lunes, 12 de enero de 2015

Así fue la gala de los Globos de Oro 2015

Tina Fey y Amy Poehler presentan por última vez los premios de la Asociación de la Prensa Extranjera, en una ceremonia de paso ágil pero sin demasiadas risas.
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No es ningún secreto: puestos a escoger su gala de Hollywood favorita, la mayoría de cinéfilos preferirán los Oscar. Por su espectacularidad, por su bombo mediático, por sus números musicales y por la incógnita de si el presentador de turno (siempre que su nombre no sea Hugh Jackman o, esperamos, Neil Patrick Harris) lo hará aún peor que James Franco, los Premios de la Academia siguen llevándose la parte del león en lo que a convocatoria se refiere. Pero, como tiene que haber gente para todo, también estamos aquellos a quienes los Globos de Oro nos despiertan más interés como espectadores: sus premios abarcan también al pujante mundo televisivo, sus ceremonias lucen desenfado y dinamismo y, para colmo, Tina Fey Amy Poehler (“Las mujeres más divertidas del mundo”, según acertada frase de Ben Stiller) iban a despedirse este año de su rol como presentadores, seguramente para gran alivio de Matt Damon George Clooney. ¿Cómo no estar impacientes por ver la entrega de los Globos de Oro 2015, pues?
Las primeras imágenes desde la alfombra roja lucían un comienzo de traca: George Clooney, estrenándose en su papel de marido y a punto de recibir su Premio Cecil B. DeMille, hacía gala de un muy oportuno pin con el lema Je suis Charlie y acompañado por Amal Alamuddin Clooney, una señora que (amén de ser elegantísima) luce unas credenciales como experta en Derecho Internacional que deberían ahorrarle el título de “esposa de…”. Mientras Jessica Chastain Amy Adams se ganaban elogios tuiteros como las diosas pelirrojas que son, los hermanos Jake y Maggie Gyllenhaal lucían una solidaridad fraternal incentivada, suponemos, por el hecho de que él estaba nominado. En cuanto a Edward Norton, digamos que ni siquiera esa revalorización ante crítica y público que le ha supuesto Birdman consigue quitarle esa perpetua cara de mala leche: cualquiera diría que Tyler Durden iba a manifestarse en cualquier momento. Por fortuna, su compañera Emma Stone se mostraba extremadamente más simpática.
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Mientras los atuendos de Fey y Poehler (especialmente el de la primera) hacían que algún fashionista que otro sintiese ganas de arrancarse los ojos, la falda del vestidazo cobalto de Felicity Jones amenazaba con desalojar al resto de invitados de la alfombra roja, mientras que el Givenchy plateado de Julianne Moore nos hacía pensar en una Barbarella pelirroja de madurez extraordinariamente bien llevada. El panorama masculino, siempre más monótono, se animaba gracias a la originalidad de dos buenos compañeros y amigos: mientras Wes Anderson se revelaba matador con su camisa rosa de chorreras, el doblemente nominado Bill Murray rompía esquemas con ese sombrero, esa pajarita dorada, ese chaleco que apenas contenía una barriga prominente… En fin, con todo. Y, si a alguien le quedaban dudas sobre la grandeza consustancial a Helen Mirren, baste con recordarle esa pluma estilográfica llevada a modo de pin por la diva británica: un mensaje en pro de la libertad de palabra que nosotros, como profesionales de la información, no podemos sino agradecerle. Aunque Un viaje de diez metros no sea gran cosa, doña Helen, usted sigue siendo The Queen.
Así las cosas, la llegada apoteósica de Michael Keaton (para bien) y el vestido premamá y mariposil de Keira Knightley (para mal) iban camino de convertirse en un meme por derecho propio, mientras que Jamie Dornan (el dominator millonario de 50 sombras de Grey) despertaba insospechadas lujurias en las redes sociales. Mientras meditábamos sobre ésto,  un aullido preternatural dejó nuestros tímpanos para el arrastre, avisándonos de que los y las cumberbitches de Los Ángeles habían avistado a su objeto de deseo. Nominado por The Imitation Game (Descifrando Enigma), Benedict Cumberbatch nos indicó que, entre sus muchos talentos, se halla el de lucir la pajarita como nadie. Y también el de mantener un razonable nivel de entusiasmo frente a unas preguntas que, como suele ocurrir en las alfombras rojas, sobrepasaban las fronteras de lo inane.
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Cotillear y comentar modelitos está muy bien, pero aquí no habíamos venido a esto: cual GIs en Normandía, habíamos venido a luchar por no perdernos un detalle de la gala que iba a comenzar en ese mismo momento en el Beverly Hilton. Así pues, pusimos nuestras caras de concentración (no tan aterradora como el rictus de Harrison Ford Callista Flockhart, eso sí) y nos arrimamos al teclado mientras Tina y Amy saludaban a la concurrencia. “Buenas noches, pandilla de mocosos sin talento”, pronunciaron nada más entrar, antes de sacarle punta a la noche a base de referencias a Kim Jong-un y The Interview, J. K. Simmons y al parecido de Emma Stone con los cuadros ojipláticos que pinta Amy Adams en Big Eyes. Así da gusto, señoras: haciendo amigos. Bueno, también hubo un saludo (envenenado) para el amiguete Steve Carell. Y para Frances McDormand, según Poehler “la única persona del salón a la que salvaríamos si hubiera un incendio”. Casi que estamos de acuerdo, la verdad… Y, si Clooney pensaba que su cambio de estado civil iba a librarle de una colleja bien dada, las presentadoras le decepcionaron de lo lindo: su broma no sólo fue afilada e ingeniosa, sino que también sirvió para poner de relieve el tremendo curriculum de su pareja. Siguiendo con la feminidad orgullosa, las damas revelaron la clave de su larga amistad, y de tantas otras (“Nunca nos peleamos por los tíos”) antes de pasar revista al ’ganado’ presente en las mesas. Y también se permitieron soltar un bombazo acerca de las acusaciones de violación contra Bill Cosby: por mucho que les fastidie a algunos idiotas, jugar con los tabúes y decir según qué verdades sigue siendo privilegio de los humoristas.
Fey y Poehler parecían dispuestas a exprimir a fondo su despedida de los Globos: su discurso, amén de hilarante, fue maratoniano. Fue una lástima que se acabase, pero como quienes les relevaron fueron Jennifer Aniston y Benedict Cumberbatch (que, además de buenos actores, tienen talento para la comedia) dicho final nos dolió poco. Gracias al británico y la estadounidense supimos que el premio al Mejor Actor de Reparto en Cine iba a parar a J. K. Simmons, uno de esos eternos secundarios a quienes su merecido galardón por Whiplash llega en plena madurez. Con severidad, contundencia y bienvenida concisión, Simmons dio las gracias por un tipo de reconocimiento al que pueden aspirar algunos actores pero con el que la mayoría de las actrices no pueden (¡ay!) ni soñar, por más pamplinas que diga Russell Crowe. 
Jamie Dornan y Jennifer Ehle, los protagonistas de 50 sombras de Grey subieron para presentar el trofeo a la Mejor Actriz de Reparto en Miniserie. Y hubo sorpresa, porque muchos pensaban que Joanne Froggat no tenía nada que hacer frente a titanas como Kathy Bates y Uzo Aduba. La intérprete de Downton Abbey inició su discurso mencionando a la Bates, precisamente, para después reivindicando el derecho de las mujeres violadas a romper el silencio y liberarse del rol de víctimas pasivas. Y, acto seguido, llegó la primera de las mil y una pausas publicitarias a la que los Globos de Oro nos tienen acostumbrados, por desgracia. 

Jennifer Lopez, con uno de los looks más controvertidos de la noche, y Jeremy Renner (cada vez más parecido a un armario ropero) anunciaron el premio a la Mejor Miniserie. Y qué vamos a decir: por mucho que True Detective arrebate a muchos, a nosotros nos encantó oír cómo los violines de Carter Burwell acompañaban hacia el estrado al equipo de Fargo. La cantante y Ojo de Halcón presentaron también el premio al Mejor Actor Principal de Miniserie, que volvió a decepcionar a los sectarios del Rey Amarillo. Ni Woody Harrelson, ni Maziumacónajiu: el ganador fue Billy Bob Thornton, recogiendo el salario del Mal (con mayúsculas) por su aterrador personaje de Fargo y pronunciando un discurso que, más bien, era un haiku. Después, Naomi Watts subió al estrado para presentar la candidatura de Birdman, y llegó otra pausa publicitaria. Sí, otra.
Ahí llegaban otra vez Tina Fey y Amy Poehler, para presentar a la representante norcoreana en la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood. La digna señora no parecía comulgar mucho con la disipación y los copazos de la velada, pero demostró que de tonta no tenía un pelo exigiendo hacerse un selfie junto a Meryl Streep, con photobomb saltarín de Benedict Cumberbatch incorporado. Después, llegó el discurso del presidente de la institución, uno de esos momentos que habitualmente invitan al bostezo, a relajar los dedos (que, la verdad, ya empiezan a doler) y a chequear el twitter. Y eso que Theo Kingma arrancó sonoros aplausos con su defensa de la libertad de expresión “desde Corea del Norte hasta París”. Amén. Después, un Colin Firth muy británico presentó a The Imitation Game lanzándole una pulla cariñosa al señor Cumberbatch y recordando a las víctimas de la proscripción de la homosexualidad en Gran Bretaña. Recordemos que, en territorios de Su Graciosa Majestad, el amor entre personas del mismo género fue delito penal hasta 1967.
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Después, Gina Rodríguez jadeaba de lo lindo (¿paradoja?) al agradecer su premio a Mejor Actriz en Serie Cómica por Jane the Virgin. Show que, a todo esto, es la adaptación de una telenovela venezolana. El premio a Mejor Serie Cómica, por su parte, fue nada menos que para Transparent: el hecho de que las series de TV va muy por delante del cine en la representación de sexualidades no normativas tienen aquí un nuevo argumento a su favor. Y quienes consideran que las series de producción propia en streaming van camino de desbancar a las cadenas y productoras al uso en lo que a seriales se refiere, también. La showrunner Jill Holloway, que se basó en la historia de su propio padre para concebir la serie,  tuvo ocasión de recordar en su discurso a Leelah Alcorn, adolescente transgénero cuyo suicidio el pasado diciembre provocó una marea de activismo en las redes sociales.
Ataviada con un lazo de tamaño helicóptero, Melissa McCarthy realizaba la presentación de rigor, dedicada a St. Vincent. Y, después, Sienna Miller y ese Vince Vaughn sospechósamente similar a un muñeco de cera otorgaron el Globo a Mejor Banda Sonora al trabajo de Johánn Johánnson para La teoría del todo. Una de esas decisiones que, si se tiene en cuenta al resto de competidores, puede dejar a los espectadores con cara de “¿Perdón? ¿Cómo?”.  Pero, para gesto desencajado, el que se nos puso al constatar las dimensiones del peinado afro de Prince: haciendo honor a su fama de intratable, el de Minneapolis fue rápido y al lío con el trofeo a Mejor Canción Original, que fue a parar (“Por supuesto”) a ese genio del pop afroamericano llamado Common, gracias a Glory, su tema para Selma. Oprah Winfrey había que verla conteniendo las lágrimas, y se entiende, porque la categoría estaba reñidísima este año.
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Ajenas al caer de los premios, Julianne Moore Amy Adams se hacían un selfie de lo más coquetón, mientras que Katie Holmes Seth Meyers le entregaban el premio a Mejor Actor de Reparto en Miniserie a Matt Boomer por The Normal Heart. Tras esto, hubo ocasión de comprobar que los años no perdonan a nadie, ni siquiera a Clive Owen, presentador de la candidatura de La teoría del todo. Y, acto seguido… ahí estaba el ser viviente más temido en los Globos de Oro: un Ricky Gervais que, cervecita en mano, sacaba partido a su habilidad para la pulla subterránea y levemente chantajista (lo de Katie Holmes debió doler) antes de ofrecerle a Amy Adams su premio a Mejor Actriz de Comedia por Big Eyes. “Soy muy afortunada, porque tengo a un hombre que me apoya y que jamás intenta silenciar mi voz”, dejó caer la homenajeada durante su discurso, antes de lanzarle a su compañero de reparto Christoph Waltz una retahíla de elogios y, sobre todo, una sonrisa de esas que derriten la materia orgánica.
Salma Hayek Kevin Hart subían a un estrado que pronto se vio inundado por la verborrea del actor, y por la pedrería del vestido de la ‘Miss Globos de Oro’ Greer Grammer. Tocaba entregar el premio a Mejor Película de Animación, que se llevó Cómo entrenar a tu dragón 2. Que sí, que la saga con reptiles voladores es de lo mejorcito de Dreamworks, pero… ¿y Big Hero 6? ¿Y El libro de la vida? Y, sobre todo, ¿qué leches había pasado con La Lego película? En fin. La intervención de Kate Hudson cantando las excelencias de Into The Woods dio ocasión a relajarse y olvidarse del hipotético cabreo. Y, si con eso no hubiera sido suficiente, la barba, el esmóquin blanco y negro y el “Je suis Charlie” de Jared Leto, presentador del Globo a Mejor Actriz de Reparto, sirvieron para despejar neuronas. Patricia Arquette (Boyhood) recogía su recompensa a 12 años de trabajo mientras la buena de Meryl Streep ponía cara de “¿Cuántas nominaciones llevo ya?”.
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Habiendo perdido ya la cuenta de cuántas pausas por publicidad llevábamos, volvíamos a contemplar a Fey y Poehler acompañando a la corresponsal norcoreana. Mal jugado, señoras: en su primera aparición, el chiste era eficaz, pero a esas alturas ya iba perdiendo fuelle. Bill Hader Kirsten Wiig se pasaron de graciosetes con su número de imitaciones prologando el premio a Mejor Guión Original, que fue a parar a Birdman. Alejandro González Iñárritu, representante del creciente latino power en Hollywood, se nos metió en el bolsillo con su discurso y su porte, mientras que su reparto (al que mencionó cumplidamente, aunque se lió pronunciando “Galifianakis”) le miraba con arrobo. Otra presentación de candidatura más, esta vez con Jack Black alabando a Boyhood y a su amigo Richard Linklater, y después la estampa de Jane Fonda Lily Tomlin otorgando el (muy previsto) Globo de Oro a Jeffrey Tambor por Transparent. A sus 60 años, este veterano nominado por primera vez en su carrera reservó su última dedicatoria a la comunidad transgénero.
Colin Farrell Lupita Nyongo’o presentaron el premio a Mejor Película Extranjera. Que no fue, en contra de algunas expectativas, a Ida, sino a la rusa Leviatán: Andrei Zvyagintsev, director del filme, pronunció el enésimo discurso de la noche en pro de la libertad de expresión, cuya carencia (dada su nacionalidad) conocerá muy de cerca. Con semejante plantel de nominadas, lo del trofeo a la Mejor Actriz Principal en Miniserie estaba reñido, así que la victoria de Maggie Gyllenhaal (The Honorable Woman) nos supo a gloria. La hermana de Jake expresó su alegría ante la abundancia de papeles para “auténticas mujeres” en televisión, algo que también nos alegra mucho a nosotros. De la cara de mala leche de Frances McDormand (con la gracia que nos hace, lo mucho que la queremos y el miedo que nos daban sus primeros planos durante la gala, oiga) mejor hablamos otro día.
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Paul Rudd Alan Levine entregaron el premio a Mejor Serie Dramática a la recién llegada The Affair, cuyo reparto subió en pleno (o casi) a recoger el trofeo. Y tocaba otra presentación para una película nominada, en esta ocasión para Pride. Una tragicomedia obrera, gay, británica y ochentera cuya edición en dvd ha causado cierta polémica por quítame allá unas pancartas desaparecidas. A Katherine Heigl (¡cielos, sigue viva!) y David Duchovny les tocó otorgar el Globo a Mejor Actor de Serie Dramática a Kevin Spacey: las maniobras de Frank Underwood, el político sin entrañas de House of Cards, le valieron al actor su primera victoria en estos trofeos tras ocho años de nominaciones infructuosas. “Esto es el comienzo de mi venganza”, sentenció el hombre de American Beauty, y algunos tragamos saliva al escucharle… Claro que eso de “no me creo que me hayan dado el puto premio” contribuyó a quitarle hierro al asunto. Tras narrar su encuentro con un Stanley Kramer anciano y en silla de ruedas, Spacey pronunció una de las frases más sinceras de la noche: “Ojalá mis películas hubieran sido mejores”. Si lo dices por Cadena de favores, Kevin, te aseguramos que lo entendemos.
De manos de unos Julianna Margulies Don Cheadle discutidores, George Clooney recogía su premio honorífico: en el preceptivo vídeo de repaso a su filmografía pudimos comprobar que las joyas ganan de largo a los truños en su carrera, pero echamos de menos algún clip que otro de El retorno de los tomates asesinos Batman y Robin. Al menos, hubo espacio para aquel cameo en South Park, implantándole una patata en lugar de un corazón al pobre Kenny. “Gracias por mantener a las pequeñas películas vivas: a las grandes ya les va bien”, comentó el actor, dejando caer referencias al hackeo contra Sony Pictures, apuntando que ha perdido con sus películas más dinero del que ha ganado, y recordando a Robin Williams y su “carpe diem” de El club de los poetas muertos. Por otra parte, Clooney manifestó que su boda ha compensado con creces las malas críticas de The Monuments Men, antes de remachar con un recuerdo a las víctimas de la masacre de París: “No vamos a caminar con miedo”.
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La gala se reanudó con Owen Wilson haciéndole los honores a su amigo Wes Anderson El gran hotel Budapest, y con la aparición del muy amojamado Harrison Ford como presentador oficial del Globo a Mejor Director. ¿Sorpresa? Pues va a ser que no: el de Richard Linklater por Boyhood era uno de esos premios que se daban por sentados casi desde el principio. El que fuera niño travieso del cine indie se mostraba muy emocionado ante el reconocimiento a su maratoniana producción: ¿se habría imaginado un momento así cuando rodaba aquel debut tan gamberro titulado Slacker? Nueva pareja de presentadores al canto: Chris Pratt Anna Faris (“Yo soy NBC y él CBS, pero queremos criar a nuestros hijos en HBO”) hacían entrega a Ruth Wilson el premio a Mejor Actriz en Serie Dramática: la segunda victoria que The Affair se llevaba en el curso de la noche. La actriz británica vio así compensadas sobradamente las pullas derramadas en Twitter contra su vestido verde, seguramente uno de los más criticados de la noche.
Con Amy Adams presentando el premio al Mejor Actor de Comedia, enfilábamos la larga, tortuosa recta final de la gala. A nosotros, para qué lo vamos a negar, nos hubiese encantado ver a Bill Murray aceptando su Globo, pero aquí estábamos ante otro de esos premios cantados: Michael Keaton, aceptando los réditos críticos de Birdman y dejando claro que ha vuelto a Primera División para quedarse. “Pensaba que no iba a llorar, y aquí estoy”, dijo el actor antes de que la música le obligara a interrumpir su discurso. Con una muy favorecedora chaqueta tapando ese desastre de vestido (lo de su compañera Poehler no tenía arreglo), Tina Fey dio paso a Oprah Winfrey, quien comparecía como productora de Selma. Una pausa publicitaria más (huy, qué sopor…), una presentación más (la de Channing Tatum presentando una Foxcatcher cuyo pescado estaba ya, nos tememos, vendido) y llegó el momento que muchos estábamos esperando: Robert Downey Jr., muy comedido él, entregándole el premio a Mejor Comedia a El gran hotel Budapest. Gracias a eso, pudimos ver cómo Bill Murray subía al estrado, aunque fuera como acompañante de Wes Anderson.
Con pocas ganas de extenderse (te entendemos, amigo), Matthew McConaughey despachaba rapidito el premio a Mejor Actriz Dramática: aquí ha ganado Julianne Moore (Siempre Alice), y no le damos más vueltas. Pensar que la Moore recibió el primero de sus ya tres Globo de Oro gracias a Vidas cruzadas (Robert Altman, 1993) nos arrancó tristes reflexiones sobre el paso del tiempo, que a nosotros nos lleva mártir pero que parece tocar a la pelirroja sólo para lo bueno. Rosada cual chicle, Gwyneth Paltrow anunció la victoria de Eddie Redmayne por La teoría del todo: los biopics y los premios suelen casar bien, ya se sabe, máxime cuando la discapacidad (o más bien su retrato en la pantalla) anda de por medio. Lo cual no compensa la carita de cachorro apaleado de ese Steve Carell, y la repentina inmovilidad que asaltó tanto a Benedict Cumberbatch como a Jake Gyllenhaal.

¿Sabéis qué es lo peor de las entregas de premios? Pues que sus últimos tramos son un cansinamiento, aunque Meryl Streep haga acto de presencia para entregarle a Boyhood el galardón a Mejor Película Dramática. Linklater le cedió la palabra al productor de su filme, y tras este momento la gala se despidió de forma extremadamente precipitada. “Cuánto vamos a echar de menos a Amy y Tina”, concluyó la Streep. Y nosotros nos quedamos con la duda de si lo decía con algo de retintín, fíjate tú…
Via:Cinemania

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