jueves, 5 de febrero de 2015

5 cosas que Dani Rovira NO debe hacer en los Goya 2015

Si el presentador de la gran gala del sábado se apunta estos consejos, la fiesta del cine español irá como la seda.
Rovira-Goya

stimado Dani Rovira: en CINEMANÍA nos imaginamos que tu estado de ánimo actualmente debe oscilar entre el júbilo sin barreras y el “¡Ay mi madre, dónde me he metido!”. No nos extraña, porque para esos Goya 2015 que tú presentarás quedan tres días, literalmente. Este sábado 7 de febrero, en el Centro de Congresos Príncipe Felipe de Madrid, España entera podrá comprobar que eres un profesional con muchas tablas, que lo de subirte a un escenario no tiene secretos para ti y que, si pudiste lidiar con una madre postiza como Carmen Machi y un suegro como Karra Elejalde (“¡Ahivalahostia!”), entonces es que lo puedes todo. Pero, por si acaso, aquí nos hemos tomado algo de tiempo en hacer una lista con todas esas trampas en las que resulta demasiado fácil caer, y que pueden llevarse por delante hasta la entrega de premios mejor planificada. Leelas a fondo, y nos lo agradecerás.

Procura no beber antes de salir a escena


Ya sabemos, querido Dani, que sobre tragedias íntimas y adicciones preocupantes es mejor hablar con sordina, con mucha documentación previa y con el máximo respeto. Y que, en lo que a darle al frasco se refiere, tú sólo sabes del cubata ocasional y el vino en las comidas. Pero todo ello no es óbice para decir que lo de Johnny Depp en la gala de los Hollywood Documentary Awards es buena prueba de un axioma: antes de pisar el estrado, las bebidas espirituosas no hay ni que olerlas. Si se incumple esta norma, llegan el paso vacilante, las miradas perdidas, los gestos inoportunos (¿no te causa dolor esa forma de rascarse la cabeza?) y, sobre todo, esa condena de presentadores que es el quedarse en blanco durante el discurso. Un traguito de última hora para calmar nervios antes de entrar en faena puede colar, siempre que acto seguido se lo acompañe con un caramelo (no chicle, que mascar está feo) de menta. Bastante apurada andará ya tu partenaire del momento como para encima saborear vaharadas de aliento cazallero.

Por lo que más quieras: no te pases de listo


Mientras se planifica una gala, el futuro presentador tiene todo el derecho del mundo a no tener un referente claro sobre lo que quiere hacer. Pero, desde 2011, los hosts hostesses del mundo sí tienen claro lo que NO deben hacer: parecerse a Anne Hathaway James Franco en la gala de los Oscar. La Academia de Hollywood quería lanzarle un guiño al público joven poniendo al actor más hip y a la actriz más divina al frente de su fiesta… y lo que consiguió fue un recital de desconexión, falta de química y hipsterismo sin ton ni son por cortesía de la pareja, cuyos miembros para colmo se llevaron fatal entre bastidores. Todo ello, junto a la constatación de que los ‘hombrecitos’ exhalan un aliento cada vez más rancio, ocasionó un desastre que no ha podido paliar ni Ellen DeGeneres (ya veremos si Neil Patrick Harris consigue remontar la cosa este año). Haznos caso, Dani: en lo de compaginar el humor inteligente con el atractivo para las masas, los presentadores de los Goya ya tenéis un modelo infalible en la gran Rosa María Sardá. 

Mide tus chistes con cuidado


Sí, es cierto: el mundo del cine está lleno de anécdotas vergonzosas, egos desbordados y llagas en las que es demasiado fácil meter el dedo. Pero no creas, Dani, que tu posición como presentador de los Goya te da carta blanca para aprovecharte de todo ello. ¿Quieres una prueba? Pues mira a Ricky Gervais en los Globos de Oro: sus chistes eran implacables, y lo bastante certeros como para que los implicados pudieran reaccionar de otra forma que no fuera bajando la cabeza y sonrojándose… pero tanto regodeo en las miserias de su público acabó ganándole al británico el odio de todo Hollywood, y un despido fulminante como presentador de la gala. Puestos a apuntarnos a la sátira punzante, te recomendamos que sigas el ejemplo de Tina Fey Amy Poehler en esos mismos galardones. Refinando la brutalidad del autor de The Office, las dos cómicas han conseguido irse de rositas  edición tras edición, sin privarse de ofender a las estrellas (especialmente a George Clooney, que le tienen mucha manía). Si hasta Meryl Streep dijo este año que las echaría de menos…

Ni se te ocurra invitar a Rajoy

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Como todos sabemos, la politización en las galas de los Goya siempre ha sido un material de alto riesgo. Bueno, más que de alto, de altísimo. Dejando de lado el hecho de que algunos aún andan escocidos por lo de Animalario en 2003, a nosotros nos preocupa que algún avispado intente hacer una jugada similar, pero de signo ideológico opuesto. Y es que, si la intervención de Michelle Obama en los Oscar de 2013 pasó a la historia por lo poco que venía a cuento (¿a santo de qué pintaba la primera dama de EE UU junto a un gamberrete como Seth MacFarlane?) la idea del presidente del gobierno Mariano Rajoy haciendo una conexión en directo desde Moncloa sería sin duda alimento para nuestras pesadillas. No porque pudiese caer mal entre parte de la platea, sino porque con ese frenillo suyo y esa vivacidad oratoria de la que hace gala, podría ser la fuente de sonoros bostezos. Claro que siempre hay algo peor: Dani, recuerda que si invitas a subir al estrado a José Ignacio Wert, la ceremonia acabará saliendo en los periódicos. Y no precisamente por su palmarés.

Y, si tienes que cantar… ¡afina!



Que aquí todos queremos a Concha Velasco, es algo que se da por sabido. Y la idea de coronar su Goya de Honor en 2013 dedicándole un número musical fue muy bonita, tampoco lo discutimos. ¿Dónde estuvo el problema, entonces? Pues en que dicho número, que llegó tras el maratoniano discurso de la propia Concha, ha sido una de las experiencias más dolorosas a las que se han tenido que enfrentar estos pobres oídos nuestros: fuera por cosas de la sonorización del escenario, bien porque a esas alturas uno no está ya para soltar el Do de pecho, ni Miguel Ángel Muñoz, ni Amaia Salamanca, ni Mar Regueras ni ninguno de los demás participantes se mostraron a la altura de su tarea, convirtiendo La chica yé-yé de una animada tonadilla sixties en algo que parecía vanguardia ruidista o black metal noruego. ¿Cuál es la moraleja de esto, Dani? Pues que, si puedes evitarlo, lo mejor es no cantar. Y, si tienes que cantar, procura tener las cuerdas vocales y los tímpanos a punto. Recuerda: el público no tiene la culpa.

Via:Cinemania

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