martes, 13 de mayo de 2014

Muere H. R. Giger, padre de monstruos

El diseñador de 'Alien, el octavo pasajero' ha fallecido en su Suiza natal a los 74 años. Su relación con el cine fue siempre tensa y marcada por la incomprensión. Por YAGO GARCÍA

muere h r giger padre de monstruos

Haber recibido elogios de Salvador Dalí es una cosa. Haber escandalizado a tu país (y a buena parte del mundo, en general) con las visiones entre infernales y grotescas que plasmas en tus cuadros y esculturas, es otra. Pero haber concebido una criatura que figura como un tótem en la historia del cine de terror y el de ciencia-ficción, granjeándote de paso un Oscar y una interesante serie de broncas con Ridley Scott, David Fincher y varios ejecutivos de Hollywood, es algo al alcance de unos pocos elegidos. Como Hans Rudi Giger, por ejemplo: el pintor y escultor suizo, que ha fallecido a los 74 años a resultas de las secuelas de una caída, puede crear opiniones encontradas en los críticos artes plásticas, pero su influencia en la historia del celuloide es innegable.
Nacido en Chur (Suiza), Giger estudió Diseño Industrial y Arquitectura, comenzando a crear controversia en los 60 gracias a un estilo pictórico que él bautizó como "biomecánico" y que, además de revelar una gran versatilidad técnica, plasmaba con soltura las pesadillas de la contracultura y de la Europa de la Guerra Fría: ocultismo, malformaciones y tecnología perversa se daban la mano en él con inquietante naturalidad. Tales obras, y su trabajo para el cortometraje Swiss Made 2068, llamaron la atención de Alejandro Jodorowsky, quien le encargó varios diseños de producción para su monumental e inacabada adaptación de Dune. Las escasas Sillas Harkonnen, únicas piezas del decorado de la película que Giger llegó a realizar, se cotizan actualmente por cifras astronómicas. Durante esta época, el artista vivió una relación con Li Tobler, bella actriz a la que retrató varias veces y que habría de suicidarse en 1975.
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A finales de los 70, H. R. Giger recibió el encargo más importante de su carrera en el celuloide: colaborar con Moebius y Dan O'Bannon (dos dibujantes que habían sido sus compañeros en Dune) diseñando el mundo de una película que comenzó llamándose Star Beast, y de la que se haría cargo un director casi novato llamado Ridley Scott. El filme se estrenó con el título de Alien, un nombre que (informalmente) también recibiría la criatura a la que Giger concibió, y que ya había aparecido en su libro de ilustraciones Giger's Necronomicon. Pese a que la plasmación del bicho en la pantalla nunca acabó de convencerle ("babeaba demasiado"), el suizo acabaría compartiendo un Oscar a los Mejores Efectos Visuales con otros grandes del oficio como Carlo Rambaldi. 
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Pese a ello, Giger no llegó a participar en Aliens (El regreso), con lo que pasó los 80 envuelto en proyectos personales como El misterio de San Gotardo, una película que no llegó a realizar y cuyos diseños conceptuales aparecerían en forma de libro en 2002. En 1986 aportó sus visiones a Poltergeist II, otro trabajo que no le satisfizo, y se sumó en 1992 a la ya pujante industria de los videojuegos colaborando en la aventura gráfica Dark Seed. Ese mismo año tuvo la oportunidad de regresar a la saga que le había dado la fama: Alien 3 contó con los diseños del suizo, quien (para variar) chocó con David Fincher en cuanto a la plasmación de su trabajo. Desde entonces, el resto de filmes del serial xenomorfo sólo le mencionaron en los créditos como "Diseñador original de las criaturas", mientras que Giger aportaba sus delirios cárnicos a una exploitation como Species (1995) y a El condón asesino (1996), poco afortunada adaptación del cómic de Ralf König.

Ahora bien: cuando, ya entrado el nuevo siglo, Ridley Scott quiso volver a sus orígenes fantaterroríficos en Prometheus, llamó a Giger para que ayudase a ambientar la controvertida pero valiosa 'precuela-pero-no-tanto' de la saga Alien. Desde hoy sabemos que dicha cinta quedará como la última película en la que participó H. R. Giger, lo cual da a su carrera en el cine un cierto perfil circular. Nunca sabremos si a él, amante como era de las formas irregulares y las derivaciones insospechadas, le hubiera hecho gracia este dato.

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