Sobre el papel parecen tonterías, pero recaudan a espuertas y sus ingresos mueven Hollywood. 'Al borde del abismo' es el último ejemplo de una tendencia que comenzó con 'Tiburón' y ha dado frutos como 'Parque Jurásico', 'Star Wars'... Y 'Serpientes en el avión'. Por YAGO GARCÍA
Pues ni una cosa, ni la otra: Al borde del abismo es una muestra más de lo que en Hollywood se denomina high concept. Es decir, películas basadas en premisas que, a fuerza de simples, parecen estúpidas, pero que pueden proporcionar millones en taquilla si se las maneja bien. De hecho, es probable que hayas visto más de una, aun sin darte cuenta, y que las hayas disfrutado previo pago. A continuación, te explicamos cómo funciona esta artimaña, y qué pasos hay que seguir para que dé beneficios.
Lección número 1: Todo en pocas palabras
Si quieres forrarte elaborando una película high concept, tienes que tener en cuenta esto: el argumento del filme debe poderse resumir muy, muy brevemente. Esto puede recordarte a los orígenes del asunto, en esas pelis de serie B (Astro Zombies, Jesse James contra la hija de Frankenstein) que prácticamente llevan la sinopsis en sus títulos. Pero no te equivoques, porque el ejemplo más ilustre del asunto, y el que lo convirtió en moneda corriente entre los ejecutivos de Hollywood, es nada menos que Tiburón.
La película de Steven Spielberg se filmó con un presupuesto ajustado, con un guión escrito a pie de plató y en circunstancias de gran apuro, debidas en buena parte a la manía del cineasta de rodar en exteriores (como dijo su mecenas Sid Sheinberg, “este realismo tuyo cuesta muy caro, Steven”). Pero su inmensa recaudación, que recuperó sus costes en sus dos primeras semanas y superó a El Padrino en el balance final, se debió en buena parte a lo fácil que era resumirla. Cuando un espectador preguntaba a otro de qué iba aquel filme que causaba furor, se encontraba con la sencilla respuesta: “De un tiburón que se come a la gente”. El resultado de tanta brevedad: 260 millones de euros ajustados a la inflación. Y eso sólo durante su primer año.
Lección número 2: ¡Promoción, promoción, promoción!
Bien aprendida la lección de Tiburón, y superado el bache arty de Encuentros en la tercera fase, Spielberg escribió el libro de estilo para casi todos high concept que han sido y serán. Porque la película del escualo gigante fue promocionada hasta la náusea por la productora Universal, algo de lo que el hombre de la gorra tomó buena nota. Véase para probarlo toda la mitología que el propio Spielberg y George Lucas montaron alrededor del personaje de Indiana Jones: todo en nuestro arqueólogo favorito es reconocible, desde su látigo y su sombrero a esas aventuras que, pese a seguir siempre una misma línea (“Indy’ busca una reliquia y derrota a los malos”), sorprenden y estimulan cada una por su lado. Y, si la promoción te viene ya dada por la explotación de una franquicia previa, como en Transformers (“Robots gigantes dándose de tortazos”), Harry Potter o GI Joe, pues casi mejor.
De ahí que, cuanto más esquemático y elemental sea el tema de un aspirante a blockbuster, antes comiencen las distribuidoras a recordarnos que este se estrenará en breve, y a convencernos de lo mucho que va a molar: véase el reciente ejemplo de Blancanieves y la leyenda del cazador (“¡La princesa lleva espada y mata mónstruos!”) o de Prometheus, “la precuela de Alien”. No es por nada, a todo esto, pero el proyecto de Alien se vendió en su día como “Tiburón en el espacio”…
Lección número 3: Ante la duda, tirarse a la piscina
Si no se tiene acceso a grandes medios de producción, ni a supercampañas promocionales, el recurso más eficiente para rodar un high concept es también el más cachondo y desacomplejado: llevar tu idea hasta las últimas consecuencias, sin importar lo disparatadas que estas puedan ser. ¿Queréis ejemplos? Pues los hay por docenas: Serpientes en el avión puede pasar por el más extremo, porque implicaba encerrar a unos cuantos ofidios (y a Samuel L. Jackson, que también luce mucho) en un aeroplano. Pero también tenemos Última llamada, filme cuyo título en inglés es Phone Booth (“Cabina telefónica”) y que mantenía a Colin Farrell encerrado… en una cabina de teléfonos, cual un José Luis López Vázquez bajo la mira de un francotirador.
¿Hacen falta títulos? Sí, tenemos más: Jacuzzi al pasado funcionaba en torno a una bañera de burbujas que operaba como máquina del tiempo. El cine de terror nos proporciona ejemplos como Cube (“Una prisión gigante con forma de cubo”) o Saw (“Un psicópata que tortura a criminales”). Y Como Dios, sin duda el caso que más miedo da de todos, planteaba la pregunta de qué pasaría si Jim Carrey fuese omnipotente. Pero el triunfo definitivo de esta variedad es, sin duda, Atrapado en el tiempo: antes de su estreno en 1993, nadie había pensado que la conjunción de Bill Murray y el Día de la Marmota diese para tanto.
Lección número 4: cuanto más merchandising, mejor
Al igual que Tiburón, La guerra de las galaxias fue un ejemplo temprano de high concept. Y, como todos sabemos, George Lucas construyó un imperio financiero gracias a esa película en la que no creía nadie, gracias a reservarse los derechos del merchandising. ¿A qué se debió esto? Pues a que Lucas adquirió con ella lo que el guionista de Piratas del Caribe Terry Rossio llama “una finca mental”: esa idea en la que nadie había reparado antes, que resulta naturalmente atractiva para el público de todas las edades y que, de puro elemental, da pie a infinitas variaciones y explotaciones.
Así, lo que podía resumirse en su día como “una de piratas, pero en el espacio” ha acabado dando lugar a un universo expandido con pingües posibilidades económicas en forma de videojuegos, figuritas, sables de luz de imitación… Del mismo modo, Spielberg rentabilizó Parque Jurásico (“la de los dinosaurios clónicos”) de todas las formas posibles. Si tienes éxito en todos estos apartados, lograrás lo que en la jerga hollywoodiense se conoce como una tentpole movie (“película mástil”), que puede sostener por sí sola todo el ejercicio fiscal de un estudio durante la temporada en curso. Si fracasas… Digamos que será mejor que te busques otro trabajo. La industria del cine no perdona, ya se sabe.
Via:cinemania
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