Dos nombres. Dos monstruos o, si se prefiere, dos auténticos colosos del
cine de autor. Reconocibles, en todos sus trabajos, del primer al
último fotograma. Responsables de triunfos sólo comparables a sus
propios fracasos. El riesgo como única carta de presentación previa a
cualquiera de sus películas... autoría en estado puro. Abrió la nueva
jornada competitiva de la 71ª Mostra el sueco Roy Andersson con 'A Pigeon Sat on a Branch Reflecting on Existence'y la cerró el japonés Shinya Tsukamoto con 'Nobi (Planes On Fire)'. Empieza un nuevo repaso por la prensa veneciana:
Respecto a lo nuevo de Andersson, Luis Martínez, de El Mundo, ha dicho: Como cuadros vivientes inspirados en la iconografía detallada de Otto Dix, Brueghel el viejo o Georg Scholz la cámara se coloca en el sitio indicado, ni un milímetro fuera de sitio, para retratar justo el vacío. Pero con mucho detalle. Es más, todo es detalle. Tan trivial, anodino e innecesario que a poco que se pegue la nariz al cristal acaba por parecerse demasiado a nosotros. Trágico a fuerza de cómico; desesperado por vulgar; doloroso por gratificante.
Manu Yáñez, de Fotogramas: La película ratifica al realizador sueco como una suerte de Ingmar Bergman con sentido del humor. Su visión del absurdo cotidiano tiene algo del teatro de Samuel Beckett y del cine de Jacques Tati, aunque en ‘A Pigeon Sat…’ es la versión más manierista y monumental de Federico Fellini la que termina imponiéndose como referente central. La película alcanza su cenit en su tramo final, cuando la imaginación de Andersson vuela hacia la grandeza y concibe una gigantesca máquina de muerte colonialista, símbolo de un mundo que funciona gracias al sometimiento al que algunos seres humanos someten a otros. [...]Andersson se esfuerza por evocar un halo de humanidad, pero que revelan su incapacidad para trascender el brutal distanciamiento que impone su cine y dotarlo de auténtica vida.
Joan Sala, de Filmin: Un majestuoso grand guignol que levita a camino entre el más desgarrador horror y la tierna ensoñación, para incidir en una peculiar reflexión existencial que nos lleva a la más tétrica realidad desde la más estimulante ironía. [...]Una obra casi maestra, prácticamente perfecta. Solo nos queda esperar cuatro años o más, a su próxima película, para la que por cierto, el cineasta escandinavo afirma que ya tiene título: "La cuarta parte de una trilogía". Mejor no podía empezar.
Respecto a la última película de Tsukamoto, Luis Martínez, de El Mundo, ha escrito: Se trata de trasladar a la pantalla la sensación espesa, salada y clara de la sangre, de la carne. Al director de 'Tetsuo, el hombre de hierro' no se le podía pedir menos. Quiere la película hablar de canibalismo. Y lo hace. Y cómo. [...]Quiere Tsukamoto adentrar al espectador en la sensación cruda de la carne cruda. Ésa a la que nunca llega la frialdad de una relato histórico. Y lo consigue. Brutal e inmisericorde.
Manu Yáñez, de Fotogramas: La mejor película que he visto en Venecia. ‘Fires on the Plain’ es una película sobre la mirada: de un soldado al horror, de un país hacia su innoble historia. Funciona como un antídoto perfecto contra las blandas muestras de cine bélico con trasfondo humanista que hemos visto los últimos días en Venecia. Con una extrema brutalidad que persigue agredir la sensibilidad del espectador, Tsukamoto demuestra que el gran cine bélico solo puede ser nihilista y trágico, una lección que aprendimos viendo las seminales películas de guerra de Samuel Fuller. [...]Un violento torrente audiovisual que, a través de un montaje entrecortado, da forma a una inmersión pesadillesca en el infierno bélico.
Joan Sala, de Filmin: Es la contundente respuesta a la deplorable espectacularización del cine bélico que proclama "Salvar al Soldado Ryan", es también la definitiva reivindicación de Samuel Fuller como único tótem de ese cine bélico que se siente verdaderamente honesto y que lamentablemente, tanto brilla por su ausencia. Un ejercicio de estilo absorbente y envolvente, pero ante todo moral y ético, al que Shinya Tsukamoto imprime su inconfundible sello. [...]Un survival abrasador y abrumador que tampoco da la espalda a los distintivos toques de serie B que distinguen la obra de su padre y autor, valiéndose puntualmente del gore, coqueteando de forma rotunda y cruel con el canibalismo, o incluso incurriendo en la autoantropofagia, es decir, lo que supone comerse uno a sí mismo. Primitiva y soez, como la guerra misma.
Por último, Luis Martínez, de El Mundo, dedica también unas líneas al último trabajo del incombustible Manoel de Oliveira, el cortometraje titulado 'The old man of Belem', del que dice: Oliveira convierte la pantalla en el escenario de sus sueños, quién sabe si de sus pesadillas.
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Respecto a lo nuevo de Andersson, Luis Martínez, de El Mundo, ha dicho: Como cuadros vivientes inspirados en la iconografía detallada de Otto Dix, Brueghel el viejo o Georg Scholz la cámara se coloca en el sitio indicado, ni un milímetro fuera de sitio, para retratar justo el vacío. Pero con mucho detalle. Es más, todo es detalle. Tan trivial, anodino e innecesario que a poco que se pegue la nariz al cristal acaba por parecerse demasiado a nosotros. Trágico a fuerza de cómico; desesperado por vulgar; doloroso por gratificante.
Manu Yáñez, de Fotogramas: La película ratifica al realizador sueco como una suerte de Ingmar Bergman con sentido del humor. Su visión del absurdo cotidiano tiene algo del teatro de Samuel Beckett y del cine de Jacques Tati, aunque en ‘A Pigeon Sat…’ es la versión más manierista y monumental de Federico Fellini la que termina imponiéndose como referente central. La película alcanza su cenit en su tramo final, cuando la imaginación de Andersson vuela hacia la grandeza y concibe una gigantesca máquina de muerte colonialista, símbolo de un mundo que funciona gracias al sometimiento al que algunos seres humanos someten a otros. [...]Andersson se esfuerza por evocar un halo de humanidad, pero que revelan su incapacidad para trascender el brutal distanciamiento que impone su cine y dotarlo de auténtica vida.
Joan Sala, de Filmin: Un majestuoso grand guignol que levita a camino entre el más desgarrador horror y la tierna ensoñación, para incidir en una peculiar reflexión existencial que nos lleva a la más tétrica realidad desde la más estimulante ironía. [...]Una obra casi maestra, prácticamente perfecta. Solo nos queda esperar cuatro años o más, a su próxima película, para la que por cierto, el cineasta escandinavo afirma que ya tiene título: "La cuarta parte de una trilogía". Mejor no podía empezar.
Respecto a la última película de Tsukamoto, Luis Martínez, de El Mundo, ha escrito: Se trata de trasladar a la pantalla la sensación espesa, salada y clara de la sangre, de la carne. Al director de 'Tetsuo, el hombre de hierro' no se le podía pedir menos. Quiere la película hablar de canibalismo. Y lo hace. Y cómo. [...]Quiere Tsukamoto adentrar al espectador en la sensación cruda de la carne cruda. Ésa a la que nunca llega la frialdad de una relato histórico. Y lo consigue. Brutal e inmisericorde.
Manu Yáñez, de Fotogramas: La mejor película que he visto en Venecia. ‘Fires on the Plain’ es una película sobre la mirada: de un soldado al horror, de un país hacia su innoble historia. Funciona como un antídoto perfecto contra las blandas muestras de cine bélico con trasfondo humanista que hemos visto los últimos días en Venecia. Con una extrema brutalidad que persigue agredir la sensibilidad del espectador, Tsukamoto demuestra que el gran cine bélico solo puede ser nihilista y trágico, una lección que aprendimos viendo las seminales películas de guerra de Samuel Fuller. [...]Un violento torrente audiovisual que, a través de un montaje entrecortado, da forma a una inmersión pesadillesca en el infierno bélico.
Joan Sala, de Filmin: Es la contundente respuesta a la deplorable espectacularización del cine bélico que proclama "Salvar al Soldado Ryan", es también la definitiva reivindicación de Samuel Fuller como único tótem de ese cine bélico que se siente verdaderamente honesto y que lamentablemente, tanto brilla por su ausencia. Un ejercicio de estilo absorbente y envolvente, pero ante todo moral y ético, al que Shinya Tsukamoto imprime su inconfundible sello. [...]Un survival abrasador y abrumador que tampoco da la espalda a los distintivos toques de serie B que distinguen la obra de su padre y autor, valiéndose puntualmente del gore, coqueteando de forma rotunda y cruel con el canibalismo, o incluso incurriendo en la autoantropofagia, es decir, lo que supone comerse uno a sí mismo. Primitiva y soez, como la guerra misma.
Por último, Luis Martínez, de El Mundo, dedica también unas líneas al último trabajo del incombustible Manoel de Oliveira, el cortometraje titulado 'The old man of Belem', del que dice: Oliveira convierte la pantalla en el escenario de sus sueños, quién sabe si de sus pesadillas.
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