lunes, 1 de octubre de 2012

¿Vendidos, o atrevidos? 10 directores de culto que se pasaron al 'mainstream'


De guerrilleros del celuloide, a consagrados con acceso a grandes presupuestos. ¿Vendieron estos cineastas su creatividad por un plato de lentejas? Por YAGO GARCÍA

vendidos o atrevidos? 10 directores de culto que se pasaron al mainstream
Muchos directores de cine comienzan su andadura llenos de ilusiones, dispuestos a hacerle la guerra a la industria de Hollywood... Y con cuatro perras en el bolsillo. Pero el tiempo pasa, y con los años se acumulan factores que les mueven a buscarse las castañas a la sombra de los estudios y las majors, para bien o para mal. Sea porque las facturas apuraban, porque en EE UU (donde, como se nos recuerda tan a menudo, no hay subvenciones) sacar adelante un proyecto ambicioso puede costar Dios y ayuda, o porque la madurez creativa les volvió más tolerables para todos los paladares, estos 10 directores recorrieron ese camino: de guerrilleros del celuloide, a autores consagrados con derecho a estrellas en el reparto. ¿Salieron ganando con el cambio, o se vendieron al vil metal? Vuestra es la decisión...

Joss Whedon

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El culto: Bueno, tratándose del gran Joss (quien, lo repetimos por enésima vez, es el maestro), lo del underground es relativo. Pero nadie le niega su estatus de autor de culto, cimentada por dos puntos básicos: sus creaciones (especialmente Buffy, cazavampiros) se han ganado un fandom enorme, y sus roces con la industria le han llevado a debacles tan sonadas como las de las series Firefly y Dollhouse. 
El mainstream: En dos palabras: Los Vengadores. Aunque Serenity (la secuela en pantalla grande de Firefly) tuvo unos resultados de taquilla muy modestos, Disney y Marvel confiaron en el prestigio de nuestro hombre como autor de cómics, encargándole que escribiera y dirigiese su filme más ambicioso. El resultado: una película que no sólo ha arrasado entre el público y parte de la crítica, sino que proclama su condición de producto whedoniano.

Peter Jackson

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El culto: Haz la prueba, valiente: con la excusa de que las firma el director de El Señor de los anillos, trata de exponer a tus amigos, tu pareja o tus compañeros de piso al visionado de Mal gusto o El delirante mundo de los Feebles, los filmes que convirtieron a Jackson en uno de los autores más admirados del gore cachondo. Lo menos que puede pasar es que te lleves una colleja.
El mainstream: Jackson ya había ganado fama mundial con Braindead: Tu madre se ha comido a mi perro, y Criaturas celestiales probó que no precisaba de sangre e higadillos para inquietar al público. Pero tras el iconoclasta amante del terror se ocultaba un ser sensible, amante de los elfos y los hobbits, y eso fue lo que le convirtió en un titán del celuloide (amén de forrarle el riñón para los restos). Por desgracia, su regreso a terrenos más personales en The Lovely Bones acabó siendo un chasco de altura.

Pedro Almodóvar

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El culto: Dos putas (Historia de amor que termina en boda), Folle... folle... fólleme Tim!, Sexo va sexo viene... Así se titulaban los primeros cortometrajes que el oscarizado manchego exhibía, de forma clandestina, en el Madrid de los 70. Sus primeros largos, como Laberinto de pasiones o ¿Qué he hecho yo para merecer esto! destacaban por una crudeza considerable, y siguen resultando escandalosos para muchos.
El mainstream: Seguramente fue Mujeres al borde de un ataque de nervios, con su tono de comedia sofisticada y su nominación al Oscar, la obra que trasladó a Almodóvar de la marginalidad (buscada) al primer plano de la industria. Pero, dado que el cineasta sigue manteniendo sus obsesiones tan frescas como el primer día, sólo que ahora con formas más depuradas, hay que preguntarse qué ha cambiado más: su cine, o una sociedad española más difícil de soliviantar ahora que antes.

Gus Van Sant

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El culto: Tanto Mala noche (su debut largo) como Mi Idaho privado y Drugstore Cowboy convirtieron a Van Sant en el referente máximo del New Queer Cinema, esa corriente cinematográfica de los 80 y 90 empeñada en recordarle a Hollywood que los gays también existen (y van al cine).
El mainstream: Aunque El indomable Will Hunting confirmase su capacidad para rodar una feel good movie muy oscarizable, y aunque Mi nombre es Harvey Milk desplazase sus temas gays al terreno de los biopics y de las películas 'convencionales', Van Sant sigue llevando a un subversivo en su interior. Véanse experimentos como Gerry (con Matt Damon y Casey Affleck perdidos en el desierto), Last Days y Elephant. Ahora bien, Descubriendo a Forrester o su remake de Psicosis siguen siendo dos salidas de tiesto poco perdonables.

Sam Raimi

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El culto: Realizar Posesión infernal no sólo probó que este hombre de Michigan era capaz de realizar una gran película con cuatro céntimos, sino que también le hizo entablar amistad con los hermanos Coen. Después, Terroríficamente muertos y El ejército de las tinieblas le situaron en esa liga que arrebata a los cinéfilos más gamberros y a los festivales de cine fantástico, mientras que la mayoría del público ni se entera de que existe.
El mainstream: "Ya os hemos pillado", pensará ahora más de un lector. "Ahora nos vais a venir con que si Spiderman rompió taquillas, y tal". Pues no, listos: el filme que convirtió a Raimi en un cineasta aceptable por los grandes estudios fue Un plan sencillo, drama de 1998 donde demostraba que en su lenguaje había más recursos que las steadycams despendoladas y la mandíbula de Bruce Campbell. Por extraño que resulte, fue esa película la que le consiguió el puesto de director en las aventuras de Peter Parker.

David Lynch

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El culto: Sólo por sus chistes, ya sabíamos que Mel Brooks es un hombre de coraje poco común. Pero es que, además, el comediante neoyorquino se atrevió a producir El hombre elefante, salto a la primera división del genio de Montana. No está nada mal, teniendo en cuenta que, hasta entonces, Lynch sólo había firmado la muy radical Cabeza borradora.
El mainstream: Las cosas como son: si Lynch se ha ganado un lugar entre los directores de primera fila (esos cuyos estrenos salen en los informativos de la tele) es a fuerza de coraje, tesón y calidad pura y dura. Porque Dune, la película que debería haberle granjeado un puesto en el sistema de estudios, resultó un batacazo enorme, y sus verdaderos éxitos se debieron a proyectos tan raros, y tan personales, como Terciopelo azul y la serie Twin Peaks. Tan acostumbrados estamos a sus locuras que, cuando decidió contarnos Una historia verdadera en 1999, muchos nos quedamos preguntándonos por qué la película parecía tan "normal".

David Cronenberg

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El culto: Otra prueba de que Mel Brooks los tiene bien puestos: tras haber lanzado a la fama a David Lynch, su productora Brooksfilms proporcionó al canadiense más morboso su proyecto de mayor envergadura hasta entonces, La mosca. Antes de ese momento, y con la excepción de La zona muerta, Cronenberg había entregado títulos como Vinieron de dentro de... y Videodrome, que le ganaron el mote de "Dave el depravado".
El mainstream: Aunque durante los 80 y los 90 Cronenberg siguió revolucionando nuestras retinas (eXistenZ, El almuerzo desnudo...) y aunque el premio en Cannes para Crash resultó en una controversia considerable, el director lleva ya bastantes años instalado en una tierra de nadie. Porque películas como Una historia de violencia, Spider y Un método peligroso son lo bastante normales como para que los fans de su primera época sentencien que se ha vendido, pero también demasiado incómodas para un público generalista.

Penelope Spheeris

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El culto: Si has leído nuestro especial sobre las mejores películas de rock, te sonará The Decline of Western Civilization, la trilogía documental en la que Spheeris pasaba revista a las formas más estruendosas de música pop, a sus vicios y a sus cosas. ¿Y cómo se pasó esta señora al mainstream, si puede saberse?
El mainstream: La respuesta a la pregunta anterior está en Mike Myers y Dana Carvey haciendo headbanging al ritmo de Bohemian Rhapsody: la Spheeris fue escogida por el dúo de cómicos para dirigir Wayne's World: ¡Qué desparrame! en 1992. Por desgracia, el resto de su carrera en los grandes presupuestos la sentenció a productos como Rústicos en dinerolandia y Experimento chiflado, acabando prácticamente con su originalidad.

George A. Romero

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El culto: Con presupuestos espartanos y distribuciones de risa (tanto que, al menos en un caso, el filme ha pasado a dominio público), la trilogía de La noche de los muertos vivientes, Zombi y El día de los muertos logró recaudaciones astronómicas. Justo la clase de resultados que llevan a los ejecutivos a hacer fichajes...
El mainstream: Lamentamos decir que el patriarca zombie no ha tenido mucha suerte en el cine más generalista. Proyectos personales como Los caballeros de la moto se estrellaron en taquilla, mientras que (salvo Creepshow) sus filmes de terror para los grandes estudios han tenido resultados tirando a pobres. No nos extraña que, desde 2005 (con La tierra de los muertos vivientes) Romero haya regresado con sus queridos cadáveres.

John Waters

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El culto: Con lo bien que viste, y con lo majo que es, resulta difícil pensar que Waters filmó en su día barrabasadas como Pink Flamingos, Cosa de hembras y Vidas desesperadas, auténticos atentados contra la decencia, el buen gusto y los convencionalismos en el cine.
El mainstream: A partir de 1988, películas como Hairspray (posteriormente convertida en musical con John Travolta haciendo de señora gorda), Cry Baby (con Johnny Depp) y Los asesinatos de mamá (con Kathleen Turner en funciones de maruja psychokiller) nos probaron que Waters estaba dispuesto a contar con actores de más relumbrón, y a suavizar un poco sus formas. Sin embargo, manifiestos del gamberrismo como Cecil B. Demente nos reafirman en nuestra creencia: junto con Omar y McNulty (The Wire), John es nuestro ciudadano favorito de Baltimore.

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