Jack Nicholson, Harrison Ford y muchos otros ídolos de la pantalla sufrieron comentarios de lo más mordaces antes de alcanzar la fama.
Es bien sabido que el camino a la fama no está alfombrado con rosas, precisamente: para saberlo sólo tenemos que leer las historias de esos actores que las pasaron canutas antes de llegar al estrellato, o fijarnos en las crónicas de El cine al desnudo. Pero hay algo que puede convertir estas (inevitables) asperezas en algo todavía más insoportable: el recochineo. Y es que, en cuanto uno se adentra un poco en los periplos de las grandes estrellas de Hollywood, acaba encontrándose de forma casi inevitable con las ‘sabias’ palabras de agentes, jefes de casting o directores que no se conformaron con rechazar al futuro ídolo, sino que también le espetaron a la cara que había escogido el oficio erróneo, y que, sencillamente, no valía para actuar. Por otra parte, cabe fijarse en un dato interesante: mientras que los nombres de quienes padecieron estas invectivas son ahora conocidos por todos, los de aquellos que las pronunciaron no han pasado a la historia, salvo excepciones. Eso quiere decir algo, seguro…
Jack Nicholson
El actor: Tres veces ganador del Oscar (dos como principal, uno como secundario) y nueve veces nominado, tiene también seis Globos de Oro, una Palma de Oro y tres BAFTA sobre la mesa. Todo ello gracias a filmes como Easy Rider, Chinatown, Mejor… imposible, el Batman de Tim Burton o A propósito de Schmidt. En resumen: uno de los grandes de ayer, hoy y siempre.
El desánimo: “Le dedico este Oscar a mi agente, que hace diez años me dijo que no tenía futuro como actor”: así terminó Nicholson su discurso tras ganar su primera estatuilla dorada por Alguien voló sobre el nido del cuco en 1976. Lo creas o no, el joven Jack iba para animador en el estudio Hanna-Barbera, y sólo la insistencia de Roger Corman le encarriló en el sendero de la interpretación. Hasta que Easy Rider le deparó su primera candidatura en 1969, se le consideraba carne de serie B.
Arnold Schwarzenegger
El actor: Su reputación entre los críticos nunca ha sido estratosférica, y desde luego no hablamos del mejor actor del mundo, pero filmes como Terminator, Terminator 2, Comando o Poli de guardería nunca hubieran sido lo mismo sin el austríaco cachas. Ni artísticamente ni, qué duda cabe, financieramente.
El desánimo: Los problemas de ‘Arnie’ para labrarse una carrera interpretativa vinieron, precisamente, de ser demasiado austríaco y estar demasiado cachas: los productores de Hércules en Nueva York (ese debut fechado en 1969 del que él es el primero en cachondearse) doblaron sus diálogos para enmascarar ese rocoso acento, y además le obligaron a aparecer en los créditos con el seudónimo de Arnold Strong porque pensaron que nadie sería capaz de recordar su apellido. Por fortuna, allá por 1982, John Milius (Conan el bárbaro) supo ver que esos pretendidos defectos eran, en realidad, virtudes.
Marilyn Monroe
La actriz: Cuando murió en 1962 (a los 36 años), películas como Bus Stop, Con faldas y a lo loco y Vidas rebeldes habían comenzado a demostrar que esta californiana era algo más que un sex symbol carne de escándalo fácil.
El desánimo: “Búsquese un trabajo como secretaria, o un marido, porque en lo demás no tiene futuro”: así rezaba la carta que una agencia de modelos remitió a Marilyn en 1944. Por suerte, esa misma agencia se pensó las cosas dos veces, y acabó contratando a la futura actriz. El trabajo de la Monroe en las pasarelas le supuso, como en tantos otros casos, un pasaporte hasta Hollywood.
Clint Eastwood
El actor: Sabe actuar (sin demasiados registros, es cierto, pero sabe). Sabe dirigir (y cómo: véanse El fuera de la ley, Sin perdón, Million Dollar Baby o Mystic River para comprobarlo). Es un músico muy apañado. Y, para colmo, fue un pionero de la producción indie con su compañía Malpaso. A sus 84 bíblicos años, el gran anciano de Hollywood sigue siendo un ejemplo a seguir.
El desánimo: “Le despidieron porque tenía la nuez demasiado saliente, hablaba despacio y, además, no quería arreglarse un diente roto”. Son palabras de Burt Reynolds, buen amigo de Eastwood, explicando por qué él y el gran Clint fueron expulsados de la productora Universal el mismo día y por el mismo ejecutivo. El cual, suponemos, debió pasarse buena parte de las décadas posteriores dándose cabezazos contra la pared.
Sidney Poitier
El actor: Aunque Hollywood siga siendo racista, está claro que lo sería mucho más de no ser por la labor pionera de este titán. Con Fugitivos, Poitier fue el primer afroamericano nominado al Oscar como actor principal, un trofeo que acabaría ganando por su trabajo en Los lirios del valle. Durante los 60, títulos como Rebelión en las aulas, En el calor de la noche y Adivina quién viene esta noche le convirtieron en uno de los intérpretes más taquilleros de Hollywood, y en un demoledor de estereotipos raciales.
El desánimo: Oída en un casting, la frase “Deja de hacernos perder el tiempo y búscate un trabajo lavando platos” puede acaba con la vocación de cualquiera. Pero no con la de un descendiente de esclavos cimarrones que, tras haber emigrado a EE UU, había aprendido a leer y escribir por su propia cuenta. ¿Se acordaría Sidney de esta humillación cuando, en los Oscar de 2014, anunció a 12 años de esclavitud como ganadora de Mejor Película?
Fred Astaire
El actor: Cuando Gene Kelly, nada menos, dice eso de que “la historia de la danza en el cine empieza con Fred Astaire”, no queda duda de que estamos ante alguien al que hay que tomarse en serio. Películas como Sombrero de copa, Melodías de Broadway y Una cara con ángel dejan claros los méritos de este señor como bailarín, coreógrafo, actor y cantante.
El desánimo: “No sabe cantar, no sabe actuar, baila mal y, para colmo, es calvo”: así describieron al joven Astaire los caztalentos de una productora (algunos dicen que MGM, otros que RKO) a comienzos de la década de 1930. Una vez convertido en una estrella con todas las de la ley, Fred hizo enmarcar la carta de marras y la colgó sobre la chimenea de su mansión: cabe pensar que, al mirarla, se reiría mucho.
Harrison Ford
El actor: Han Solo. Indiana Jones. Rick Deckard, el cazador de clones de Blade Runner. Tres papeles en los que volveremos a ver en breve a este señor nacido en Chicago, seguramente uno de los rostros más icónicos del cine.
El desánimo: Las versiones sobre esta historia son multitud, pero todas coinciden en algo: el primer agente que trabajó para Harrison Ford, allá por los 70, le dijo que se buscase otro trabajo porque “no tenía lo que hay que tener para ser una estrella”. Al oír estas palabras, Ford despidió a dicho agente y se buscó a otro que entendiera su potencial. Un potencial que, tras una larga travesía del desierto trabajando como carpintero y ganándose la amistad de unos tales Spielberg, Lucas y Coppola, acabó realizándose sobradamente.
Hugh Jackman
El actor: Dejemos a Lobezno en paz por un momento, y recordemos una cosa: antes de ponerse las garras de adamántium, Hugh era ya muy conocido entre el público australiano gracias a sus trabajos como intérprete de musicales. Lo cual vuelve todavía más divertida la anécdota que leerás a continuación.
El desánimo: Estamos en Australia, y el año es 1995: un Hugh Jackman ya madurito (31 años) pero con poca carrera a cuestas se presenta a un casting para la versión escénica de La bella y la bestia. Tras oír a nuestro hombre, que aspira al papel de Gastón, el director le dice: “Tío, no cantas mal y voy a contratarte, pero seguro que nunca te darán un papel en Los miserables”. ¿Recuerdas gracias a qué película obtuvo Jackman única (por ahora) nominación al Oscar al Actor Principal en 2013? Exacto.
Angelina Jolie
La actriz: Sí, es ella: la señora de Brad Pitt, mirad femenina del ente conocido como ‘Brangelina’ y madre de una numerosa prole adoptada. Recordemos, por otra parte, que ha actuado en 46 filmes, que ha dirigido un filme bastante valorado (En tierra de sangre y miel) y que prepara sus próximas dos películas como directora.
El desánimo: Muy a principios de los 90, y tras descartar dos prometedoras carreras como lanzadora de cuchillos y agente de pompas fúnebres, una Angelina ansiosa de alejarse de su papá John Voight empezó a presentarse a audiciones. Según ella misma explica, los directores de casting siempre la rechazaban alegando que era “demasiado dura” para lo que se esperaba de una actriz adolescente. Y fue precisamente esa rudeza la que le facilitó ascender al estrellato gracias a Hackers, Inocencia interrumpida y Tomb Raider.
Charles Chaplin
El actor: ¿Necesita Chaplin una presentación? Bueno, pues vale: hablamos del hombre que, tras revolucionar la comedia en los años del cine mudo, se pasó a la dirección para entregarnos El chico, La quimera del oro y Tiempos modernos. Una sobredosis de talento que, como veremos, no le permitió llegar y besar el santo.
El desánimo: “Eres demasiado tímido, chaval: nunca harás carrera en el teatro” fueron las palabras que el empresario teatral Fred Karno le espetó a un Chaplin adolescente (y ya con muchas tablas a cuestas) en 1906. Por fortuna, Karno se lo pensó dos veces, y contrató a nuestro héroe: seis años más tarde, Charles ya era la estrella absoluta de la compañía, y el éxito de una de sus giras por EE UU le llevó a recibir ofertas de la incipiente industria cinematográfica. El resto, como suele decirse, es historia.
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