Dirigida por Kenny Ortega ('High School Musical') la nueva apuesta
de Disney Channel juntará a los hijos de los grandes villanos del
estudio... en un instituto. ¿Padece la casa del Ratón Mickey de una
adicción al 'crossover'? Por YAGO GARCÍA
¿Sabías que
Cruella de Vil, Jaffar (el visir malo de
Aladdin),
Maléfica y la madrastra de
Blancanieves y los siete enanitos tuvieron hijos? Nosotros tampoco: es más, la idea de un villano
Disney cambiando
pañales y envenenando manzanas a la vez nos resulta, como poco, difícil
de concebir. Ahora bien, supongamos que estos retoños están ahí, ya
hechos unos
teenagers. Y que tenemos que sacarles de
protagonistas en una película: ¿qué argumento les endosamos? Pues a
ver... Podemos hacer que todos vivan en el mismo reino, cuyos monarcas
son, para colmo,
Bella y un
Bestia ya
despojado de su pilosidad y sus colmillos. Por supuesto, se trata de
unos soberanos justos y benéficos, así que su actitud ante semejantes
semillas de maldad es de lo más
progre: en lugar de unir
"cabezas",
"murallas" y
"picas" en una misma frase, como haría
Tywin Lannister, el rey Bestia y la reina Bella deciden
mandar a los chavales al instituto. Un instituto entre cuyos alumnos se cuentan, para colmo, los hijos de
Mulan, Aurora (La bella durmiente), Rapunzel y otros héroes de la casa. ¿Qué tal os suena?
A estas alturas, el lector ya tiene que estar negando con la cabeza y pensando algo así como: "Estos de
CINEMANÍA
se están sobrando con nosotros otra vez". Pero sentimos decepcionarle,
porque el párrafo anterior no nace de nuestras mentes calenturientas,
sino de los titulares: esa será la premisa de
Descendants, el telefilme que
Disney Channel anuncia como su gran lanzamiento para 2015. Una producción de imagen real al frente de la cual estará nada menos que
Kenny Ortega, el responsable de la saga
High School Musical (bueno, y también coreógrafo de
Dirty Dancing). Aparte de lo ya dicho, sólo sabemos que el guión de
Josann McGibbon y
Sarah Parriott (Mujeres desesperadas, Novia a la fuga) será
"una comedia contemporánea de acción y aventuras" y que el transcurrir de sus aventuras llevará a los chavales protagonistas a
"cuestionar la maldad que siempre ha habitado en sus corazones". Al fin y al cabo, da a entender la última frase, esto sigue siendo Disney.
Entre su premisa y las declaraciones del director creativo
Gary Marsh, quien da a entender que
Descendants tendrá
una ambientación actual (nada de castillos tenebrosos, lo sentimos) lo
más fácil es sentenciar que esto huele a despropósito y que
Érase una vez ya hay una (y mucho es), pasando acto seguido a preguntarse si
Sils Maria tiene ya fecha de estreno en España. Pero quitémonos temporalmente las gafas de pasta, por favor: la luz verde a
Descendants nos ha llevado a plantearnos
si los mandamases de Disney se han vuelto majaras. O, mejor dicho, si están presentando síntomas de
una preocupante adicción al remix y al crossover.
Por una parte, es cierto que la casa de
Mickey Mouse y
sus cosas gozan ahora de una popularidad más inusitada que nunca, si
esto fuera posible: aparte de los datos de taquilla, y de la conversión
de las 'princesas Disney' en fetiche pop, con sus pertinentes
parodias,
deconstrucciones y
mutaciones, sólo hay que asomarse a
Tumblr para observar cómo su base de
fans se mantiene de lo más juvenil. Esta plataforma de
microblogging visual,
poblada en su mayor parte por menores de 30 años,
rebosa de páginas dedicadas a escudriñar los productos del estudio
desde todas las ópticas posibles. Y a estos usuarios, educados en una
era donde el
fan fiction y el
fan art combinan
personajes a voluntad sin preocuparse de licencias o derechos, una
fusión así no les resultará tan chocante como a los veteranos. Puede que
las apariciones de
Mickey, Donald y
Goofy en
La sirenita, o de Rapunzel y
Flynn (Enredados) en
Frozen fueran meros guiños o bromas entre animadores, pero un chaval o una chavala que se entretuvo en su infancia jugando al
Kingdom Hearts las ve, sin duda, de una forma muy distinta.
Los protagonistas de 'Enredados' se dejaron ver en una imagen de 'Frozen'.
Pero, más allá de la hipotética recepción de
The Descendants entre la muchachada, cabe otro análisis. Inevitable, además:
el comercial. Porque, si bien
John Lasseter acabó en su día con aquellas secuelas directas a dvd (algo que siempre le agradeceremos), no hace falta exponerse a la saga de
Campanilla o a las noticias sobre el inminente estreno de
Maléfica para
saber que Disney está encantada de saber que tiene un universo
referencial entre manos. "¿Universo referencial"? ¿De qué nos suena eso?
Pues, por lo pronto, a nosotros nos evoca dos conceptos: el
Universo Marvel y el
Universo Expandido de
Star Wars. Dos
ámbitos creativos que (casualidad, casualidad) también se hallan
actualmente en poder del estudio. Parece que el día en el que
Stan Lee y
Jack Kirby decidieron que
Spiderman podía charlar en una azotea con
Daredevil, y el momento en el que
George Lucas pensó
que lo de licenciar cómics y novelas no era mala idea, resultaron ser
como la mariposa del cuento: sus repercusiones han acabado causando un
huracán en uno de los estudios más poderosos de Hollywood.
Es más: los píngues beneficios obtenidos por las 'películas Marvel' (con
Los Vengadores como triunfo absoluto) podrían haber persuadido a Disney de que
el futuro está en las franquicias, cuanto más ramificadas mejor. De hecho, una de las primeras decisiones tendentes a dinamizar el estancado universo
Star Wars ha sido la de encargar, no sólo más series televisivas, sino también
spin offs en pantalla grande
como el que dirigirá Gareth Edwards (Monsters, Godzilla).
En principio, nada que objetar: como prueban las mejores épocas de
Marvel en las viñetas, esta clase de quimeras pueden llevarnos al
intercambio de ideas entre creadores, al estímulo y la sorpresa para los
fans y al regodeo en esas combinaciones inesperadas que acaban funcionando de rechupete. Pero, claro, siempre hay un "pero".
Y, en este caso, el "pero" es doble:
la tendencia de estas maniobras comerciales a la inanidad y el hastío es inevitable con el tiempo.
Por no recordar que, en lugar de sobre el papel, el juego combinatorio
tiene aquí lugar en un plató poblado por seres humanos (actores,
directores, guionistas... ya sabes) que, a la larga, tal vez deseen
cambiar de aires y emprender proyectos nuevos. Por otra parte, y aquí
llega la segunda objeción,
la presión unificadora por parte del estudio tiene un reverso tenebroso muy considerable: que se lo pregunten a Edgar Wright, fugado de
Ant-Man tras negarse a tragar con una reescritura de guión impuesta 'desde arriba'. O a ese
Joss Whedon que esgrimía un
cornetto como
gesto de solidaridad hacia su colega, y que podría (se dice) estar
perdiendo la paciencia a base de roces con los ejecutivos de turno.
En todo caso, los personajes Disney vienen de un mundo mucho menos
autoral (si no eres muy aficionado a la animación, te costará recordar
el nombre de un director asociado al estudio) y controlado de forma
mucho más férrea, si ello es posible, que el de los superhéroes. Además,
la propiedad de los personajes está registrada a nombre del estudio, el
cual puede hacer con ellos lo que le dé la realísima gana. Sólo cabe
preguntarse si, a fuerza de exprimir este modelo de negocio, la compañía
de 'tío Walt' estará a punto de repetir un cuento muy vigente y que,
paradojas de la vida, nunca ha sido llevado a la pantalla:
el de la gallina de los huevos de oro. O mucho nos equivocamos, o el estreno de
Descendants será una buena forma de predecirlo.