¿Quién dijo que no se podía? Todos estos filmes llevaron a la pantalla otras tantas novelas con las que no se atrevería ningún director en su sano juicio. Por YAGO GARCÍA
¿Son estas tres películas algo nuevo? Pues no tanto: hace mucho tiempo ya que los directores de cine ponen las cartas sobre la mesa, lanzándose a adaptar novelas por las que nadie apuesta en el negocio del cine. De las películas que te ofrecemos aquí, algunas son mejores y otras peores, pero todas constituyeron actos de valor en su momento.
Ulysses (1967)
El libro: Uno de esos megatochos que todos comienzan, pero pocos acaban, Ulises es la obra maestra de James Joyce (irlandés, borracho, cegato y genio), además de una descacharrante parodia mitológica. Dedicarle paciencia y tiempo vale la pena.
La película: Casi olvidada hoy en día, Ulysses fue nominada al Oscar al Mejor Guión Adaptado, y ha pasado a la historia como la primera película en la que se pronuncia la palabra "fuck". El humor y la guarrería del libro original quedaban sepultados en una realización muy Nouvelle Vague, lo cual no impidió que fuera clasificada "X" en el Reino Unido, y que en Irlanda estuviese prohibida hasta 2000. En 2003, el libro volvió a las pantallas con Bloom, una versión más accesible.
Tristram Shandy (2005)
El libro: El protagonista de esta novela, escrita por Lawrence Sterne, piensa que contarnos su vida sin añadir algo de contexto no tiene sentido. De modo que se lía en anécdotas sobre sus padres, su tío Toby y el resto de su familia, y cuando toca llegar a sus recuerdos propiamente dichos, se le acaba el espacio. Lo bueno: hasta ese momento, el lector se ha partido de risa.
La película: Michael Winterbottom piensa que, para adaptar una novela al cine, primero hay que describir cómo se ha rodado dicha adaptación. De modo que se lía en anécdotas sobre lo impresentable que es Steve Coogan (interpretado por Steve Coogan) y sobre lo perdida que está una Gillian Anderson (interpretada por Gillian Anderson) loca por revitalizar su carrera. Y, cuando toca llegar al libro... Bueno, nos entendemos, ¿no?
El almuerzo desnudo (1991)
El libro: Drogado hasta las cejas en su exilio de Tánger, y podrido de remordimientos tras cargarse a su mujer, William S. Burroughs volcó en este volumen sus paranoias sobre la heroína, el sexo (homosexual), la sociedad estadounidense y la cirugía. Si quieres leerlo, aconsejamos tener a mano una bolsa para vomitar y unas pastillas para el mareo.
La película: Fan confeso del escritor, David Cronenberg era consciente de que llevar El almuerzo desnudo al cine requeriría un presupuesto digno de Spielberg, y que el filme resultante acabaría prohibido en casi todo el mundo, por lo obsceno y lo violento. De modo que, en lugar de una adaptación al uso, aprovechó elementos y personajes del libro para entregar un memorable biopic de un escritor maldito. Eso sí: desagradable, el filme lo es un rato.
Dune (1984)
El libro: Larguísimo, laberíntico y lleno de palabras raras (no por nada incluye un diccionario al final), el megatocho de Frank Herbert es una reflexión al más alto nivel sobre el colonialismo, la crisis energética, la ecología y los gusanos gigantes. Pese a todo ello, se convirtió en un clásico de culto en los 60. A lo mejor ayudaron sus referencias a las drogas alucinógenas...
La película: Tras un primer intento a cargo de Jodorowsky (el cual, de haberse rodado, hubiera sido más raro aún que el libro), el productor Dino De Laurentiis quiso aprovechar el tirón de Star Wars, encomendándole el rodaje a... David Lynch. Pese a que el genio de Montana se lo curró todo lo que pudo, un montaje atroz a cargo del estudio convirtió su filme en un flop histórico, del cual el director acabó renegando. Tras otra adaptación más en forma de serie, el tercer intento por llevar Dune a los cines se hundió cual cosechadora de Especia entre las fauces de un Shai-Hulud. De los grandecitos.
Desde el infierno (2001)
El libro: Cuando se trata de Alan Moore y sus cómics dementes, mencionar Watchmen es de rigor. Pero esta narración mágico-filosófica sobre los crímenes de Jack el Destripador tiene todavía más páginas, y su complejidad estructural puede ser aún más vertiginosa que la historia del Dr. Manhattan y compañía. ¿Cómo llevarla al cine, pues?
La película: ¿Que cómo llevamos From Hell al cine? Sencillo: convertimos al policía que investiga el caso, un señor madurito y gordo, en Johnny Depp. Le adjudicamos poderes extrasensoriales. Y minimizamos la presencia de un asesino que, en el original, es el auténtico protagonista de la historia. Es decir, transformamos una obra enigmática e interesante en un thriller sobrenatural de baratillo. De todos los filmes de este informe, este es el que menos aguanta una revisión.
El ruido y la furia (1959)
El libro: Tomándose muy en serio la cita de Shakespeare ("La vida es una historia contada por un idiota..."), William Faulkner articuló estre tórrido dramón sureño a través de los monólogos interiores de un chico autista. ¿Suena complicado? Pues espérate a leerlo... O a intentarlo.
La película: Ni experimentos formales, ni flujo de conciencia, ni gaitas: si se la toma por lo literal, El ruido y la furia no deja de ser un culebrón con plantaciones, castraciones, familias venidas a menos y amoríos ilícitos. Al menos, así lo entendió el director Martin Ritt (El largo y cálido verano) reclutando a Yul Brynner y Joanne Woodward como protagonistas del filme. El cual, todo sea dicho, se toma muchas libertades con la novela original.
El mar (2000)
El libro: Por mucha miseria de posguerra, mucha homosexualidad culpable y mucha tuberculosis que contenga, esta novela de Blai Bonet es uno de esos tochos relatados a base de monólogos interiores en los que nunca pasa (casi) nada. Era la época, ya se sabe.
La película: Agustí Villaronga (Pa negre) inyectó una buena dosis de dramatismo a El mar mediante su estilo habitual: mostrándonos a los chulazos Bruno Bergonzini y Roger Casamajor haciéndose cosas innombrables, acentuando la forma en la que el ambiente opresivo de un sanatorio determina la historia, y sobre todo aumentando la proporción de violencia y sangre. Seas hetero o gay, la escena final (que no aparece en la novela) te hará sentir muy, muy incómodo.
Lolita (1962)
El libro: A diferencia de otros volúmenes abordados en este informe, la novela de Vladimir Nabokov sigue una línea narrativa bastante convencional, y apasionante por lo demás. ¿Dónde está el problema para llevarla al cine? Pues que nos cuenta la historia de amor y sexo entre un cuarentón y una niña de trece años.
La película: "El filme de Kubrick es un trabajo de primera clase, pero no adapta bien mi novela", se quejaba Nabokov. Y, como el novelista ruso era un pejigueras de primer orden, se lo perdonamos: a fin de llevar el proyecto a buen término, el genio del Bronx tuvo que aumentar la edad de la protagonista, limar muchos detalles sórdidos del original y, dice la leyenda, jugarse los derechos de la obra al ajedrez con el propio Vladimir. Por supuesto, le salió una obra maestra. Menudo era Stanley, cuando se ponía...
Brief Interviews with Hideous Men (2008)
El libro: Más posmoderno que la propia posmodernidad, David Foster Wallace llevó a cabo uno de sus trabajos más accesibles con esta presunta recopilación de "entrevistas breves con hombres odiosos", como reza su título. Por "accesible" queremos decir que la salud mental del lector no corre excesivo peligro.
La película: John Krasinski, (Jim Halpert en la versión estadounidense de The Office), debutó como director con esta arriesgada adaptación, obviamente pensada para arrasar en Sundance. Pero el filme se llevó unas críticas pésimas, y Krasinski sólo ha vuelto a ponerse tras la cámara para rodar episodios de su serie. Ahora, a ver quién es el valiente que se atreve a hacer una peli de La broma infinita...
El Señor de los anillos (2001-2003)
El libro: Todo empezó con un profesor de inglés antiguo matando el tiempo inventándose idiomas imaginarios. Y terminó (o así) con una monumental trilogía de libros cuyo universo imaginario ha marcado a tres generaciones de lectores. Además de por la extensión del material, la obra de J. R. R. Tolkien parecía inadaptable por la multitud de detalles que contiene y por lo épico de su escala.
Las películas: Tras el intento frustrado de Ralph Bakshi (quien sólo trasladó a la pantalla un libro y medio de la trilogía, en formato animado), Peter Jackson puso el punto en la boca de quienes afirmaban que jamás habría una película de El Señor... La trilogía redefinió el concepto de cine-espectáculo, reveló al gran público la existencia de Viggo Mortensen y (con una ayudita de Andy Serkis y su Gollum) dio carta de naturaleza al motion capture. Y no sólo eso, sino que, además, mola mucho. A ver qué tal se les da ahora El Hobbit...
Miedo y asco en Las Vegas (1998)
El libro: Cuando mandaron a Hunter S. Thompson a cubrir una carrera de motos en Nevada, los responsables de Sports Illustrated no sabían lo que se hacían. Porque el difunto escritor era un periodista de primera clase, pero también un politoxicómano a quien las motos no le importaban lo más mínimo: el reportaje, que se publicó finalmente en Rolling Stone, quedó como un tour alucinógeno por la ciudad de los casinos.
La película: Un director normal hubiese optado por minimizar el componente drogata de la historia, quedándose con su crítica social y su mala leche. Pero Terry Gilliam es cualquier cosa menos normal, así que su película materializa los tres días de tripi vividos por Johnny Depp y su compinche Benicio Del Toro mediante unos efectos especiales de relumbrón y unas interpretaciones para el recuerdo. ¡Cuidado con los murciélagos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario