El director de 'Cuatro bodas y un funeral' y 'Harry Potter y el cáliz de fuego', que estrena hoy su adaptación de la novela de Dickens, nos cuenta por qué decidió que una nueva versión cinematográfica del clásico era relevante hoy en día. Por DANIEL DE PARTEARROYO
En la conversación que mantuvimos con Newell, la pregunta obligatoria estaba clara. ¿Por qué otra adaptación de Grandes esperanzas a estas alturas? ¿No hay otros libros de Dickens menos sobados, como Nuestro común amigo, que serían más merecedores de una nueva adaptación? "Cuando supe que a la vez que mi película se iba a hacer una serie de televisión me pregunté lo mismo", confiesa riendo sardónico el director. "Pero la pregunta aquí sería si hay sitio para una nueva película existiendo la de David Lean [Cadenas rotas, 1946]. Lo cierto es que sí, porque esa tiene casi 70 años. Y, además, ¡todo el mundo era muy viejo! John Mills hizo de Pip con casi 40 años". ¿Quería recuperar el poder que tiene la novela como historia de aprendizaje dirigida a un público juvenil? "Por supuesto. Es muy importante que Pip y Estella sean veinteañeros. Quería que la historia volviera a hablar a los jóvenes cara a cara. Todo va de cómo Pip descubre que el dinero mueve el mundo. Y si tienes 20 años hoy en día, como está cerca de ser el caso de mi hijo, te sucede lo mismo. Él ahora bromea sobre ello, no se preocupa por el trabajo, pero pronto descubrirá que cuando acabe sus estudios tendrá que encontrar una forma de ganarse la vida y eso será una presión difícil de soportar".
Aunque escrita en su mayor parte durante 1861, Grandes esperanzas está ambientada en Londres a principios del siglo XIX, en la conocida como época georgiana, anterior a la reforma victoriana que cambiaría para siempre la imagen de Inglaterra. Esa gran metrópoli sucia y decadente a la que llega Pip desde su pueblo natal es uno de los aspectos más llamativos visualmente. "Londres es la imagen del poder y la corrupción", cuenta Newell. "Antes de que la época victoriana acabara con el Londres real y construyera el imperial, la ciudad era así, decadente, bulliciosa, sucia, atestada como un mercadillo de Bombay. Todavía no era la capital de un Imperio, sino el horno de la locomotora. En todas las casas de gente adinerada de la época había un saliente en la puerta principal para limpiarse las botas, quitarse la calle de encima (el lodo, que más de la mitad era excrementos de caballo) y entrar en un mundo interior de fantasía donde todos los hombres eran caballerosos y nobles, las mujeres bellas, modestas y obedientes, a los niños se los veía pero no oía y la vida era enteramente falsa. Un cuento de hadas absurdo al otro lado de la desagradable realidad".
Algo que tampoco ha cambiado demasiado en nuestro días. "En absoluto. El dinero como regidor del mundo no ha cambiado, y mucho menos el poder de las apariencias. De ahí salen nuestras auténticas motivaciones. Grandes esperanzas es una historia moral directamente aplicable al mundo de hoy, que está lleno de gente rica y poderosa que no se lo merece mientras otros viven en la pobreza". ¿Por qué recurrir entonces a una adaptación directa, haciendo una película de época, en vez de utilizar una estrategia como la de Alfonso Cuarón en su versión de 1998, trasladando la acción a la actualidad? "Me gusta mucho la película de Alfonso, que es bastante amigo desde que le conocí gracias a Harry Potter, e incluso he robado alguna que otra cosa de ella para la mía. Pero quería mantenerme lo más fiel posible al libro", explica el director. "Por ejemplo, no me interesaba centrarme sólo en la relación entre Pip y Estella. Hay ese interés en el lado romántico de la historia, pero no es lo principal. El texto original es muy rico: hay romance, aventuras, comedia, incluso algo de atmósfera gótica de fantasmas, con el personaje de Miss Havisham. Esa variedad merecía ser conservada".
Grandes esperanzas se estrena el 27 de marzo.
Via:Cinemania
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