¿Cómo despedirse de Resnais? Lo diremos alto y claro: el cineasta fue uno de los mejores directores que ha tenido Francia y, seguramente, uno de los talentos imaginativos más poderosos de todo el siglo veinte cinematográfico. Ver a Resnais es ver al cine en su máximo esplendor: como portentoso creador de imágenes, como audacia experimental continuada, como manera incansable de vivir.
La Rive Gauche
Frecuentemente asociado con la Nouvelle Vague, seguramente porque su película también francesa y rompedora coincidió con una de las piezas clave de esa generación, ‘Los 400 golpes’ (Les 400 coups, 1958), Resnais formaba parte del grupo paralelo o adjunto de La Rive Gauche. Allí estaban otros cineastas y escritores, muchos de ellos colaboradores suyos.: Agnés Varda, Marguerite Duras, Alain Robbe-Grillet o Chris Marker. Fue inteligente usando su talento y se rodeó de admirables colaboradores en los libretos y a veces en la dirección.
Con Marker colaboraría en un cortometraje brillante, Les statues meurent aussi (id, 1955) en la que ambos observan con desdén la destrucción de la cultura por parte del colonialismo. Y como la barbarie interesaba mucho a Resnais, firmó otro corto documental, una obra maestra, ‘Noche y niebla’ (Nuit et brouillard, 1955), sobre los efectos del nazismo, rodada sin sentimentalismo, sin sensacionalismo, sin, en fin, los elementos con los que se convertiría en kitsch la catástrofe del siglo veinte.
Y luego llegó Duras, con su primera (E impresionante) película: ‘Hiroshima Mon Amour’ (id, 1958). En esta narración desordenada, Resnais tiene el aliento político que guía sus primeras y grandes películas, y, también, los temas de las siguientes.: la memoria y el amor, y sus difíciles, imposibles de resolver, interrelaciones.
Memoria y amor
Las grandes fuerzas o temas que Resnais acarició como nadie en su
período alto de los años sesenta fueron la memoria y el amor,
subvirtiendo cualquier intento de narración no ya de manera convencional
sino de manera, digamos, obvia. Porque también una narración
desordenada puede ser obvia.Así llegaron dos de sus obras maestras, todavía hermosas y radiantes, y tan distintas entre sí que parecen inconcebibles en otro cineasta. ‘El año pasado en Marienbad’ (L’annèe dernière à Marienbad, 1961) sigue siendo una película que provoca todavía las mismas e idénticas divisiones en el público ¡décadas más tarde! Siguen los escépticos, soltando clichés sobre su naturaleza incomprensible.
Y luego estamos los que la amamos, sabedores de que en el misterio de sus imágenes late una manera de mirar. Y también su película posterior, en mi opinión su obra maestra ‘Te quiero, te quiero (te amo, te amo)’ (Je t’aime, je t’aime, 1968), obvia precursora de ‘Olvídate de mi’ (Eternal sunshine of the spotless mind, 2004) y película, en general, libre, romántica e imaginativa.
¡Pero si eso fuera lo único que dejó esa década! ‘Muriel’ (id, 1963) es una injustamente olvidada obra maestra que propone los mismos temas (el recuerdo, el amor, el tránsito entre ambos) pero en una clave más inusualmente apegada a lo real. Y ‘La guerra ha terminado’ (La guerre est finie, 1966) es un valiente y doloroso drama sobre otra memoria: la del franquismo.
Una espléndida obra tardía
A diferencia de otros cineastas, Resnais ya no tenía nada que
demostrar cuando llegó a los noventa. Su obvia y tremebunda aportación
al cine en todas sus disciplinas (composición, montaje, narración) no
solamente era reseñable sino también fresca, difícil de envejecer o
envilecer por el paso de los años, al contrario, parecía que el tiempo
era quien mejor pulía las superfícies misteriosas que él había creado.Y, sin embago, llegó una nueva etapa en su cine. Una etapa que culmina en la década pasada, en la que Resnais se interesa por formas teatrales y musicales y por seguir bombardeando, a su manera libre y del todo briosa, la misé en scéne tal y como la conocemos. La luz y gracia de ‘On connaît la chanson’ (id, 1997) o ‘Asuntos privados en lugares públicos’ (Coeurs – Petites Peurs Partagées, 2006) probaban que para este Resnais, bien aliado con actores como Lambert Wilson o André Dussolier, solamente dejó pasar el tiempo para que su brío fuera reencontrándose, de nuevo, con la imaginación.
Termino estas líneas y pienso: es hoy inconcebible ser Resnais y tener esa obra tan impresionante tras de sí. Pero él la hizo posible, sin apenas necesitar aspavientos o rudimentarias campañas a su favor. Resnais ennobleió el cine, y lo hizo más bello.
Via:blog de cine
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