La actriz Mila Kunis es una de las candidatas que vienen sonando fuerte
para el papel de Anastasia Steele en la película que Focus Features
prepara de 'Fifty Shades of Grey', primera entrega de una trilogía literaria escrita por E.L. James que en España se ha publicado con el título de 'Cincuenta sombras de Grey' y que continúa con 'Cincuenta sombras más oscuras' y 'Cincuenta sombras liberadas'.
Kunis no vaciló cuando fue preguntada desde el medio "extra" sobre esta
posibilidad, dando a entender que para nada le importaría dar vida al
personaje (tienen el vídeo entrevista tras el salto).
Esta obra narra la romántica, sensual, erótica y totalmente adictiva
historia de la apasionada relación entre una estudiante universitaria y
un joven multimillonario. Cuando la estudiante de Literatura Anastasia
Steele recibe el encargo de entrevistar al exitoso y joven empresario
Christian Grey, queda impresionada al encontrarse ante un hombre
atractivo, seductor y también muy intimidante. La inexperta e inocente
Ana intenta olvidarle, pero pronto comprende cuánto le desea. Cuando la
pareja por fin inicia una apasionada relación, Ana se sorprende por las
peculiares prácticas eróticas de Grey, al tiempo que descubre los
límites de sus propios y más oscuros deseos...
En breve veremos a la actriz en la película 'Oz. Un mundo de fantasía', precuela del clásico film de 1939 dirigida por Sam Raimi que llegará a los cines el próximo 8 de marzo.
Johnny Depp se pirra por las muñecas Barbie, Susan Sarandon es una
fanática del ping pong y Mila Kunis está enganchada a 'World of
Warcraft'. Y esos son sólo unos ejemplos... Por YAGO GARCÍA
¡Qué grande es ser una estrella de cine! Y no lo decimos
sólo por la fama, por las facilidades para ligar o por la capacidad (en
algunos casos) de dedicar tu vida al arte. Lo decimos más bien porque,
como todos sabemos, los actores famosos ganan dinero a espuertas. Y eso,
además de la ventaja obvia de poder darte la vida padre en todo momento
y lugar, te permite gastarte todo lo que quieras en tus hobbies y aficiones. Con el añadido de que, en lugar de reírse en tu cara y llamarte friki,
como ocurriría si fueses un don nadie, el público en general
considerará tus pasatiempos como una divertida excentricidad e incluso
te envidiará un poco. Ese es el caso de todos estos figurones de la
pantalla, que matan el tiempo entre rodaje y rodaje entregándose a
diversiones, cuanto menos, inesperadas.
Johnny Depp y las muñecas Barbie
Seguramente será una sorpresa, pero el intérprete de Ed Wood y Jack Sparrow tiene un punto en común con el señor Smithers de Los Simpsons: su amor por las muñecas rubias de Mattel. Según confiesa, Depp se inició en la barbiemanía comprando
juguetes para sus hijos, y ahora posee una colección en la que figuran
varios cotizados (y codiciados) modelos de coleccionista como los
realizados a imagen y semejanza de Britney Spears y Elvis Presley.
Kristen Stewart y el malabarismo
¿Por qué besó Robert Pattinson a su compañera de Crepúsculo, y entonces pareja sentimental, en los MTV Movie Awards de 2010? Según explicó la actriz, porque Pattinson le dio a elegir entre protagonizar un morreo público o hacer una exhibición de su maestría con los juegos malabares, que por lo visto es mucha. "Robert casi me convence de que saliera con unas bolas y las hiciera girar en el aire mientras movía un hula-hop", explicó Kristen, "pero yo estaba demasiado nerviosa". En el vídeo puedes verla haciendo una demostración de sus actividades, aunque la verdad estas no parecen gran cosa...
Tom Hanks y las máquinas de escribir
"Tengo más de 200 máquinas de escribir antiguas", proclamó orgulloso el intérprete de Forrest Gump el
año pasado, antes de precisar que todas ellas están en perfecto estado y
que él mismo las restaura. Hanks no sólo tiene la costumbre de llevarse
algunas de sus joyas con teclado (como una Corona de 1934 que le regalaron unos fans)
a sus rodajes y a sus viajes promocionales, sino que también redacta
con ellas su correspondencia profesional, y en el papel con membrete de
su productora Playtone figura el lema: "Cine, televisión, música y máquinas de escribir". Eso es pasión, desde luego.
Stanley Tucci y la cocina
El actor de El diablo viste de Prada y Los juegos del hambre, al que próximamente veremos en Jack el cazagigantes, no sólo es un cocinillas bastante competente, especializado en recetas italianas. También es el autor de un exitoso recetario (The Tucci Cookbook) en
el que rescataba viejas recetas de Calabria, la región natal de su
familia, dotándolas con un toque moderno. Además de este talento, que le
equipara con Danny Kaye, Vincent Price y otros chefs ilustres
de Hollywood, Tucci también ha hecho sus pinitos en la hostelería, como
copropietario de un restaurante en Nueva Jersey.
Angelina Jolie y los cuchillos
Tratándose de la mujer que fue Lara Croft y la Señora Smith, esta afición resulta casi esperable. Pero, pese a ello, impresiona saber que la señora de Brad Pitt atesora una colección bastante extensa de dagas antiguas. "Mi madre me animó a comprar la primera cuando tenía 11 o 12 años, y yo les he comprado algunas a mis hijos",
comenta Angelina antes de precisar que guarda las armas en vitrinas
cerradas con llave, para que los críos no se lastimen. Menos mal...
James Stewart, Henry Fonda y el aeromodelismo
Hacemos un interludio clásico entre tanta modernidad para hablar de
una de las amistades más raras de Hollywood. Porque, durante décadas, el
muy derechista Stewart y el muy izquierdista Fonda se citaron
semanalmente en la casa del segundo para montar maquetas de aviones. "Pasaban
horas encerrados, sin mirarse a los ojos y en completo silencio, porque
si hablaban salía el tema de la política y la pelea estaba asegurada", comentó Jane Fonda (hija de Peter) tras la muerte de Stewart en 1997. Señalemos que el protagonista de Vértigo y La ventana indiscreta conocía
bien el mundo de la aeronáutica: en la II Guerra Mundial se había
distinguido como piloto militar, recibiendo varias condecoraciones.
Susan Sarandon y el tenis de mesa
Aunque (según confesión propia) la ex de Tim Robbins sea una absoluta nulidad en las cosas del ping pong, se
entrega a este deporte con la dedicación de un atleta chino durante los
años de Mao Tse Tung. Y no sólo eso, sino que también lo ha convertido
en un negocio: es la propietaria de un club en Nueva York, llamado SPiN, en el que se han celebrado encuentros de gran importancia y entre cuyos socios están George Clooney y Jamie Foxx. Además, en 2010 expresó su deseo de producir un reality show basado en su afición.
Mila Kunis y los videojuegos 'online'
Lector, ¿tienes abierta una cuenta en World Of Warcraft? Pues mucho ojo, porque alguno de tus compañeros de guild podría ser la coprotagonista de Cisne negro. Según comenta ella misma, la Kunis ha pasado épocas extremadamente enganchada al programa multijugador de Blizzard Entertainment, pero
no te hagas ilusiones: la actriz comenta que no le gusta interactuar
con sus compañeros jugadores (salvo con aquellos a los que conoce
personalmente, o con quienes ya jugaba antes de hacerse famosa) y que,
cuando alguien la reconoce, se desconecta inmediatamente.
David Arquette y el punto de cruz
Tras superar en 2011 un severo alcoholismo, el hermano de Rosanna y ex marido de Courteney Cox halló
la paz espiritual en una afición propia de reyes y aristócratas. No nos
referimos a la caza o la cría de caballos, sino a la costura, más
concretamente al punto de cruz: David se acabó aficionando tanto a las
cosas del "uno al derecho, otro al revés" que acabó fundando su propia
firma de moda (junto al músico Ben Harper) y que
realiza habitualmente regalos para sus familiares y amigos, incluyendo
una bufanda para Courteney. ¿Habrá tejido ya el tradicional tapete para
poner encima del televisor?
James Mason y los gatos
Dedicamos nuestro último apartado a otro actor ya difunto de carrera ilustrísima. Porque, aunque no es nada raro que las estrellas de Hollywood pongan un felino (o varios) en sus vidas, es menos frecuente que acaben escribiendo un libro sobre el asunto. Tal fue el caso del protagonista de Lolita, quien firmó junto a su esposa Pamela Mason un volumen titulado Los gatos de nuestra vida, ilustrado por él mismo. Señalemos, además, que Mason compartía con Stanley Kubrick esta gatofilia extrema. ¿Hablarían de ello en las pausas de rodaje?
Nos metemos con John McClane en el edificio Nakatomi para recordar
los orígenes de un franquicia que se resiste a terminar. Por JAVIER
SÁNCHEZ NAGORE
John McClane visita nuestras pantallas estos días por quinta vez y los nostálgicos de Jungla de cristal repetimos, como cada ciertos años, nuestro mantra: Las mejores son la uno y la tres, sobre todo la uno. Y es que la primera aventura de nuestro héroe, todavía con pelo y a las órdenes de John McTiernan
es un referente para los amantes del cine de acción que todavía no ha
conseguido ser superado, por muchos nuevos secundarios, villanos y
efectos especiales que se le quieran ir añadiendo a la saga. Hoy
volvemos la mirada atrás hacia ese encanto ochentero del Nakatomi Plaza, de Hans Gruber, de Reginald VelJohnson y cómo no, de John McClane.
Los tres alemanes
En la versión original de Jungla de cristal
que se estrenó en los cines, los terroristas hablan un alemán lleno de
errores gramaticales, utilizando en ocasiones frases sin demasiado
sentido. Tanto es así, que en la versión alemana de la película, Hans
Gruber y sus esbirros eran simplemente europeos. Este error
fue subsanado en ediciones posteriores de la película para el consumo
doméstico, doblando por encima las voces de todos los terroristas,
excepto la de Hans. Sólo dos de los terroristas son realmente de origen alemán, aunque hay un tercer alemán en el reparto: Bruce Willis, nacido en Idar-Oberstein en 1955.
Nakatomi Plaza, un rascacielos fotogénico
Además de John McClane y Hans Gruber, el tercer protagonista de la cinta es el propio edificio en sí. El Nakatomi Plaza, sede de la empresa del mismo nombre en la ficción, realmente es el Fox Plaza, propiedad de la Twentieth Century Fox.
El rascacielos, terminado un año antes del rodaje de la película, ha
servido de escenario para otros films. Lo podemos ver en la primera
escena de Speed, a lo largo de toda Cabezas huecas (el estudio de radio que asaltan Brendan Fraser y su banda se encuentra en la misma plaza) e incluso durante unos breves instantes al final de El club de la lucha (parte izquierda de la pantalla, el segundo en hacer explosión).
¿Qué significa yippee ki yay?
Así como James Bond tiene que tomar un Martini con Vodka en todas sus películas, John McClane tiene que soltar su Yippee ki yay, hijo de puta
cada vez que liquida al malo de la entrega en cuestión. Existe mucho
debate entre los fans sobre cuál es el verdadero significado de la
expresión, llegando a leerse teorías como la que afirma que es una traducción de cómete eso en urdu (lengua de Pakistán). La interpretación con más sentido, sin embargo, es la que relaciona el Yippee ki yay con el argot de los vaqueros, una especie de grito de júbilo del far west.
Esto sí encaja con la primera vez en que John McClane utiliza la
expresión, poco después de que Hans le acuse de haber visto demasiadas
películas de vaqueros.
Cuando Bruce Willis se cruzó con La Voz
Jungla de cristal está basada en la novela de Roderick Thorp Nada dura para siempre (Nothing lasts forever), que a su vez era la segunda parte de otra novela, El detective. Este primer libro fue llevado al cine en 1968 en una película que protagonizó Frank Sinatra, y por este motivo se le ofreció al propio Sinatra protagonizar Jungla de cristal. Toda vez que La Voz tenía 73 años
por aquel entonces y no parecía lógico convertirle en héroe de acción,
fue Bruce Willis quien acabó interpretando a McClane. Willis no había
trabajado mucho para la gran pantalla en 1988, pero sí que podía
presumir de haber aparecido por primera vez en escena en 1980, en la
película El primer pecado mortal. Un pequeño cameo en el que tiene el honor de cruzarse con... Frank Sinatra..
¿Bruce Willis como héroe de acción? ¡Venga hombre!
Bruce Willis, que para 1988 sólo había protagonizado la película Cita a ciegas, así como cinco temporadas de Luz de luna,
no parecía el actor más indicado para convertirse en el héroe que
Jungla de cristal requería (un poco más que Sinatra sí, pero seguía
siendo un actor de comedia). Tanto fue así, que la opción Willis sólo
surgió después de que otros cinco actores rechazaran el papel. A saber,
y por este orden: Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stallone, Burt Reynolds, Richard Gere, Harrison Ford y Mel Gibson. Cuesta imaginar a Gobernator arrastrándose por los conductos de ventilación del Nakatomi Plaza, casi tanto como a Bruce Willis haciendo de Terminator.
John Bolsón, un hobbit en Nakatomi
John McClane se descalza poco después de llegar a Los Ángeles, y por avatares del destino, pasa el resto de la película descalzo (los terroristas que mata tienen pie de chica),
lo cual resulta muy engorroso cuando se vive a limpio tiroteo en un
edificio en obras. Para las escenas en que Bruce Willis debía correr
sobre cristales rotos, se le diseñaron unas botas de goma con aspecto
de pie, al más puro estilo Frodo Bolsón (con menos pelo). Los más geeks podrán ver, cámara lenta o pause mediante, que en estas secuencias, McClane tiene los pies más grandes de lo habitual.
Mirad, es Carl Winslow, ¡tiradle Twinkies!
Reginald VelJohnson
aparece en las dos primeras entregas de Jungla de cristal como
compinche y confidente accidental de John McClane, y aunque se granjeó
cierta fama con el papel, en España se le recuerda más por dar la
réplica a Steve Urkel en la serie Cosas de casa. En su primera aparición en la película que hoy nos ocupa, nos encontramos a Al Powell (VelJohnson) comprando una respetable cantidad de Twinkies (un
bollo relleno de crema, popular en Estados Unidos), y más tarde vemos
cómo su coche, después de accidentarse, está lleno de ellos por todas
partes. Tanta fama de zampabollos se ganó VelJohnson en la época, que,
como reconoció posteriormente, la gente le arrojaba Twinkies por la calle, o se los introducía por la ventanilla del coche si le veían pasar.
John McClane en la Mansión Playboy
En Jungla de cristal podemos ver dos apariciones estelares, con escasa relevancia y menos ropa, de dos de las chicas de Playboy de la época. La primera es Kym Malin,
playmate de mayo de 1982, pillada in fraganti por los terroristas
durante la fiesta, poniéndose cómoda en una de las habitaciones del
Nakatomi Plaza, y la segunda es Pamela Stein, playmate
de noviembre de 1987. Haciendo un juego de palabras malo (especialidad
de la casa), podría decirse que Stein sí tiene un papel en la película,
ya que aparece en el poster que McClane utiliza de referencia cuando
investiga los pasillos del rascacielos. Algún operario la puso allí.
Lo que pasa en Pearl Harbor queda en Pearl Harbor
James Shigeta interpreta al Señor Takagi,
máximo responsable de la compañía Nakatomi y primer objetivo de los
terroristas liderados por Hans Gruber para acceder a la caja fuerte.
Antes de que comiencen las hostilidades, Takagi bromea con McClane,
recién llegado a la fiesta, sobre la invasión de Estados Unidos por
parte de Japón: Lo de Pearl Harbor salió mal, así que lo intentamos con la tecnología.
Y tanto que salió mal. Tal vez Shigeta lo dijera con información de
primera mano, ya que una década antes de aparecer en Jungla de cristal,
había encarnado al Almirante Chuichi Nagumo en Midway, película que recrea la derrota de la flota japonesa en el Pacífico en 1942.
A la de una, a la de dos...
Una de las escenas más memorables de la película es la caída a
cámara lenta de Hans Gruber desde la ventana del rascacielos. Para
rodar esta escena se dejó caer a Alan Rickman a una
colchoneta desde una altura aproximada de siete metros, y para darle
mayor realismo a la cara de susto del actor, el encargado de stunts que le sujetaba le jugó una mala pasada: Dijo que contaría hasta tres, pero no llegó tan lejos.
Ha ganado casi todo lo 'ganable' de la temporada 2012-13, pero ni la
frialdad de Haneke ni la respetabilidad de sus protagonistas amedrentan
nuestras pegas. Por DANIEL DE PARTEARROYO
Dentro del serial que CINEMANÍA está dedicando a despotricar de las 9 candidatas a los Oscar 2013 y dar razones por las que no merecen llevarse el máximo galardón de la Academia de Hollywood ha llegado el momento de ponerse serios. Con sus más y sus menos, Los miserables,Django desencadenadoy La vida de Pipodían ser rivales potentes, aunque asumibles. ¿Pero cómo arremeter contra Amor,una película que desde su estreno en el Festival de Cannes de 2012 lleva acumuladas una Palma de Oro,los cuatro máximos galardones de la Academia de Cine Europeo (EFA),dos Bafta,un Globo de Oro
e innumerables premios de asociaciones de críticos de Londres, Nueva
York, Washington, Chicago, Boston, Los Ángeles, etc.? Pues, haciendo que
el pulso nos tiemble tan poco como a su autor, Michael Haneke, nos lanzamos al ring dispuestos a demostrar que aquí ni la tercera edad se libra de recibir una buena sartenada de golpes.
1. Haneke domesticado
A sus 70 años, el austríaco Michael Haneke es
considerado uno de los cineastas más importantes de las últimas décadas y
figura imprescindible en la historia del séptimo arte. Ok. No hay duda.
La compacta coherencia y la firme contundencia de su obra para cine,
teatro y televisión demuestran que se ha ganado el estatus a pulso. Sin
embargo, si le echamos un vistazo a su filmografía, veremos que el
camino que va desde la brutal El séptimo continente (1989) hasta Amor (2012)
es el de un sutil aunque progresivo apaciguamiento. Los más críticos
con quien fuera el gran azote de la burguesía progresista europea (ahí
está Código desconocido, por ejemplo) dirán
que la inscripción de Haneke en el canon académico (y comercial,
subdivisión industria intelectual) es una claudicación en toda regla del
antiguo enfant terrible; los más benévolos, que la aceptación y
etiquetado de su discurso, no obstante, no se ha visto acompañada por
el limado de su rigidez formal o exigencia ante el espectador. Sin
embargo, el mero hecho de que a día de hoy el cineasta acuda a unos
premios como los Oscar con la seguridad de ser un máximo favorito (al
menos en la categoría de lengua no inglesa), cuando la Academia de
Hollywood no es que haya vivido una revolución precisamente, nos puede
indicar en qué lado de la balanza es más probable señalar el cambio... a
peor. 2. Espejismos de calidad
Igual que Hollywood es conocido por sus refritos, hallazgo exprimidos
hasta la náusea y sumisiones ante la moda imperante en cada momento, el
circuito del cine autoral de festivales no se libra de demostrar la
misma facilidad a la hora de seguir tendencias y propagar temas o
determinadas formas de narrar. Así, el habitual dispositivo formal de Haneke, utilizado en Amor con
su propensión hacia los planos fijos, de larga duración, inexistencia
de música extradiegética, imágenes de interiores y el trío temático de
ases devastadores vejez-enfermedad-muerte son hoy en día marcas de
tendencia del cine de qualité europeo, donde el
distanciamiento, lo despojado y la desnudez formal cierran al alza.
Terrenos en los que el cineasta austríaco es una figura ilustre,
intosible... y predecible. Tanto es así, que palabras como "frío", "quirúrgico" o "bisturí" se
han convertido en irrespirables lugares comunes de prácticamente
cualquier crítica, texto o comentario sobre sus películas. ¿Reflexiones
sobre si esas son las herramientas más adecuadas o su relevancia para
abordar la historia de Amor? Muchas menos. Parece que el cine de Haneke se recibe y digiere de forma automática. 3. La muerte os sienta tan bien
Amor es ya la película de Haneke más taquillera en EE UU (sí, por delante del remake directo de Funny Games en inglés o de la anterior La cinta blanca). No es que el cineasta austríaco se haya convertido de la noche a la mañana en un rompe-taquillas, pero es cierto que, pese al malrollismo evidente
de consagrar una película a la lenta degeneración y muerte de uno de
tus protagonistas, detrás de las inevitables lágrimas queda el sabor de
una delicada historia de amor, que al final es lo que siempre ha
reconfortado al grueso del público en sus butacas. Y es que, dado su
gran implicación emocional, las aproximaciones descarnadas al declive
moribundo suelen hacer fortuna entre los académicos para dar relumbrón
serio a la gala, como sucedió en 1974 con Gritos y susurros, de Ingmar Bergman. La
película del cineasta sueco obtuvo cinco nominaciones (incluidas Mejor
película, Mejor dirección y Mejor guión), pero sólo se llevó la
estatuilla de Mejor fotografía para Sven Nykvist. ¿Realmente se merece más laureles el filme de Haneke? Sobre todo teniendo en cuenta que otras visiones todavía más subyugantes y profundas de la muerte como La gueule ouverte (Maurice Pialat, 1974) ni existen para la galaxia Oscar, o que la islandesa Volcano (Rúnar Rúnarsson, 2011), con la que Amor comparte
más de una y dos similitudes formales y argumentales, ni siquiera pasó
en su día el corte para la categoría de lengua no inglesa. ¿Por qué
ahora sí? 4. ¡Pobre Trintignant!
Cuando la Academia quiere demostrar que va a tope con una nominada,
no duda en reconocer a cuantos más miembros del reparto mejor (hola, El lado bueno de las cosas). De ahí que la nominación de Emmanuelle Riva sea uno de los factores determinantes para demostrar el cariño que la Academia le tiene a Amor. Lo que nos lleva a preguntarnos por qué el pobre Jean-Louis Trintignant no ha corrido la misma suerte. No es por quitarle meritos a la gran actriz, protagonista de Hiroshima, mon amour, pero
la interpretación de quien hace su marido, enfrentado al declive sin
remisión de su compañera, quizás se habría merecido el reconocimiento de
una nominación. Su ausencia nos hace pensar que el apoyo a la película
sea más de boquilla que con intención de colmarla de premios. 5. Mundo viejuno
¿Cómo es posible que la película de Haneke, con su envoltorio arisco, hieratismo formal y tema decididamente bajonero haya
conseguido tan tremendo reconocimiento entre los miembros de la
Academia? Bueno, quizás porque, si nos paramos a reflexionar, la
historia de amor entre dos ancianitos parisinos perfectamente adorables,
cultos, de vida acomodada e inquietudes culturales puede parecer
perfecta para apelar al grueso de los académicos, cuya edad media son 62 años. Es probable que esos señores mayores, blancos y heterosexuales se sientan más identificados con la temática de Amor que con la de Moonrise Kingdom,por
ejemplo. ¿Pero esta no es una desviación por edad demasiado acusada? No
parece que andar premiando películas sobre y con la tercera edad sea
una estrategia muy favorecedora para una institución que cada año lucha a
marchas forzadas por modernizarse mínimamente con el fin de atraer
audiencias jóvenes que pasan olímpicamente del tinglado. Quizás si
Haneke volviese a hacer algo como El vídeo de Benny pero con Twitter...
Los topicazos de los pósters de cine vuelven a la carga. Ni siquiera
Pixar se libra de estos tres (sí, sólo tres) lugares comunes que se
repiten como el ajo digital en 3D. Por CINEMANÍA
Primero, la cosa comenzó con un acercamiento general: según el diseñador Christophe Courtois, todos los carteles de cine podían ser analizados mediante una lista de 13 topicazosque se repetían hasta la náusea. Un análisis que levantó ampollas, y que suscitó parodias brillantes. Después, llegó el momento de centrarse en géneros más concretos, como por ejemplo las comedias románticas, gracias a College Humor. Y ahora, siguiendo ese ejemplo, Sleepyskunk(vía Slashfilm) nos facilita un dato todavía más desolador: sólo hay tres formas posibles de diseñar el cartel de una película animada para niños. ¿A qué puede deberse esta falta de ideas, de la cual no se libra ni Pixar? Pues,
probablemente, a que incluso los creativos publicitarios más punteros
cumplen ya cierta edad, con lo cual se ven un poco cortos de recursos a
la hora de persuadir a un público potencial que, con un cuarto de su
edad, ya se lo sabe todo sobre redes sociales y márketing online. Aquí tenéis estas tipologías.
1 - La maratón popular
¿Cómo hacerlo? Está claro que, lo que es a los
niños, les encanta la acción y el dinamismo, posible causa de que
algunos de ellos se conviertan en fans de La jungla de cristal cuando
crecen. Por ello, para convencer a los chavales (y, a veces, también a
sus papás) de que no van a aburrirse en la butaca, ponemos a los
personajes del filme a correr como locos mirando a cámara... ¡Y listo!
Como podemos ver, este estilo es especialmente querido por Dreamworks, pero los diseñadores de Pixar también han cedido a sus encantos. Culpables: Toy Story 3, ¡Rompe Ralph!, Shrek, Planet 51...
2 - El simbolito de la victoria
¿Cómo hacerlo? Será por influencia del animé japonés
(como nos recuerda el encabezado, en tierras asiáticas este signo
significa "paz") o porque las mentalidades de algunos creativos se
quedaron ancladas en los 90 (¿o era en los 60?), hacer que el encantador
monigote digital de turno nos muestre el índice y el corazón con gesto
sonriente también priva para esta clase de pósters. Sobre todo si la
película en cuestión es la segunda parte de un serial (dos dedos, parte
dos... ¿lo pillas?). Ojo: si quieres hacer este gesto en un país
anglosajón, procura mostrarle a tu interlocutor la palma de la mano en
lugar del dorso. De no ser así, estarás haciendo el equivalente british a nuestra entrañable higa. Culpables: Toy Story 2, Scooby Doo 2, Alvin y las ardillas 2...
3 - Alzando la ceja
¿Cómo hacerlo? El mundo del márketing generalista
nos ha dado demasiadas (y atroces) pruebas de un hecho cierto: para
convencer al público más joven de que consuma un producto, los
publicitarios quieren persuadirle de que el producto en cuestión se
acerca a él de forma desenfadada, casual, cómplice... Como ese
catequista que te llamaba "colegui" preparándote para la comunión, vamos. Y, como suele pasar, hace falta un carisma de acero (el de Jessie la
vaquera, por ejemplo) para que dicho acercamiento no acabe provocando
copiosas dosis de vergüenza ajena, tanto en los niños como en los
adultos.