'Annie Hall', 'Teléfono rojo', 'El club de los cinco'... Todas estas películas tienen escenas eliminadas que jamás aparecerán como extras en el dvd. Por CINEMANÍA
Molly Ringwald en 'El club de los cinco'.
Avaricia (1924)
Cuando Erich Von Stroheim abandonó el Imperio Austrohúngaro para irse a Hollywood, no sabía lo que le esperaba. Esta adaptación del best seller de Frank Norris, popularísimo en la época, fue el remate de una carrera marcada por los conflictos con los productores: el metraje original duraba ocho horas, y tuvo la suerte de ser proyectado una vez, ya que así lo requería el contrato del cineasta. Después, tanto el ego de Von Stroheim como las trifulcas empresariales (el estreno coincidió con la fusión de Samuel Goldwyn Pictures con Metro) dieron lugar a una versión muy recortada, y a la pérdida de los descartes. Al menos, el cineasta pudo completar Avaricia: La reina Kelly, que debería haber sido su obra maestra, quedó inconclusa, y no llegó a estrenarse en EE UU.
La parada de los monstruos (1932)
¿Piensas que la película de Todd Browning es inquietante, con sus actores reclutados en ferias de monstruos y su terrorífico argumento? Pues date por afortunado, porque su versión original, según los testimonios de la época, lo era todavía más. Las protestas de las asociaciones conservadoras llevaron a la MGM a recortar casi media hora del filme, algo que hundió al director de Drácula y prácticamente le costó la carrera. Con los años, algunos de los fragmentos expurgados se recuperaron, pero las escenas eliminadas de la parte final (incluyendo el asesinato del forzudo del circo) siguen desaparecidas.
Horizontes perdidos (1937)
Ojo: aquí no estamos hablando del remake musical de esta película (ya sabes, ese al que apodaron Inversiones perdidas), sino del original firmado por Frank Capra. Resulta que el futuro director de ¡Qué bello es vivir! filmó y montó un total de seis horas de metraje, que (visionario él) planeaba proyectar en forma de trilogía. Sin embargo, el público de los preestrenos abucheó al primer filme, con lo que un Capra muy cabreado destruyó personalmente dicha sección. Sumemos a ello la proverbial mala leche de Harry Cohn, el presidente de Columbia, y entenderemos que la versión estrenada de Horizontes perdidos se quedase en algo menos de dos horas. La banda sonora y algunos de los descartes han sido recuperados por el American Film Institute.
El cuarto mandamiento (1942)
Orson Welles ya había puesto su vida (cinematográfica) en juego estrenando Ciudadano Kane, de modo que cuando rodó su segundo largometraje, un exquisito dramón histórico, los ejecutivos de RKO se decidieron a ajustarle las cuentas. No contentos con obligar a dimitir a George Schaefer, presidente del estudio y defensor de Welles, los productores aprovecharon un viaje del cineasta a Brasil para destrozar su película. Para más INRI fue Robert Wise, futuro director de West Side Story, el currante obligado a reducir un filme de 148 minutos a menos de una hora y media, y de rodar un final feliz que no le pegaba nada a la historia. Nignuna de las escenas descartadas de El cuarto mandamiento ha aparecido (por ahora).
El crepúsculo de los dioses (1950)
Ahora, después de la Nouvelle Vague y de Tarantino, la idea de un filme estructurado en flashbacks y narrado por un cadáver no nos parece tan gran cosa. Pero, cuando Billy Wilder rodó esta película, el público de los preestrenos no estaba nada acostumbrado a esos recursos narrativos: tras sufrir muchos abucheos, el director vienés se decidió a cortar una escena inicial en la que se veía a William Holden ingresando en la morgue. Según narró Wilder en sus memorias, el fragmento desaparecido incluía conversaciones entre los cadáveres del depósito, y un momento que hacía reír especialmente al público: un forense poniendo una etiqueta en el dedo gordo del pie del protagonista.
Teléfono rojo: ¿Volamos hacia Moscú? (1964)
Con Stanley Kubrick hemos topado, lectores: un tipo capaz de recortar 20 minutos de 2001 dos días antes del estreno, y de cambiar el final de El resplandor cuando la película ya había llegado a los cines, debía figurar en este informe por narices. Y, si el final de Teléfono rojo (con su montaje de explosiones nucleares) resulta un tanto abrupto, es por una buena razón: la película terminaba con una pelea de tartas entre el estado mayor de EE UU. Hay quienes dicen que Kubrick decidió eliminar la escena para evitar asociaciones con el asesinato de Kennedy (debido, en concreto, a la frase "¡Nuestro presidente ha sido derribado!" cuando Peter Sellers recibía un pastelazo), mientras que otros afirman que la cortó porque le parecía una payasada. El caso es que Stanley se dedicaba personalmente a destruir los descartes de sus películas, con lo que las imágenes se han perdido para siempre.
Annie Hall (1977)
Tan perfeccionista como Kubrick, Woody Allen nunca ha permitido la publicación de sus escenas eliminadas. Algo que se vuelve especialmente cruel en el caso de esta película, porque Annie Hall no nació siendo una "nueva comedia" romántica sino una película policíaca. Su título era Anhedonia (término médico para la incapacidad de sentir placer), y tenía una trama más bien difusa en la que Annie y Alvy Singer investigaban un asesinato. Allen se dio cuenta de que la parte amorosa era la más interesante, eliminó buena parte del filme y enlazó los fragmentos mediante sus monólogos. Así que, mirándolo por el lado positivo, lo que perdimos en metraje lo ganamos en chistes como el de la gallina y los huevos.
Arrebato (1980)
Machacada por la crítica e ignorada por el gran público, la obra maestra de Iván Zulueta es la aportación española a esta lista de filmes irrecuperables. Aunque en su estreno el filme se presentó con una ajustada duración de hora y media, al cineasta de San Sebastián se le fue tanto la mano durante el rodaje que su primera versión duraba tres horas: a lo mejor por eso la película se quedó sin presupuesto ni equipo técnico a mitad de rodaje. Entre los momentos eliminados, y perdidos, se contaban varios diálogos extendidos entre Eusebio Poncela y Marta Fernández Muro, así como momentos de desvarío experimental.
El club de los cinco (1985)
Dicen que John Hughes pasó sus últimos años prácticamente encerrado en casa y alejado del mundo del cine. Vista la historia de esta película, no nos extraña: originalmente, El club de los cinco duraba dos horas y media, incluyendo escenas como un momento de voyeurismo por parte del dire Paul Gleason, una secuencia onírica del personaje de Ally Sheedy y, lo más importante, el momento en el que Molly Ringwald y Judd Nelson se enrollan era más largo y más sexy. Hughes, que también tuvo que renunciar a buena parte del metraje de Mejor solo que mal acompañado, afirmó conservar una copia de la película completa: está por verse si su viuda autorizará alguna vez su estreno.
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