Era 2004 y nadie parecía interesado en ofrecer papeles con fundamento a Gene Hackman. El actor de 74 años acababa de estrenar la comedia insondable Bienvenidos a Mooseport junto a Ray Romano y decidió que, para eso, mejor se jubilaba. Han pasado 11 años desde el adiós de Hackman a la gran pantalla y, como era de esperar, nadie en Hollywood ha sido capaz de llenar ese hueco. Hay muchos actores de talento inmenso, pero la naturalidad visceral que aportaba el californiano, con un físico y muecas inusitadas muy en la línea del nuevo cine de los 70, es realmente difícil de reemplazar.
Por eso, queremos celebrar que el actor cumple hoy 85 años recordando las mejores actuaciones de su carrera. Un repaso esencial y básico, centrado en los títulos impepinables que forjaron su imagen como uno de los más grandes. Y, por cierto, no está el Lex Luthor de Superman; a cambio, preferimos el Herod de Rápida y mortal. Puedes empezar a quejarte ya.
Bonnie & Clyde (1967)
Entrada por la puerta grande en la constelación del Nuevo Hollywood y primera nominación al Oscar. Su Buck Barrow concentraba toda la subversión representada por la película de Arthur Penn: espontaneidad agresiva, insolencia y un lenguaje directo.
Contra el imperio de la droga (1971)
El Popeye Doyle de The French Connection fue el primero de los papeles más grandes que la vida de su carrera, con Oscar al canto. Hackman se deja la piel como el sabueso de policía más brutalmente humano (es decir, lleno de fallos, obsesiones y flaquezas morales) que ha dado el género criminal; un torrente de energía capaz de hacer frente a la famosa persecución de coches filmada por William Friedkin.
Espantapájaros (1973)
No hay muchas cosas que puedan superar una actuación al azar de Gene Hackman durante los 70. Si encima lo pones a compartir pantalla con Al Pacino recién salido de El padrino, consigues el absoluto festival de esta película de Jerry Schatzberg sobre el nomadismo, la independencia, la camadería y los arcenes de las carreteras secundarias de la vida.
La conversación (1974)
Hackman como protagonista absoluto, obsesivo y paranoico de una de las mejores películas de la historia del cine. El thriller low-key de Francis Ford Coppola sobre la hipervigilancia se apoya tanto en la opresión atmosférica como en la entrega corporal del protagonista a su progresiva degradación.
El jovencito Frankenstein (1974)
Acostumbrados a la seriedad de la mayoría de sus papeles, este cameo barbudo en la parodia de Mel Brooks es uno de los mejores regalos que nos ha hecho el actor.
Más allá del valor (1983)
Podríamos pasar media vida recomendando películas de la década de los 70, pero preferimos llamar la atención sobre esta cinta de acción bélica dirigida por Ted Kotcheff justo después de Acorralado. En un universo alternativo, la segunda entrega de Rambo podría haber sido así: con Gene Hackman en Vietnam.
Arde Mississippi (1988)
Otra explosión de rudeza policial, en esta ocasión bajo la batuta del nunca muy sutil Alan Parker. Cuarta nominación al Oscar y Willem Dafoe barrido por la marea.
Sin perdón (1992)
En su película más personal, Clint Eastwood le dio un papel privilegiado como el villano Little Bill Daggett, que le brindó su segundo Oscar. Un exforajido convertido en sheriff gracias a sus métodos violentos que venía a representar la otra cara de la moneda de tantos antihéroes interpretados por Eastwood durante sus años con Sergio Leone. Es esa tensión la que da tanta profundidad al violento duelo que mantiene con Will Munny a lo largo del filme; a nivel actoral, es un festival absoluto: la bestia visceral (Hackman) contra la fiera del microgesto (Eastwood).
Rápida y mortal (1995)
Además de Sin perdón, Gene Hackman participó en varios westerns, pero no creemos que ninguno le diera tanta libertad para abrazar el registro más pulp del género que la incomprendida incursión de Sam Raimi. Añádela a tu lista de deberes para reivindicar.
Los Tenenbaums. Una familia de genios (2001)
Royal Tenenbaum no sólo era un padrazo, sino el crítico teatral infantil más exigente del mundo. Y se lo podía permitir: su propia actuación no tiene pega alguna.
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