El clásico policíaco de Roman Polanski acaba de cumplir 40 años, y nosotros le dedicamos esta investigación exhaustiva digna del detective Gittes. Por YAGO GARCÍA
La película de marras se titulaba Chinatown, fue nominada a 11 Oscar (de los que sólo ganó el correspondiente a Mejor Guión Original), y pese a los 40 años transcurridos desde su estreno sigue mostrándose capaz de dejarnos clavados a la butaca. En homenaje al aniversario de semejante clasicazo, nosotros le dedicamos este informe que nos ha llevado a investigar asuntos tenebrosos donde los haya, sin que nadie nos dijera eso de "Olvídalo: es Chinatown". Sólo faltaría...
Aguas turbias en la Ciudad de los Ángeles
Con su suma de corrupciones y depravaciones, el argumento de Chinatown diríase el producto de una imaginación muy morbosa. Pero, al menos en parte, tiene sus raíces en la más estricta realidad: el personaje de Hollis Mulwray, cuyo asesinato da el pistoletazo de salida a la historia, está basado en William Mulholland (1855-1935), ingeniero responsable de las canalizaciones de agua potable en Los Ángeles. Pese a haber logrado proveer del líquido elemento a una ciudad enclavada en pleno desierto (poca broma) las obras impulsadas por Mulholland provocaron los disturbios conocidos como 'Guerras del agua de California', en los que chocaron la corrupción institucional, las presiones de los terratenientes y las protestas de los pequeños agricultores. Para colmo, en 1928 uno de los embalses construidos por el ingeniero se vino abajo, y la consecuente inundación dejó cerca de 600 víctimas. Como verás, Robert Towne tenía materiales muy macabros (y sabrosos) para el guión de una película noir.
Yo quería una trilogía, pero...
Robert Towne planeó Chinatown con un concepto ambicioso cuanto menos. La película sería el inicio de una trilogía acerca de la corrupción en Los Ángeles, basada en los tres recursos naturales más preciados de la ciudad: este primer capítulo se centraría en el agua, el segundo (Los dos Jakes) en el petróleo, y el tercero (titulada provisionalmente Gittes vs. Gittes) en la propiedad inmobiliaria y la construcción de autopistas. Por desgracia, las peleas de Polanski con el guionista, primero, y su huida de EE UU, después, mantuvieron el segundo capítulo en la nevera hasta que, en 1990, Jack Nicholson decidió dirigirlo personalmente, con resultados desastrosos. Así las cosas, el colofón de la saga de J. J. Gittes está condenado a no ver la luz jamás... Salvo por un matiz que encontrarás al final de este informe.
Coppola se queda con Gatsby (y con la pasta)
El productor Robert Evans, una de las figuras capitales (y demenciales) del 'Nuevo Hollywood', quiso fichar a Robert Towne para escribir una adaptación al cine de El gran Gatsby. Pese al al píngue salario que le ofrecía Evans (alrededor de 66.000 euros, ajustados), el guionista estaba empeñado en realizar Chinatown, de modo que le propuso al magnate seguir adelante con su historia original, cobrando menos de un tercio del salario propuesto. Finalmente, la versión de El gran Gatsby llegó a los cines dirigida por Jack Clayton, con Robert Redford y Mia Farrow como protagonistas... Y guionizada por un tal Francis Ford Coppola.
Un divorcio, y un cambio de casting
Una de las razones por las que Robert Evans compró el guión de Chinatown fue porque lo veía como un vehículo de lucimiento para la actriz Ali MacGraw, por entonces su esposa y una gran estrella gracias al éxito de Love Story. ¿Qué ocurrió? Pues que, durante la preproducción del filme, Ali le dejó plantado para irse con Steve McQueen. Así las cosas, había que buscar a una actriz para el papel de Evelyn Mulwray: el rol recayó en Faye Dunaway, icono del estilo retro gracias a su trabajo en Bonnie and Clyde.
Jack quiere ver el 'basket'
Con un Polanski sumido en la desesperación tras el asesinato de su esposa Sharon Tate, una Faye Dunaway muy subida a la parra y Jack Nicholson ejerciendo de Jack Nicholson, el rodaje de Chinatown no fue precisamente un camino de rosas. Hay una anécdota que lo ilustra a la perfección: durante una discusión, Polanski usó el palo de una fregona para romper la TV portátil de Jack. El actor, hincha acérrimo de los Lakers, se pasaba todo el día pegado al aparatito viendo partidos de baloncesto, algo que sacaba de sus casillas al genio polaco.
Polanski y Dunaway: odio a primera vista
¿Quieres otra prueba de la tensión que imperó en el plató de Chinatown? Pues allá va: desde el comienzo de la producción, Faye Dunaway destacó por comportarse como una auténtica diva, negándose a tirar de la cadena del servicio de su roulotte (tarea de la que había de encargarse el chófer de turno), insistiendo en que la maquillasen de nuevo tras cada toma y llevándose a matar con Roman Polanski. El director tampoco le profesaba mucho afecto, que digamos, y durante el rodaje de una escena le arrancó de un tirón un pelo que le sobresalía del peinado. ¿La venganza de Dunaway? Arrojar una taza llena de orines a la cara de Polanski, después de que éste se negara darle un descanso para ir al baño.
Un suegro, un yerno y un diálogo complicado
Para que Chinatown acabara de convertirse en un festival del mal rollo sólo faltaba un 'pequeño' detalle: la tensión entre un yerno muy juerguista y un suegro con mucho carácter. El yerno era Jack Nicholson, y el suegro nada menos que John Huston cuya hija Anjelica Huston era por entonces la pareja sentimental de Jack. Si has visto la película, podrás imaginarte hasta qué punto este vínculo incrementaba la tensión en sus escenas, sobre todo en aquella en la que Huston dice lo de "¿Se ha acostado usted con mi hija, señor Gittes?". Para colmo, cuando se rodó dicho diálogo, Anjelica estaba presente en el plató...
Problemas nasales
Durante muchos años, y aun ahora, la escena más famosa de Chinatown fue aquella en la que un matón (interpretado por el propio Polanski) le propina un navajazo la nariz de Jack Nicholson. Un momento que tampoco anduvo exento de complicaciones: para empezar, querer marcarse un cameo en su filme obligó al director a cortarse la melena que había lucido hasta entonces. Y, para seguir, el realismo de la escena fue obtenido mediante un cuchillo especial de complicado manejo. Dejémoslo en que, si a Roman le hubiese temblado el pulso, las vendas que su protagonista luce durante el resto de la película habrían sido reales, y no de atrezo.
¿Final feliz? ¡No, gracias!
Por supuesto, Polanski y Robert Towne se llevaron a matar desde el momento en el que se conocieron: el guionista había pensado en Peter Bogdanovich para llevar su guión a la pantalla, pero éste rechazó la oferta, y mientras ambos preparaban el filme manifestó un comprensible reparo hacia "esas chicas quinceañeras a las que Polanski hacía fotos en topless". Por su parte, el cineasta polaco nunca ha destacado por su tolerancia hacia los escritores (bueno, ni hacia nadie en general). Los mayores puntos de discusión entre ambos fueron la voz en off que, afortunadamente, acabó desapareciendo del filme y un final feliz que Polanski consideraba totalmente fuera de lugar. Según Towne: "El razonamiento de Roman era que, en Los Ángeles, las rubias hermosas mueren. Como Sharon Tate".
Evans se pasa de castaño oscuro
A pesar de los pesares y de las broncas, Chinatown acabó de rodarse a comienzos de 1974. Pero a Polanski todavía le esperaba un último patatús, porque Robert Evans (que no por nada había financiado El padrino) ordenó retocar la película para darle un tono oscuro al estilo de Gordon Willis. Polanski, que había tenido que tragar ya con el despido de William A. Fraker (el director de fotografía de La semilla del diablo) se opuso terminantemente, armando tal follón que Evans aceptó devolverle su look original.
La banda sonora que nunca fue
La postproducción del filme experimentó otro severo escollo cuando llegó la hora de ponerle música: Polanski quería al compositor Bronislau Kaper, veterano compatriota que había trabajado en títulos como La humanidad en peligro y La calle del delfín verde. Pero el estudio se negó, imponiéndole a Philip Lambro... Cuya partitura fue rechazada también a última hora, recayendo el marrón sobre un Jerry Goldsmith que sólo tuvo diez días para componer la banda sonora completa. ¿Se había acabado el culebrón? Ni por asomo: los expertos en márketing de Paramount decidieron que la música de Goldsmith era poco adecuada para un tráiler, de modo que el trabajo de Philip Lambro fue recuperado para el avance de la película. En 2012, la banda sonora perdida de Lambro fue editada por fin, en un álbum titulado Los Angeles, 1937.
La tercera parte se rodó en Dibudiwood
Antes hemos dicho que Chinatown debía haber tenido dos secuelas, de las cuales sólo llegó a rodarse la primera. Ahora bien: esto no es del todo exacto. El argumento previsto por Robert Towne para la última aventura de Jake Gittes fue utilizado en un filme de 1988, dirigido por Robert Zemeckis y que también le daba un giro muy personal al género noir. Su título, como ya te estarás imaginando, es ¿Quién engañó a Roger Rabbit? En cuanto a las posibles consecuencias de un encuentro entre Jack Nicholson y nuestra querida Jessica Rabbit, mejor las dejamos a la imaginación del lector.
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