Con la agenda repleta y de mejor humor que nunca: tras el estreno de 'El juego de Ender', el actor de Chicago podría haber retomado las riendas de su carrera. Por YAGO GARCÍA
Sin embargo, los espectadores de El juego de Ender tal vez se hayan llevado una sorpresa al asomarse a sus imágenes. Un impacto que recibirá, a su vez, el público español que la vea a partir de hoy: se trata, ni más ni menos, de que en ella Harrison Ford actúa estupendamente. Cuanto menos se cuente sobre el rol de su personaje, el coronel Graff, mejor: baste decir que, aunque el papel no ande sobrado de matices, el actor despliega en él una energía admirable a sus 71 años, arrastrando la mirada y protagonizando duelos de gran intensidad tanto con Butterfield como con Viola Davis, su compañera en muchas escenas. Y, sí, hablamos del mismo Ford que lleva dejándonos fríos en la butaca, al menos, desde mediados de los 90. Y también, no lo olvidemos, de un hombre cuya carrera experimenta un repunte considerable desde que alcanzó los siete tacos de calendario.
Perdido y reencontrado
¿Cuánto de cierto hay en esta apreciación? Comencemos basando nuestro argumento en cifras: si bien el nombre de Harrison Ford apareció en 10 películas durante la década de 1990 (a un filme por año, como quien dice), su actividad registró un descenso durante la primera década de nuestro siglo. Entre 2000 y 2009, el hombre de Chicago se dejó ver en seis filmes, entre los cuales hallamos títulos de tan poco lucimiento como Lo que la verdad esconde, Hollywood: Departamento de homicidios o Territorio prohibido, un trabajo tan defectuoso como bienintencionado en el cual Ford aparecía como secundario, y cuyo estreno español se demoró dos años. Es cierto que la unión del actor con Kathryn Bigelow resultó en un título estimable (K-19: The Widowmaker, 2002), pero tanto la taquilla como la valoración crítica de sus películas en este período parecían llevar escrita la palabra "vieja gloria" con tinta invisible. Salvo en el caso de Indiana Jones y el Reino de la calavera de cristal: en aquella ocasión, tanto las reseñas positivas como el éxito recaudatorio apelaban a aquello de "por ser vos quien sois".La entrada de Ford en el siglo XXI parecía prolongar esta gráfica descendente. Sin ir más lejos, sus dos títulos de 2010 fueron Medidas extraordinarias (dramón médico a mayor gloria de él y de un Brendan Fraser cada vez más perdido) y Morning Glory, entrañable pero floja incursión en la comedia romántica. Al año siguiente, Cowboys & Aliens nos recordó aquello de que el camino hacia el infierno (o hacia el amor de los fans del fantástico) está empedrado con buenas intenciones... Pero también devolvió la estampa de un intérprete correoso, enérgico y capaz de otorgar matices a un villano bastante unidimensional. Un posible aperitivo para lo que se avecinaba.
Y lo que se avecinaba era un regreso propio del Ave Fénix, al menos en lo cuantitativo. Tras un año entero de asueto, Ford tiene nada menos que cuatro películas en su agenda de 2013. Todas ellas en papeles secundarios, es cierto, y con un crédito (Anchorman 2) debido a lo que podemos llamar un cameo de lujo. Ahora bien: mientras el thriller Paranoia quedará seguramente como uno de los filmes con peores críticas del año, también es cierto que la epopeya de béisbol 42 (estrenado en dvd y vídeo bajo demanda) ha gozado de una recepción muy positiva. La crítica del filme en The Wrap halaga a Ford adjudicándole "su interpretación más dinámica en mucho tiempo, creando un personaje complejo y desapareciendo tras él", mientras que un espectador español de la película se muestra más encomiástico: "Es la primera vez que le he visto interpretar", nos dice, "desde la época de Peter Weir y Polanski".
Mucho trabajo, buen humor
Tal vez este último testimonio exagere un poco: si Único testigo, La costa de los mosquitos y Frenético han quedado como tres de los mejores trabajos en la filmografía de Ford es porque se trata de otros tantos filmes excepcionales. Algo de cierto debe haber en ello, eso sí, cuando el actor decide pasar menos tiempo jugando con sus nietos y pilotando sus bienamados helicópteros y avionetas a cambio de regresar a los platós. La reputación de Harrison Ford como un señor reservado hasta los límites de lo huraño es bien conocida, pero su mutismo acerca del Episodio VII de Star Wars ha cobrado formas de sana autoparodia en lugar de hostilidad. Incluso periodistas españoles que han charlado con él durante la promoción de El juego de Ender han hecho comentarios (entre bambalinas) sobre la repentina amabilidad de su talante. Algo que ha sorprendido sobre todo a quienes ya le habían tenido ocasión de entrevistarle en años anteriores.Ítem más: es sabido que Ford detesta a Han Solo desde que George Lucas le hizo soltar aquello de los pársecs y la Ruta de Kessel frente a una cámara. O, según otras fuentes, desde que un grupo de fans enfervorecidos le asaltó frente a una tienda de discos de Los Ángeles en 1977. Sin embargo, su regreso a la saga galáctica le ha servido como moneda de cambio para reanimar a otro personaje emblemático al cual sí tiene cariño: Indiana Jones. Ahora que Lucas y Steven Spielberg admiten los errores de El reino de la calavera de cristal (con incertidumbres, eso sí, sobre sus partes de culpa), una quinta película podría servir de testamento a la altura de nuestro arqueólogo favorito. Y, con estos precedentes, si resulta que la hipotética secuela de Blade Runner sirve de pretexto a una conmovedora reconciliación con Ridley Scott, no nos extrañaría nada. Por mucho que ambas continuaciones nos den mucha pereza.
Bienhumorado, activo y en forma: el Harrison Ford de 2013 se parece cada vez más a ese actor con el que muchos admiradores se identificaban en los 80. ¿Cuál será la razón? Más allá de cotilleos, podría apelarse al viejo Principio de Arquímedes y admitir que la carrera de este señor pasó cerca de dos décadas hundida bajo muchas brazas de rutina y mediocridad. Así, podemos confiar en que el empuje de sus últimos años sea proporcional y le depare una trayectoria ascendente con rumbo a una jubilación en lo más alto.
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