El cine, dicen, es un arte efímero: una vez que
la película se ha acabado, los espectadores sólo podemos revivirla
pagando otra vez la entrada o pulsando de nuevo el botón de play, sin
que nada en el mundo tangible nos recuerde aquello que acabamos de ver.
Una noción muy poética, sí, pero inexacta, porque tras sonar el último
golpe de claqueta, un rodaje deja tras de sí una cantidad enorme de props, objetos
de atrezo, piezas de vestuario y objetos de todo tipo. Si la película
de turno se convierte en un clásico, dichos cachivaches adquirirán la
condición de objetos de coleccionista. Y basta añadir dos factores más para que la cosa se convierta en una auténtica locura: cinéfilos con dinero para gastar, y casas de subastas en busca de pujas millonarias. Una
vez dispuestas las fichas y comenzado el juego, sólo queda arrellanarse
y ver cómo las cotizaciones por el objeto más banal suben, y suben, y
suben…
Pese a la crisis, en
CINEMANÍA no descartamos que
nuestros lectores tengan cuentas corrientes de esas con muchas cifras
(en negro, claro). Por eso hemos reunido esta coqueta colección con
los objetos de coleccionista más caros del cine. Por banales que puedan parecer algunos de ellos, todos estos elementos alcanzaron cotizaciones de vértigo en las salas de
Christie’s, Sotheby’s y
similares cuando tocó ponerlos en el mercado. Y, tirando de talonario,
¿quién te dice que no podrían ser tuyos algún día? Para que no tires el
dinero a lo loco, además, hemos incluido una práctica guía de compra con
los pros y los contras de hacerse con cada uno.
El vestido de Marilyn en La tentación vive arriba

Fue vendido por… 34,3 millones de euros
¿Se le puede sacar partido? Suponiendo que su estado
de conservación sea bueno (y, con ese precio, mejor que lo sea),
admitamos que el corte de este vestido firmado por
Travilla sigue siendo sobrio a la par que sexy, con lo que una
cinemaníaca lo
tendría fácil para lucirlo en ocasiones arregladas pero informales.
Sólo dos advertencias: ten mucho cuidado con las rejillas de ventilación
del metro, y no se te ocurra hacer que le estrechen la cintura o serás
perseguida por el fantasma de
Billy Wilder.
El vestido de gala de Audrey Hepburn en My Fair Lady
Fue vendido por… 33,96 millones de euros
¿Se le puede sacar partido? Renunciando a su
Givenchy de su alma, Audrey se dejó vestir de damisela victoriana por
Cecil Beaton, fotógrafo
legendario y director de arte en este musical. Con esa cola, esa pamela
tamaño eclipse de sol y esos lazos, el conjunto caería como un tiro en
una reunión urbana y moderna, pero en las carreras de Ascot (el lugar
donde una Hepburn recién desbravada por
Rex Harrison lo lucía en el filme) sigue siendo un puntazo.
El Aston Martin DB5 de Sean Connery en Goldfinger
Fue vendido por… 32,9 millones de euros
¿Se le puede sacar partido? A decir de
Judi Dench, que ocupó el asiento del copiloto en
Skyfall, este
deportivo es incómodo de narices. Pero, ¿qué son los asientos abatibles
o el cierre centralizado frente al asiento eyectable, las lunas
blindadas y un arsenal de armas capaces de arrasar un país pequeño? Eso
por no hablar de las matrículas intercambiables, con lo bien que debe ir
eso para las multas. Sólo un consejo: si
Daniel Craig se presenta en tu casa y te pide que se lo prestes para dar una vuelta, no te niegues… y olvídate de volver a verlo (entero).
Los trajes de los niños de Sonrisas y lágrimas
Fueron vendidos por… 1,16 millones de euros
¿Se les puede sacar partido? Vayamos con la verdad por delante: tratar de vestir a un chaval o chavala de hoy en día con los trajecitos de
Liesl, Friedrich, Gretl y
compañia (tan modosos y tan austríacos ellos) puede acarrear
consecuencias incompatibles con la vida. Pero ojo, porque aquí no
hablamos de vulgares piezas de vestuario, sino de los atuendos que
llevaban los jóvenes actores de la película cuando
Julie Andrews les taladró los oídos cantando
Do, Re, Mi.
El coche submarino de La espía que me amó
Fue vendido por… 641.853 euros
¿Se le puede sacar partido? Efectivamente, estamos ante otro vehículo del parque móvil
bondiano. Concretamente, de un señor
Lotus Esprit de primera generación (1977)
tuneado por la firma
Perry Oceanographic para convertirlo en un minisubmarino totalmente funcional. Gracias a dicho
retrofitting, que en su día costó la friolera de
300.000 euros, podrás
usar este deportivo para darte garbeos por el fondo del mar, sin
efectos especiales que valgan. Sólo hay un “pero”, claro: en tierra
firme, el vehículo no funciona.
El coche volador de Chitty Chitty Bang Bang
Fue vendido por… 600.804 euros
¿Se le puede sacar partido? Está claro que el escritor
Ian Fleming tenía
una debilidad por los cochazos superpoderosos: por si la saga de James
Bond no fuera ejemplo suficiente, la única novela para niños firmada por
el inglés (y publicada póstumamente) se centraba en las andanzas de un
muy
vintage Ford 3000 dotado con infinidad de
gadgets. Para la versión fílmica del libro, el artista
Frederick Rowland Emmett se ocupó de diseñar un
buga que quedó para la historia como
el prop más caro jamás usado en una película. Tal vez esta venerable antigualla ni vuele ni te sirva para luchar contra las tropas de
Vulgaria, pero ¿y lo bien que quedarás contándole la anécdota a los amigos?
El vestido de Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes
Fue vendido por… 591.225 euros
¿Se le puede sacar partido? Reformulemos la pregunta: ¿ha sido Audrey Hepburn la actriz más
fashion de la historia? Seguramente, sí. Por eso, este vestidazo
sixties de
Givenchy sigue siendo imitado hasta la extenuación, y valdrá para que cualquier
cinemaníaca dé
la campanada en el acto más selecto, siempre que sus formas sean tan
esbeltas como las de la propietaria original. Combínalo con una boquilla
extralarga, un collar de perlas (probablemente falsas) y un gato
llamado Gato y quedarás como toda una
Holly Golightly.
El disfraz de león de El mago de Oz
Fue vendido por… 522.438 euros
¿Se le puede sacar partido? Si te consideras a ti mismo un cobardica, y estás deseando recorrer el
Camino de Baldosas Amarillas en
busca de valor, este atuendo está hecho para ti. Es más: llevarlo
puesto podría ser un acto de coraje en sí mismo, porque el actor
Bert Lahr se coció vivo en el rodaje bajo esas costuras cubiertas con auténtica piel de león. Aunque, comparado con el traje metálico de
Jack Haley o el maquillaje tóxico de la bruja
Margaret Hamilton, la ordalía tampoco parece gran cosa.
Los chapines de rubíes de El mago de Oz
Fueron vendidos por… 492.585 euros
¿Se les puede sacar partido? Con los vaivenes de la
moda, y dados los tiempos de excesos que nos está tocando vivir, este
calzado tan enjoyado (con la firma de
Gilbert Adrian, nada
menos) podría ser lo más si se lo combina con un conjunto a la altura.
Ahora bien: lo de hacer chocar los chapines entre sí para después decir
“no hay nada como el hogar” tal vez no sea efectivo como medio rápido de transporte. Avisamos también de que, según declaró
Judy Garland en su día, son un poco justos de talla y pueden llegar a apretar.
La cámara de George Lucas en Star Wars
Fue vendida por… 466.463 euros
¿Se la puede sacar partido? Como es fácil imaginar,
la memorabilia de la saga galáctica alcanza precios considerables: un
sable de luz original de 1977, sin ir más lejos, puede salirte por
casi 180.000 euros. Ahora bien: el artilugio de
Star Wars que más alto se ha cotizado nunca apareció delante de la cámara, básicamente porque hablamos de la
Panavision TSR de 35 milímetros con
la que ‘Tío George’ rodó el primer filme del serial. Ahora que, según
dicen, el cine analógico ha estirado la pata, volver a darle uso a esta
reliquia sería una buena forma de demostrar lo contrario. Siempre y
cuando, claro está, no se la emplee para filmar precuelas.