Con los años y los proyectos frustrados, parecía imposible… pero al fin ha sucedido: Fundación, la obra maestra de Isaac Asimov, tendrá su adaptación audiovisual, y con nada menos que Jonathan Nolan (el hermanísimo del autor de Interstellar) como máximo responsable. En realidad no se tratará de un filme, sino de una serie televisiva (con el sello de calidad de HBO, además) y está claro que Sean Connery no regresará de su retiro para encarnar a Hari Seldon, como los fans de la novela llevan décadas soñando. Pero está claro que la novedad ha supuesto una alegría para los admiradores de la saga original, que son legión… máxime teniendo en cuenta que el otro candidato en firme para abordar el proyecto era Roland Emmerich.
Ahora bien: ¿quiénes predijeron, hace un par de años, que Fundación llegaría en breve a la pantalla? Pues nosotros, por supuesto: en 2012, CINEMANÍA publicó un reportaje sobre novelas de ciencia ficción que deberían ser películas, en el cual dedicábamos un apartado al serial de Asimov. Si bien es cierto que nuestro vaticinio sobre la adaptación no se ha cumplido al cien por cien, eso no nos importa demasiado: al fin y al cabo, la literatura especulativa nunca aspira a adivinar el porvenir, sino a proponer futuros posibles, pasando un buen rato en el proceso. Así pues, hemos decidido volver a ejercer la ciencia de la Psicohistoria y, estrujando al máximo nuestros cerebros positrónicos, ofreceros esta nueva lista de clásicos del género que merecen pasar a imágenes en movimiento (o a hologramas, según).
El Señor de la Luz
La novela: Apoyándose en ilusiones y supersticiones, los dioses védicos (Shiva, Visnú, Kali y demás) controlan el mundo, y sólo un enigmático personaje llamado Siddharta se les opone. ¿Te recuerda a algo la historia? Pues olvídate de El pequeño Buda: el planeta en el que transcurre este libro de Roger Zelazny no es la Tierra, las deidades son en realidad humanos con superpoderes tecnológicos, y el presunto Iluminado (‘Sam’ para los amigos) prefiere encabezar una revolución antes que llegar al Nirvana. De los demonios de fuego, los asesinos ninja y las cabezas nucleares, mejor hablamos otro día…
La película: Si el título de El Señor de la Luz te suena, es posible que se deba a Argo: la frustrada adaptación al cine de esta novela (incluyendo esos los de producción obra de Jack Kirby) sirvió de base para ese montaje de la CIA en Irán, tan bien narrado por Ben Affleck en su cinta. Así pues, ¿por qué no toma el propio Affleck el toro por los cuernos, finalizando la tarea que quedó inacabada en 1979? Además, tras ver lo bien que actúa en Perdida, no pondríamos ninguna pega a que la protagonizase él.
Estación de tránsito
La novela: Para los vecinos del pueblo donde vive, Enoch Wallace es un tirado y un pasota. Craso error, por dos motivos: este señor tiene muchos más años de los que aparenta (los suficientes como para haber combatido en la Guerra de Secesión, de hecho) y siempre anda hasta las trancas de trabajo, puesto que su casa es una suerte de gasolinera para ovnis. Combinando un protagonista inolvidable y una ambientación rural con las paranoias ufológicas y nucleares de la Guerra Fría, Clifford D. Simak obtuvo una de sus obras maestras con esta novela. Y eso es decir mucho.
La película: La presencia de Jeff Bridges (encantado por un plan de rodaje que le permite permanecer a poca distancia de su rancho) despierta ciertos reparos hacia la adaptación de Estación de tránsito. Pero la estupenda interpretación del actor, así como la dirección de unos hermanos Coen inesperadamente solventes en su primer asalto al cine fantástico, libran al filme de esas predicciones según las cuales iba a tratarse de un “El gran Lebowski contra los Men in Black”. Aunque algo de eso hay, a qué negarlo…
La guerra interminable
La novela: Tras regresar de Vietnam con una condecoración en la maleta y unas cuantas heridas en el cuerpo, Joe Haldeman trató de imaginar un panorama todavía más negro para sus personajes. Y lo consiguió: la mayor ordalía para los soldados interestelares de esta novela no es irse a estrellas lejanas a pegar tiros, sino regresar a una Tierra que (por cosas de la dilatación del tiempo y las paradojas de Einstein) no se parece en nada al mundo que dejaron al partir. Y eso les ocurre una vez, y otra, y otra…
La película: “Si vuelvo alguna vez a la ciencia-ficción [tras completar las dos secuelas de Prometheus], adaptaré La guerra interminable”, prometió Ridley Scott en 2013. El cumplimiento de dicho voto arranca aplausos para el director, quien realiza la película alejándose de espectacularidades gratuitas y volviendo por fin al futurismo intimista de Blade Runner. Channing Tatum, por su parte, también le saca mucho partido crítico a su interpretación como el antihéroe William Mandella.
Las estrellas, mi destino
La novela: Gulliver Foyle no es lo que se dice una buena persona. Y tampoco es un sujeto muy listo, algo que le ha impedido encontrar otro trabajo que no sea el de mecánico espacial de tercera clase. Pero, cuando una mala jugada le pone al borde de la muerte en el vacío interestelar, saca fuerzas de flaqueza y decide dedicar su vida a una sola misión: la venganza. Esta obra de Alfred Bester, elogiada por señores tan fiables como William Gibson y Stephen King, pondría en serios aprietos a cualquier cineasta… pero también le daría grandes satisfacciones.
La película: Tras constatar con Interstellar que el espacio exterior es lo suyo, principalmente porque en él hay sitio para su ego, un Christopher Nolan siempre afín a los retos se reúne con Tom Hardy para condensar Las estrellas, mi destino en un megapeliculón de tres horas y cuarto en el que Michael Caine (tenía que salir) interpreta al maligno Priesteign y Christian Bale ejerce como secundario de lujo dando vida a Saul Dagenham, el asesino radiactivo. Pese a la polémica suscitada por sus masivas cantidades de gore, la cinta convierte la frase “Tienes un millón y sólo gastas céntimos” en un meme de internet.
Jennifer Gobierno
La novela: El mundo descrito aquí por Max Barry parece el sueño húmedo de un neocon privatizador: el ‘sálvese quien pueda’ económico es la norma, y los individuos usan como apellidos los nombres de las corporaciones para las que trabajan. En medio de semejante distopía, una funcionaria con mucha mala leche (y con el código de barras de una Barbie tatuado en la cara) busca al responsable de un asesinato múltiple cometido para promocionar una marca de zapatillas.
La película: Jennifer Gobierno es un libro que ya ha despertado interés en el mundo del cine: Steven Spielberg, Steven Soderbergh y George Clooney, nada menos, sonaron como posibles responsables de una adaptación que quedó en agua de borrajas. En espera de que algún cineasta se atreva a retomar el filme, nosotros tenemos claras dos cosas: Scarlett Johansson sería la Jennifer de nuestros sueños, y daríamos lo que fuera por ver a Matthew McConaughey desempolvando su traje de El lobo de Wall Street para encarnar a John Nike.
La saga de Honor Harrington
La novela: ¡Basta de rojerío y derrotismo pacifista! Pónganse firmes, cinemaníacos, porque ahora nos toca recibir a la tremebunda capitana espacial creada por David Weber, que ya lleva protagonizadas la friolera de trece novelas, más una infinidad de spin offs y obras derivadas. Animados por una loable verosimilitud científica, volúmenes como En la estación Basilisco, El honor de la reina y Bandera en el exilio demuestran que un híbrido entre Master and Commander y Starship Troopers (el libro, ojo, no la novela) no sólo es posible, sino que también es muy disfrutable.
La película: Los rumores sobre una adaptación de las novelas de Weber se remontan al menos hasta 2006, pero la cosa ha tardado en prosperar. Ahora bien: si la productora Evergreen Studios se sale con la suya, tendremos Harrington para rato, porque el proyecto Tales of Honor (previsto para 2017) no se quedará sólo en un filme, sino que también abarcará cómics, videojuegos y una serie televisiva. Nadie ha especulado aún sobre quién será la actriz principal, y nosotros recordamos que a Cobie Smulders le sientan genial los uniformes…
Mysterium
La novela: Como dicen sus fans, a Robert C. Wilson le gusta hacer desaparecer cosas. Y, a ser posible, hacerlas reaparecer en lugares inimaginables, y también inhabitables. Sin ir más lejos, y por quítame allá un experimento militar de nada, aquí es un pueblecito de Michigan el que se volatiliza para trasladarse a unos EE UU alternativos y totalitarios, donde una secta de fanáticos religiosos controla el gobierno, la guerra (contra España, por cierto) es perpetua y, para colmo… ¡todo el mundo habla en francés!
La película: En el fondo, Mysterium es la historia de una ocupación militar. Por eso, tras curtirse en el género bélico con Corazones de acero, David Ayer es capaz de coger el toro por los cuernos y adaptarla en la forma de un señor blockbuster: multitud de fans de Brad Pitt están a punto de sufrir un soponcio al verle interpretando a líder del ejército invasor, mientras que Joaquin Phoenix y el viejo amigo del director Jake Gyllenhaal interpretan, respectivamente, al desencantado profesor de instituto y al científico que buscan una solución al embrollo.
La saga Traición
La novela: Tally Youngblood es lo que hoy en día llamaríamos una adolescente normal: nunca ganaría un concurso de belleza, pero tampoco aspira a ello, y sus metas vitales se centran más en lo intelectual que en lo físico. ¿Dónde está el problema? Pues en que Tally vive en un futuro donde las apariencias mandan, y las operaciones de cirugía estética son obligatorias. El autor Scott Westerberg se complace en recordar que él comenzó a escribir esta serie de tres libros allá por 2005, cuando ni Los juegos del hambre ni Divergente habían visto la luz.
La película: Tras la frustración que le supuso no dirigir La saga Crepúsculo: Amanecer, Gus Van Sant se toma la revancha dirigiendo la versión fílmica de Traición, primer libro de la serie, así como proyectando sus secuelas Perfección y Especiales. Pese al bajo presupuesto y un reparto de actores no profesionales en el que sólo destaca Matt Damon (a cargo de un cameo sin diálogos) el fandom del serial acoge al filme con los brazos abiertos, mientras se especula con una posible candidatura en la sección ‘Una cierta mirada’ de Cannes.
En alas de la canción
La novela: El crítico Harold Bloom, enemigo acérrimo de la literatura de género, es sin embargo muy fan de este libro de Thomas M. Disch. Comprensible, dado que estamos ante un novelón de antología, cuyo retrato de un mundo futuro dictatorial y empobrecido (sí, estamos ante otra distopía) queda sabiamente compaginada con un fantástico relato sobre el poder liberador de la música. “Liberador”, literalmente, porque con un poco de ayuda tecnológica, los buenos cantantes pueden salir de sus cuerpos y realizar viajes astrales.
La película: Cada vez más despendolados, Robert Pattinson y David Cronenberg deciden adaptar En alas de la canción al cine, el primero desde la silla del director (¡menos mal!) y el segundo interpretando a Daniel Weinreb, un chaval que (tras ser enviado a prisión por el imperdonable crimen de leer el periódico) está dispuesto a cualquier cosa para dominar sus poderes musicales. La inesperada intervención de John Travolta como el cantante castrato y gay que ejerce como mentor del protagonista da lugar a rumores y comentarios de todo tipo.
Via.cinemania