Y llegó el día en el que los satánicos, por fin, pudieron salir del armario.
El Festival Internacional de Sitges abre sus puertas a todos los que
quieran ser bienvenidos en la que ya es su 46 edición, que se dice
pronto, para ofrecer una surtida y variada ración de películas,
principalmente, de corte fantástico, orientales y de terror desde el 11
hasta el 20 de octubre.
Esta edición no obstante será más especial que cualquiera otra de las 45
anteriores, estoy convencido y a buen seguro, porque con la pluma del
Sr. Reporter ocupada en otros menesteres -él sabrá- este será mi debut
como cronista a orillas del mar Mediterráneo, una responsabilidad que
puede que me prive de ver alguna película o tomarme alguna caña pero que, con gusto, espero, servirá de orgullo para mi mamá y el apellido de mi familia.
Y como de tonterías ya vamos sobrados vayamos directos y al grano.
Sitges comienza, y por mucho que oficialmense te diga lo contrario la
primera película en proyectarse ha sido 'Contracted',
segunda película del guionista y director norteamericano Eric England
que en vez de provocar resquemor acaba cayendo de lleno en la comedia
involuntaria. O en algo que nos pueda valer como eso. Lo siento. Más,
tras el salto.
Al citado England alguien debería de darle un
cursillo de dirección si quiere mantener la esperanza de tener una
carrera. Una joven, tras mantener relaciones sexuales con un
desconocido, experimentará un lento pero progresivo proceso de
descomposición física. El filme tendría un pase aún obviando las
molestas reminiscencias moralistas de su discurso, de no ser por la
estupidez que reina en el universo de su protagonista y la pésima
dirección de England, desperdiciando un maquillaje muy logrado en medio
de lo que termina siendo una especie de especial de Halloween de Al
Salir de Clase.
Para olvidar nada mejor que un reencuentro muy afortunado, el del realizador Neil Jordan con el fantástico gracias a 'Byzantium',
thriller dramático que demuestra que al mundo de los vampiros aún le
queda cosas que ofrecer. Le cuesta ponerse a tono pero una vez que lo
hace, nunca mejor dicho, sabe hincar los dientes con seguridad y fuerza.
Un filme, en el que confluyen dos historias con 200 años de diferencia,
algo imperfecto y desequilibrado en algunos aspectos, con un guión al
que le falta algo de trabajo,
pero al que compensan la bella puesta en escena de Jordan y la
presencia de sus dos protagonistas, con una Gemma Arterton imposible de
no desear por cualquiera que se haga llamar heterosexual.
Para rebajar algo la libido nada mejor que un filme "de machotes", 'The Colony',
con la que es complicado no pensar en '30 días en la oscuridad' (aunque
no haya vampiros). Se trata de una correcta serie B eficiente y
entretenida, que nos regala una buena ambientación, alguna imagen
icónica y la presencia siempre de agradecer de Laurence Fishburne y Bill
Paxton. ¿Algo más? Nada relevante, cumple sin novedad o imaginación,
pero lo hace igualmente sin tacha ni ofensa.
Cambiamos completamente de tercio. Si ya costó entender el primero,
'Primer', más huevos hay que echarle al segundo. Complicado, lo
siguiente. 'Upstream Color' es uno de esos filmes
"raros" que se odian o se aman. Creo que nadie ha entendido casi nada,
siendo sinceros, pero su fascinante puesta en escena me podría haber
tenido distraído durante un par de horas más, como si nada. Marginal,
sin duda, y todo un salto al vacío de un Shane Carruth que a lo Robert
Rodríguez hace de todo. Un híbrido entre Malick, Dupieux y Carax que se
recomienda ver rodeado de gente… no tiene precio dicho valor añadido. De culto... y también, una joya para quien esto suscribe.
A continuación 'Rigor Mortis', cine de terror made in
China que resulta… muy oriental, demasiado, tanto que su seriedad
aparente parece no ser tal. Un caos argumental a ojos de un occidental
plagado de efectos especiales, sangre, fantasmas y ruido muy cogido por
los pelos. Lo mejor, no obstante, es dejarse llevar por su brillante
estética y sus ridículas peleas a lo Kung Fu Sion, sin desperdicio, y
evitar buscarle tres pies al gato… que no los tiene.
Por último, y para concluir esta mi primera crónica, hablar de la
“llamada” Inauguración Oficial. Como ya suele ser costumbre un título
español, ‘Grand Piano’, un notable ejercicio de estilo
que hubiera hecho las delicias del mejor De Palma. Un vibrante juego de
malabarismo de exquisita puesta en escena, tanto irregular e
inconsistente en su parcela argumental, pero realmente brillante en los
picos más altos. No deja de ser una auténtica montaña rusa cuyas
carencias reflejan la excelencia de sus aciertos, y que por otro lado
confirma a Eugenio Mira como uno de nuestros más que posibles “jugones”.
Via:El septimo arte
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