El Palast se convierte, por obra y gracia de George Clooney y Dominik Graf, en un campo de batalla contra el sueño y otros percances narcolépticos. En la traicionera calma de Panorama, Michel Gondry toma las riendas del certamen Por VÍCTOR ESQUIROL
¿Dónde nos hemos llevado el susto? En el Palast, por supuesto, territorio abonado este año a las emociones fuertes. Durante la proyección de The Monuments Men, los acontecimientos han dado un giro que ni hubiera concebido el guionista más oportunamente macabro. Por si no estuviéramos sufriendo lo suficiente con la proyección. Mientras George Clooney y su panda de holgazanes ponían en la misma balanza el valor de una vida humana y el de una obra de arte, han empezado a oírse gritos provenientes del segundo piso. Una mujer pidiendo asistencia médica; llamada de socorro que se ha ido extendiendo en el patio de butacas. Un hombre ha perdido la conciencia y se ha desplomado. “¡Que alguien pare la película!”... y qué alivio. Perdón. Mientras entraban las asistencias médicas y se retomaba la proyección, los de la organización nos han asegurado una y otra vez que todo estaba bajo control. Esperemos.
¿Qué hay de la competición? No mucho. En lo único que triunfado la única película presentada hoy a concurso ha sido a la hora de sembrar en el Palast butacas vacías y cogotes peligrosamente inclinados sobre el respaldo del asiento. Dudoso honor. En defensa de Beloved Sisters (así se titula la pastilla), decir que estaba programada a las más bien poco propicias ocho y media de la mañana, cosas de llegar casi a las tres horas de metraje... la parrilla tiene que respirar por algún lugar u otro. 170 minutos en los que reflexionar sobre si Dominik Graf, director de la cinta, es un genio, un insensato o, directamente, un idiota. “Las (des)venturas del joven Schiller": el cineasta bávaro se concede, porque él lo vale, las licencias Históricas que más le convienen. Así, Herr Friedrich se lo pasa teta con Hannah Herzsprung y la preciosa Henriette Confurius, y mientras desfilan por la pantalla unos rótulos al más puro estilo Power Point, el romanticismo alemán y el cine de época se quedan como Dios los trajo al mundo. Entre lo ridículo y lo involuntariamente cómico. Lo increíble, vaya. Durante tres horas. Y muchos, en el Palast, irremediablemente desnucados.
¿Qué hemos descubierto en la sombra? In Panorama We Trust. La sección secundaria (?) por excelencia de la Berlinale ya ha puesto la velocidad de crucero (aviso a tripulantes: atentos estos días a lo que se mueva por ahí). Para muestra, Is the Man Who Is Tall Happy?, “nuevo” trabajo del siempre interesante Michel Gondry; documental artesanal concebido a lo largo de cuatro años y a partir de una entrevista de tres horas con “el pensador más grande en vida”, es decir, Noam Chomsky. El resultado de la ecuación es el que cabía esperar. La (sobre)saturación audiovisual se materializa en hora y media de incontenible tempestad neuronal, al final de la cual el cerebro acaba frito pero, a poco que se haya prestado atención, más sabio. Imposible entender más del 10% en su primer visionado; imposible procesar más del 20% de todos golpes. ¿Desesperante? Sí, pero todavía -mucho- más estimulante. En ella, la deconstrucción se lleva literalmente hasta los confines del universo. Los procesos cognitivos y el lenguaje pierden el sentido para adquirir uno nuevo, capaz de dotarnos de (también) nuevos ojos con los que ver un mundo que, efectivamente, se antoja como nuevo. Chomsky no calla, y apabulla. Como el excelente profesor que es, no responde, sino que plantea una infinidad de preguntas, a cada cual más esclarecedora. Gondry se deja barrer, y pone toda su sabiduría videoclipera para hacer de este apasionante laberinto algo hermoso... hasta comprensible.
¿Cuáles han sido las frases del día? Las disparadas por Michel Gondry en la ronda de preguntas posterior a la proyección de su película. Apunten. “Antes de entrevistar a Noam Chomsky llevé a cabo mucha investigación previa... aun así hice el ridículo.”; “Tuve que mirarme mi propia película unas cinco veces para acabar de entenderla. [...] Quiero distribuirla también por internet, lo cual es ideal para darle al botón de la pausa y para volver atrás las veces que haga falta. Es necesario.” No miente.
¿Dónde estaba el Jurado? Adivinen. Acompañando, al completo, a su compañero Gondry. Por si todavía no se había entendido, la gracia estaba hoy en evitar el sello de lo “Oficial”.
¿Y cómo se come todo esto? No se puede; mejor ni intentarlo. Esto sí, descubrir que una conocida marca alemana de coches ha habilitado este año una carpa para que los miembros acreditados de la prensa nos llenemos el estómago sin miedo a pagar factura alguna, ayuda mucho. Café, zumos, bebidas con gas, fruta y un surtido variado de pastas mantecosas. Como los legendarios festines del gorroneo en que se han acabado convirtiendo los desayunos de Horizontes Latinos del Zinemaldia, pero en versión pija. ¿Recuerdan la expresión de felicidad absoluta en los rostros de Merry y Pippin cuando se vieron con la “obligación” de zamparse toda la despensa de Saruman? Exactamente así... como putos hobbits, nos hemos puesto hoy.
Osómetro: Sin novedad en el frente. El Oso de Oro haría bien ignorando al último plasta que ha venido a rondarle. Excepto posesión colectiva por parte del Jurado, descartamos ya a Dominik Graf de la lucha. Siguen con las posibilidades intactas Edward berger, Yann Demange y cómo no, el gran Wes Anderson.
CINEMANÍA en la Berlinale 2014
Crónica 1: Wes Anderson abre las puertas del Palast
Crónica 2: Edward Berger y Yann Demange presentan candidatura
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