En 1977, George Lucas y el hombre de la gorra hicieron una apuesta sobre
los beneficios de la saga. 37 años después, Steven sigue recibiendo sus
cheques.
La capacidad de Steven Spielberg para sacar
millonadas hasta debajo de las piedras es legendaria, y con razón: uno
no se gana el apodo de ‘Rey Midas de Hollywood’ así como así. De hecho,
basta con echarle un ojo a la filmografía como productor del hombre de
la gorra para tenerlo bien claro. Frente a sus 52 trabajos como
director, Spielberg ha financiado la friolera de 144 trabajos, entre películas y series, lo cual le ha permitido meter cucharada en franquicias de lo más lucrativas (Transformers, Men In Black…), títulos de culto a la espera de un jugoso reboot (Gremlins) y,
en general, una cantidad absolutamente desorbitada de productos
audiovisuales muy exitosos, tanto en pantalla grande como en televisión.
Con esa destreza a la hora de manejar el talonario, uno acaba como
acaba: contando con unos ingresos anuales de 77,8 millones de euros y un patrimonio neto estimado en 2.752 millones de euros. Lo que se dice una economía doméstica saludable, vamos.
Ahora bien: ¿le debe Spielberg esa morterada de billetes a su propio
trabajo? En buena parte, sí. Pero no de forma exclusiva, porque todos
los meses nuestro hombre ingresa en su cuenta corriente un cheque por un
valor mareante, firmado por un tal George Lucas y que tiene como concepto su participación en la saga Star Wars. Has
leído bien: pese a no haber aportado su talento a la odisea de la orden
Jedi y la Alianza Rebelde (ni como coproductor, ni como coguionista, ni
como nada de nada), Spielberg recibe un 2,5 por ciento de
los beneficios producidos por la primera película del serial. Una
fuente de caudales que le dura desde 1977, cuando se estrenó el filme, y
que podría reportarle aún más dividendos cuando Star Wars: Episodio VII llegue
a los cines en las navidades de 2015. Si quieres conocer las razones de
este dispendio, has venido al lugar indicado: a continuación te
explicaremos los intríngulis de uno de los acuerdos más lucrativos de la historia de Hollywood. Un acuerdo que no nació en un despacho de abogados, sino en un plató, y que inicialmente tuvo la forma de una apuesta entre amigos.
Pongámonos en situación: estamos en 1976, un año en el que Steven
Spielberg y George Lucas son jóvenes directores con cierto caché. Tras
ganarse su credibilidad en los circuitos indie (quién lo iba a decir) gracias a El diablo sobre ruedas y Loca evasión, el primero ha entrado en racha con Tiburón (1975) y ahora está dándole los últimos toques a Encuentros en la tercera fase, un
filme de ciencia-ficción que promete conjugar lo épico con lo
intimista. El caso de Lucas es algo más fláccido: a sus 33 años, y por
más que American Graffiti se haya hinchado a recaudar, George no puede olvidar la mala pata de su debut THX 1138, y
tiene dudas muy serias acerca del porvenir de esa película de aventuras
espaciales cuyo rodaje le ha costado severos disgustos, con un infarto
como guinda del pastel. A esas alturas, Lucas se arrepiente de no haber
aceptado la oferta de Francis Ford Coppola (ese amigo triunfador y caradura que le inspiró la creación de Han Solo) para asumir la dirección de Apocalypse Now. Si él supiera…
Así las cosas, Spielberg encara la vida con su sonriente actitud
habitual, mientras que su compadre se sumerge en la depresión. Una
depresión cimentada, además, en un hecho que para él es incontestable:
mientras que, en los mentideros de la industria, Star Wars es un chiste del que se cachondea todo el mundo, Encuentros en la tercera fase queda como un proyecto nimbado de prestigio. No en vano la película cuenta con la presencia (como actor) de François Truffaut, uno
de los directores más admirados por el ‘Nuevo Hollywood’, quien accedió
graciosamente a participar cuando Spielberg se lo pidió. Durante una
visita al plató de Encuentros…, George se queda ojiplático ante el despliegue de medios con el que cuenta su amigo y, en pleno ataque de nervios, formula las palabras mágicas: “¡Oh, Dios!”, le dice a Steven. “Esta película va a hacer muchísima más taquilla que Star Wars. ¡Va a ser el mayor hit de todos los tiempos!”. Y prosigue: “Mira,
hagamos una cosa: vamos a intercambiar porcentajes de taquilla. Yo te
doy un 2,5% de los beneficios de mi película si tú me das el 2,5% de los
beneficios de Encuentros en la tercera fase”. La respuesta de Spielberg, según él mismo contará años más tarde, es un poco ceremonioso “Pues vale, acepto”.
Jugándose de esta manera los réditos de Star Wars, George cree haber salvado a la naciente Lucasfilm de
una ruina que él supone inevitable, aunque sea a costa de recibir las
migajas de su colega. Pero hay cosas que George no sabe: por ejemplo,
que Truffaut se ríe por lo bajini de Spielberg, a quien considera un
advenedizo. Lucas tampoco puede anticipar que, debido a una larga serie
de incidentes, el estreno de Encuentros en la tercera fase acabará retrasándose hasta noviembre, mientras que su propia película sí llegará a tiempo a las salas: el 25 de mayo de 1977, Star Wars se
revelará como uno de los mayores éxitos de taquilla de la historia,
poniéndoles el punto en la boca a quienes la habían denigrado durante su
producción. Por su parte, Encuentros… debutará en temporada baja, y si bien gozará de excelentes cifras y de buenas críticas (incluso Jonathan Rosenbaum, uno
de los más feroces detractores de Spielberg, tendrá buenas palabras
para ella), no despertará ni de lejos un entusiasmo comparable a aquel
que rodeará a Luke Skywalker, Darth Vader y compañía. Para resumir, vayamos con las cifras: al cabo de un año, Encuentros en la tercera fase había recaudado 925 millones de euros (ajustados), con lo que Spielberg le pagó a Lucas 23 millones. Star Wars, por su parte, amasó en los cines 2.361 millones de euros. Para honrar su parte del trato, Lucas tuvo que apoquinar 59 milloncejos de nada.
Desde entonces, Lucas ha seguido honrando el acuerdo: Steven
Spielberg recibe puntualmente su parte de todos los beneficios asociados
a la película inaugural de la saga, desde los derivados del vídeo
doméstico a aquellos que proceden del merchandising, las licencias y, por supuesto, los reestrenos en cine. Por lo pronto, Yahoo! Movies calcula que Spielberg se embolsa 31 millones de euros al año gracias a su apuesta con Lucas. En el caso de que Episodio VII despierte
una nueva oleada de interés en la saga galáctica, Steven cobrará un
pico a cuenta de los alquileres y los visionados en VOD del filme de
1977, sumable al resto de su comisión. Ahora entendemos su interés en que J. J. Abrams, y no un director con menos fuste, se pusiese al frente de la séptima entrega…
En lo personal, la amistad de Lucas y Spielberg no se resintió por la
jugada: tres años después de haber hecho el trato, ambos estaban
colaborando tan felices en En busca del Arca perdida. Por
otra parte, uno puede alabar la sagacidad (o rapacidad) comercial de
Steven, al adivinar que ese proyecto con tan mala prensa iba a
convertirse en un fenómeno social. Y también cabe pensar en qué hubiera
ocurrido si las cosas hubiesen salido al revés, con Encuentros en la tercera fase (una
cinta de ambientación más o menos realista y tema introspectivo)
superando en taquilla a ‘tío George’ y su doble dosis de espectáculo
puro. Pero especulaciones como esa parecen, ahora más que nunca, cosa de
ciencia-ficción.
vIA:CINEMANIA
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