El clásico policíaco de Roman Polanski acaba de cumplir 40 años, y
nosotros le dedicamos esta investigación exhaustiva digna del detective
Gittes. Por YAGO GARCÍA
El 'Nuevo Hollywood' tenía estas cosas: rondando 1974, uno podía ir a ver un filme con la firma del director de moda
(Roman Polanski, tres años antes de su proceso por abusos sexuales) y protagonizado por
Jack Nicholson, la
estrella más enrrollada del momento, y encontrarse con unos créditos en
tonos sepia y una trama que respetaba al dedillo los estilemas del
film noir... añadiéndoles, de paso, toda la sordidez que sus directores clásicos, como ese
John Huston que intervenía en un papel secundario, no pudieron incorporar en su momento.
La película de marras se titulaba
Chinatown, fue nominada a
11 Oscar (de los que sólo ganó el correspondiente a Mejor Guión Original), y pese a los
40 años transcurridos
desde su estreno sigue mostrándose capaz de dejarnos clavados a la
butaca. En homenaje al aniversario de semejante clasicazo, nosotros le
dedicamos este informe que nos ha llevado a investigar asuntos
tenebrosos donde los haya, sin que nadie nos dijera eso de
"Olvídalo: es Chinatown". Sólo faltaría...
Aguas turbias en la Ciudad de los Ángeles
Con su suma de corrupciones y depravaciones, el argumento de
Chinatown diríase
el producto de una imaginación muy morbosa. Pero, al menos en parte,
tiene sus raíces en la más estricta realidad: el personaje de
Hollis Mulwray, cuyo asesinato da el pistoletazo de salida a la historia, está basado en
William Mulholland (1855-1935),
ingeniero responsable de las canalizaciones de agua potable en Los
Ángeles. Pese a haber logrado proveer del líquido elemento a una ciudad
enclavada en pleno desierto (poca broma) las obras impulsadas por
Mulholland provocaron los disturbios conocidos como
'Guerras del agua de California',
en los que chocaron la corrupción institucional, las presiones de los
terratenientes y las protestas de los pequeños agricultores. Para colmo,
en 1928 uno de los embalses construidos por el ingeniero se vino abajo,
y la consecuente inundación dejó
cerca de 600 víctimas. Como verás, Robert Towne tenía materiales muy macabros (y sabrosos) para el guión de una película
noir.
Yo quería una trilogía, pero...
Robert Towne planeó
Chinatown con un concepto ambicioso cuanto menos. La película sería el inicio de
una trilogía acerca
de la corrupción en Los Ángeles, basada en los tres recursos naturales
más preciados de la ciudad: este primer capítulo se centraría en el
agua, el segundo
(Los dos Jakes) en el petróleo, y el tercero (titulada provisionalmente
Gittes vs. Gittes) en
la propiedad inmobiliaria y la construcción de autopistas. Por
desgracia, las peleas de Polanski con el guionista, primero, y su huida
de EE UU, después, mantuvieron el segundo capítulo en la nevera hasta
que, en 1990, Jack Nicholson decidió dirigirlo personalmente, con
resultados desastrosos. Así las cosas, el colofón de la saga de J. J.
Gittes está condenado a no ver la luz jamás... Salvo por un matiz que
encontrarás al final de este informe.
Coppola se queda con Gatsby (y con la pasta)
El productor
Robert Evans, una de las figuras
capitales (y demenciales) del 'Nuevo Hollywood', quiso fichar a Robert
Towne para escribir una adaptación al cine de
El gran Gatsby. Pese al al píngue salario que le ofrecía Evans (alrededor de
66.000 euros, ajustados), el guionista estaba empeñado en realizar
Chinatown, de
modo que le propuso al magnate seguir adelante con su historia
original, cobrando menos de un tercio del salario propuesto. Finalmente,
la versión de
El gran Gatsby llegó a los cines dirigida por
Jack Clayton, con
Robert Redford y
Mia Farrow como protagonistas... Y guionizada por un tal
Francis Ford Coppola.
Un divorcio, y un cambio de casting
Una de las razones por las que Robert Evans compró el guión de
Chinatown fue porque lo veía como un vehículo de lucimiento para la actriz
Ali MacGraw, por entonces su esposa y una gran estrella gracias al éxito de
Love Story. ¿Qué ocurrió? Pues que, durante la preproducción del filme, Ali le dejó plantado para irse con
Steve McQueen. Así las cosas, había que buscar a una actriz para el papel de
Evelyn Mulwray: el rol recayó en
Faye Dunaway, icono del estilo retro gracias a su trabajo en
Bonnie and Clyde.
Jack quiere ver el 'basket'
Con un Polanski sumido en la desesperación tras el asesinato de su esposa
Sharon Tate, una Faye Dunaway muy subida a la parra y Jack Nicholson ejerciendo de Jack Nicholson, el rodaje de
Chinatown no
fue precisamente un camino de rosas. Hay una anécdota que lo ilustra a
la perfección: durante una discusión, Polanski usó el palo de una
fregona para
romper la TV portátil de Jack. El actor,
hincha acérrimo de los Lakers, se pasaba todo el día pegado al aparatito
viendo partidos de baloncesto, algo que sacaba de sus casillas al genio
polaco.
Polanski y Dunaway: odio a primera vista
¿Quieres otra prueba de la tensión que imperó en el plató de
Chinatown? Pues allá va: desde el comienzo de la producción, Faye Dunaway destacó por comportarse como una auténtica diva,
negándose a tirar de la cadena del servicio de su roulotte (tarea
de la que había de encargarse el chófer de turno), insistiendo en que
la maquillasen de nuevo tras cada toma y llevándose a matar con Roman
Polanski. El director tampoco le profesaba mucho afecto, que digamos, y
durante el rodaje de una escena
le arrancó de un tirón un pelo que le sobresalía del peinado. ¿La venganza de Dunaway?
Arrojar una taza llena de orines a la cara de Polanski, después de que éste se negara darle un descanso para ir al baño.
Un suegro, un yerno y un diálogo complicado
Para que
Chinatown acabara de convertirse en un festival del mal rollo sólo faltaba un 'pequeño' detalle:
la tensión entre un yerno muy juerguista y un suegro con mucho carácter. El yerno era Jack Nicholson, y el suegro nada menos que
John Huston cuya hija
Anjelica Huston era
por entonces la pareja sentimental de Jack. Si has visto la película,
podrás imaginarte hasta qué punto este vínculo incrementaba la tensión
en sus escenas, sobre todo en aquella en la que Huston dice lo de
"¿Se ha acostado usted con mi hija, señor Gittes?". Para colmo, cuando se rodó dicho diálogo, Anjelica estaba presente en el plató...
Problemas nasales
Durante muchos años, y aun ahora, la escena más famosa de
Chinatown fue aquella en la que un matón (interpretado por el propio Polanski) le propina
un navajazo la nariz de Jack Nicholson.
Un momento que tampoco anduvo exento de complicaciones: para empezar,
querer marcarse un cameo en su filme obligó al director a cortarse la
melena que había lucido hasta entonces. Y, para seguir, el realismo de
la escena fue obtenido mediante un cuchillo especial de complicado
manejo. Dejémoslo en que, si a Roman le hubiese temblado el pulso, las
vendas que su protagonista luce durante el resto de la película habrían
sido reales, y no de atrezo.
¿Final feliz? ¡No, gracias!
Por supuesto, Polanski y Robert Towne se llevaron a matar desde el
momento en el que se conocieron: el guionista había pensado en
Peter Bogdanovich para
llevar su guión a la pantalla, pero éste rechazó la oferta, y mientras
ambos preparaban el filme manifestó un comprensible reparo hacia
"esas chicas quinceañeras a las que Polanski hacía fotos en topless". Por
su parte, el cineasta polaco nunca ha destacado por su tolerancia hacia
los escritores (bueno, ni hacia nadie en general). Los mayores puntos
de discusión entre ambos fueron
la voz en off que, afortunadamente, acabó desapareciendo del filme y
un final feliz que Polanski consideraba totalmente fuera de lugar. Según Towne:
"El razonamiento de Roman era que, en Los Ángeles, las rubias hermosas mueren. Como Sharon Tate".
Evans se pasa de castaño oscuro
A pesar de los pesares y de las broncas,
Chinatown acabó de
rodarse a comienzos de 1974. Pero a Polanski todavía le esperaba un
último patatús, porque Robert Evans (que no por nada había financiado
El padrino) ordenó retocar la película para darle un tono oscuro al estilo de
Gordon Willis. Polanski, que había tenido que tragar ya con el despido de
William A. Fraker (el director de fotografía de
La semilla del diablo) se opuso terminantemente, armando tal follón que Evans aceptó devolverle su
look original.
La banda sonora que nunca fue
La postproducción del filme experimentó otro severo escollo cuando
llegó la hora de ponerle música: Polanski quería al compositor
Bronislau Kaper, veterano compatriota que había trabajado en títulos como
La humanidad en peligro y
La calle del delfín verde. Pero el estudio se negó, imponiéndole a
Philip Lambro... Cuya partitura fue rechazada también a última hora, recayendo el marrón sobre un
Jerry Goldsmith que
sólo tuvo diez días para componer la banda sonora completa. ¿Se había
acabado el culebrón? Ni por asomo: los expertos en márketing de
Paramount decidieron que la música de Goldsmith era poco adecuada para
un tráiler, de modo que el trabajo de Philip Lambro fue recuperado para
el avance de la película. En 2012, la banda sonora perdida de Lambro fue
editada por fin, en un álbum titulado
Los Angeles, 1937.
La tercera parte se rodó en Dibudiwood
Antes hemos dicho que
Chinatown debía haber tenido dos
secuelas, de las cuales sólo llegó a rodarse la primera. Ahora bien:
esto no es del todo exacto. El argumento previsto por Robert Towne para
la última aventura de Jake Gittes fue utilizado en un filme de 1988,
dirigido por
Robert Zemeckis y que también le daba un giro muy personal al género
noir. Su título, como ya te estarás imaginando, es
¿Quién engañó a Roger Rabbit? En cuanto a las posibles consecuencias de un encuentro entre Jack Nicholson y nuestra querida
Jessica Rabbit, mejor las dejamos a la imaginación del lector.