La versión alternativa de 'Iron Man 3' es el último intento de la industria de EE UU para tomar el segundo mercado cinematográfico del mundo. ¿Lograrán las 'majors' hacerse con él, o será China la que acabe controlándolas a ellas? Por YAGO GARCÍA
Cuando Vizzini, el asesino siciliano de La princesa prometida, aconsejaba a Cary Elwes aquello de "nunca emprendas una guerra de conquista en Asia", es posible que tuviera mucha razón: a fin de acceder las salas del Imperio del Centro, las majors no sólo deben hacerse con los gustos de una población cuyo poder adquisitivo (el de parte de ella, al menos) ha crecido estratosféricamente en la última década. También se ven obligadas a ceder ante su gobierno, cuyas políticas censoras le han ganado las peores posiciones en los rankings de Reporteros sin Fronteras y OpenNet, y cuya tolerancia hacia las importaciones es bajísima. Por último, el asalto de Hollywood a China plantea otra necesidad: infiltrarse en su cultura popular provista de un ritmo de producción que la vuelve autosuficiente y de un star system propio con el que su público está más que familiarizado. La suma de estos factores lleva a una situación en la que, más que una conquista por parte de las productoras de EE UU, podemos hablar del fenómeno opuesto. ¿Acabarán los gustos del público chino, y los requisitos de su gobierno, cambiando a Hollywood para siempre?
La parte del león
Pau Brunet, analista de taquilla y responsable de BoxOffice Consulting, responde inmediatamente cuando le preguntamos por qué el cine de EE UU se ha ‘enamorado’ de China en estos años: “Es el segundo mercado más importante del mundo después de EE UU, y crece de forma espectacular año tras año: se ha convertido en la nueva gallina de los huevos de oro para Hollywood”, nos dice. Y, desde luego, las cifras cantan: la taquilla global de China creció un 30% en el ejercicio de 2012, remontándose hasta cerca de 2.000 millones de euros: aún muy lejos de esos 8.347 millones de recaudación alcanzados en Estados Unidos gracias al récord de Los Vengadores, pero aun así una suma vertiginosa. Además, la inmensa escala del mercado chino permite, nos recuerda Brunet, que relativos fracasos como Battleship redondeen sus recaudaciones cosechando como si tal cosa (en este ejemplo concreto) 36 millones de euros. Algo menos de los 50 millones que la versión fílmica de Hundir la flota se llevó en su país de origen, pero muchísimo más de los cerca de 3,8 millones alcanzados en España, sin ir más lejos.De hecho, explica Brunet, la patria de Zhang Yimou es la parte del león de un área en la que las majors quieren expandirse como sea: “A los enormes datos de China, se suman las cifras de Rusia, Corea del Sur y Japón, que sigue siendo el tercer mercado mundial con más de 770 millones de euros al año”. En el caso concreto de China, y a juzgar por el ránking del año pasado en sus cines, los ejecutivos de Paramount, Warner y demás titanes del negocio deberían estar frotándose las manos: según este informe de Box Office Daily, siete de los 10 filmes más taquilleros en el país durante 2012 fueron producciones estadounidenses, con Titanic 3D (todo un fenómeno, pese a la censura que eliminó el desnudo de Kate Winslet) situándose en segundo lugar, y Los Vengadores y Misión: Imposible – Protocolo fantasma ocupando respectivamente los puestos quinto y sexto. Pero no nos engañemos: a fin de obtener esos resultados, las majors han tenido que hacer sus propios sacrificios.
¿De qué estamos hablando? Pues, para empezar, de unas cuotas de pantalla celosamente custodiadas por las autoridades. Según prometió en 2012 el vicepresidente chino Xi Jinping durante una visita a EE UU, el anterior límite de 20 estrenos extranjeros al año se ampliará en breve hasta las 34 importaciones anuales, pero pese a todo sigue suponiendo un punto de fricción económica. Máxime recordando precedentes como el de Avatar, cuya versión 2D fue retirada de las pantallas locales para que no hiciese sombra a la producción nacional Confucio. ¿Cómo aspiran las productoras a solventar esta situación? Pues, digámoslo así, invitando a su enemigo al banquete: “Hollywood planea el concepto de coproducción con China para así saltarse las limitaciones, pero es algo que –por ahora- no está dando grandes frutos”, comenta Brunet, e insiste en que lidiar con el gobierno del país es “un enorme calvario que está obligando a muchas empresas a abrir oficinas ahí, para manejar mejor el tema”.
Coproducciones, censura y componendas
El capital chino y el hollywoodiense, nos recuerda Pau Brunet, tienden a mezclarse cada vez más. De hecho, filmes rodados en el país aunque sólo sea parcialmente, necesitan tener inversores chinos en sus filas para así superar la hostilidad del gobierno. Además, las coproducciones no están sujetas al límite de los 20 (o 34) estrenos extranjeros, lo que supone una ventaja monumental. Y, aquí, el nombre clave es China Film Group Corporation: esta empresa, de propiedad estatal, desciende de la China Film Corporation creada en 1949 (cuatro años después del ascenso al poder de Mao Zedong), y sigue ocupando el puesto más importante a la hora de producir filmes, distribuirlos y exportarlos. Y también de facilitar el acceso a China de producciones extranjeras. China Film Co-Production Co. (CFCPC), la rama de este titán dedicada a dicha actividad, no sólo ha participado financieramente en títulos como Misión: Imposible III, sino que aparece en los créditos de otros filmes de EE UU como “supervisora”.¿Qué entendemos aquí por “supervisar”? Pues que la empresa se encarga de gestionar aspectos como los visados del equipo o los permisos de filmación, y también de inspeccionar sus guiones para verificar que estos se amoldan a las normas de la Autoridad Estatal de Cine, Radio y TV. Es decir, de la censura oficial: en 2009, dicha autoridad promulgó una lista de 31 temas prohibidos que las películas estrenadas en China no deben tocar so pena de prohibición. Entre ellos se hallan la violencia, el erotismo explícito y “todo aquello que mine la estabilidad social”. Internacionalmente, su consecuencia más sonada tuvo lugar en 2011, cuando se vetaron los filmes sobre viajes en el tiempo, como parte de una campaña contra “las películas que promueven el feudalismo, la superstición, el fatalismo y la reencarnación”.
Pero, si hay dinero, temas como la libertad de expresión importan más bien poco. De hecho, tratándose de cifras tan sabrosas, incluso la censura está dispuesta a ceder. Por último, hallándonos en la patria del “un país, dos sistemas”, una coproducción con China no precisa de capital estatal para funcionar. Sin ir más lejos, Rian Johnson ambientó parte de Looper en Shanghai tras recibir una oferta de financiación del gigante local DMG Entertainment: el plan original del director era que Bruce Willis se mudase a París, algo que se lleva incluso una referencia jocosa en los diálogos del filme. Looper alcanzó el primer puesto en la taquilla de China, donde recaudó 15,4 millones de euros. Y, recordemos, Looper es un filme sobre viajes en el tiempo. Ante un caso como este, no nos extrañan las palabras de la MPAA (el organismo que asigna calificaciones por edades en EE UU): “La necesidad de ajustar las películas a la realidad internacional existe, y reconocemos el derecho del gobierno chino a decidir qué contenidos entran en su país”, expresó en abril un portavoz de la entidad. En otras palabras: ¿qué importan unos pocos cortes cuando hay miles de millones en juego?
La seducción de la paciencia
Que James Cameron es más listo que el hambre es algo que ya sabemos por aquí. Y esa inteligencia le lleva a aparcar su proverbial mal carácter cuando conviene: el director no sólo no se irritó por el feo que las autoridades le gastaron a su Avatar, sino que alabó la belleza del parque nacional de Wulingyuan, asegurando que sus paisajes habían inspirado los de la luna Pandora. Vincular esto al masivo éxito de Avatar en China, y a sus 140 millones de euros de taquilla, así como con la titanicmanía de 2012, tal vez sería excesivo. Lo que sí es seguro es que, desde enero de 2010, uno de los montes de dicho parque fue rebautizado como Hallelujah Avatar. ¿Un ejemplo ocioso? Nosotros creemos que no: cual si de una parábola taoísta se tratara, los acercamientos más efectivos al mercado chino no se han basado en la comercialización agresiva (la cual, además, es difícil o imposible de realizar), sino en la paciencia y la sutileza.El ejemplo más reciente, y más llamativo, es el de Iron Man 3. Actualmente, el filme de Shane Black (coproducido por DMG Entertainment) lleva 16,5 millones de euros recaudados en China, en dura competencia con la comedia romántica So Young. Y eso se debe en parte, como sabemos, a esas escenas (eliminadas en el estreno occidental) en las que Tony Stark visita el país para librarse de esas molestas esquirlas de metralla. Siendo Tony como es, señalemos que ese viaje le permite conocer a una doctora interpretada por Fan Bingbing, sex symbol local que también aparecerá en X-Men: Days of Future Past. Bueno, y también al científico Wu, al que da vida otra gran estrella, Wan Xueqi.
Otro ejemplo digno de estudio: la saga Transformers. Aunque nadie les discute su condición de blockbusters internacionales, los robots gigantes de Hasbro y Michael Bay despiertan un auténtico delirio en China. En 2011, Transformers: La venganza de los caídos se llevó allí 111 millones de euros, su segunda mejor recaudación internacional, y la expectación despertada por la cuarta entrega es tal que, actualmente, se celebra un cásting para dos papeles secundarios, con 8.000 participantes y emitido por TV. Todo ello mucho menos burdo que la maniobra realizada con Red Dawn: recordemos que el remake de Amanecer rojo (1984) alteró a sus villanos en posproducción para que estos, efectos digitales mediante, se convirtiesen en norcoreanos. Y es que meterse con Kim Jong-Un y sus esbirros resulta menos arriesgado.
Hay otros factores que pueden contribuir a un entendimiento entre China y Hollywood. Sin ir más lejos, el interés creciente del gran público internacional por la cultura pop de Asia no se limita al Gangnam Style y similares, sino que podría dar lugar a producciones cuyo atractivo trascendiese las fronteras. Por otra parte, se prevé una futura cantera de actores asiático-estadounidenses con posibilidades de ganarse fans chinos. Pero no todo es de color de rosa: la censura del país sigue siendo férrea, lo que obliga a realizar cambios en detrimento de la calidad de los filmes. Por otra parte, a las estrategias de marketing como la realizada con Iron Man 3 se les ve el plumero: según cita The Guardian, los espectadores chinos de este filme calificaron las famosas secuencias como “innecesarias” y “confusas”, quejándose además por la eliminación de escenas mostradas en los tráilers. El actor Wang Xueqi, por su parte, ha protestado por un montaje que dejó en los huesos, dramáticamente hablando, a su personaje.
El responsable de Chinafilmbiz, Robert Cain, apunta a otro factor en el que Hollywood sale perdiendo: la economía de escala. “So Young ha costado menos del 3 por ciento del presupuesto de Iron Man 3”, señala este experto. “Y si un exponente de la mejor oferta de Hollywood, con un potente socio local y apoyado por el gobierno hasta niveles nunca vistos, tiene que luchar contra una producción autóctona de serie B, entonces Hollywood tiene un problema”. Dicho problema, siguiendo con el post de Cain en su blog, se resume así: “Al público chino le gustan las películas de Hollywood, pero las películas de su país le encantan”. Para alterar este estado de cosas, parece ser, la industria estadounidense tendrá que recorrer un camino muy largo.
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