En 'Noé', Darren Aronofsky se ha inventado más bien poco: repasamos los elementos delirantes que el director ha tomado directamente del Génesis. Por YAGO GARCÍA
Los Vigilantes no nacieron ayer
Fuentes: Genesis 6:4, Números 13:33
Siguiendo la sana consigna "ponga un monstruo gigante en su peli", Aronofsky ha tirado en este caso de uno de los aspectos más enigmáticos del Antiguo Testamento. Porque, a estas alturas, es difícil llegar a una interpretación objetiva sobre qué leches eran los 'Nefilim', una palabra hebrea que suele traducirse como "los gigantes", pero que también puede significar "los caídos" o "los renegados". El caso es que, justo antes de entrar en harina acerca de Noé y su arca, el Génesis nos habla de estos seres, engendrados cuando "viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron de entre ellas por mujeres las que bien quisieron". Y, según la interpretación judía, dichos "hijos de Dios" eran nada menos que ángeles rebeldes, liderados para más señas por un tal Samyaza, que prefirieron quedarse en la Tierra para custodiar a la raza humana hasta que el Diluvio les hizo perecer. Dada la peculiar fisionomía con la que el director ha dotado a las criaturas en Noé, agradecemos que no haya llevado la historia hasta sus últimas consecuencias.
¿Qué edad dice usted que tiene, abuelo?
Fuentes: Génesis 5:21-27
Cuando uno llega a cierta edad, excentricidades tales que darle la brasa a los familiares pidiendo zarzamoras o provocarle visiones al nieto mediante tés alucinógenos son disculpables. Sobre todo si tenemos en cuenta que, de acuerdo con el texto bíblico, el personaje interpretado por Anthony Hopkins vivió la friolera de 969 años (o 720 años, según otras versiones). No es un mal récord si se tiene en cuenta que su padre Enoc había muerto a la tierna edad de 365 primaveras, mientras que su abuelo Jared llegó a celebrar su cumpleaños número 962. En todo caso, Matusalén apenas pincha y corta en el Génesis (nada de espadas de fuego aquí, lo sentimos) y en su biografía sólo destacan dos aspectos: haber muerto en el mismo año en el que, se supone, tuvo lugar el Diluvio, y haber sido el ser humano más longevo de la historia. Es más, tras el cataclismo, Dios decretó que aquello era pasarse, con lo que fijó la fecha límite para una vida mortal en 120 años. Y eso, comiendo sano y haciendo mucho deporte.
Malo, metalúrgico y aragonés
Fuente: Genesis 4:22
Como comprobó Homer Simpson en su día, el Antiguo Testamento tiene la costumbre de enredar a sus lectores con listas genealógicas tamaño gigante. Lo cual empuja al profano a saltarse muchas páginas (o a darle al avance rápido), pero también puede nutrir una historia de interesantes personajes secundarios. Tal es el caso de Tubal-Caín (Ray Winstone): lo único que sabemos de este sujeto es que descendía del primer asesino y que fue hijo de Lamec, un señor con muy mala leche que además inventó la poligamia. A Lamec, por cierto, le salieron hijos muy mañosos: mientras que a Jabel se le acredita con la invención de la tienda de campaña, y Jubal se sacó del magín los primeros instrumentos musicales, Tubal-Caín queda en la Biblia como "forjador de instrumentos cortantes de bronce y de hierro". Dado que Aronofsky quería contarnos un cuento ecologista, emplear a este precursor del desarrollo industrial como villano le venía al pelo, pero sentimos decir que, en la historia del Diluvio, Tubal-Caín ni está ni se le espera. Ahora bien: parece que en sus correrías se pasó por la Península Ibérica, considerándosele como el fundador de Tarazona (Zaragoza). ¡Hala, maño!
Cogorza apocalíptica
Fuente: Génesis 9:20-21
Tras pasar cuarenta días y cuarenta noches rodeado de agua por todas partes, es comprensible que Noé quisiera darse una alegría tras desembarcar en los montes de Ararat. Con lo cual, efectivamente, la olímpica cogorza que Russell Crowe agarra en el filme también es un hecho bíblico. Según algunos teólogos cristianos, dicha melopea es excusable, ya que al haber inventado el vino nuestro hombre desconocía sus efectos. Por su parte, la tradición rabínica de los judíos achaca la intoxicación etílica a la mano del mismísimo Satán, quien ayudó a Noé a plantar su viñedo y le instó a fertilizar el suelo con sangre de oveja, león, simio y cerdo. Animales que, simbólicamente, representan las fases típicas de la embriaguez. En todo caso, como veremos a continuación, parece que el patriarca era de esos a quienes la resaca pone de mal humor.
El hijo bandarra
Fuente: Génesis 9:22-27
Cinemaníacos, hemos llegado a la parte más políticamente incorrecta de la historia de Noé. Tan espinosa resulta, de hecho, que entendemos que Aronofsky la haya suavizado bastante en su filme. Al lío: resulta que Noé la agarró tan fuerte tras beber vino que acabó quedándose en pelotas, para a continuación desmayarse. Y aquí es donde entra en escena Cam, el hijo rebelde encarnado por Logan Lerman, quien en lugar de cubrir piadosamente las desnudeces de su padre corrió a avisar a sus dos hermanos (recordemos: Sem -Douglas Booth- y Jafet -Leo M. Carroll-). Al despertarse, víctima del primer resacón de la historia, Noé pronunció una maldición fulminante, no contra Cam, sino contra Canaán, el hijo de éste, condenando al niño y a sus descendientes a servir como esclavos por toda la eternidad. Algunas escuelas de teología judías, crisitanas y musulmanas afirman para colmo que, tras recibir el maleficio, la piel de Cam y de sus descendientes se volvió negra, lo cual ha sido usado durante mucho tiempo como justificación religiosa para la esclavitud.
Noé se estrena el viernes 4 de abril
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