Porque lo dice Boyero. ¡Qué no! Te damos cinco razones propias por las que la última película de David O. Russell debería irse de vacío en los próximos premios de la Academia. Por ANDREA G. BERMEJO
Pero… ¿no es una parodia?
En serio, pensé en Zoolander, pensé en Tropic Thunder, una guerra muy perra, y sobre todo, pensé en Zohan: licencia para peinar. Así que vi la película, en un cine del Soho lleno de periodistas chachis neoyorquinos, la mar de feliz. Me parecía la bomba que David O. Russell, ese director tan consternado que nos había hecho llorar y bailar en El lado bueno de las cosas, se riese un poco de Casino o de Uno de los nuestros o de su propia tendencia a ser tan intenso como los ojitos chisporroteantes de Bradley Cooper. Pero en la rueda de prensa, el director de La gran estafa americana me quitó la ilusión. Su película no era una parodia de nada, era un ente fílmico en sí mismo. Vaya, David, las intenciones importan, chico. Júranos aquí mismo que esta secuencia de amor y prendas lavadas en seco es para tomársela en serio.Personajes problemáticos
Todo el mundo sabe que el fuerte de David O. Russell son los personajes. Menos yo. Me cuesta entender qué clase de disfunción psicológica padecen o si simplemente están drogados porque son los 70. Vestidos con sus mejores galas, Jennifer Lawrence y su obsesiva compulsión con no sé qué pintauñas; Bradley Cooper debajo de sus rulos rosas o Christian Bale repeinándose el bisoñé, me hacen estar más preocupada por su estabilidad mental que por su construcción como seres de ficción. Y sí, a pesar de todo, Jennifer Lawrence es una diosa, aunque ella no se lo crea.¿Quién se ha llevado la trama?
Como la historia va de unos estafadores, imagino que ellos. Porque en la película cuesta encontrar su rastro. Anda por ahí la trama diseminada entre momentazos bailongos, planos de seguimiento –¿pero a dónde?– y diálogos alocadamente exagerados de presuntas estafas futuras. Sí, hay escenas brillantes –la confrontación de Jennifer Lawrence con Amy Adams previo morreo, por ejemplo– pero el resultado total es una nueva película amorfa –eso no tiene que ser necesariamente malo, pero en este caso es una estafa–, desmadrada, estirada y tan excesiva como Tom Jones cantando Delilah.Saca el cheque y dale al Play
Vale, esta razón está un poco de relleno… Pero, ¿os imagináis que podríais hacer vosotros, directores jovenzuelos, si tuvieseis el dinero para pagar los derechos de I Feel Love, de Donna Summer o How Can You Mend a Broken Heart, de los Bee Gees. Seguro que hubieseis dejado White Rabbit de los Jefferson Airplain tal cual está. Es decir, perfecta.¿Quién ha invitado a Robert De Niro?
Yo no. Cuando el veterano actor aparece en escena han pasado tantas cosas sin que pase verdaderamente nada que ya ni te hace ilusión. Sucede un poco lo mismo con Louis C.K, un personaje secundario con cara de qué pinto yo aquí durante todas sus secuencias. Y ahora que lo recuerdo, me sucedió también con Dustin Hoffman en Extrañas coincidencias, la cuarta película del director. ¿Cómo pudo conseguir O. Russell que no me gustase una película sobre detectives existencialistas protagonizada por Hoffman, Jason Schwartzman y Naomi Watts con peto vaquero?
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