¿Es la talentosa y trabajadora actriz, una de las bellezas más exóticas de Hollywood, gafe para la taquilla o sólo necesita que le den algo más que roles secundarios? Por DANIEL DE PARTEARROYO
Procedente de una familia de escritores y con antepasados de alta alcurnia repartidos por todo el imperio colonial británico, Olivia Jane Cockburn (por favor, si sabes inglés no traduzcas en voz alta su apellido) decidió adoptar el nombre de Olivia Wilde como tributo a Oscar Wilde; uno de esos gestos entre lo petulante y lo vergonzoso que se podía permitir una estudiante de instituto que había tenido al ensayista británico Christopher Hitchens como canguro cuando era pequeña. Pero claro, si Mick Jagger es amigo íntimo de tus padres, cualquier cosa es posible. Hasta que cuando tienes 20 años te enchufen en el cásting de una comedia juvenil ramplona para desanimar tu deseo de ser actriz... y terminen pillándote como secundaria en La vecina de al lado (Luke Greenfield, 2004).
Bisexual de la pequeña pantalla
Total, que la pequeña triquiñuela de los progenitores tuvo un efecto contrario al deseado y Wilde persistió en su sueño profesional. Esa combinación de belleza felina, tonificación de gimnasio y voz ronca hizo que pronto llamara la atención entre productores televisivos. Su primer trabajo popular fueron trece episodios de la segunda temporada de O.C., el culebrón juvenil de los noughties, donde interpretó a Alex Kelly. ¿Su principal característica, aparte de ser una topiquísima "chica mala"? Se liaba tanto con Seth como con Marissa (Mischa Barton, quien le quitó el papel cuando ambas se presentaron al primer cásting). ¿Sería casualidad dos años después que en House se hiciera tanto hincapié en la bisexualidad de Trece, el personaje más famoso de su carrera? Confiemos en la casualidad y que las miras de los productores televisivos sean más amplias, pero no nos hagas mucho caso...
Chica sexy #2
Mientras la autodestructiva doctora Remy Hadley ponía en un brete a la misantropía de House, Wilde encontraba bastante complicado hacerse un hueco en el cine. Durante esos años fue pasando por todos los registros típicos con los que Hollywood encasilla y aliena a las actrices jóvenes de determinadas medidas: tía buena en Superfrikis (Scott Lew, 2006), tía buena en bikini en Turistas (John Stockwell, 2006), tía buena en toga en Año uno (Harold Ramis, 2009), etc. Es fácil pillarlo.
Veneno blockbuster
Puede que la gran oportunidad de Wilde para entrar en la clase A de Hollywood residiera en la neumática y reflectante Quorra de TRON: Legacy (Joseph Kosinski, 2010), pero ya sabemos lo que pasó con la tardía secuela: un pinchazo de Disney que sólo el mercado internacional salvó de ser una completa catástrofe. No importa, lo volvemos a intentar con Cowboys & Aliens (Jon Favreau, 2011). Ops, ahora incluso olvida eso de la taquilla global como salvavidas. In Time (Andrew Niccol, 2011) era una película mucho más modesta y ella ni siquiera era la chica principal, pero no importa: fracaso. Empieza a dar mal fario que filmes con mucha ambición comercial lleven a la antigua Trece en el reparto, y ya sabemos cómo es Hollywood de supersticioso...
¿Talento cómico desaprovechado?
Entre tantos disparos de fogueo a la taquilla, una comedia nacida para pasar desapercibida como El cambiazo (David Dobkin, 2011) podría haber revelado al mundo la disposición de la actriz hacia el humor. Mientras Ryan Reynolds y Jason Bateman daban tumbos en la enésima trama de cuerpos intercambiados, ella fue la que mejor nos lo hizo pasar (y ni siquiera nos referimos a esa escena en tanga y topless). ¿Por qué nadie le ha dado la oportunidad de explotar del todo su potencial humorístico? Puede que nos estemos perdiendo algo grande y ella parece muy dispuesta. Repasando entrevistas, Wilde habla de su devoción hacia los Monty Python, sale con el cómico del Saturday Night Live Jason Sudeikis, se relaciona con la troupe Apatow, le gusta participar en los vídeos chorra de Funny Or Die (su Baronesa de La balada de G. I. Joe tocando el clarinete es una perversión difícil de superar) y, por supuesto, nunca podremos olvidar cómo promocionaba el número especial comedia de la revista GQ en este vídeo:
Hiperactividad
¿La estrategia de Olivia Wilde para hacerse notar? Trabajar a destajo. En 2011 estaba en cinco películas, en 2012 también y este año, como decíamos arriba, ocho. Si su agente le ofrece papeles pequeños, que sea en cantidades industriales. Y si incluyen la posibilidad de trabajar con directores interesantes (Spike Jonze en Her, Paul Haggis en The Third Person), pues mira. Aunque nosotros sospechamos que en realidad se lo pasa mucho mejor en películas más pequeñas, como haciendo de insuperable stripper en Butter (Jim Field Smith, 2011) o siendo ilusionada ayudante de mago en The Incredible Burt Wonderstone (Don Scardino, 2013). Eso sí, la mayor oportunidad que ha tenido para demostrar su talento se la ha brindado el ex mumblecore Jon Swanberg en Drinking Buddies (2013) donde, sin maquillar, navegando en la improvisación y sacando varias capas de profundidad a su personaje nada complaciente, construye una no relación de amor con Jake Johnson tan creíble como para justificar uno de los mejores títulos indie del año.
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