Los topicazos de los pósters de cine vuelven a la carga. Ni siquiera Pixar se libra de estos tres (sí, sólo tres) lugares comunes que se repiten como el ajo digital en 3D. Por CINEMANÍA
1 - La maratón popular
¿Cómo hacerlo? Está claro que, lo que es a los niños, les encanta la acción y el dinamismo, posible causa de que algunos de ellos se conviertan en fans de La jungla de cristal cuando crecen. Por ello, para convencer a los chavales (y, a veces, también a sus papás) de que no van a aburrirse en la butaca, ponemos a los personajes del filme a correr como locos mirando a cámara... ¡Y listo! Como podemos ver, este estilo es especialmente querido por Dreamworks, pero los diseñadores de Pixar también han cedido a sus encantos.
Culpables: Toy Story 3, ¡Rompe Ralph!, Shrek, Planet 51...
2 - El simbolito de la victoria
¿Cómo hacerlo? Será por influencia del animé japonés (como nos recuerda el encabezado, en tierras asiáticas este signo significa "paz") o porque las mentalidades de algunos creativos se quedaron ancladas en los 90 (¿o era en los 60?), hacer que el encantador monigote digital de turno nos muestre el índice y el corazón con gesto sonriente también priva para esta clase de pósters. Sobre todo si la película en cuestión es la segunda parte de un serial (dos dedos, parte dos... ¿lo pillas?). Ojo: si quieres hacer este gesto en un país anglosajón, procura mostrarle a tu interlocutor la palma de la mano en lugar del dorso. De no ser así, estarás haciendo el equivalente british a nuestra entrañable higa.
Culpables: Toy Story 2, Scooby Doo 2, Alvin y las ardillas 2...
3 - Alzando la ceja
¿Cómo hacerlo? El mundo del márketing generalista nos ha dado demasiadas (y atroces) pruebas de un hecho cierto: para convencer al público más joven de que consuma un producto, los publicitarios quieren persuadirle de que el producto en cuestión se acerca a él de forma desenfadada, casual, cómplice... Como ese catequista que te llamaba "colegui" preparándote para la comunión, vamos. Y, como suele pasar, hace falta un carisma de acero (el de Jessie la vaquera, por ejemplo) para que dicho acercamiento no acabe provocando copiosas dosis de vergüenza ajena, tanto en los niños como en los adultos.
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