'Titanic' se reestrena en las salas en 3D. La expectación es máxima: es la
película más popular de todos los tiempos y fue su director, James Cameron, el
que vislumbró las posibilidades de esta tecnología. Pero, ¿Merece la pena? Por
DAVID BERNAL
Era cuestión de tiempo que
James Cameron intentara hacernos
pasar de nuevo por taquilla para ver la niña de sus ojos,
Titanic, con la excusa de una
conversión tridimensional. Al fin y al cabo fue él quien
predijo que el futuro del cine comercial sería el 3D y se puso a producir
Avatar cuando el parque de salas todavía no estaba
adaptado para esta tecnología.
Algunos reestrenos han funcionado (
El rey león) y otros no (
Star Wars: la amenaza fantasma), pero James Cameron se
enfrenta a tres problemas:
1) Un público reticente al 3D por malas
experiencias con conversiones de dudosa calidad que oscurecen la imagen
sin realzar la profundidad de campo –léase la
Alicia
de Tim Burton o
Furia de Titanes-. Eso sumado al incremento del precio
de la entrada, 2)
Los hábitos del espectador han cambiado y la
sala ya no es el único lugar donde consumir cine con buena calidad de imagen y
sonido. Ahora existen equipos domésticos estupendos,
3) A muchos todavía
les dura la sobredosis de agua, carpetas forradas con Leonardo DiCaprio y
canciones de Celine Dion que tuvimos en su día. A su favor tiene una de
esas obras maestras del cine popular que -como
Lo que el viento se llevó-
tienen el poder de encandilarnos una y otra vez.
CINEMANIA fue
invitada a un pase especial para valorar la calidad de su conversión
estereoscópica y dar claves sobre si merece la pena o no ver
Titanic
en 3D.
Un reestreno inevitable, con o sin 3D. El centenario del
hundimiento del transatlántico ha sido la excusa perfecta para materializar una
idea que llevaba tiempo rondando por la cabeza de James Cameron, más allá del
plus del 3D. Una forma de descubrírsela a una generación de adolescentes que no
la ha visto en pantalla grande y de calentar la salida del Blu-ray, todavía
inédito. Así que el oportunismo (estereoscópico) es relativo.
La experiencia Total y Definitiva. Titanic fue un
prodigio de construcción dramática que conseguía que (casi) todo el mundo
entrara en ella. Su director nos convertía en pasajeros del barco, nos enamoraba
de los protagonistas y, finalmente, nos colocaba en medio de la catástrofe. En
este reestreno primero se ha encargado de limpiarla, fijarla y darle esplendor
remasterizándola en soporte digital a 4K, por lo que la imagen es prácticamente
perfecta. La conversión al 3D, por su parte, está bastante lograda y
la
experiencia resulta más real y espectacular que nunca: permite apreciar
la suntuosidad del lujo o pasearnos por la sala de máquinas como si estuviéramos
en el reloj del Hugo de Scorsese.
La dama y el vagabundo lucen mejor. Aunque parezca mentira,
el 3D de
Titanic gana en las distancias cortas. En los grandes planos
generales del barco pasa inadvertido, porque el mar tiene la mayor profundidad
de campo posible, es decir, el infinito, y esta es imposible de reproducir con
una conversión estereoscópica. Es en las miradas entre los tortolitos, los
carnosos labios de Rose o las arrugas de la anciana donde
se puede
redescubrir un detallismo y una magia hasta ahora inapreciables.
Con el agua hasta el cuello. Las escenas en las que Jack y
Rose intentan salvarse durante el hundimiento siempre nos angustiaron gracias a
la habilidad narrativa del director. Aquí eso no cambia, pero sí
nos
permite apreciar las (desesperadas) acciones de figurantes de los segundos
términos en los que antes no habíamos reparado. El impacto de algunas
secuencias –como la inundación de la cabina del capitán– también se acentúa.
¿Merece la pena? Sí, pero no por el 3D. El estreno de
Titanic en 1997 fue uno de esos acontecimientos
mundiales que ya no se van a repetir nunca más. Todo el mundo recuerda cuando y
con quién la vio. Es verdad que muchos le cogimos tirria, pero este reestreno es
una buena ocasión para redescubrir su grandeza y todo el cine que alberga de la
mejor forma posible: en pantalla grande. Partiendo de la base de que el 3D no
son cosas saliendo de la pantalla y que llega un punto en el que te acostumbras
y ni lo notas, este logra que la experiencia sea más lo más real y espectacular
posible.
Si crees que por ello vas a ver otra película, mejor quédate en
casa. Sino, por el precio de un cubata te pasas tres horas en el cine sin
pestañear y con una buena llorera de colofón. ¿Alguien da más?
Via:cinemania