En la obra del director de 'El pico' hubo mucho más que 'cine quinqui' y chulazos callejeros. Compruébalo en esta segunda parte de nuestro serial reivindicativo. Por YAGO GARCÍA
"¡Más rabo que la Pantera Rosa!".
¿Cuáles son esas virtudes? Pues, por ejemplo, su gran talento detrás de la cámara, en absoluto incompatible con la capacidad para rodar a toda velocidad y con presupuestos de risa, valor al defender sus ideas (De la Iglesia era comunista y homosexual, algo que permea su trabajo) y una solvencia en el cine de género en absoluto reñida con las influencias de Rainer Werner Fassbinder y Stanley Kubrick, entre otros grandes. Échale un vistazo a esta selección de joyas y comprobarás que, en la obra del director vasco, había muchísimo más que 'cine quinqui'... Aunque sus películas con navajazos, robos al tirón y "varitas en el jopo" sean estupendas.
La semana del asesino (1972)
¿Por qué nos gusta? Mientras que, en España, De la Iglesia ha pasado a la historia como uno de los directores por excelencia del 'cine quinqui', en el extranjero se le considera un precursor del género gore. Y ello es, además de por trabajos primerizos como El techo de cristal y Nadie oyó gritar, debido a esta tremebunda película, conocida en el mundo anglosajón como Cannibal Man (¡ahí queda eso!). Para el público español de la época, fue todo un patatús ver a Vicente Parra (¿Dónde vas, Alfonso XII?) cambiando su habitual registro amartelado por las truculencias de un carnicero convertido, por azares de la vida, en asesino en serie.
Momento cumbre: Aparte de los sangrientos asesinatos, destacamos esos momentos a pie de piscina en los que Eusebio Poncela le tira los tejos (disimuladamente) al protagonista.
Una gota de sangre para morir amando (1973)
¿Por qué nos gusta? Mientras que el resto de películas de este informe nos parecen obras de gran mérito cinematográfico, este filme de larguísimo título se gana su lugar aquí por resultar una anécdota histórica. Pero qué anécdota. No es sólo que, en él, De la Iglesia le lanzara su particular órdago a Kubrick, agenciándose incluso a Sue Lyon (Lolita) como protagonista femenina. Ni el choque frontal entre el futurismo de plastiquillo y el casposo Madrid de los 70. Es que el guión, que le valió a la película el apodo de La mandarina mecánica, está firmado (en parte) nada menos que por José Luis Garci. Sí, el mismo de Holmes & Watson: Madrid Days. ¿Entiendes ahora por qué la incluimos?
Momento cumbre: La versión Garci-De la Iglesia del Tratamiento Ludovico, con el prota Chris Mitchum (hijo de Robert Mitchum) luciendo pecholobo y pelucón seventies.
Los placeres ocultos (1977)
¿Por qué nos gusta? Ya con Franco criando malvas, De la Iglesia se convirtió en el primer director abiertamente gay de la España de la Transición. Algo que no era moco de pavo, porque la Ley de Peligrosidad Social aún coleaba, y mostrar en público tus preferencias afectivas podía costarte una estancia en comisaría... O una temporada en la cárcel. Siempre fiel al influjo de Fassbinder, nuestro héroe convierte la historia de la relación entre un señor de buena familia (Simón Andreu) y un joven proleta (Tony Fuentes) que se deja querer por dinero en un atinado drama sobre las relaciones de clase y la hipocresía.
Momento cumbre: La intervención de Paco España, comediante y transformista que cuenta un chiste políticamente muy incorrecto.
El diputado (1978)
¿Por qué nos gusta? Trabajando a destajo, como siempre, De la Iglesia facturó en el plazo de 12 meses la incalificable La criatura (sobre una relación zoofílica entre Ana Belén y un voluminoso perro) y esta película, mucho más seria y que nos da una prueba de su química director-actor con José Sacristán. El cual interpreta aquí a un respetable político (probablemente del PCE) cuya carrera se ve comprometida por su homosexualidad. Puede que hoy parezca raro, pero recordemos que, por aquellas fechas, la actitud de muchos partidos de izquierda era terríblemente homofóbica.
Momento cumbre: La mujer de Sacristán (Maria Luisa San José) descubre el rollete de su marido con José Luis Alonso. En un gesto muy tolerante, y muy de la época, decide resolver la crisis matrimonial mediante un trío.
Navajeros (1980)
¿Por qué nos gusta? La puerta de entrada de De la Iglesia en el 'cine quinqui' propiamente dicho se debe a esta memorable película, en la cual el director materializó su amor por lo marginal fichando (en todos los sentidos) a José Luis Manzano, el que habría de ser su actor fetiche, pareja sentimental y, dicen, el responsable de su primer contacto con la heroína. Remotamente basada en hechos reales, Navajeros funciona tanto como documento de un país y una época (ese escalofriante y sórdido Madrid de descampaos y barrios marginales) como ejercicio de desparrame ultraviolento, animado además por una memorable banda sonora de Burning.
Momento cumbre: La orgía de destrucción naranjimecánica organizada por Manzano y sus amigos para vengarse del capo Enrique San Francisco y su secuaz Kid Marino (por mal nombre "la Mari Trini").
El Pico 2 (1984)
¿Por qué nos gusta? Reformulamos la pregunta: ¿por qué elegimos la secuela de El Pico (1984) frente a la primera parte, cuando esta tiene el prestigio de la original y, además, toca el tema abertzale con valentía? Pues porque nos parece que, de las dos entregas, esta está mejor escrita, mejor dirigida y, además, se beneficia del talento de Fernando Guillén. Por no hablar de un nivel de cinismo que supera con mucho al del original, si es que esto es posible. Tras este peliculón con todas las letras, De la Iglesia volvería al cine de terror (Otra vuelta de tuerca), regresaría a ambientes marginales (La estanquera de Vallecas) y desaparecería durante años para regresar, antes de su muerte, con la muy testamentaria Los novios búlgaros. Películas todas ellas muy por debajo de lo que permitía su talento.
Momento cumbre: Haciendo cola en Carabanchel para ver a su hijo (Manzano, cómo no), Guillén descubre que los demás familiares de presos no están nada por la labor de acoger a un guardia civil. La consiguiente humillación pone los pelos de punta.
Via:Cinemania
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