pasa, y con los años
se acumulan factores que les mueven a
buscarse las castañas a la sombra de los estudios y las majors, para
bien o para mal. Sea porque las facturas apuraban, porque en EE UU
(donde, como se nos recuerda tan a menudo, no hay subvenciones) sacar
adelante un proyecto ambicioso puede costar Dios y ayuda, o porque la
madurez creativa les volvió más tolerables para todos los paladares,
estos
10 directores recorrieron ese camino: de
guerrilleros del celuloide, a autores consagrados con derecho a
estrellas en el reparto. ¿Salieron ganando con el cambio, o se vendieron
al vil metal? Vuestra es la decisión...
Joss Whedon
El culto: Bueno, tratándose del gran Joss (quien, lo repetimos por enésima vez, es el maestro), lo del
underground es relativo. Pero nadie le niega su estatus de autor de culto, cimentada por dos puntos básicos: sus creaciones (especialmente
Buffy, cazavampiros) se han ganado un
fandom enorme, y sus roces con la industria le han llevado a debacles tan sonadas como las de las series
Firefly y
Dollhouse.
El mainstream: En dos palabras:
Los Vengadores. Aunque
Serenity (la secuela en pantalla grande de
Firefly) tuvo unos resultados de taquilla muy modestos,
Disney y
Marvel confiaron
en el prestigio de nuestro hombre como autor de cómics, encargándole
que escribiera y dirigiese su filme más ambicioso. El resultado: una
película que no sólo ha arrasado entre el público y parte de la crítica,
sino que proclama su condición de producto
whedoniano.
Peter Jackson
El culto: Haz la prueba, valiente: con la excusa de que las firma el director de
El Señor de los anillos, trata de exponer a tus amigos, tu pareja o tus compañeros de piso al visionado de
Mal gusto o
El delirante mundo de los Feebles, los
filmes que convirtieron a Jackson en uno de los autores más admirados
del gore cachondo. Lo menos que puede pasar es que te lleves una
colleja.
El mainstream: Jackson ya había ganado fama mundial con
Braindead: Tu madre se ha comido a mi perro, y
Criaturas celestiales probó
que no precisaba de sangre e higadillos para inquietar al público. Pero
tras el iconoclasta amante del terror se ocultaba un ser sensible,
amante de los elfos y los hobbits, y eso fue lo que le convirtió en un
titán del celuloide (amén de forrarle el riñón para los restos). Por
desgracia, su regreso a terrenos más personales en
The Lovely Bones acabó siendo un chasco de altura.
Pedro Almodóvar
El culto: Dos putas (Historia de amor que termina en boda), Folle... folle... fólleme Tim!, Sexo va sexo viene... Así
se titulaban los primeros cortometrajes que el oscarizado manchego
exhibía, de forma clandestina, en el Madrid de los 70. Sus primeros
largos, como
Laberinto de pasiones o
¿Qué he hecho yo para merecer esto! destacaban por una crudeza considerable, y siguen resultando escandalosos para muchos.
El mainstream: Seguramente fue
Mujeres al borde de un ataque de nervios, con
su tono de comedia sofisticada y su nominación al Oscar, la obra que
trasladó a Almodóvar de la marginalidad (buscada) al primer plano de la
industria. Pero, dado que el cineasta sigue manteniendo sus obsesiones
tan frescas como el primer día, sólo que ahora con formas más depuradas,
hay que preguntarse qué ha cambiado más: su cine, o una sociedad
española más difícil de soliviantar ahora que antes.
Gus Van Sant
El culto: Tanto
Mala noche (su debut largo) como
Mi Idaho privado y
Drugstore Cowboy convirtieron a Van Sant en el referente máximo del
New Queer Cinema, esa corriente cinematográfica de los 80 y 90 empeñada en recordarle a Hollywood que los gays también existen (y van al cine).
El mainstream: Aunque
El indomable Will Hunting confirmase su capacidad para rodar una
feel good movie muy oscarizable, y aunque
Mi nombre es Harvey Milk desplazase sus temas gays al terreno de los
biopics y de las películas 'convencionales', Van Sant sigue llevando a un subversivo en su interior. Véanse experimentos como
Gerry (con
Matt Damon y
Casey Affleck perdidos en el desierto),
Last Days y
Elephant. Ahora bien,
Descubriendo a Forrester o su
remake de
Psicosis siguen siendo dos salidas de tiesto poco perdonables.
Sam Raimi
El culto: Realizar
Posesión infernal no
sólo probó que este hombre de Michigan era capaz de realizar una gran
película con cuatro céntimos, sino que también le hizo entablar amistad
con los
hermanos Coen. Después,
Terroríficamente muertos y
El ejército de las tinieblas le
situaron en esa liga que arrebata a los cinéfilos más gamberros y a los
festivales de cine fantástico, mientras que la mayoría del público ni
se entera de que existe.
El mainstream: "Ya os hemos pillado", pensará ahora más de un lector. "Ahora nos vais a venir con que si
Spiderman rompió taquillas, y tal". Pues no, listos: el filme que convirtió a Raimi en un cineasta aceptable por los grandes estudios fue
Un plan sencillo, drama de 1998 donde demostraba que en su lenguaje había más recursos que las
steadycams despendoladas y la mandíbula de
Bruce Campbell. Por extraño que resulte, fue esa película la que le consiguió el puesto de director en las aventuras de
Peter Parker.
David Lynch
El culto: Sólo por sus chistes, ya sabíamos que
Mel Brooks es un hombre de coraje poco común. Pero es que, además, el comediante neoyorquino se atrevió a producir
El hombre elefante, salto
a la primera división del genio de Montana. No está nada mal, teniendo
en cuenta que, hasta entonces, Lynch sólo había firmado la muy radical
Cabeza borradora.
El mainstream: Las cosas como son: si Lynch
se ha ganado un lugar entre los directores de primera fila (esos cuyos
estrenos salen en los informativos de la
tele) es a fuerza de coraje, tesón y calidad pura y dura. Porque
Dune, la
película que debería haberle granjeado un puesto en el sistema de
estudios, resultó un batacazo enorme, y sus verdaderos éxitos se
debieron a proyectos tan raros, y tan personales, como
Terciopelo azul y la serie
Twin Peaks. Tan acostumbrados estamos a sus locuras que, cuando decidió contarnos
Una historia verdadera en 1999, muchos nos quedamos preguntándonos por qué la película parecía tan "normal".
David Cronenberg
El culto: Otra prueba de que Mel Brooks los tiene bien puestos: tras haber lanzado a la fama a David Lynch, su productora
Brooksfilms proporcionó al canadiense más morboso su proyecto de mayor envergadura hasta entonces,
La mosca. Antes de ese momento, y con la excepción de
La zona muerta, Cronenberg había entregado títulos como
Vinieron de dentro de... y
Videodrome, que le ganaron el mote de
"Dave el depravado".
El mainstream: Aunque durante los 80 y los 90 Cronenberg siguió revolucionando nuestras retinas
(eXistenZ, El almuerzo desnudo...) y aunque el premio en Cannes para
Crash resultó
en una controversia considerable, el director lleva ya bastantes años
instalado en una tierra de nadie. Porque películas como
Una historia de violencia, Spider y
Un método peligroso son lo bastante
normales como para que los
fans de su primera época sentencien que se ha vendido, pero también demasiado incómodas para un público generalista.
Penelope Spheeris
El culto: Si has leído nuestro especial sobre las mejores películas de rock, te sonará
The Decline of Western Civilization, la
trilogía documental en la que Spheeris pasaba revista a las formas más
estruendosas de música pop, a sus vicios y a sus cosas. ¿Y cómo se pasó
esta señora al
mainstream, si puede saberse?
El mainstream: La respuesta a la pregunta anterior está en
Mike Myers y
Dana Carvey haciendo
headbanging al ritmo de
Bohemian Rhapsody: la Spheeris fue escogida por el dúo de cómicos para dirigir
Wayne's World: ¡Qué desparrame! en 1992. Por desgracia, el resto de su carrera en los grandes presupuestos la sentenció a productos como
Rústicos en dinerolandia y
Experimento chiflado, acabando prácticamente con su originalidad.
George A. Romero
El culto: Con presupuestos espartanos y
distribuciones de risa (tanto que, al menos en un caso, el filme ha
pasado a dominio público), la trilogía de
La noche de los muertos vivientes, Zombi y
El día de los muertos logró recaudaciones astronómicas. Justo la clase de resultados que llevan a los ejecutivos a hacer fichajes...
El mainstream: Lamentamos decir que el patriarca zombie no ha tenido mucha suerte en el cine más generalista. Proyectos personales como
Los caballeros de la moto se estrellaron en taquilla, mientras que (salvo
Creepshow) sus filmes de terror para los grandes estudios han tenido resultados tirando a pobres. No nos extraña que, desde 2005 (con
La tierra de los muertos vivientes) Romero haya regresado con sus queridos cadáveres.
John Waters
El culto: Con lo bien que viste, y con lo majo que es, resulta difícil pensar que Waters filmó en su día barrabasadas como
Pink Flamingos, Cosa de hembras y
Vidas desesperadas, auténticos atentados contra la decencia, el buen gusto y los convencionalismos en el cine.
El mainstream: A partir de 1988, películas como
Hairspray (posteriormente convertida en musical con
John Travolta haciendo de señora gorda),
Cry Baby (con
Johnny Depp) y
Los asesinatos de mamá (con
Kathleen Turner en funciones de maruja
psychokiller) nos
probaron que Waters estaba dispuesto a contar con actores de más
relumbrón, y a suavizar un poco sus formas. Sin embargo, manifiestos del
gamberrismo como
Cecil B. Demente nos reafirman en nuestra creencia: junto con
Omar y
McNulty (The Wire), John es nuestro ciudadano favorito de Baltimore.