La versión alternativa de 'Iron Man 3' es el último intento de la
industria de EE UU para tomar el segundo mercado cinematográfico del
mundo. ¿Lograrán las 'majors' hacerse con él, o será China la que acabe
controlándolas a ellas? Por YAGO GARCÍA
Con
más de 1.353 millones de habitantes, es el país más poblado del mundo. También es una economía en pleno crecimiento, cuyo PIB
aumentó un 7,8 por ciento en 2012 (la peor tasa, pese a todo, en tres años) hasta situarse en los
6,24 billones de euros. Es
un estado bajo un régimen de partido único, cuya permisividad en lo
económico se compagina con un férreo control ideológico y cultural.
Tanto en cantidad como en calidad, la
República Popular China es ahora el mercado más codiciable por las industria cultural de Hollywood, dispuesta a lo que sea por instalarse en sus
12.000 pantallas.
Y, también, un hueso muy duro de roer para una maquinaria que, hasta
ahora, no había encontrado obstáculos en su conquista del mundo: el caso
de
Iron Man 3 demuestra que ni siquiera los poderes combinados de
Robert Downey Jr., Marvel y
Disney lo tienen fácil para tomar esta plaza.
Cuando
Vizzini, el asesino siciliano de
La princesa prometida, aconsejaba a
Cary Elwes aquello
de "nunca emprendas una guerra de conquista en Asia", es posible que
tuviera mucha razón: a fin de acceder las salas del Imperio del Centro,
las
majors no sólo deben hacerse con los gustos de una población
cuyo poder adquisitivo (el de parte de ella, al menos) ha crecido
estratosféricamente en la última década. También se ven obligadas a
ceder ante su gobierno, cuyas políticas censoras le han ganado las
peores posiciones en los
rankings de
Reporteros sin Fronteras y
OpenNet, y cuya tolerancia hacia las importaciones es bajísima.
Por
último, el asalto de Hollywood a China plantea otra necesidad:
infiltrarse en su cultura popular provista de un ritmo de producción que
la vuelve autosuficiente y de un
star system propio con el que
su público está más que familiarizado. La suma de estos factores lleva a
una situación en la que, más que una conquista por parte de las
productoras de EE UU, podemos hablar del fenómeno opuesto.
¿Acabarán los gustos del público chino, y los requisitos de su gobierno, cambiando a Hollywood para siempre?
La parte del león
Pau Brunet, analista de taquilla y responsable de
BoxOffice Consulting, responde inmediatamente cuando le preguntamos por qué el cine de EE UU se ha ‘enamorado’ de China en estos años:
“Es
el segundo mercado más importante del mundo después de EE UU, y crece
de forma espectacular año tras año: se ha convertido en la nueva gallina
de los huevos de oro para Hollywood”, nos dice. Y, desde
luego, las cifras cantan: la taquilla global de China creció un 30% en
el ejercicio de 2012, remontándose hasta cerca de
2.000 millones de euros: aún muy lejos de esos
8.347 millones de recaudación alcanzados en Estados Unidos gracias al récord de
Los Vengadores, pero
aun así una suma vertiginosa. Además, la inmensa escala del mercado
chino permite, nos recuerda Brunet, que relativos fracasos como
Battleship redondeen
sus recaudaciones cosechando como si tal cosa (en este ejemplo
concreto) 36 millones de euros. Algo menos de los 50 millones que la
versión fílmica de
Hundir la flota se llevó en su país de origen, pero muchísimo más de los cerca de 3,8 millones alcanzados en España, sin ir más lejos.
De hecho, explica Brunet, la patria de
Zhang Yimou es la parte del león de un área en la que las
majors quieren expandirse como sea:
“A
los enormes datos de China, se suman las cifras de Rusia, Corea del Sur
y Japón, que sigue siendo el tercer mercado mundial con más de 770
millones de euros al año”. En el caso concreto de China, y a
juzgar por el ránking del año pasado en sus cines, los ejecutivos de
Paramount, Warner y demás titanes del negocio deberían estar frotándose
las manos: según este informe de
Box Office Daily, siete de los 10 filmes más taquilleros en el país durante 2012 fueron producciones estadounidenses, con
Titanic 3D (todo un fenómeno, pese a la censura que eliminó el desnudo de
Kate Winslet) situándose en segundo lugar, y
Los Vengadores y
Misión: Imposible – Protocolo fantasma ocupando respectivamente los puestos quinto y sexto. Pero no nos engañemos: a fin de obtener esos resultados, las
majors han tenido que hacer sus propios sacrificios.
¿De qué estamos hablando? Pues, para empezar, de unas cuotas de
pantalla celosamente custodiadas por las autoridades. Según prometió en
2012 el vicepresidente chino
Xi Jinping durante una
visita a EE UU, el anterior límite de 20 estrenos extranjeros al año se
ampliará en breve hasta las 34 importaciones anuales, pero pese a todo
sigue suponiendo un punto de fricción económica. Máxime recordando
precedentes como el de
Avatar, cuya versión 2D fue retirada de las pantallas locales para que no hiciese sombra a la producción nacional
Confucio. ¿Cómo aspiran las productoras a solventar esta situación? Pues, digámoslo así, invitando a su enemigo al banquete:
“Hollywood
planea el concepto de coproducción con China para así saltarse las
limitaciones, pero es algo que –por ahora- no está dando grandes frutos”, comenta Brunet, e insiste en que lidiar con el gobierno del país es
“un enorme calvario que está obligando a muchas empresas a abrir oficinas ahí, para manejar mejor el tema”.
Coproducciones, censura y componendas
El capital chino y el
hollywoodiense, nos recuerda Pau Brunet,
tienden
a mezclarse cada vez más. De hecho, filmes rodados en el país aunque
sólo sea parcialmente, necesitan tener inversores chinos en sus filas
para así superar la hostilidad del gobierno. Además, las coproducciones
no están sujetas al límite de los 20 (o 34) estrenos extranjeros, lo que
supone una ventaja monumental. Y, aquí, el nombre clave es
China Film Group Corporation: esta
empresa, de propiedad estatal, desciende de la China Film Corporation
creada en 1949 (cuatro años después del ascenso al poder de
Mao Zedong),
y sigue ocupando el puesto más importante a la hora de producir filmes,
distribuirlos y exportarlos. Y también de facilitar el acceso a China
de producciones extranjeras. China Film Co-Production Co. (CFCPC), la
rama de este titán dedicada a dicha actividad, no sólo ha participado
financieramente en títulos como
Misión: Imposible III, sino que aparece en los créditos de otros filmes de EE UU como “supervisora”.
¿Qué entendemos aquí por “supervisar”? Pues que la empresa se encarga
de gestionar aspectos como los visados del equipo o los permisos de
filmación, y también de inspeccionar sus guiones para verificar que
estos se amoldan a las normas de la
Autoridad Estatal de Cine, Radio y TV. Es decir, de la censura oficial: en 2009, dicha autoridad promulgó una lista de
31 temas prohibidos que
las películas estrenadas en China no deben tocar so pena de
prohibición. Entre ellos se hallan la violencia, el erotismo explícito y
“todo aquello que mine la estabilidad social”.
Internacionalmente, su consecuencia más sonada tuvo lugar en 2011,
cuando se vetaron los filmes sobre viajes en el tiempo, como parte de
una campaña contra
“las películas que promueven el feudalismo, la superstición, el fatalismo y la reencarnación”.
Pero, si hay dinero, temas como la libertad de expresión importan más
bien poco. De hecho, tratándose de cifras tan sabrosas, incluso la
censura está dispuesta a ceder. Por último, hallándonos en la patria del
“un país, dos sistemas”, una coproducción con China no precisa de capital estatal para funcionar. Sin ir más lejos,
Rian Johnson ambientó parte de
Looper en Shanghai tras recibir una oferta de financiación del gigante local
DMG Entertainment: el plan original del director era que
Bruce Willis se mudase a París, algo que se lleva incluso una referencia jocosa en los diálogos del filme.
Looper alcanzó el primer puesto en la taquilla de China, donde recaudó
15,4 millones de euros. Y, recordemos,
Looper es un filme sobre viajes en el tiempo. Ante un caso como este, no nos extrañan las palabras de la
MPAA (el organismo que asigna calificaciones por edades en EE UU):
“La necesidad de ajustar las películas a la realidad internacional existe, y reconocemos el derecho del gobierno chino a decidir qué contenidos entran en su país”,
expresó en abril un portavoz de la entidad. En otras palabras: ¿qué
importan unos pocos cortes cuando hay miles de millones en juego?
La seducción de la paciencia
Que
James Cameron es más listo que el hambre es algo
que ya sabemos por aquí. Y esa inteligencia le lleva a aparcar su
proverbial mal carácter cuando conviene: el director no sólo no se
irritó por el feo que las autoridades le gastaron a su
Avatar, sino
que alabó la belleza del parque nacional de Wulingyuan, asegurando que
sus paisajes habían inspirado los de la luna Pandora. Vincular esto al
masivo éxito de
Avatar en China, y a sus
140 millones de euros de taquilla, así como con la
titanicmanía de
2012, tal vez sería excesivo. Lo que sí es seguro es que, desde enero
de 2010, uno de los montes de dicho parque fue rebautizado como
Hallelujah Avatar. ¿Un
ejemplo ocioso? Nosotros creemos que no: cual si de una parábola
taoísta se tratara, los acercamientos más efectivos al mercado chino no
se han basado en la comercialización agresiva (la cual, además, es
difícil o imposible de realizar), sino en la paciencia y la sutileza.
El ejemplo más reciente, y más llamativo, es el de
Iron Man 3. Actualmente, el filme de
Shane Black (coproducido por DMG Entertainment)
lleva
16,5 millones de euros recaudados en China, en dura competencia con la comedia romántica
So Young. Y eso se debe en parte, como sabemos, a
esas escenas (eliminadas en el estreno occidental) en las que
Tony Stark visita
el país para librarse de esas molestas esquirlas de metralla. Siendo
Tony como es, señalemos que ese viaje le permite conocer a una doctora
interpretada por
Fan Bingbing, sex symbol local que también aparecerá en
X-Men: Days of Future Past. Bueno, y también al científico
Wu, al que da vida otra gran estrella,
Wan Xueqi.
Otro ejemplo digno de estudio: la saga
Transformers. Aunque nadie les discute su condición de
blockbusters internacionales, los robots gigantes de
Hasbro y
Michael Bay despiertan un auténtico delirio en China. En 2011,
Transformers: La venganza de los caídos se llevó allí
111 millones de euros, su segunda mejor recaudación internacional, y la expectación despertada por
la cuarta entrega es tal que, actualmente, se celebra un cásting para dos papeles secundarios, con
8.000 participantes y
emitido por TV. Todo ello mucho menos burdo que la maniobra realizada con
Red Dawn: recordemos que el
remake de
Amanecer rojo (1984)
alteró a sus villanos en posproducción para que estos, efectos
digitales mediante, se convirtiesen en norcoreanos. Y es que meterse con
Kim Jong-Un y sus esbirros resulta menos arriesgado.
Hay otros factores que pueden contribuir a un entendimiento entre
China y Hollywood. Sin ir más lejos, el interés creciente del gran
público internacional por la cultura pop de Asia no se limita al
Gangnam Style y
similares, sino que podría dar lugar a producciones cuyo atractivo
trascendiese las fronteras. Por otra parte, se prevé una futura cantera
de actores asiático-estadounidenses con posibilidades de ganarse
fans chinos. Pero no todo es de color de rosa:
la censura del país sigue siendo férrea,
lo que obliga a realizar cambios en detrimento de la calidad de los
filmes. Por otra parte, a las estrategias de marketing como la realizada
con
Iron Man 3 se les ve el plumero: según cita
The Guardian, los espectadores chinos de este filme calificaron las famosas secuencias como
“innecesarias” y
“confusas”,
quejándose además por la eliminación de escenas mostradas en los
tráilers. El actor Wang Xueqi, por su parte, ha protestado por un
montaje que dejó en los huesos, dramáticamente hablando, a su personaje.
El responsable de
Chinafilmbiz, Robert Cain, apunta a otro factor en el que Hollywood sale perdiendo: la economía de escala.
“So Young ha costado menos del 3 por ciento del presupuesto de Iron Man 3”, señala este experto.
“Y
si un exponente de la mejor oferta de Hollywood, con un potente socio
local y apoyado por el gobierno hasta niveles nunca vistos, tiene que
luchar contra una producción autóctona de serie B, entonces Hollywood
tiene un problema”. Dicho problema, siguiendo con el
post de Cain en su blog, se resume así:
“Al público chino le gustan las películas de Hollywood, pero las películas de su país le encantan”. Para alterar este estado de cosas, parece ser, la industria estadounidense tendrá que recorrer un camino muy largo.