martes, 19 de febrero de 2013

Por qué 'Amor' no debería ganar el Oscar


Ha ganado casi todo lo 'ganable' de la temporada 2012-13, pero ni la frialdad de Haneke ni la respetabilidad de sus protagonistas amedrentan nuestras pegas. Por DANIEL DE PARTEARROYO

por que amor no deberia ganar el oscar

Dentro del serial que CINEMANÍA está dedicando a despotricar de las 9 candidatas a los Oscar 2013 y dar razones por las que no merecen llevarse el máximo galardón de la Academia de Hollywood ha llegado el momento de ponerse serios. Con sus más y sus menos, Los miserables, Django desencadenado y La vida de Pi podían ser rivales potentes, aunque asumibles. ¿Pero cómo arremeter contra Amor,  una película que desde su estreno en el Festival de Cannes de 2012 lleva acumuladas una Palma de Oro, los cuatro máximos galardones de la Academia de Cine Europeo (EFA), dos Bafta, un Globo de Oro e innumerables premios de asociaciones de críticos de Londres, Nueva York, Washington, Chicago, Boston, Los Ángeles, etc.? Pues, haciendo que el pulso nos tiemble tan poco como a su autor, Michael Haneke, nos lanzamos al ring dispuestos a demostrar que aquí ni la tercera edad se libra de recibir una buena sartenada de golpes.

1. Haneke domesticado
Amour
A sus 70 años, el austríaco Michael Haneke es considerado uno de los cineastas más importantes de las últimas décadas y figura imprescindible en la historia del séptimo arte. Ok. No hay duda. La compacta coherencia y la firme contundencia de su obra para cine, teatro y televisión demuestran que se ha ganado el estatus a pulso. Sin embargo, si le echamos un vistazo a su filmografía, veremos que el camino que va desde la brutal El séptimo continente (1989) hasta Amor (2012) es el de un sutil aunque progresivo apaciguamiento. Los más críticos con quien fuera el gran azote de la burguesía progresista europea (ahí está Código desconocido, por ejemplo) dirán que la inscripción de Haneke en el canon académico (y comercial, subdivisión industria intelectual) es una claudicación en toda regla del antiguo enfant terrible; los más benévolos, que la aceptación y etiquetado de su discurso, no obstante, no se ha visto acompañada por el limado de su rigidez formal o exigencia ante el espectador. Sin embargo, el mero hecho de que a día de hoy el cineasta acuda a unos premios como los Oscar con la seguridad de ser un máximo favorito (al menos en la categoría de lengua no inglesa), cuando la Academia de Hollywood no es que haya vivido una revolución precisamente, nos puede indicar en qué lado de la balanza es más probable señalar el cambio... a peor.     
2. Espejismos de calidad
Amour
Igual que Hollywood es conocido por sus refritos, hallazgo exprimidos hasta la náusea y sumisiones ante la moda imperante en cada momento, el circuito del cine autoral de festivales no se libra de demostrar la misma facilidad a la hora de seguir tendencias y propagar temas o determinadas formas de narrar. Así, el habitual dispositivo formal de Haneke, utilizado en Amor con su propensión hacia los planos fijos, de larga duración, inexistencia de música extradiegética, imágenes de interiores y el trío temático de ases devastadores vejez-enfermedad-muerte son hoy en día marcas de tendencia del cine de qualité europeo, donde el distanciamiento, lo despojado y la desnudez formal cierran al alza. Terrenos en los que el cineasta austríaco es una figura ilustre, intosible... y predecible. Tanto es así, que palabras como "frío", "quirúrgico" o "bisturí" se han convertido en irrespirables lugares comunes de prácticamente cualquier crítica, texto o comentario sobre sus películas. ¿Reflexiones sobre si esas son las herramientas más adecuadas o su relevancia para abordar la historia de Amor? Muchas menos. Parece que el cine de Haneke se recibe y digiere de forma automática.
3. La muerte os sienta tan bien
Amor
Amor es ya la película de Haneke más taquillera en EE UU (sí, por delante del remake directo de Funny Games en inglés o de la anterior La cinta blanca). No es que el cineasta austríaco se haya convertido de la noche a la mañana en un rompe-taquillas, pero es cierto que, pese al malrollismo evidente de consagrar una película a la lenta degeneración y muerte de uno de tus protagonistas, detrás de las inevitables lágrimas queda el sabor de una delicada historia de amor, que al final es lo que siempre ha reconfortado al grueso del público en sus butacas. Y es que, dado su gran implicación emocional, las aproximaciones descarnadas al declive moribundo suelen hacer fortuna entre los académicos para dar relumbrón serio a la gala, como sucedió en 1974 con Gritos y susurros, de Ingmar Bergman. La película del cineasta sueco obtuvo cinco nominaciones (incluidas Mejor película, Mejor dirección y Mejor guión), pero sólo se llevó la estatuilla de Mejor fotografía para Sven Nykvist. ¿Realmente se merece más laureles el filme de Haneke? Sobre todo teniendo en cuenta que otras visiones todavía más subyugantes y profundas de la muerte como La gueule ouverte (Maurice Pialat, 1974) ni existen para la galaxia Oscar, o que la islandesa Volcano (Rúnar Rúnarsson, 2011), con la que Amor comparte más de una y dos similitudes formales y argumentales, ni siquiera pasó en su día el corte para la categoría de lengua no inglesa. ¿Por qué ahora sí?
4. ¡Pobre Trintignant!
Amour
Cuando la Academia quiere demostrar que va a tope con una nominada, no duda en reconocer a cuantos más miembros del reparto mejor (hola, El lado bueno de las cosas). De ahí que la nominación de Emmanuelle Riva sea uno de los factores determinantes para demostrar el cariño que la Academia le tiene a Amor. Lo que nos lleva a preguntarnos por qué el pobre Jean-Louis Trintignant no ha corrido la misma suerte. No es por quitarle meritos a la gran actriz, protagonista de Hiroshima, mon amour, pero la interpretación de quien hace su marido, enfrentado al declive sin remisión de su compañera, quizás se habría merecido el reconocimiento de una nominación. Su ausencia nos hace pensar que el apoyo a la película sea más de boquilla que con intención de colmarla de premios.
5. Mundo viejuno
Amour
¿Cómo es posible que la película de Haneke, con su envoltorio arisco, hieratismo formal y tema decididamente bajonero haya conseguido tan tremendo reconocimiento entre los miembros de la Academia? Bueno, quizás porque, si nos paramos a reflexionar, la historia de amor entre dos ancianitos parisinos perfectamente adorables, cultos, de vida acomodada e inquietudes culturales puede parecer perfecta para apelar al grueso de los académicos, cuya edad media son 62 años. Es probable que esos señores mayores, blancos y heterosexuales se sientan más identificados con la temática de Amor que con la de Moonrise Kingdom, por ejemplo. ¿Pero esta no es una desviación por edad demasiado acusada? No parece que andar premiando películas sobre y con la tercera edad sea una estrategia muy favorecedora para una institución que cada año lucha a marchas forzadas por modernizarse mínimamente con el fin de atraer audiencias jóvenes que pasan olímpicamente del tinglado. Quizás si Haneke volviese a hacer algo como El vídeo de Benny pero con Twitter... 

Via:Cinemania

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