Tras Skyfall, estaba claro que la saga de James Bond había vuelto a recuperar sus viejos mitos, la senda marcada por Casino Royale. Pero, al enterarnos de que la nueva aventura de 007 llevaría por título Spectre, nos llevamos un susto de órdago. ¿Por qué? Pues porque, como sabe todo fan del agente con licencia para matar, en el mundo bondiano ese nombre está formado por las siglas de ‘Special Executive for Counter-inteligence, Terrorism, Revenge and Extortion’. O, en su versión española, “Sociedad Permanente Ejecutiva de Contraespionaje, Terrorismo, Rebelión y Aniquilamiento”. Vamos, que el filme que veremos en noviembre del año que viene, dirigido una vez más por Sam Mendes y protagonizado por Daniel Craig, estará centrado en la organización Spectra, contra la que tantas veces se enfrentó el comandante Bond en sus años de juventud. El fin de una larga batalla legal, que llevaba activa prácticamente desde el origen de la saga ha propiciado el retorno de esta alianza de criminales, librándonos por fin de sucedáneos como el Grupo Quantum y obligando al agente más famoso del servicio secreto británico a combatir contra unos supervillanos vintage
¿Queríamos más pruebas? Pues las tenemos: ese balazo en un cristal que acompaña al logotipo de la película se parece mucho al sello (con forma de pulpo) usado por los miembros de Spectra. Y muchos fans (con Roger Moore a la cabeza) están empeñados en que Oberhauser, el villano al que interpretará Christoph Waltz, no es sino un alias del líder de esta red criminal, Ernst Stavro Blofeld, sólo que con más pelo y sin gato. Como, en las cosas del espionaje internacional, siempre conviene estar prevenidos, nosotros hemos hurgado en los archivos del MI6 para reunir todo lo que necesitas saber sobre Spectra antes de que 007 se enfrente de nuevo a sus complots. Recomendamos acompañar la lectura de este informe con sorbitos de martini con vodka (sacudido, no agitado) o, si te van las cosas más modernas, de un cóctel ‘Vesper’ con mucho hielo.
De la Madre Rusia a la gran empresa
El señor Ian Fleming, padre literario de James Bond, recorrió un largo camino antes de crear a la organización Spectra. Durante sus primeras aventuras, 007 se enfrentó contra una agencia soviética de contrainteligencia llamada Smersh, que, si bien había existido en la realidad (dedicándose a purgar las filas del Ejército Rojo durante la II Guerra Mundial), estaba ya más que difunta en 1953, cuando la novela Casino Royale llegó a la imprenta. Cinco años más tarde, mientras escribía Operación Trueno, Fleming tuvo una idea algo peculiar: dado que la Guerra Fría no iba a durar para siempre, consideró el autor, sería mejor reemplazar a los espías ruskis por otros villanos más originales, y menos vinculados a la actualidad política. De esta manera, Fleming se sacó del magín tanto a Spectra como a su líder, el muy carismático Ernst Stavro Blofeld.
El imperio del mal conquista el cine
La versión literaria de Spectra duró más bien poco: Fleming sólo contó con la organización (a veces, sólo para mencionarla de pasada) en la llamada ‘Trilogía de Blofeld’, formada por Operación Trueno, 007 al servicio secreto de su majestad (1963) y Sólo se vive dos veces (1963). Pero, durante la preproducción de Agente 007 contra el Doctor No (1962), los productores Harry Saltzmann y Albert ‘Cubby’ Broccoli constataron que Spectra y sus esbirros eran los supervillanos perfectos para su serial cinematográfico: reemplazando a la URSS y a sus agentes por un supergrupo de criminales, las películas podrían saltarse a la torera las grises realidades de la Guerra Fría, reemplazándolas por cosas tales como bases secretas en lugares inverosímiles, conspiraciones de complejidad absurda, gadgets inenarrables y asesinas sexys dispuestas a cambiar de bando en cuanto Bond las mira con buenos ojos. Sabia elección, qué duda cabe…
Honrados hombres de negocios
El encuentro del 007 primigenio (un inigualable Sean Connery) y el Doctor No (Joseph Wiseman) en las playas de Jamaica convirtió a la saga bondiana en una franquicia tan pionera como multimillonaria. Y también consagró a Spectra como la gran antagonista del agente con licencia para matar: Desde Rusia con amor (1963) no sólo contaría de nuevo con la organización, sino que también incluiría la primera (y brevísima) intervención de un Blofeld aún sin rostro, pero ya con gato. Ahora bien: ya que hemos llegado a este punto, bien está dedicar unas líneas al origen de Spectra, sus motivos y propósitos. Se trata de un consorcio que agrupa tanto a miembros del crimen organizado (incluyendo vínculos con la Mafia y la Yakuza japonesa) como a antiguos criminales de guerra nazis, científicos locos, espías tronados y algún gran empresario que otro, reunidos con el noble fin de manipular la coyuntura internacional para sus propios intereses. Como explicaría el propio Blofeld, se trata de “una organización privada para un provecho privado”, con lo que admite estrategias de todo tipo mientras generen beneficios: desde planes de altos vuelos, como el robo de misiles nucleares, a inversiones algo más pedestres en el tráfico de drogas, el chantaje o el contrabando de piedras preciosas.
Villanía bien organizada
Cuando tienes a alguien como James Bond siguiéndote la pista, toda precaución es poca. De ahí que las medidas de seguridad tomadas por Spectra desde su cuartel general en el sean, cuanto menos, rigurosas: sus secuaces saben que el menor de los fallos será castigado con una muerte dolorosa a la par que imaginativa, y los 21 altos cargos de su consejo de administración se identifican a sí mismos usando números como nombres en clave, por aquello de la confidencialidad. A lo largo de la saga, el público tuvo ocasión de conocer a algunos de estos seres malignos, empezando por el Número 5 Kronsteen (Vladek Sheybal) yla Número 3 Rosa Klebb (Lotte Lenya), aquella espía que, como vimos en Desde Rusia con amor, rivalizaba en rudeza con el propio 007. El Número 2, un aristócrata italiano llamado Emilio Largo (Adolfo Celi), apareció como villano principal en Operación Trueno, acompañado por el Conde Lippe (Guy Doleman), ocupante del sillón Número 4. Y a la pobre Número 11, Helga Brandt (Karin Dor) tampoco llegamos a conocerla mucho, porque un iracundo Número 1 la arrojó a un foso lleno de pirañas como castigo por fallar en su misión de cargarse a 007. Ahora bien: ¿qué sabemos del Número 1 en cuestión? Tranquilos, porque ahora hablaremos de él…
El hombre del gato cambia de rostro
Tras cuatro películas en las que ejercía como amenaza en la sombra, el mandamás de Spectra fue presentado formalmente en Sólo se vive dos veces (1967). Y, ante ese Donald Pleasence de cráneo mondo, rocoso acento y contundente cicatriz, fichado a última hora para sustituir al húngaro Jan Werich, la reacción del público debió ser algo así como “¡Jesús, qué señor más feo!”. Desde su primer encuentro con el Bond de Sean Connery, Ernst Stavro Blofeld quedó en la memoria de los espectadores como un oponente a la altura de James Bond: siempre vestido de gris y acariciando a su gato persa, este supervillano dispone de un talento para las frases agudas a la par que hirientes sólo equiparable al del propio 007, y su inigualable cerebro le permite tramar esos planes rocambolescos que tanto juego dan para una película. Por otra parte, según las novelas de Fleming, Blofeld acostumbra a someterse a operaciones de cirugía estética para así ponérselo difícil a sus perseguidores, algo que puede justificar el hecho de que ningún actor le haya interpretado dos veces seguidas: en 007 al servicio secreto de su majestad (1969), el efímero George Lazenby le conoció con el rostro de Telly Savalas (Kojak), mientras que Diamantes para la eternidad (1971, la última aparición ‘oficial’ de Connery como James Bond) contó con el eterno secundario Charles Gray para el papel. Blofeld habría de aparecer en otros dos filmes protagonizados por James Bond, pero como dichas intervenciones tienen mucha tela que cortar, mejor las dejamos para más adelante.
¿Dónde dices que está la base?
Como corresponde a una organización de su envergadura, la rama administrativa de Spectra cuenta con un lujoso cuartel general, situado para colmo en el centro de París. Su dirección, por si te interesa enviar un currículum, se halla en el 136 del Boulevard Haussmann. Pero está claro que, de no ser por sus buen gusto a la hora de montar bases secretas, el estatus de Blofeld y sus secuaces en la saga de 007 no sería el mismo. En Desde Rusia con amor, la cosa todavía resultaba algo modesta: un yate para celebrar las reuniones importantes, una isla (la Isla Spectra, nada menos) para entrenar a los esbirros, y poco más. Pero Operación Trueno, con su base subacuática, sirvió para subir el nivel, y no va más de la sofisticación maligna llegó en Sólo se vive dos veces, con esas instalaciones que ocupan el interior de un volcán extinguido, y que aún ahora representan todo lo que los fans de la vieja guardia le exigen a la guarida de un villano. Si bien algo paródica en su puesta en escena, 007 al servicio secreto de su majestad también nos ofreció un marco incomparable, con aquella estación de esquí repleta de chatis ligeras de ropa.
El terror de las ‘chicas Bond’
Las razones de 007 para odiar a Blofeld son numerosas, pero entre ellas hay una que destaca sobremanera: el cabecilla de Spectra es el responsable de la muerte de las dos únicas mujeres por las que el Bond pre-Daniel Craig mostró algo similar al amor romántico. La primera de ellas fue Aki (Akiko Wakabayashi), la espía japonesa que trabajó junto a nuestro superagente en Sólo se vive dos veces. La segunda víctima, y la más llorada por Bond, fue Tracy Di Vicenzo, aquella condesa italiana con los rasgos de Diana Rigg que aparecía en 007 al servicio secreto de su majestad. Fascinado por esa chica tan temperamental, capaz de ganarle en golferío, astucia y trasiego de martinis con vodka, el agente secreto acabó casándose con ella. Y, cuando todos pensábamos que la carrera de 007 como duermemozas se había terminado para siempre, la pobre Tracy fue tiroteada en plena luna de miel por Blofeld y su secretaria Irma Bunt (Ilse Steppat). Huelga decir que el crimen dejó a Bond hecho unos zorros, y hambriento de venganza…
Un ocaso culpa del ‘copyright’
Según hemos señalado, Ian Fleming creó a Spectra para su novela Operación Trueno, escrita antes de que James Bond debutase en el cine. Y, por culpa de la mala cabeza del escritor, dicha novela acabaría haciendo con la red criminal aquello de lo que ni siquiera 007 había sido capaz: demolerla hasta los cimientos. Resulta que en 1958, Fleming le había vendido los derechos de su libro (por entonces sólo un esbozo) al director Kevin McClory, para una película que nunca llegó a realizarse. Entre 1960 y 1963, el escritor y el cineasta entablaron una larga batalla legal a cuenta del copyright de la obra, a resultas de la cual McClory se quedó con los derechos para el cine, mientras que Fleming retenía los derechos literarios. ¿Suena complicado? Pues todavía hay más: en 1977, un McClory ansioso de sacar tajada impidió que Blofeld y Spectra aparecieran como villanos en La espía que me amó, impidiendo de facto su reaparición en futuras películas de la saga. A esto, los productores respondieron nada menos que matando a Blofeld. El óbito del supervillano, a manos de un 007 interpretado ya por Roger Moore, tuvo lugar en la escena pre-créditos de Sólo para tus ojos (1981), y debemos admitir que fue realmente espectacular: puedes verlo en el vídeo de arriba.
Una resurrección no oficial
Tras Sólo para tus ojos, con Blofeld oficialmente fuera de la circulación y los problemas legales impidiendo el regreso de Spectra a la pantalla, cualquiera diría que la organización estaba lista de papeles. Pero no fue así ni de lejos, porque en 1983, mientras Roger Moore se iba a la India persiguiendo a Octopussy, el público presenció algo que jamás habría creído posible: el regreso de Sean Connery como 007. La película, con el adecuado título de Nunca digas nunca jamás, era en realidad un remake de Operación Trueno, y (resumiendo mucho) su rodaje se debió a que, tras el enésimo juicio por copyright, Kevin McClory le había cedido su parte de los derechos al productor Jack Schwartzman. Pese a la presencia del escocés, al papel de Kim Basinger como ‘chica Bond’ y a la dirección de Irvin Kershner (El Imperio contraataca), Nunca digas nunca jamás no suele ser tenida en cuenta por los bondianos más ortodoxos. Pero debemos reconocer que su versión de Blofeld, encarnado nada menos que por Max Von Sydow, es una de las más convincentes (y malignas) que ha tenido el personaje. Si tenemos que buscar el modelo para un Blofeld interpretado por Christoph Waltz, debería ser este.
El memorable cachondeo de Mike Myers
Tras todo lo antedicho, Spectra y Blofeld durmieron el sueño de los justos durante la etapa en la que Timothy Dalton interpretó a James Bond, una hibernación que no tuvo visos de acabar cuando el papel de 007 cayó en manos de Pierce Brosnan. Pero el personaje y sus esbirros se libraron de caer en el olvido gracias a un factor tan imprevisto como hilarante. Y es que, como saben todos los fans de Bond, el Doctor Maligno de la saga Austin Powers es una formidable parodia con la que Mike Myers rendía tributo al enemigo más ilustre del superagente, y en concreto a la versión de Donald Pleasence en Sólo se vive dos veces. Dicha emulación jocosa se extendió también a sus secuaces: Frau Kaputt (Mindy Sterling) es un híbrido de Rosa Klebb e Irma Bunt, mientras que Número Dos (Robert Wagner) se lo debe casi todo al Emilio Largo de Operación Trueno. Dado lo serias que están resultando las películas con Daniel Craig, dudamos que Spectre incluya algún guiño a Austin, a su mojo o a Mini-Yo, pero no perdamos la esperanza
Via:cinemania
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