¿De qué se habla en Sitges? De
la tormenta que borró esta madrugada cualquier señal de la marcha zombie
que recorrió las calles de Sitges. Por suerte, para el segundo pase, el
cielo ya se había abierto y la lluvia quedaba fuera del perímetro del
festival, que no tiene acreditación y nadie la ha invitado. En las colas
una palabra va de boca en boca: zombeavers, o lo que
es lo mismo comadrejas que se comportan como muertos vivientes. La
película de mismo título que las ha presentado en sociedad es tan mala
como Piranha 3D, pero la ocurrencia ha calado.
¿Qué has visto? Más películas de las que recomendaría un especialista. Empecé a las 8:30 con La distancia, segunda película de Sergio Caballero, probablemente la peor película imaginable para una sesión tan tempranera. Muchos se la han despachado diciendo que este robo metafísico planificado por un escapista, ejecutado por una banda de actores con acondroplasia y dominado por unas voces en off (y ruso) es una chorrada como un piano; yo no me atrevo a decir tanto, prefiero pensar que es una película demasiado inteligente y que sus bondades se me escapan.
Orígenes la traía vista de casa hace unos días y ojalá me hubiera tocado hablar de ella entonces, porque a medida que pasa el tiempo más se me va deshinchando este ci-fi intelectual new age de Mike Cahill, con Michael Pitt, Astrid Bergès-Frisbey y Britt Marling. Por momentos bordea los principios de la cienciología, estirando casualidades cogidas por los pelos y pervirtiendo hallazgos de laboratorio para rascar de un modo algo superficial lo espiritual.
Lo de The Midnight After me cuesta explicarlo porque han pasado unas horas y ya casi lo he olvidado. A ver, un montón de hongkoneses se meten de madrugada en un minibus que parece el avión de Perdidos. Pestañean, atraviesan un tunel y se convierten en los únicos supervivientes del ¿país? ¿planeta? ¿universo? Ah, bueno, también resulta que han viajado en el tiempo. Y que algunos de ellos se convierten en zombis. Y que ocultan secretos que irán revelando a modo de catarsis. ¿Suena confuso? Pues esa sensación durante dos horas. Habrá que esperar para comprobar si es la peor película del festival, pero está muy bien colocada.
Tres películas de género, sin coartadas para listos, afortunadamente acudieron al rescate. De la flojita Montana –El castigador sigue el método de León el profesional para enseñar a un chaval de Attack the Block a sobrevivir en los bajos fondos londinenses de Guy Ritchie– se agradece que no engañe a nadie a pesar de que estrenarse en cines le quede grande. Dead Snow 2: Red vs. Dead continúa a lo Raimi lo mostrado en Zombis Nazis, es decir, sale de la cabaña y amplía las dimensiones de la película con incorporaciones absurdas y mucha chaladura. Vamos, lo que demanda el público del festival. Y para el final me dejo The Guest, con la que Adam Wingard, el responsable de la estupenda Tú eres el siguiente, ha fundido Drive y El sustituto con una desvergüenza maravillosa. Es genuinamente ochentera, con todas esas escenas que has visto mil y una veces en películas del palo “un extraño entre nosotros” –de D.A.R.Y.L. a La mano que mece la cuna, póngase todo lo que hay entre medias– y un protagonista dispuesto a inmolarse ante sus colegas de profesión con tal de que no echemos en falta ni una sola sonrisita perversa, arranque vengador o chasquido de huesos. Bravo por Dan Stevens, el actor que más aplausos ha arrancado hoy en el Auditori del Meliá.
¿Qué has visto? Más películas de las que recomendaría un especialista. Empecé a las 8:30 con La distancia, segunda película de Sergio Caballero, probablemente la peor película imaginable para una sesión tan tempranera. Muchos se la han despachado diciendo que este robo metafísico planificado por un escapista, ejecutado por una banda de actores con acondroplasia y dominado por unas voces en off (y ruso) es una chorrada como un piano; yo no me atrevo a decir tanto, prefiero pensar que es una película demasiado inteligente y que sus bondades se me escapan.
Orígenes la traía vista de casa hace unos días y ojalá me hubiera tocado hablar de ella entonces, porque a medida que pasa el tiempo más se me va deshinchando este ci-fi intelectual new age de Mike Cahill, con Michael Pitt, Astrid Bergès-Frisbey y Britt Marling. Por momentos bordea los principios de la cienciología, estirando casualidades cogidas por los pelos y pervirtiendo hallazgos de laboratorio para rascar de un modo algo superficial lo espiritual.
Lo de The Midnight After me cuesta explicarlo porque han pasado unas horas y ya casi lo he olvidado. A ver, un montón de hongkoneses se meten de madrugada en un minibus que parece el avión de Perdidos. Pestañean, atraviesan un tunel y se convierten en los únicos supervivientes del ¿país? ¿planeta? ¿universo? Ah, bueno, también resulta que han viajado en el tiempo. Y que algunos de ellos se convierten en zombis. Y que ocultan secretos que irán revelando a modo de catarsis. ¿Suena confuso? Pues esa sensación durante dos horas. Habrá que esperar para comprobar si es la peor película del festival, pero está muy bien colocada.
Tres películas de género, sin coartadas para listos, afortunadamente acudieron al rescate. De la flojita Montana –El castigador sigue el método de León el profesional para enseñar a un chaval de Attack the Block a sobrevivir en los bajos fondos londinenses de Guy Ritchie– se agradece que no engañe a nadie a pesar de que estrenarse en cines le quede grande. Dead Snow 2: Red vs. Dead continúa a lo Raimi lo mostrado en Zombis Nazis, es decir, sale de la cabaña y amplía las dimensiones de la película con incorporaciones absurdas y mucha chaladura. Vamos, lo que demanda el público del festival. Y para el final me dejo The Guest, con la que Adam Wingard, el responsable de la estupenda Tú eres el siguiente, ha fundido Drive y El sustituto con una desvergüenza maravillosa. Es genuinamente ochentera, con todas esas escenas que has visto mil y una veces en películas del palo “un extraño entre nosotros” –de D.A.R.Y.L. a La mano que mece la cuna, póngase todo lo que hay entre medias– y un protagonista dispuesto a inmolarse ante sus colegas de profesión con tal de que no echemos en falta ni una sola sonrisita perversa, arranque vengador o chasquido de huesos. Bravo por Dan Stevens, el actor que más aplausos ha arrancado hoy en el Auditori del Meliá.
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