Quejas y motivos para arruinar la fiesta parisina de Woody Allen o por qué su película de viajes en el tiempo no debería llevarse los votos de la Academia. Por DANIEL DE PARTEARROYO
1. Contra la nostalgia... toma dos tazas.
La tesis de Midnight in Paris es relevante y muy acertada: no hay que parapetarse en la nostalgia de otras épocas o modos de hacer supuestamente mejores. Porque es contraproducente, no sirve para nada y, ante todo, puedes hacer el tonto porque esos tiempos es posible que no fueran tan mejores como te crees. El único problema (aparte de que, es una pena, resulte imposible aplicar el axioma a la propia filmografía de Woody Allen) es que la forma de la película va por un camino totalmente opuesto. La odisea temporal por los París pretéritos del escritor que interpreta Owen Wilson debería ser tan desmitificadora como su mensaje, pero el poder de fascinación que ejerce sobre el espectador con su glamour, su bohème y su pendoneo artístico lleva justo a lo contrario.
2. El name-dropping es cansino e innecesario.
El desfile de grandes figuras del arte localizables en París durante los años 20 del siglo XX y los 90 del XIX es muy chulo y sirve para hacer guías de personajes y referencias culturales tan útiles como la nuestra, pero ¿qué aporta realmente? Algunos de ellos, como Gertrude Stein, Ernest Hemingway o incluso Salvador Dalí tienen relevancia para la historia y el viaje de conocimiento personal del protagonista, pero otros parecen mencionados sólo por el mero placer de hacerlo y buscar el guiño del espectador con lecturas. Por ejemplo, ¿qué hace T. S. Eliot aparte de enunciar su nombre cual celebritie chanante ("Hola, soy T. S. Eliot")? Por no hablar del nivel Reader's Digest de otras apariciones... ¿soy el único al que el gag acerca de El ángel exterminador con Luis Buñuel le produzco un insoportable ataque de vergüenza ajena?
3. Es otra postal más de los Woody Allen Tours por Europa.
Desde que el cineasta de Manhattan decidió sacarle partido a ese lugar común sobre lo mucho que gustan sus películas en Europa y lo poco que lo hacen en EE UU, ha enfocado la última etapa de su carrera como una forma de dedicarse a viajar por el Viejo Continente sin necesidad de jubilarse, sino rodando pelis en cada ciudad europea que se le ponga a tiro. Los Ayuntamientos, claro, encantados con los vídeos turísticos que se sacan de la manga; aunque sean bichos como Vicky, Cristina, Barcelona. En este caso, la París rutilante (gentileza de Darius Khondji) hasta tiene su propia colección de postales mudas como prólogo. Pues nada, próxima parada: Roma. En 2013, visita a Alemania. Así da gusto viajar.
4. Eso de que es "la mejor de Allen en años" ya cansa.
Lo venimos escuchando desde hace años, casi con cada nueva película del neoyorquino. "La mejor desde Desmontando a Harry". Frase que luego pasó a ser sustituida, tímidamente, por "la mejor desde Match Point". Pero lo cierto es que hace unos cuantos lustros que lo que nos ofrece el autor de Manhattan no es como lo que era. Algo, por otro lado, comprensible por el ritmo que lleva. Aunque durante este tiempo cada uno tendrá sus propias elecciones de filmes más rescatables del cineasta judío (los míos son Todo lo demás y Si la cosa funciona; denúnciame), su última peli nominada en la categoría gorda fue Hanna y sus hermanas. Después, de vez en cuando, ha rascado nominaciones al guión, e incluso él como director fue candidato con Balas sobre Broadway en 1994... pero ninguno de sus numerosos largos fue considerado para Mejor Película. ¿Por qué Midnight in Paris sí? ¿Es mejor que Delitos y faltas, Maridos y mujeres, Misterioso asesinato en Manhattan, Desmontando a Harry o Match Point, por nombrar sólo algunas de las más recordadas? Premiar al neoyorquino por este título sería hacer un muy flaco favor a etapas más meritorias de su filmografía.
5. ¿O lo que importa es la taquilla?
Este es un dato innegable. Midnight in Paris es la película más taquillera de la carrera de Woody Allen. Eso puede ser algo que la Academia quiera recompensar, pues para eso son los premios de la industria: para felicitarse entre sí. Pero si miramos cuáles son las otras películas que ha superado en su constante recaudación de dinero, vemos que se trata de Hanna y sus hermanas, Manhattan y Annie Hall. Vaya. Tres rotundas obras maestras, de las que sólo la última recibió el reconocimiento de los Oscar (ganó película, dirección, guión y Diane Keaton como actriz). La comparación entre la fantasía parisina con los tres pilares de su filmografía es lo bastante elocuente como para que no sea necesario seguir dándole vueltas.
6. En realidad, a Woody Allen todo esto le da igual.
Y bien que hace. Es decir, si uno de los directores de cine más veces nominado en los Oscar no acude nunca a la ceremonia de entrega ni estuvo presente cuando Annie Hall arrasó (a ver, ¡si hizo falta el 11-S para que Allen fuera a uno de estos saraos por primera vez!) nos ponemos pragmáticos y en la piel de los académicos y concluimos que no merece mucho la pena otorgar un premio a alguien a quien le dan completamente igual y no los necesita para obtener reconocimiento, prestigio ni financiación para sus futuras películas. Todavía si en vez de la estatuilla fueran cheques de viaje...
Via:Cinemania
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