Motivos por los que la película de piratas de Paul Greengrass se va a pique con toda su tripulación, Tom Hanks incluído. Por MANUEL PIÑÓN
El mito de Greengrass
Modelo para muchísimos cineastas por, entre muchas cosas, tener un compromiso innegociable con un lenguaje realista que elude efectismos y sin embargo resulta espectacular, el británico Paul Greengrass con cada película había ido casi siempre a más: Bloody Sunday, El mito de Bourne, United 93, El ultimatum de Bourne… Incluso la discutible Green Zone, que se escribió y rodó prácticamente en tiempo real, descubriendo en los periódicos las mismas mentiras que nosotros sobre las "armas de destrucción masiva", mostraba a un cineasta involucrado en una búsqueda personal, al margen de condicionantes externos. Pero, de repente, llega esta historia de piratas y todo ese discurso se va al garete. Cegado por un presupuesto de súper producción, se hace trampas a sí mismo para hacer un Alerta máxima sin héroe de acción. ¿Por qué, Paul?
¡Hay una estrella en mi docudrama!
La mejor interpretación que ha hecho en prácticamente dos décadas, uno de los más grandes de Hollywood, no sirve para que nos olvidemos de que, efectivamente, ese de ahí no es el Capitán Phillips sino Tom Hanks. Tanta cámara al hombro y tono de docudrama para que al final más que una historia lo que quede ahí sea poco más que "un vehículo de sufrimiento" para un actor desesperado por encontrar buenos papeles y recuperar el crédito perdido por culpa de películas tan malas como Larry Crowne, Tan fuerte, tan cerca o El atlas de las nubes. Si Greengrass entendió que no habría tenido el mismo efecto United 93 con pasajeros famosos, ¿por qué hizo la vista gorda esta vez con el actor de Forrest Gump o Philadelphia?
Pongámonos en situación… familiar
Ni los mayores defensores de Capitán Phillips pueden justificar los primeros minutos de la película. La intención de Greengrass de mostrar un poco del contexto familiar de los dos personajes principales –el Capitán Phillips y el pirata Muse– se va al traste desde el momento en el que sólo a uno de los dos se trata con humanidad. El marino yanqui prepara su maletita, tiene miedo, se besa con su esposa, se preocupa por su gente; el otro ya es un tipo malvado desde el primer día, con mostrar un poco de la situación de miseria en la que vive es más que suficiente. "Es una historia sobre dos capitanes", resumió Greengrass cuando la estrenó. Ya, pero uno es actor protagonista y el otro antagonista secundario.
Siente a un pobre en su gala
Lo que nos lleva a la nominación de la Academia en la categoría de actor de reparto para Barkhad Abdi, un debutante nacido en Somalia, que huyó de su país para escapar de la guerra y aterrizó en EE UU como chófer de limusinas. Coronada con una nominación al Oscar, listo, Hollywood ya tiene una historia de superación perfecta para un reportaje, una película y hasta un programa de Oprah Winfrey. ¿Y qué tal actor es? Pues la verdad, muy justito. "Nunca pensé en que me dedicaría al cine", ha declarado. Tranquilo, amigo Abdi, a juzgar por tu ficha de IMDb –ni un proyecto en perspectiva– este año eres el invitado pobre con el que la Academia disfruta mostrándose condescendiente. Y todavía tendrás que aguantar algún chistecito de Ellen DeGeneres.
Llamen al ejercito de los EE UU de América
Ya pueden sacar las imágenes del caso real que reproduce Capitán Phillips y demostrarnos que el despliegue fue exactamente como lo muestra la película, pero la presencia de dos buques de guerra, un equipo de francotiradores, la última tecnología en materia de vigilancia y espionaje, helicópteros, fuerzas especiales, etc., suena a propaganda. La mejor que podría tener el ejercito de EE UU, por otra parte, que se acaba de ahorrar millones en anuncios con una película en la que sólo se muestra su eficacia. Sólo una pregunta: ¿no habría salido más barato que hubieran atendido la primera llamada de auxilio del barco de Phillips?
Via:Cinemania
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