Con la agenda repleta y de mejor humor que nunca: tras el estreno de
'El juego de Ender', el actor de Chicago podría haber retomado las
riendas de su carrera. Por YAGO GARCÍA
¿Cómo reaccionará el gran público ante
El juego de Ender?
Aún es pronto para hacer un diagnóstico categórico, pero es probable
que la respuesta oscile entre "bien" y "muy bien". Después de haber
llegado a las pantallas de otros nueve países, la película de
Gavin Hood se
estrenó en EE UU el pasado jueves 31 de octubre, y los espíritus de
Halloween fueron generosos con ella. Esta odisea espacial, militar y con
niño
(Asa Butterfield, el chaval de
La invención de Hugo) amasó
20,7 millones de euros en su primer fin de semana, una suma definida por
Box Office Mojo como
"decente", pero que augura buenos resultados comerciales para una cinta
más arriesgada de lo que parece, y cuya acogida crítica no está siendo
muy positiva.
Sin embargo, los espectadores de
El juego de Ender tal vez
se hayan llevado una sorpresa al asomarse a sus imágenes. Un impacto que
recibirá, a su vez, el público español que la vea a partir de hoy: se
trata, ni más ni menos, de que en ella
Harrison Ford actúa estupendamente. Cuanto menos se cuente sobre el rol de su personaje, el
coronel Graff, mejor: baste decir que, aunque el papel no ande sobrado de matices, el actor despliega en él una energía admirable a sus
71 años, arrastrando la mirada y protagonizando duelos de gran intensidad tanto con Butterfield como con
Viola Davis, su
compañera en muchas escenas. Y, sí, hablamos del mismo Ford que lleva
dejándonos fríos en la butaca, al menos, desde mediados de los 90. Y
también, no lo olvidemos, de un hombre cuya carrera experimenta un
repunte considerable desde que alcanzó los siete tacos de calendario.
Perdido y reencontrado
¿Cuánto de cierto hay en esta apreciación? Comencemos basando nuestro
argumento en cifras: si bien el nombre de Harrison Ford apareció en
10 películas durante la década de 1990 (a
un filme por año, como quien dice), su actividad registró un descenso
durante la primera década de nuestro siglo. Entre 2000 y 2009, el hombre
de Chicago se dejó ver en seis filmes, entre los cuales hallamos
títulos de tan poco lucimiento como
Lo que la verdad esconde, Hollywood: Departamento de homicidios o
Territorio prohibido, un
trabajo tan defectuoso como bienintencionado en el cual Ford aparecía
como secundario, y cuyo estreno español se demoró dos años. Es cierto
que la unión del actor con
Kathryn Bigelow resultó en un título estimable
(K-19: The Widowmaker, 2002), pero tanto la taquilla como la valoración crítica de sus películas en este período parecían llevar escrita la palabra
"vieja gloria" con tinta invisible. Salvo en el caso de
Indiana Jones y el Reino de la calavera de cristal: en aquella ocasión, tanto las reseñas positivas como el éxito recaudatorio apelaban a aquello de "por ser vos quien sois".
La entrada de Ford en el siglo XXI parecía prolongar esta gráfica descendente. Sin ir más lejos, sus dos títulos de 2010 fueron
Medidas extraordinarias (dramón médico a mayor gloria de él y de un
Brendan Fraser cada vez más perdido) y
Morning Glory, entrañable pero floja incursión en la comedia romántica. Al año siguiente,
Cowboys & Aliens nos recordó aquello de que el camino hacia el infierno (o hacia el amor de los
fans del
fantástico) está empedrado con buenas intenciones... Pero también
devolvió la estampa de un intérprete correoso, enérgico y capaz de
otorgar matices a un villano bastante unidimensional. Un posible
aperitivo para lo que se avecinaba.
Y lo que se avecinaba era un regreso propio del Ave Fénix, al menos en lo cuantitativo. Tras un año entero de asueto,
Ford tiene nada menos que cuatro películas en su agenda de 2013. Todas ellas en papeles secundarios, es cierto, y con un crédito
(Anchorman 2) debido a lo que podemos llamar un cameo de lujo. Ahora bien: mientras el
thriller Paranoia quedará seguramente como
uno de los filmes con peores críticas del año, también es cierto que la epopeya de béisbol
42 (estrenado en dvd y vídeo bajo demanda)
ha gozado de una recepción muy positiva. La crítica del filme en
The Wrap halaga a Ford adjudicándole
"su interpretación más dinámica en mucho tiempo, creando un personaje complejo y desapareciendo tras él", mientras que un espectador español de la película se muestra más encomiástico:
"Es la primera vez que le he visto interpretar", nos dice,
"desde la época de Peter Weir y Polanski".
Mucho trabajo, buen humor
Tal vez este último testimonio exagere un poco: si
Único testigo, La costa de los mosquitos y
Frenético han
quedado como tres de los mejores trabajos en la filmografía de Ford es
porque se trata de otros tantos filmes excepcionales. Algo de cierto
debe haber en ello, eso sí, cuando el actor decide pasar menos tiempo
jugando
con sus nietos y pilotando sus bienamados helicópteros y avionetas a
cambio de regresar a los platós. La reputación de Harrison Ford como un
señor reservado hasta los límites de lo huraño es bien conocida, pero su
mutismo acerca del
Episodio VII de
Star Wars ha cobrado
formas de sana autoparodia en lugar de hostilidad. Incluso periodistas españoles que han charlado con él durante la promoción de
El juego de Ender han
hecho comentarios (entre bambalinas) sobre la repentina amabilidad de
su talante. Algo que ha sorprendido sobre todo a quienes ya le habían
tenido ocasión de entrevistarle en años anteriores.
Ítem más: es sabido que Ford detesta a
Han Solo desde que
George Lucas le hizo soltar aquello de los pársecs y la Ruta de Kessel frente a una cámara. O, según otras fuentes, desde que un grupo de
fans enfervorecidos
le asaltó frente a una tienda de discos de Los Ángeles en 1977. Sin
embargo, su regreso a la saga galáctica le ha servido como moneda de
cambio para reanimar a otro personaje emblemático al cual sí tiene
cariño:
Indiana Jones. Ahora que Lucas y
Steven Spielberg admiten los errores de El reino de la calavera de cristal (con
incertidumbres, eso sí, sobre sus partes de culpa), una quinta película
podría servir de testamento a la altura de nuestro arqueólogo favorito.
Y, con estos precedentes, si resulta que
la hipotética secuela de Blade Runner sirve de pretexto a una conmovedora reconciliación con
Ridley Scott, no nos extrañaría nada. Por mucho que ambas continuaciones
nos den mucha pereza.
Bienhumorado, activo y en forma: el Harrison Ford de 2013 se parece
cada vez más a ese actor con el que muchos admiradores se identificaban
en los 80. ¿Cuál será la razón? Más allá de cotilleos, podría apelarse
al viejo Principio de Arquímedes y admitir que la carrera de este señor
pasó cerca de dos décadas hundida bajo muchas brazas de rutina y
mediocridad. Así, podemos confiar en que el empuje de sus últimos años
sea proporcional y le depare una trayectoria ascendente con rumbo a una
jubilación en lo más alto.