La producción más gamberra de Spielberg cumple 30 años, y nosotros
le rendimos homenaje con este informe al que no hay que alimentar
después de medianoche. Por YAGO GARCÍA
Era un bicho raro en la cartelera de 1984: concebida como
una película navideña, pero adelantada seis meses en la cartelera para
aprovechar una temporada veraniega huérfana de
blockbusters, no contaba con ningún actor conocido en su reparto, ofrecía una mezcla de géneros poco digerible
a priori (comedia familiar y terror monstruoso) y el único reclamo sólido de sus créditos era el nombre de su productor,
Steven Spielberg, que la presentaba bajo el sello de su compañía
Amblin Entertainment. Pero el experimento funcionó, hasta el punto de producir una reivindicable secuela en 1990, y ahora
Gremlins goza del amor del público gracias precisamente a su condición inclasificable: ahora que
Gizmo el Mogwai cumple nada menos que
30 años, nosotros le dedicamos este reportaje tras mostrarte
la reunión entre la criatura y Billy (Zach Galligan) y desvelarte
su secreto mejor guardado.
Los demonios del aviador Dahl
Comenzamos con una pregunta: ¿qué tienen en común
Gremlins con
Charlie y la fábrica de chocolate y
Fantástico Sr. Fox? Pues que las tres están basadas en historias del escritor anglo-noruego
Roald Dahl... Aunque,
en el caso que nos ocupa, sólo lejanamente: en 1943, un Dahl que
destacaba como piloto de caza en la II Guerra Mundial, escribió un
cuento en el que hablaba de ciertos diablillos a los que aviadores y
mecánicos responsabilizaban de las averías imprevistas. Concebido como
una pieza de propaganda antinazi para niños,
Los Gremlins fue escrito por encargo de
Walt Disney, quien pensaba usarlo como base para una película que nunca llegó a realizarse.
¿Hay Gremlins en el Kremlin?
El hecho de que
Los Gremlins nunca llegara a convertirse en largometraje no significó el final de los pequeños demonios: entre 1943 y 1944, la
Warner usó
a las criaturas, tal y como las habían diseñado en Disney, para dos
cortos también orientados al esfuerzo bélico. En el primero,
Falling Hare, nuestros bichos alternaban con
Bugs Bunny, mientras que
Russian Rhapsody (título provisional:
Gremlins from the Kremlin) los presentaba en Moscú, haciéndole la pascua al mismísimo
Adolf Hitler durante la Operación Barbarroja. Ahora bien: el aspecto lucido por las criaturitas entonces no se parecía ni de lejos al de
Stripe (y no digamos al de
Gizmo).
Roedores en la noche
Tras la derrota hitleriana, los Gremlins pasaron cuatro largas
décadas de olvido absoluto, hasta que un guionista en ciernes se acordó
de ellos. Su nombre era
Chris Columbus, contaba apenas 25 años y (además de las criaturas de Roald Dahl) su fuente de inspiración fueron
los ratones que infestaban su piso, y cuyos ruiditos no le dejaban dormir por las noches. Por azares del destino, el libreto de Columbus cayó en manos de
Steven Spielberg, quien
se enamoró de él a primera vista. Sólo faltaba encontrarle un director,
y seguramente te quedarás de pasta de boniato cuando leas quién fue el
primer seleccionado...
Tim está aún muy verde
Resulta que, como aficionado que es a los productos Disney, Spielberg
le había echado el ojo a un chico jovencísimo que curraba en dicho
estudio y cuyo estilo destacaba por su originalidad... y su oscuridad.
¿De quién hablamos? Pues de quién va a ser: de un
Tim Burton también veinteañero, que ya había rodado sus cortos
Vincent y
Luau. Pese
a dicho interés, el hombre de la gorra acabó sentenciando que a aquel
chico todavía le faltaba un hervor, con lo que puso el proyecto en manos
de un tipo más maduro y experimentado, pero todavía más gamberro.
Resurrección dantesca
Pese a haber firmado dos clásicos del terror destrozón y autoparódico como
Piraña (una
exploitation poco disimulada de
Tiburón) y la licántropa
Aullidos, Joe Dante encaraba
la primera mitad de los 80 sin proyectos en perspectiva... Hasta que
Spielberg llamó a su puerta. La verdad es que Steven dio en la diana,
porque este cineasta había sido discípulo de
Roger Corman (lo
cual, en el Hollywood de aquella época, equivalía a estar preparado
para todo) y sabía conjugar el terror y las risas. Por supuesto, la
tríada Spielberg-Dante-Columbus no estuvo exenta de roces durante el
rodaje, pero no adelantemos acontecimientos...
"Esa chica no te conviene, Billy"
Amén de reclutar a una larga serie de secundarios veteranos
(Keye Luke, el actor de voz
Bob Holt) y de fichar a
Michael Winslow (Jones en
Loca academia de policía) para
que prestase sus cuerdas vocales a los Gremlins, Joe Dante prefirió
fichar a intérpretes desconocidos para su película. La única excepción
fue la de
Phoebe Cates, algo que a Spielberg no le hizo
demasiada gracia. ¿Por qué? Pues porque la joven actriz le era familiar
al público estadounidense gracias a
Aquel excitante curso, y su asociación con esa desmadrada comedia
teen podía perjudicar (según él) la imagen 'familiar' de la película.
Steven y Gizmo: amor a primera vista
En cuanto
Gremlins comenzó a perfilarse en preproducción, Spielberg se encariñó muchísimo con el personaje de
Gizmo, el
bichito cuya llegada a Kingston Falls desencadena la locura. De hecho,
el productor exigió un cambio crucial en el guión del filme: según el
borrador de Columbus, Gizmo debería haber mutado de Mogwai a Gremlin... Y
no sólo eso, sino que su álter ego maligno habría sido
Stripe, el
líder de las criaturas malignas. Además de exigir que este ser peludo y
adorable llegase vivo al final de la historia, Spielberg obligó a
quitar numerosos momentos sangrientos del guión, entre ellos
las muertes de la madre y del perro de Billy, y una escena en la que los Gremlins mataban al profesor de ciencias clavándole jeringas en la cara.
¿Kingston Falls, o Hill Valley?
Si ves seguidas
Gremlins y
Regreso al futuro, seguramente
apreciarás muchas similitudes entre los pueblos donde se desarrollan
esas dos cintas. Que son casi idénticos, vamos, lo cual tiene una
explicación muy lógica: la plaza de Kingston Falls y la de Hill Valley
son en realidad
Courthouse Square, un veteranísimo decorado de los estudios
Universal edificado en 1949, y que también vimos en muchas películas
(Matar a un ruiseñor, ¡Como Dios!, Batman y Robin) y series
(House).
Por desgracia, Courthouse Square ardió en un incendio durante el verano
de 2008, y ahora sólo sobrevive una estructura: la fachada del
ayuntamiento.
Los técnicos odian al Mogwai
Dada la cantidad de efectos especiales que habría de usar
Gremlins, la primera opción para animar a las criaturas diseñadas por
Chris Wallas fue un tanto disparatada:
usar monos cubiertos con maquillaje de látex. Comprensiblemente, los primates se lo tomaron bastante mal, con lo que hubo que optar por una salida muy ochentera: los
animatronics. La
cantidad de marionetas (robóticas o no) usadas en el filme fue ingente,
y ponerlas a punto era complicadísimo. De todas ellas, las que
requerían más esfuerzo eran las de Gizmo (había que dotarla de mucha
expresividad, y se rompía muy fácilmente) por lo cual el equipo técnico
le cogió manía a la criaturita. El odio hacia nuestro amiguito llegó a
tales cotas que Dante insertó en el guión la escena en la que los
Gremlins atan a Gizmo a una diana y le tiran dardos: por lo visto, el
personal se lo pasó pipa rodándola.
La terrible historia de Santa Claus
Como hemos dicho antes, Spielberg metió mucha mano en el guión de
Columbus, obligando a despojarlo de sus aspectos más sangrientos. Esa
intromisión también tuvo lugar en el montaje: según el director, la
primera versión del filme duraba
dos horas y media. Ahora bien, en honor a Steven hay que decir que también le plantó cara a los ejecutivos de
Warner Bros. para preservar una escena fundamental: aquella en la que
Phoebe Cates explica
la trágica muerte de su padre. Joe Dante había añadido el monólogo,
basado en una leyenda urbana popular por entonces, y consideraba que
éste resumía todo el espíritu de su película. Aunque a Spielberg dicha
escena no le gustaba un pimiento, insistió en que el director tenía
razón, y gracias a su empeño el público pudo disfrutarla (por así
decirlo).
Reliquias fantásticas
Mientras los bichos escamosos siembran el terror en Kingston Falls, la convención de inventores a la que asiste
Hoyt Axton (el
padre de Billy) ejerce como contrapunto cómico. Y también sirve para
que Joe Dante nos demuestre su amor por el cine de fantasía añejo: en
estas escenas pueden verse la máquina transtemporal pilotada por
Rod Taylor en
El tiempo en sus manos (por lo que se ve, el cacharro sigue funcionando pese a los años) y a
Robby, el robot de
Planeta prohibido. Ojo: no hablamos de reproducciones, sino de los auténticos
props, rescatados por el director. Además, Spielberg (montado en un curioso vehículo) y el compositor
Jerry Goldsmith se asoman en sendos cameos.
Cazando a Capra
Como nos demuestran tanto
Gremlins como
Solo en casa y
Solo en casa 2, Chris Columbus es muy fan de
¡Qué bello es vivir! Pero el filme que nos ocupa deja muy patente su admiración por el clásico de
Frank Capra. No es sólo que el guionista y Joe Dante incluyeran un fragmento de
¡Qué bello es vivir! en su cinta, sino que
Gremlins rebosa con homenajes a la película de 1946, empezando por el nombre del pueblo (en el filme de Capra,
James Stewart vive en una localidad llamada
Bedford Falls) y
terminando con la ambientación navideña, pasando por detalles como la
presencia de un banquero (o, en este caso, una banquera) con malas
pulgas. De hecho, la abundancia de guiños y detalles es tal que algunos
han querido ver esta película como una parodia.
La MPAA se lo piensa, los niños lloran
En 1984, Spielberg había amasado ya una demoledora cuota de poder en Hollywood, y una anécdota relacionada con el estreno de
Gremlins lo demuestra con creces: para que tanto esta película como
Indiana Jones y el Templo Maldito no quedasen vetadas a los niños, la todopoderosa entidad censora aceptó crear una nueva calificación por edades, la
PG-13, que
permitía asistir a los menores de 13 años acompañados. Según comentó
después Joe Dante, dicha medida tuvo su lado negativo: los papás
llevaban a sus
peques a ver
Gremlins pensando que se
trataba de una producción amable y risueña... para después encontrarse
con su humor negro y sus monstruitos batidos, ensartados y asados al
microondas.
El mejor fin de semana del cine ochentero
Si hubieras vivido en EE UU durante el verano de 1984, el viernes 8
de junio hubiese sido uno de los días más difíciles de tu vida,
cinemaníaco. ¿Por qué? Pues porque ese mismo día se estrenaron
Gremlins, y
Los cazafantasmas. Inmersa en semejante duelo de
molonez, la cinta de Columbus y Dante acabó ostentando un honroso segundo puesto en taquilla, amasando
20 millones de euros (ajustados). El filme acabó quedando en el cuarto lugar del ránking anual, con
239 millones (ajustados) de recaudación en EE UU. Dado que sus rivales en la competición fueron el
Eddie Murphy de
Superdetective en Hollywood (primer puesto) y los doctores
Peter Venkman y
Henry Jones Jr., el mérito no es pequeño...
¿Hubo videojuegos? ¡Pues claro!
Estrenada durante el auge de los 8 bits,
Gremlins tenía que tener sus adaptaciones pixeladas: la primera, lanzada para los ordenadores y consolas Atari, era un
arcade en el que el jugador, controlando a Billy, debía rescatar a una camada de
mogwais. En
España, sin embargo, fue mucho más conocida una segunda versión para
Spectrum, Commodore 64 y Amstrad CPC, desarrollada en forma de aventura
de texto y mucho más fiel al argumento de la película.
Via: cinemania