En 2014 se cumple el primer centenario de los tráilers
cinematográficos. Así ha evolucionado esta herramienta publicitaria que,
a veces, alcanza la categoría de arte. Por DANIEL DE PARTEARROYO
Sus lanzamientos son acontecimientos globales que generan
inmediatamente riadas de comentarios en las redes sociales. Sus imágenes
son escrupulosamente analizadas por los
fans en busca de
pistas y detalles fugaces. La duración de sus planos está medida al
milímetro y la distribución diseñada para generar diferentes puntos de
impacto emocional. Hoy en día,
los tráilers cinematográficos son pequeñas obras de ingeniería de la anticipación
encapsuladas en misiles de menos de tres minutos cuya misión consiste
en interesar a millones de personas de todo el mundo. Los más esperados,
hasta tienen su propio (meta)tráiler.
Una idea que seguramente dejaría pasmado a
Nils Granlund, el
productor de Broadway a quien se acredita la invención del tráiler
gracias a un cortometraje rodado específicamente como reclamo de las
representaciones de la obra
The Pleasure Seekers
en 1913. Pero no fue hasta un año después que el propio Granlund aplicó
la idea al medio cinematográfico para anunciar una película de
Charles Chaplin, por
lo que es ahora, en 2014, cuando podemos celebrar el primer centenario
de esta herramienta publicitaria que en ocasiones es capaz de alcanzar
altas cotas artísticas y la mayoría de las veces enseña demasiado
(cuando no, directamente, da gato por liebre). Para
entender mejor los 100 años de historia de los tráilers, nos vamos a
fijar en 10 momentos clave de su evolución y cómo dieron pie a
tendencias muy definidas.
La sencillez de los inicios
Unos simples carteles con el título de la película, alguna que otra
frase promocional de catálogo, los nombres de las estrellas presentes en
el reparto y escenas del filme en cuestión montadas sin mucho gancho
eran los elementos principales de la gramática básica que se utilizaba
para componer los primeros tráilers.
Se hizo la voz
Igual que ocurrió con el cine en general, la introducción del sonido
grabado y sincronizado supuso un cambio revolucionario. Tan sobrados
iban los responsables de
El cantor de jazz que,
al inicio de su avance de siete minutazos, se permiten el lujo de
dirigirse a los espectadores directamente y a viva voz. Después, un
pequeño publirreportaje y alguna que otra secuencia de la película para
dejarnos con la miel en los labios... Si queremos escuchar a
Al Jolson, tendremos que comprar la entrada.
La era de las hipérboles flotantes
"Si buscas aventura... la encontrarás en Casablanca". "El hombre más peligroso en la ciudad más peligrosa del mundo". Si creías que el
hype era
una invención de internet, te sentirás sobrepasado por la contundencia
de las aserciones que aparecían impresas sobre las imágenes de los
filmes en los avances de los años 30, 40 y 50. Sin miramientos hacia la
cantidad de
spoilers explícitos que colaban en sus anuncios,
durante décadas lucharon por encontrar los adjetivos más llamativos e
impactantes hasta que el cine de serie B hizo saltar la banca
definitivamente.
Alfred Hitchcock presenta
El genio portentoso de
Alfred Hitchcock no se notaba
sólo en la realización de sus películas, sino también en las
estrategias publicitarias que ideaba para cada nuevo proyecto. Gracias
al éxito de su serie de televisión
Alfred Hitchcock presenta, la figura del cineasta británico era mundialmente conocida, por lo que su presencia en los tráilers de películas como
Con la muerte en los talones o
Psicosis anticipando
el tono del filme, paseando por sus escenarios y revelando lo mínimo
sobre la trama pero intrigando al máximo son clases magistrales en el
arte de la venta directa de un producto.
La experimentación vende
Lolita y
¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú son sólo dos ejemplos, pero la mayoría de los tráilers de la filmografía de
Stanley Kubrick demuestran
cómo el director neoyorquino llevó hasta las pequeñas piezas
promocionales su interés por expandir la riqueza artística del medio.
Experimentando con el montaje, el sonido, los diálogos y la tipografía,
muchos de estos avances nos dejarían boquiabiertos si alguien tuviera la
valentía de seguir su camino hoy en día.
Poder conceptual
De
Alien, el octavo pasajero a
The Turin Horse pasando (obligatoriamente) por
El resplandor. Triple
demostración de que, tanto hace unas pocas décadas como hoy en día, un
concepto poderoso capaz de transmitir con efectividad la intención
atmosférica de la película que se anuncia hace mucho más en la
generación de curiosidad e interés (¿pero de qué va esto exactamente?
¿por qué tengo un escalofrío helado recorriéndome la espalda desde hace
20 segundos?) que todos los adjetivos calificativos y frases
grandilocuentes que un departamento de márketing con sobresueldo es
capaz de aportar.
Explosiones blockbuster
Claro que, de los años 80 en adelante, la necesidad de ganarse a la
audiencia juvenil con emociones más fuertes que los videojuegos y
películas más espectaculares que la vida misma hizo que los estudios
reforzaran la promoción de sus
blockbusters con imágenes de
auténtico impacto. Era la época en la que ver la Casa Blanca saltando
por los aires en el avance de una película podía generar aullidos de
asombro y conversaciones durante semanas.
El teaser bien temperado
Cuando los tráilers ya se hacían insuficientes para vender películas
del tamaño de las mayores superproducciones del año,
demasiado-grandes-para-un-sólo-avance, los
teasers empezaron a
aparecer en las pantallas de los cines con la única finalidad de generar
expectación sobre películas todavía lejanas (¿la estrategia te resulta
familiar?). Muchas veces rodados específicamente para la ocasión, sin
metraje real del filme, su anticipación de acontecimientos como
Terminator 2 o
Parque Jurásico son capaces de encoger el corazón aún hoy en día. Y ocurrencias como la burla de
Godzilla contra
El mundo perdido hace que echemos de menos ese sentido del humor naíf en los tráilers actuales.
Su fan service, gracias
La expansión masiva de internet, los blogs, redes sociales y webs de
noticias como esta misma propulsaron un nuevo cambio de modelo. En 1998,
en EE UU la gente compraba entradas para ver
¿Conoces a Joe Black? porque antes proyectaban el primer tráiler de
La amenaza fantasma. Veían las primeras imágenes de
Star Wars en 15 años y después se salían del cine sin mirar atrás. Ese mismo año,
Lucasfilm colgó
el avance en su web (inmediatamente colapsada por internautas con
conexiones de risa) y todo empezó a cambiar. Ya hace más de una década
que los tráilers se hacen principalmente para internet, para generar
conversaciones efímeras entre
fans de franquicias dispuestos a
cazar las referencias visuales primorosamente incrustadas al fondo de
los planos mientras se almacenan en webs y canales de YouTube que
funcionan como bases de datos. Si una película tiene menos de dos o tres
tráilers distintos, denota su anomalía.
Quédate con la canción
Podríamos haber cerrado con la
inceptionización salvaje
como fenómeno contemporáneo, pero preferimos quedarnos con una nota
positiva y llamar la atención sobre esos tráiler recientes que consiguen
sobresalir entre las toneladas de vídeos, anuncios, clips e impactos
que recibe un internauta cinéfilo cualquiera al año. Los que de verdad
hoy en día consiguen no sólo que nos quedemos con el título de la
película que anuncian, sino que nos acordemos de ellos años después. La
última estrategia más celebrada es confiar en el poder de las imágenes,
sin diálogos, sólo ritmo gracias al montaje y la pregnancia de una
canción asociada. El de
Donde viven los monstruos es una debilidad personal, pero los ejemplos de
La red social y
Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres son rotundos:
David Fincher sabe bien lo que hace.
Via:Cinemania