Tina Fey y Amy Poehler, presentadoras casi invisibles en una ceremonia que repartió sus premios sin una ganadora clara. Lo mejor: el encuentro entre Schwarzenegger, Stallone... Y Michael Haneke, ganador del premio a la película extranjera. Por YAGO GARCÍA
Por lo pronto, esa alfombra roja rodeada de fans que se desgañitaban nos deparó visiones tan interesantes como la de una Anne Hathaway guapísima, blanquísima, pelicorta y etérea, a la que perseguían los rumores sobre un posible embarazo. Eso por no hablar de una Amy Adams (The Master) cuya clase, saber estar y olímpico escote eran razones más que suficientes para aprenderse la diferencia entre el rosa palo y el rosa roto. Todo lo contrario que una Lucy Liu víctima del ya conocido "síndrome de las cortinas de cretona".
Por lo que toca a los chicos, George Clooney (quien, además de en calidad de presentador, comparecía como coproductor de Argo) demostró que derramaría coolness incluso vestido con un saco de patatas. Y qué decir de ese Daniel Day-Lewis tan adorablemente tímido como de costumbre, y que, escoltado por su esposa, exhibió un atractivo que sobrevive incluso a su cuestionable decisión de peinarse como David Cronenberg. Day-Lewis, por cierto, compite con Jon Hamm por el título de "pajarita mejor llevada de la gala". Entre las curiosidades de la noche, señalar que Jon Bon Jovi (nominado a la Mejor Canción por Stand Up Guys) podría haber pasado por el hermano gemelo de David Caruso de CSI Miami.
Y... ¡Zas! Con el obligatorio redoble de tambor, la Fey y Amy Poehler subieron al estrado y dio comienzo "la única noche del año en la cual las estrellas de cine se codean con los pringaos de la televisión". A continuación, llegaron los 'tiernos' recuerdos para Gervais: "Procuraremos no ofender a nadie, porque, como aprendió Ricky a su pesar, si la Asociación de la Prensa Extranjera se cabrea contigo, te obliga a presentar la gala dos veces más". Y una pulla especialmente ingeniosa para Kathryn Bigelow: "La polémica sobre La noche más oscura no tiene sentido: si hay alguien que lo sabe todo sobre la tortura, esa es la mujer que estuvo tres años casada con James Cameron". La cineasta, todo sea dicho, fue la primera en partirse de risa al oírlo.
Anne Hathaway, por cierto, se llevó una felicitación envenenada por su papel en Los Miserables: "No te recordaba tan sola y abandonada desde que presentaste los Oscar junto a James Franco". A continuación, cayeron más caramelitos para Quentin Tarantino ("Una pesadilla sexual") y para la ausente Meryl Streep: "Tiene la gripe, y me han dicho que la está bordando". Pues menos mal que no se iban a meter con nadie... Al menos, así sabíamos desde el principio que los chistes de esta noche (a diferencia de los de la gala de 2012) iban a tener gracia.
Acto seguido, Christoph Waltz recibía, emocionadísimo, un premio al Mejor Actor de Reparto por Django desencadenado. El austríaco dedicó su galardón a un Tarantino a quien confesó haber iniciado en los placeres de la ópera wagneriana (¿alguien se imagina a Quentin tragándose El anillo de los nibelungos?) y a sus compañeros de reparto. Después, Dennis Quaid y Kerry Washington entregaban el premio a Maggie Smith como Mejor Actriz de Reparto en serie dramática por Downton Abbey. La veterana británica, que ya tiene dos trofeos, no acudió a la ceremonia. Y el tiempo muerto resultante fue idóneo para una de esas pausas publicitarias de las que, como sabemos, la retransmisión de los Globos de Oro siempre va sobrada.
Francesca Eastwood (hija de) y Sam Michael Fox (vástago de Michael J. Fox) entregaron el premio de Mejor Miniserie Dramática a Game Change, en su calidad de 'Míster y Miss Globos de Oro'. Acto seguido, Julianne Moore lograba el premio a la Mejor Actriz en Miniserie debido a su papel como Sarah Palin en ese mismo show. "Mis hijos tienen que sentirse muy aliviados", comentaba la pelirroja en su vestido de Tom Ford, mientras nuestros compañeros de La Script señalaban que la político republicana calificó a Game Change de "basura de la HBO". La aparición de una Catherine Zeta-Jones sobradísima de pedrería suscitó ciertos comentarios maliciosos, pero a nosotros nos pareció guapísima. Para gustos...
A continuación, llegó el turno para el discurso de Aida Takla O'Reilly, presidenta de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood. La propia señora O'Reilly reconocía que su nombre es desconocido incluso para los asistentes a la ceremonia, lo cual aprovechó ella para tirarle los trastos a Bradley Cooper, y nosotros para estirar las piernas. Pero su discurso fue breve: el premio al Mejor Actor de TV en Serie Dramática fue para Damian Lewis, por Homeland. Y, siguiendo la tónica de los premios televisivos, la propia Homeland hacía que el auditorio sonase a cool jazz al ganar el premio a la Mejor Serie Dramática.
Menuda pareja vino a presentar el siguiente premio: Jennifer Lopez y Jason Statham subieron al estrado para ofrecer el premio a Mejor Banda Sonora a Mychael Danna por La vida de Pi. 'The Stath' y J-Lo recompensaban, acto seguido, a Adele como autora e intérprete de la Mejor Canción Original por Skyfall. Tomando su Globo, la británica fue la primera premiada de la noche en perder el oremus al verse con el premio en la mano, mientras Daniel Craig la miraba con aprobación. Y un Kevin Costner maduro y señorial recibía su primer premio importante como actor por Hatfields & McCoys, la serie western que podría suponer un renacimiento para su carrera.
Y, acto seguido, un ex presidente de EE UU presentaba a otro presidente (difunto). Es decir, que Bill Clinton recibía un tremendo aplauso de los asistentes al presentar la candidatura de Lincoln. "¡Ay, qué ilu, el marido de Hillary!", resumía Amy Poehler acto seguido, mientras Tina Fey demostraba que puede ser un varón muy convincente, o así, cuando se pone. A Will Ferrell y Kristen Wiig les tocaba, acto seguido, bailar con la más fea: un premio a la Mejor Actriz de Comedia que ofrecía escasos trabajos de calidad. Lo cual solventó la pareja con una presentación descacharrante, inventándose los argumentos de las películas candidatas... Y adjudicando el sobrenombre de 'J-Law' a Jennifer Lawrence, quien, para colmo, se llevó el primer premio mayor de una carrera que, auguramos, estará llena de ellos en un futuro. Tal vez por ello estaba tan nerviosa al pronunciar su discurso.
Ed Harris había renunciado a aparecer en la ceremonia, pero eso no fue óbice para que fuese aclamado como Mejor Actor de Reparto en Miniserie por Game Change. Anunciando la nominación de Django desencadenado, Jamie Foxx felicitó a Christoph Waltz por su premio, a Leonardo DiCaprio por su nominación y dejó caer una referencia a su ausencia entre los candidatos: "¡Yo también quiero uno de esos!", dijo.
Megan Fox, con menos canalillo que de costumbre, y Jonah Hill anunciaban lo que todos sabíamos de antemano: que Anne Hathaway recibía el premio a la Actriz Secundaria por Los miserables. Lo cual celebró la actriz propinando a su pareja un besazo que podemos calificar de osmótico, antes de agradecer en su discurso a la Asociación de la Prensa Extranjera por "este adorable instrumento contundente". ¿Habrá pensado en descargarlo sobre la cabeza de alguien? Tanto se prodigó Anne en sus agradecimientos, que hubo que hacer sonar la música para que abandonase el estrado.
Minutos después, Robert Pattinson y Amanda Seyfried se esforzaron en quitarse de encima la fama de ñoños presentando un premio muy serio (el de Mejor Guión) sin chistes, con seriedad y directos al lío. Y el ganador fue un Tarantino que recibió, de camino a su trofeo, un apretón de manos de Ben Affleck. Verbalmente incontinente, como es habitual en él, el genio de la gran mandíbula dedicó el premio a ese grupo de amigos al que lee sus libretos conforme los va desarrollando: nosotros mataríamos por pertenecer a esa pandilla, ¿vosotros no? Y, tras Tarantino, anunciando la candidatura de La pesca del salmón en Yemen, aparecío un Jeremy Irons al que juraríamos recién llegado de Transilvania, por lo escuálido y vampírico. La cosa avanzaba a buen ritmo: justo después, Don Cheadle recibía el trofeo al mejor actor en serie cómica por House of Lies.
Tras la pausa de rigor, nuestros incrédulos ojos contemplaban una imagen inverosímil: Sylvester Stallone y Arnold Schwarzenegger juntos sobre el estrado con Michael Haneke, paisano del ex governator, al cual acababan de hacer entrega del premio a la Mejor Película Extranjera por Amor. Al lado de esto, ver a Claire Danes recibir su segundo Globo de Oro por Homeland (el cuarto en total de su carrera) resultaba poca cosa. Si le hubiese entregado el premio su 'querido' Leonardo DiCaprio, pues a lo mejor... Después, otra dama de armas tomar se llevaba un premio, sólo que esta vez no era de carne y hueso, sino de píxeles: hablamos de Merida, la princesa de Brave, ganadora de Mejor Película de Animación.
A estas alturas, la gala avanzaba a buen ritmo, y sólo cabía una pregunta: ¿dónde estaban Tina Fey y Amy Poehler, si en teoría ellas eran las presentadoras? Pues preparándose para el anuncio de la Mejor Actriz en Serie Cómica, categoría a la cual ambas estaban nominadas. La Poehler, todo sea dicho, entretenía la espera amartelándose con George Clooney, lo cual le sirvió como premio de consolación... Porque el globo de marras se lo llevó Lena Dunham por Girls.
Y, aliviando las penas con sendos copazos, ahí que reaparecieron la Fey y la Poehler, dándole la bienvenida a "un actor tan versátil que ha hecho de Iron Man tres veces seguidas". Robert Downey Jr. ofreció una de las presentaciones menos histriónicas y más divertidas de la noche (trucaje fotográfico incluido) entregando el Premio Cecil B. De Mille a una Jodie Foster que le dirigió en A casa por vacaciones, y que en un gesto que la honra no dejó de hacer compañía a su amigo Mel Gibson. La actriz y directora proclamó "¡Tengo cincuenta años!" cuando tomó el galardón, recordando a continuación que 47 de esos años, nada menos, han transcurrido dentro de la industria del cine. Ah, y en un discurso larguísimo (podéis ver sus once extensos minutos en el vídeo de abajo) también tuvo tiempo para mencionar a Gibson y a su ex, Sandra Bernhardt, así como para apuntar una posible retirada y para recordar su actual estado civil de soltera y sin compromiso: que las interesadas tomen nota.
De este modo, entrábamos en la recta final: sólo quedaban por entregar el galardón a la Mejor Serie Cómica y los premios gordos de cine. Puede que a Ben Affleck no le hayan nominado al Oscar (injusto olvido, por lo demás), pero le tocó subir a por el premio al Mejor Director por Argo entre aclamaciones. Por cierto, si no fuese por su anterior apretón de manos, juraríamos que Tarantino lucía una mueca un tanto peculiar mientras el cineasta pronunciaba su discurso. O lo mismo es que tiene la cara así de nacimiento, a saber. El que sí parecía aburrido como una ostra, y deseando largarse de allí, era Michael Haneke, totalmente fuera de su ambiente habitual. Aconsejamos al auteur austríaco que se vaya preparando para la que le espera en la gala de los Oscar...
Lena Dunham volvía a subir al estrado a por el Globo a la mejor comedia televisiva (Girls), rodeada del reparto y los productores de la serie. Y, ya con todas las categorías televisivas despachadas, tocaba el Premio al Mejor Actor de Comedia, que se llevó un Hugh Jackman aclamadísimo, y también griposo. Por otra parte, Jeremy Renner confirmó que, cuando le da y la ocasión lo pide, es un tipo mucho menos soso de lo que parece presentando la nominación de La noche más oscura. Dado que el actor le debe el pan y la sal a Kathryn Bigelow y Mark Boal, es comprensible. Otro imprevisible, Dustin Hoffman, dejó caer una alusión a su El cuarteto (que no estaba nominada) al presentar el Globo a la Mejor Comedia para Los miserables. Para el recuerdo quedan los achuchones de Anne Hathaway y Amanda Seyfried (las dos adorables, las dos de blanco) mientras tenía lugar el discurso de rigor.
El estupendo George Clooney de mediana edad (lo dijeron las presentadoras, no nosotros), anunció el premio a la Mejor Actriz Dramática, para el cual estaba nominada Naomi Watts por Lo imposible, pero que acabó llevándose Jessica Chastain por La noche más oscura. Temblorosa, alterada y llorosa, arrancó aplausos de la platea dándole las gracias a Kathryn Bigelow y Mark Boal por proporcionarle un personaje que "va contra las convenciones de Hollywood". Es decir, que se porta como una grandísima bastarda (y mucho que se beneficia la película de ello). Como señaló Clooney, el premio al Mejor Actor Dramático debía haber corrido a cargo de Meryl Streep, pero como la diva se hallaba en camita con fiebre, fue él quien dio la bienvenida a un Daniel Day-Lewis quien, recatado como siempre, hizo una broma sobre si había sitio para otro ex presidente en el escenario. El resto de su intervención nos confirmó que el mejor actor vivo en lengua inglesa es también un tipo emocional, bien hablado y modesto. Vamos, que este chico lo tiene todo. Steven Spielberg, sobre quien Day-Lewis derramó elogios de todo tipo mientras le apuraban para que cortase, le miraba con una expresión de puro amor desde su mesa. Le entendemos.
El tiempo se echaba encima y ya sólo quedaba una categoría por entregar, así que Julia Roberts no se enrolló: tras el trofeo para Ben Affleck, Argo se proclamaba como mejor filme dramático de la noche. Con lo cual, George Clooney volvía a subir al escenario acompañado de una pequeña gran comitiva en la que figuraban el director y el coproductor Grant Henslow, quien pronunció las palabras de rigor. Las cuales fueron el único momento mínimamente politizado de la historia, al mencionar al cuerpo diplomático de EE UU.
Y eso fue todo. La labor casi inexistente de las dos presentadoras hizo que la gala avanzara a pasos rápidos, y que no fuese al menos tan soporífera como la de 2012. Pero, en general, la impresión que nos dejó fue la de un acto tan disperso y falto de dirección como el de su muy repartida lista de premiados.