'El resplandor', 'E.T.', 'Drive'... En contra de la costumbre, estos filmes no comenzaron a rodarse por el final. Por CINEMANÍA
El Conductor (Ryan Gosling), siempre puntual.
El resplandor (Stanley Kubrick, 1980)
De todos es sabido que el genio del Bronx cambió una y mil veces el guión de esta película durante el rodaje (y después de él), algo que le valió muchas broncas con el novelista Stephen King y un rodaje que se alargó hasta casi un año. Entonces, ¿cómo se las apañó el director para filmar las escenas en orden? Sencillo: alquilando todos los platós de los londinenses Elstree Studios durante 12 meses, instalando en ellos los que (por entonces) eran los decorados más extensos jamás construídos... Y dando orden de que el set estuviese preparado para acoger a su equipo cualquier día de la semana, a cualquier hora. Desde luego, Stanley no se andaba con medias tintas.
E.T. el extraterrestre (Steven Spielberg, 1982)
Spielberg hizo todo lo posible para que su película asaltase los corazones de los espectadores: para empezar, decidió filmar la mayoría de las escenas desde un punto de vista más bajo del habitual, a fin de que evocasen la perspectiva de un niño. Y, para seguir, optó por el rodaje cronológico, una estratagema que haría que los actores más jóvenes se identificaran mejor con sus personajes. Este recurso le salió tan bien que, rodando la despedida final del alienígena, tanto Henry Thomas como Drew Barrymore y el resto de los chavales se echaron a llorar de verdad.
La matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974)
Volvemos al género de terror, sólo que desde un ángulo un poco diferente al de Kubrick y El resplandor. Porque, si el barbudo misántropo puso a uno de los estudios más grandes de Europa en pie de guerra, Tobe Hooper sólo contaba con un páramo, una cabaña y la motosierra de Caracuero para filmar su debut: ante la falta de presupuesto, que obligaba a los actores a trabajar 16 horas al día, 7 días por semana, y que sobre todo les impedía ducharse y asearse, Hooper decidió aplicar aquello de "si la vida te da limones, haz limonada". Conforme la familia de palurdos caníbales les acosa y descuartiza, los personajes del filme lucen cada vez más astrosos y angustiados, lo que potencia el clima general de espanto.
El club de los cinco (John Hughes, 1985)
Mucho más dado a la experimentación de lo que dan a entender sus historias teen, Hughes enfocó esta película como si fuera una obra de teatro, sometiendo a sus actores a ensayos intensivos antes de rodar todas las escenas, meticulosamente, durante quince días. Con ello, el cineasta no sólo pretendía dotar de realismo a sus personajes, sino también evitar que la naturaleza hiciera de las suyas: tanto Anthony Michael Hall como Molly Ringwald, los miembros más jóvenes del reparto, estaban en pleno estirón, y salieron del plató mucho más altos de lo que entraron en él.
9 semanas y media (Adrian Lyne, 1986)
Si Adrian Lyne, siempre verduscón, se hubiese limitado a usar el rodaje cronológico para esta historia de erotismo masoca, el asunto tendría un pase. Pero, no contento con ello, el futuro director de Atracción fatal se cebó con la pobre Kim Basinger usando unas tácticas que dejan a las de Kubrick contra Shelley Duvall a la altura del betún. Sin ir más lejos, prohibió que la actriz y Mickey Rourke tuviesen conversaciones privadas fuera del rodaje, y convenció a la Basinger que tanto el actor como el resto del equipo la odaban a muerte. Como resultado de todo ello, Kim quedó muy convincente como sumisa sexual, pero acabó el rodaje hecha polvo y renegando de Lyne. El cual, apostamos, no se atrevió a hacer lo mismo con Glenn Close.
La muerte y la doncella (Roman Polanski, 1994)
Para esta película, su mejor trabajo desde Frenético, Polanski aprovechó el origen teatral del guión para rodar la historia en orden. De ahí que, por ejemplo, no haya flashbacks que nos cuenten la historia previa de los personajes, algo que el director consideró pero que acabó desechando. Irónicamente, la única escena que se salió de la norma fue el amanecer final, el cual (para más INRI) es realmente una puesta de sol tratada en postproducción. ¿Por qué no repitió el polaco la misma jugada en Un dios salvaje? Chi lo sà...
Una mente maravillosa (Ron Howard, 2001)
En 1973, un Ron Howard jovencísimo se peleó con George Lucas cuando este decidió rodar las escenas de American Graffiti en orden: según el entonces actor adolescente, el sistema de Lucas era un insulto a su capacidad para ponerse en situación. Muchos años más tarde, ya apalancado en la silla de tijera, Howard decidió emplear ese mismo sistema para su biopic oscarizado. Y, que nosotros sepamos, Russell Crowe se lo tomó bien, ya que le permitía sumergirse mejor en el descenso a la locura de su personaje.
[REC] (J. Balagueró, P. Plaza, 2007)
Siempre fieles al lema de "¡Grábalo todo, por tu puta madre!", Balagueró y Plaza no sólo se atuvieron al orden del guión al rodar su filme. Como sabemos los cinéfilos españoles, ni Manuela Velasco ni ningún otro actor del reparto recibieron sus diálogos escritos, y se llevaron más de un susto cuando los directores rodaron los momentos más terroríficos sin avisarles de lo que iba a pasar. Para colmo, el director de fotografía Pablo Rosso participó como actor... Interpretando al cámara.
Buried (Rodrigo Cortés, 2010)
Parece que los directores españoles le cogieron el gustillo a eso del orden cronológico después del exitazo de [REC], y buena prueba de ello es este fantástico ejercicio de terror claustrofóbico. Durante el cual, además, no se repite un solo plano y que fue elaborado en tan sólo 17 días de rodaje. Menos mal, porque Ryan Reynolds pasó el último par de días sufriendo ataques de pánico y lleno de rozaduras: recordemos que la película transcurre dentro de un ataúd.
Drive (Nicolas Winding Refn, 2011)
"Sólo pude rodar el 80 por ciento del metraje en orden", se lamentaba el cineasta danés (y archienemigo de Lars Von Trier) cuando se estrenó su oda al automovilismo neo-noir, uno de los filmes más aclamados del pasado año. El por qué de su pataleta no era que, siguiendo esta técnica, el romance entre Ryan Gosling y Carey Mulligan se desarrollara de forma más creíble, ni que Albert Brooks le pareciese más malo al público: es que Winding Refn ha rodado todos sus filmes, desde su debut Pusher (1996) siguiendo la secuencia del guión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario