La primera foto con Quim Gutiérrez e Imanol Arias nos ha puesto los
dientes largos... Pero si la película olvida estos detalles del cómic,
no tendrá perdón de Vázquez. Por YAGO GARCÍA
Mira que nuestras expectativas (mezcladas, la verdad, con
unas gotas de reparo) eran altas, pero las hemos visto cumplidas casi
por completo: las primeras fotos de
Anacleto, agente secreto nos ha dado unas ganas enormes de ver la película basada en el espía de
Manuel Vázquez. Y se nota que
Imanol Arias (el espía original), su hijo y sucesor en la ficción
Quim Gutiérrez y el director
Javier Ruiz Caldera piensan
lo mismo. Mientras que los intérpretes posan luciendo esmóquin con
mucho tronío, el director mira a cámara con un gesto que juraríamos
reservado para aquellos que no se tomaron en serio las estupendas
3 bodas de más y
Promoción fantasma. Un anticipo de lujo, vamos.
Pero, aun así, no queremos darlo todo por sentado: estamos hablando
de la llegada al cine de un personaje capital del cómic español. Un
superagente dotado con habilidades que dejan a las de
James Bond en mantillas (la de ser un imán para las desgracias, por ejemplo) y cuyo universo rebosa con tropos y constantes que todos los
fans se
saben al dedillo... Debidas, muchas veces, tanto al afán de sátira como
a la legendaria pereza de su creador y a sus ganas de hacerle la
peineta a sus jefes de la
Editorial Bruguera. Para
ilustrar a los neófitos, y para ponernos de acuerdo con los seguidores
de toda la vida, hemos elaborado esta lista con detalles
anacléticos que no pueden faltar en el filme cuando éste se estrene el año que viene.
¡Alta tecnología!
Algo más que inspirado por
Maxwell Smart, el protagonista de la serie
Superagente 86, Anacleto
siempre contó con un equipamiento tope de gama. Mantener el alto perfil
tecnológico (alto para los 60 y los 70, queremos decir) era difícil
habiendo nacido como parodia de una parodia, pero además del
insustituible
zapatófono las viñetas del agente secreto
más ibérico rebosaban con ingenios tan apabullantes como ese avión
plegable que cabe en una maleta, el inevitable
minisubmarino o un
jetpack que habría envidiado el
Sean Connery de
Operación Trueno. ¿Llevará Quim Gutiérrez un
smartphone oculto
en la suela derecha? ¿Le veremos recorriendo la geografía nacional en
un deportivo hiperveloz? ¿Se batirá en duelo contra esos robots a los
que el maestro Vázquez dibujaba sospechosamente parecidos a cajas de
zapatos con ojos? Nosotros esperamos que sí.
¡Armas secretas!
¿Cuál fue el dispositivo más peligroso empleado por Anacleto en sus aventuras? ¿Esa
pistola -con
tendencia a desmontarse sola en plena refriega- que empleaba más a
menudo de lo esperable en un personaje de tebeo infantil? ¿Su
lanzallamas? ¿Su colección de cuchillos? ¿Su letal conocimiento del
karate y el kung fu? Pues no: el auténtica arma secreta de Anacleto,
reservada sólo para los momentos de máximo riesgo, era
un paquete de Celtas. Esta
marca de cigarrillos, conocida por su bajo precio y su acre olor,
servía a nuestro héroe para dejar groguis a sus enemigos mediante una
bocanada de humo intoxicante. Sabemos que hoy en día está mal visto que
un héroe de cine o TV fume frente a la cámara (
que se lo pregunten a John Constantine),
pero, quieras que no, el agente secreto original de Imanol Arias viene
de otra época más permisiva e inconsciente: una referencia nos parece
inexcusable.
¡El desierto!
Menudo era Vázquez cuando se proponía escatimarle trabajo a sus jefes
de la Editorial Bruguera: siempre afín a la ley del mínimo esfuerzo, el
genio era consciente de que los ambientes urbanos resultan un tanto
pesados de dibujar (básicamente, porque hay que dibujar edificios,
farolas y todas esas cosas), con lo cual inventó un método infalible
para solventar sus páginas con cuatro trazos de lápiz. Y ese método era
enviar a Anacleto de misión al desierto, un
paisaje que, como su propio nombre indica, requiere un nivel de detalle
más bien bajo. De ahí que una película de Anacleto en la que el
prota no
sude a mares entre dunas y cactus nos decepcionaría supinamente. Sólo
esperamos que Ruiz Caldera se haya documentado un poquito, porque el
desierto habitual en los cómics suele ser el de Gobi... Y este páramo
asiático es, como nos revelan las enciclopedias, de carácter pedregoso.
¡Elefantes y tiburones!
De nuevo nos encontramos con un ejemplo de la picaresca de Manuel
Vázquez. Porque, debido a razones incógnitas (o no: dibujarlos se le
daba bien y le costaba poco tiempo),
el maestro tenía una gran afición por sacar elefantes en sus viñetas,
con lo cual la presencia de paquidermos en las páginas de Anacleto
suele ser habitual. Por otra parte, los peligrosos trabajos del agente
secreto le llevaban muchas veces a precipitarse en el océano...
Un océano cuyas aguas rebosaban siempre con unos escualos de spielbergiana mala leche.
Señalemos, eso sí, que a fuerza de verse las caras los tiburones y
Anacleto acabaron teniendo una relación respetuosa, cuando no de franco
colegueo. Reflejar dicho buen rollo en pantalla grande puede ser
peliagudo, pero no lo bastante como para no solventarse con un poco de
CGI bien empleado.
¡El malvado Vázquez!
Por una vez, sabemos que esta exigencia sí se cumplirá en la pantalla:
Carlos Areces, nada menos, será quien interprete al creador y dibujante de Anacleto...
Y también al villano de la historia, porque
Vázquez tenía la mala leche de retratarse a sí mismo como el
antagonista habitual de su agente secreto. Sólo nos queda una duda, y
esa es saber si el Vázquez de la película estará a la altura del de las
viñetas. ¿Le hallaremos al frente de un complot para controlar las
reservas mundiales de bicarbonato, como en
La conspiración blanca? ¿O secuestrará a otros iconos del cómic para vendérselos a editoriales extranjeras, su plan en
El ladrón de personajes? Si esta parte de la adaptación está a la altura de las expectativas, el
Javier Bardem de
Skyfall nos parecerá un mindundi en comparación.
¡Cameos a granel!
Al igual que otros dibujantes
bruguerianos (como su amigo y rival
Ibáñez) Vázquez
no se resistía a incluir otras creaciones suyas en las viñetas de
Anacleto. De cuando en cuando, el superagente se topaba con las
hermanas Gilda (con
las cuales, si nos atenemos a cierta historia dibujada por Vázquez en
sus últimos años, tuvo tratos íntimos) o, muy a su pesar, con ese
abuelo Cebolleta siempre dispuesto a contarle una batallita. Y, si
Javier Fesser ha incluido en sus películas de
Mortadelo y Filemón apariciones estelares de
Rompetechos o los habitantes de
13, rue del Percebe, ¿debería Ruiz Caldera incluir a
Leovigilda, Hermenegilda, los Cebolleta,
Angelito o la
abuelita Paz en su filme? ¡Por supuesto que sí!
¡Anacleto muere!
¿Estamos exigiendo un final trágico para la película de Javier Ruiz
Caldera? Pues más bien no. Nos limitamos a señalar un hecho contrastado
en las viñetas: aunque el héroe tuviera una capacidad casi milagrosa de
salvar su vida
in extremis , en más de un tebeo, y más de dos, la historia acababa
con Anacleto y su jefe (Emilio Gutiérrez Caba en la película)
yéndose a criar malvas de
forma imprevista a la par que ridícula. Así, la última viñeta nos
mostraba al espía y a su superior convertidos en angelitos, que se
perseguían y atizaban entre las nubes del paraíso sin dejar de tocar el
arpa. ¿Que puede resultar un poco absurdo, a la par que
heavy para
el público? Tal vez, pero estamos hablando de la adaptación de una
historieta caracterizada por la locura y el humor negro. ¿O no?